El Bautismo a lo largo de los siglos (Sac. 2.5)

En este artículo haremos un breve estudio del ritual del Bautismo desde los tiempos apostólicos hasta nuestros días.

El Bautismo ha permanecido como una unidad sustancial en los elementos claves a lo largo de toda la historia de la Iglesia. Comenzó teniendo una estructura muy simple, para a partir del siglo II empezar a desarrollarse el catecumenado como paso previo a la recepción de los sacramentos de la Iniciación Cristiana. Catecumenado que se hizo innecesario cuando, hacia el siglo XI se generalizó el Bautismo de niños, convirtiéndose en la única praxis bautismal. En los tiempos modernos, el Vaticano II reinstauró el catecumenado para la recepción de adultos a los sacramentos de la Iniciación Cristiana; aunque, a decir verdad, su uso práctico es mínimo.

1.- En la Edad Apostólica.

No se tiene una codificación de lo que se exigía en la preparación al Bautismo en la época de los Apóstoles. Desde luego se supone, tal como lo vemos en los pasajes de la Sagrada Escritura, el arrepentimiento de los pecados y la práctica de los mandamientos, junto con una predicación para preparar la fe de adhesión al Reino de Dios en la Persona de Cristo.

Desde el principio se constata cómo en la celebración del Bautismo, la palabra – fuera una epíclesis, una oración o una fórmula – le acompañaba siempre el gesto de la inmersión en el agua con el sentido de rito de penitencia y purificación (Mc 1:8; Mt 3:11; Lc 3:16; Jn 1:33; Hech 19: 1-5).

No consta con claridad el modo de este lavado, si es inmersión total o parcial, pero se acumulan infinidad de indicios para afirmar que la inmersión total no era lo más normal. La misma palabra baño (1 Cor 6:11; Ef 5:26) puede referirse a un baño total, pero ello no exige la inmersión de la cabeza.

Las denominaciones “baptizare”, “mergere”, “tingere”, tal como se hallan pronto reproducidas en las escenas bautismales de las catacumbas y sarcófagos, nos indican que el bautizando se mete en el agua y recibe sobre la cabeza un chorro de agua, que por un momento le envuelve todo el cuerpo como un manto.

Se exige como ideal que sea agua viva, fluyente, lo que no quiere decir que se haga en ella una inmersión completa, sino más bien una inundación que viene de arriba, pues precisamente es el movimiento lo que distingue el agua viva de la muerta. El movimiento de entrar y salir del agua es suficiente para resaltar el significado del Bautismo como morir y resucitar con Cristo.

La presencia de la palabra es indiscutible no sólo para dar al Bautismo sacramental su distinción de los demás, sino como aceptación expresa de la persona y mensaje de Cristo. Esta palabra responde al término paulino de «confesión» (Rom 10:10), y es la palabra de vida que acompaña al baño del agua (Ef 5:26).

Respecto a las palabras precisas de la fórmula, se puede decir aquí que en el siglo II son explícitas las fórmulas trinitarias, tal como aparecen en Mt 28:19.

Conviene notar aquí que el carácter de lucha y pacto, exorcismos y renuncias, que tiene la preparación al Bautismo en la tradición posterior, no es algo ausente, al menos en su raíz, en los testimonios del Nuevo Testamento, pues en él se da la teología del descenso a las aguas y del descenso a los infiernos con la consiguiente lucha y victoria sobre los poderes infernales.

En cuanto al tiempo y lugar del Bautismo hay gran amplitud e indiferenciación. El ministro no es exclusivamente un apóstol, pero sí se puede decir que se reserva el Bautismo a la persona que dirige la comunidad.

Ante una persona a la que Dios ha llamado se establece un diálogo, se le prepara (unas horas o unos días) y se la bautiza sobre su confesión de fe en la persona y obra de Cristo.

2.- Evolución en los siglos II – III

En el siglo II vemos el comienzo del Catecumenado para preparar a aquellos que se han convertido a la fe en Cristo; aunque el esquema del mismo está todavía poco desarrollado.

Según testimonio de San Justino, consiste en una enseñanza y, poco antes de la recepción del Bautismo, en la práctica de la oración y del ayuno (Didajé, VI, 4).

“A cuantos se convencen y aceptan por la fe que es verdad lo que nosotros enseñamos y decimos, y prometen ser capaces de vivir según ello, se les instruye a que oren y pidan con ayunos el perdón de Dios para sus pecados anteriores, y nosotros oramos y ayunamos juntamente con ellos. Luego los llevamos a un lugar donde haya agua, y por el mismo modo de regeneración con que nosotros fuimos regenerados, lo son también ellos: en efecto, se someten al baño por el agua, en el nombre del Padre de todas las cosas y Señor Dios, y en el de nuestro salvador Jesucristo y en el del Espíritu Santo. Porque Cristo dijo: «Si no volvierais a nacer, no entraréis en el reino de los cielos» (Jn 3: 3), y es evidente para todos que no es posible volver a entrar en el seno de nuestras madres una vez nacidos. Y también está dicho en el profeta Isaías el modo como podían librarse de los pecados aquellos que habiendo pecado se arrepintieran: «Lavaos, volveos limpios, quitad las maldades de vuestras almas, aprended a hacer el bien…» (Is 1:16ss)”.[1]

En el siglo III, conocido especialmente por el testimonio de San Hipólito[2], el catecumenado es ya una institución estable, sobre todo por la necesidad de preparar y distinguir la iniciación cristiana de la de algunas sectas, especialmente de la iniciación pagana en los cultos mistéricos.

Al terminar esta fase del catecumenado se entra en una preparación litúrgica inmediata, que en el siglo III es de duración breve y que nada indica que se circunscribiese al tiempo de la actual Cuaresma. El que se va a bautizar deja el grado de catecúmeno para pasar a ser electo o competente; comienza por explicárseles oficialmente las realidades centrales del Bautismo y Eucaristía, el símbolo de la fe y el Padrenuestro.

A la entrada en este estado de competentes se somete de nuevo a los bautizandos a un examen (escrutinio), para ver ante todo la práctica que han llevado en las obras de misericordia, y después de ello son ya elegidos y juzgados competentes para el Bautismo. En este examen tienen gran importancia los que testifican y les llevan al Bautismo, que son los que garantizan su buen vivir. Después se les reúne para darles una enseñanza más especial sobre el Evangelio, no porque antes no lo conocieran, sino porque se hace de un modo ritual. Hay también un exorcismo y una imposición de manos en cada reunión.

La mañana del Sábado Santo el obispo preside la reunión y hace el escrutinio, la imposición de manos, exuflación, signación en la frente, nariz y oídos.

Vueltos a sus casas, por la noche regresarán al templo para velar escuchando las lecturas, y recibir los tres sacramentos de la iniciación (Bautismo, Confirmación y Eucaristía).

El rito se hace en fuentes de agua corriente, limpia (quizá bendecida), bien en los campos, bien en las casas, y posteriormente en los baptisterios; los bautizandos se despojan de los vestidos y las mujeres de sus adornos; se bendicen los óleos; renuncian triplemente al demonio; son ungidos totalmente con el óleo del exorcismo para que de ellos se aleje el demonio; reciben la triple ablución bautismal simultaneada con la triple interrogación[3] y confesión de fe en la Trinidad y la imposición de manos del ministro; son ungidos con el óleo de la acción de gracias; se visten de nuevo y pasan ante el obispo, para recibir por la imposición de manos el sacramento de la Confirmación.

3.- Evolución en los siglos IV – V

El principal testimonio detallado de este tiempo es el de San Agustín. El catecumenado se sigue manteniendo.

De África pasó a Roma el rito de la sal, que inicialmente no eran unos granos, sino alimento (pan) salado. La sal se tomaba con el significado de alimento y también con el sentido de impedir la corrupción.

El catecumenado, relativamente breve en esta época, alrededor de ocho meses, se dedica a la práctica vigilada de los Mandamientos.

Ya dentro de la Cuaresma se hacía el paso al grado de competentes, mediante un segundo examen de la condición moral de los catecúmenos, la inscripción del nombre y la oración.

La preparación sacramental era por los exorcismos y la oración (en Roma, estas oraciones y reuniones de los escrutinios se hacían el tercero, cuarto y quinto domingo de Cuaresma).

La ceremonia de entrega del símbolo de fe (traditio) se iniciaba con una breve introducción, seguía la recitación ante los competentes del símbolo de la fe y una breve explicación de todo él hecha por el celebrante. A los ocho días era la devolución (redditio) y ese mismo día recibían el Padrenuestro. Pero las devoluciones solemnes eran en la mañana del Sábado Santo para el Credo y en la Misa de la Vigilia Pascual para el Padrenuestro.

En la mañana del Sábado Santo había una solemne reunión de escrutinio con un último exorcismo; la unción con el óleo de los catecúmenos en los oídos, nariz y pecho con el Effeta; la renuncia a Satanás y la recitación solemne por el elegido del Credo o símbolo de la fe.

Respecto al rito seguido para la ceremonia del Bautismo, no se conocen cambios importantes en este tiempo sobre el esquema ya enunciado para el siglo III. El modo sigue siendo la infusión muy abundante que moja todo el cuerpo, y la fórmula, la triple de confesión trinitaria.

Como ya en esta época la mayoría de las personas que se bautizan son niños, los ritos se adaptan algo a su edad; especialmente al ser la Iglesia la que responde de su fe.

5.- Evolución en los siglos VI – VII

La carta del diácono Juan de Roma a Senario de Rávena (siglo VI), y los sacramentarios, son los testimonios de esta época.

Se puede afirmar que en el siglo VI se empieza a suprimir claramente el catecumenado de larga duración, pues el ambiente ya más cristianizado y la generalización del Bautismo de los niños lo hacen menos necesario. Queda ya esencialmente la preparación ritual y sacramental de los exorcismos y escrutinios con el sentido de preparar el alma a la venida de Cristo, apartando la presencia del demonio.

Tal como vemos en el Sacramentario Gelasiano, el catecumenado agrupa sus ritos en tres escrutinios:

  • En la primera reunión de escrutinio se hace: inscripción del nombre, exuflación, signación, recepción de la sal, exorcismo sobre los elegidos.
  • El segundo escrutinio tiene la misma estructura que tenía anteriormente.
  • El tercero se caracteriza por las entregas del símbolo de fe y del Padrenuestro, a las que se añade la emotiva entrega de los Evangelios.

A su vez, las reuniones correspondientes pasan de los domingos a los días entre semana, lo cual se justifica por la presencia ya preponderante o casi absoluta de niños, y la reunión no se considera apta hacerla ante toda la asamblea el día domingo.

Según este documento, la Iniciación – en la liturgia romana – se hace en una única celebración, en la que se suceden el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía. El Bautismo se realiza con la triple inmersión en el agua, acompañada con la triple interrogación sobre la fe en las tres Personas de la Santísima Trinidad; la Confirmación se confiere mediante la imposición de la mano, con una fórmula que expresa los siete dones del Espíritu Santo, y por la unción; todo ello concluye con la celebración eucarística.

Contemporáneamente, la liturgia hispano-visigótica (confluencia de la oriental, africana y galicana) se caracteriza por una única inmersión, debido a la lucha contra el arrianismo, y esto motiva que sea en ella donde primero aparece la fórmula indicativa del Bautismo (“… Yo te bautizo en el nombre del Padre…”) en vez de las interrogaciones simultáneas a las tres inmersiones.

6.- Evolución en los siglos VIII-IX

En la tradición franco-romana, se manifiesta ya con claridad la desaparición de las reuniones de escrutinios. Existen las nociones de catecúmenos y competentes en los ritos, pero no indican periodos diversos de preparación.

El Bautismo y su preparación se desarrolla con este esquema:

  • Catecumenado: nombre, exuflación, exorcismo, entrega de la sal.
  • Competentado: entregas del símbolo, Padrenuestro y Evangelios; exorcismos.
  • Bautismo, rito del effeta, unción en el pecho y espalda; abjuración; pregunta sobre la fe.
  • Conclusión del Bautismo: unción, vestido blanco, comunión en la Misa.

La preparación al Bautismo comprende sólo los elementos antiguos que no exigían respuesta, ya que la mayoría de las personas que se bautizaban eran niños, y pronto desaparecieron las devoluciones del símbolo, Padrenuestro y entrega de los Evangelios.

7.- Evolución en los siglos X – hasta Vaticano II

Si bien se distinguen las dos ceremonias para hacer un catecúmeno y competente y para bautizar, queda un solo escrutinio en una reunión del Sábado Santo, a la que se llama “catequizatio” con los ritos del antiguo primer escrutinio.

Al neófito, desde el siglo X, se le entrega una vela. A partir del siglo XI se insiste en la conveniencia de bautizar a los niños quam primum (cuanto antes), teniendo en cuenta su peligro de muerte[4], por lo que se generaliza el Bautismo de los niños, convirtiéndose en la única praxis bautismal. Por esa razón, el Bautismo también comienza a desligarse de la Pascua.

Los niños comulgan del sanguis hasta el siglo XII. En el Concilio IV de Letrán (a. 1215) se exige a los fieles que hayan llegado al uso de razón que reciban la Eucaristía al menos en tiempo de Pascua. Apoyándose en este canon conciliar, se prohibió dar la Comunión a los recién nacidos. Con ello, se terminan de desvincular entre sí los sacramentos de la Iniciación Cristiana y se produce la desaparición del catecumenado. El catecumenado como tal deja de tener sentido, aunque aparecen algunos de sus ritos amontonados en el ritual del Bautismo.

Todo ello permite más tarde que el orden tradicional de la recepción de estos sacramentos se altere, de tal modo que la Confirmación se celebrará a veces después de la Penitencia y de la Eucaristía. Tal alteración del orden habría sido inimaginable en la Iglesia antigua, pues se consideraba la recepción del Cuerpo de Cristo el culmen de la Iniciación Cristiana, y les habría parecido muy extraño que se le concediera a quien todavía no había sido marcado con el sello del Espíritu (Confirmación).

En el siglo XIV el Bautismo por inmersión es raro y se generaliza la infusión del agua sobre la cabeza.

Después del Concilio de Trento (s. XVI), el ritual romano promulgado por el papa Pablo V propone un ritual para el Bautismo de los niños, que no es sino una reducción del de los adultos. En ellos se presenta una sola celebración, cuyas etapas se señalan sólo simbólicamente por la introducción del bautizando en la Iglesia antes del penúltimo exorcismo, y el cambio de los ornamentos del sacerdote, de morados a blancos, después de la unción prebautismal.

8.- El rito actual del Bautismo de adultos

El Concilio Vaticano II prescribió la revisión del ritual del Bautismo de adultos, ordenando que se restableciera el catecumenado de adultos dividido en varias etapas; de manera que el tiempo del catecumenado, establecido para la conveniente instrucción, pudiera ser santificado con ritos sagrados, celebrados en tiempos sucesivos. Igualmente ordenó el Concilio que, teniendo en cuenta la restauración del catecumenado, se revisaran los ritos del Bautismo de adultos, tanto el solemne como el simple.

En cumplimiento de estos decretos, la Sagrada Congregación para el Culto Divino preparó el nuevo ritual de la Iniciación Cristiana de los adultos. El ritual no solamente presenta la celebración de los sacramentos de la Iniciación Cristiana (Bautismo, Confirmación y Eucaristía), sino también de todos los ritos del catecumenado.

A modo de resumen le transcribimos las partes más esenciales del mismo.

En este camino, además del tiempo de instrucción y de maduración, hay grados o etapas, mediante los cuales el catecúmeno ha de avanzar, atravesando puertas, por así decirlo:

  • El primer grado es cuando el catecúmeno se enfrenta con el problema de la conversión y quiere hacerse cristiano. En este primer grado se exige al candidato, investigación, y a la Iglesia evangelización y “precatecumenado”. Acabando este tiempo con el ingreso en el grado de los catecúmenos.
  • El segundo grado comienza con este ingreso en el grado de los catecúmenos, y puede durar varios años. Se emplea en la catequesis y ritos anejos. Acaba en el día de la “Elección”.
  • El tercer grado, bastante más breve, coincide de ordinario con la preparación cuaresmal. Al final de este grado es cuando el catecúmeno recibe los sacramentos de la Iniciación y comienza a ser cristiano.

Tres, pues, son los grados que han de marcar los momentos esenciales de la Iniciación. Estos tres grados se marcan o sellan con tres ritos litúrgicos: el primero, por el rito de Entrada en el catecumenado; el segundo, por la Elección, y el tercero, por la Celebración de los sacramentos.

Recibido ya los sacramentos de la Iniciación, se pasa a la etapa mistagógica, que durará todo el tiempo Pascual y en la que el neófito (recién bautizado) se dedica a crecer espiritualmente y a estrechar más profundamente el trato y los lazos con la comunidad de los fieles.

Dada la extensión y complejidad del mismo, que sobrepasa el fin de este artículo, les remito a estos dos artículos donde podrán encontrar información más detallada:

9.- El rito actual del Bautismo de los niños

De acuerdo con el deseo del Concilio Vaticano II (SC, 62-70) se ha renovado también el rito del Bautismo de niños.

Sus líneas pastorales fundamentales son las siguientes:

  • Sentido del Pueblo de Dios como comunidad que recibe a los nuevos cristianos en su misma fe.
  • Importancia de la participación ritual de los padres, antes, en y después del mismo rito.
  • Presencia del padrino como representante personal de la Iglesia.
  • Importancia y sentido de la bendición del agua; inmersión o infusión, ambas con el mismo derecho de uso.
  • Se auspicia que no sólo sea una fiesta de la familia sino también de la comunidad parroquial.
  • Se aconseja su celebración en algunas fechas determinadas (Vigilia Pascual, domingos, etc.), pero se deja libertad para hacerlo en cualquier otro día.
  • Son responsables de la educación en la fe: principalmente la familia, y de modo subsidiario la parroquia y la escuela.
  • Las promesas bautismales habrán de actualizarse a lo largo de la vida con ocasión de otras celebraciones litúrgicas: confirmación, primera comunión, Vigilia Pascual, matrimonio, profesión religiosa, ordenación sacerdotal, etc…

El Bautismo de uno o de varios niños se estructura así:

Acogida:

  • Monición de felicitación por la nueva vida que por el Bautismo se consuma en la vida sobrenatural de hijos de Dios.
  • Interrogación sobre el nombre y petición del Bautismo.
  • Advertencia del compromiso de educación cristiana.
  • Signación del bautizando en la frente por el ministro, padres y padrinos.
  • Liturgia de la palabra de Dios: una o varias lecturas, tomadas del Antiguo o del Nuevo Testamento.
  • Homilía.
  • Oración de los fieles con breve letanía.
  • Oración en silencio.

Preparación del rito sacramental:

  • Oración del exorcismo y unción prebautismal en el pecho con sentido de fuerza para la lucha.
  • Bendición o invocación de Dios sobre el agua bautismal con la teología del Bautismo en la historia de la salvación.
  • Renuncias y profesión de fe por los padres, padrinos y confirmación en la misma fe de los ministros y comunidad presente.

Acción sacramental:

  • Triple inmersión o infusión, con la fórmula trinitaria.

Perfección de la acción sacramental:

  • Unción en lo alto de la cabeza con el crisma, como incorporación al Pueblo de Dios en su dimensión de sacerdote, rey y profeta como el mismo Cristo.

Complementación de la acción sacramental:

  • Imposición de la vestidura blanca, como a nueva creatura revestida de Cristo.
  • Entrega de la luz tomada del cirio pascual, para que los responsables de la fe recuerden su deber de iluminar al bautizado y prepararle para la vida eterna.
  • Rito del Effeta, tocando sus oídos y boca para escuchar y proclamar la palabra de Dios.

Conclusión del rito:

  • Acercamiento al altar y unión de Bautismo, Confirmación y Eucaristía.
  • Rezo del Padrenuestro.
  • Bendiciones a la madre, padre y participantes.

El ritual prevé también la fórmula para el Bautismo de urgencia y para la recepción en la comunidad del niño ya bautizado de urgencia.

Por lo que se refiere al tiempo de la administración del Bautismo el ritual en el n° 44 dice que es necesario tener en cuenta, en primer lugar, la salvación del niño, a fin de que no sea privado del beneficio del sacramento; después, otros elementos, entre ellos el estado de salud de la madre para que, en lo posible, pueda estar presente en la celebración.

En consecuencia:

  • Si el niño se encuentra en peligro de muerte se le bautizará sin demora.
  • El Bautismo debe celebrarse dentro de las primeras semanas siguientes al nacimiento del niño. Teniendo en cuenta que el Bautismo es necesario para la salvación, los padres tienen la obligación de bautizar a sus hijos «cuanto antes» (CIC, can. 867 § 1).
  • Para no retrasarlo, es conveniente que los padres avisen al párroco, ya antes del nacimiento del niño, para que la celebración del sacramento pueda prepararse adecuadamente.

Con ello, concluimos este repaso histórico. En el próximo artículo pasaremos al estudio del Bautismo de deseo, Bautismo de sangre y al estudio de la validez del Bautismo realizado en las confesiones cristianas no católicas.

Padre Lucas Prados

[1] San Justino, Apologia I,  61-65.

[2] San Hipólito de Roma, Traditio Apostolica.

[3] En cada una de las tres abluciones bautismales se hacía una pregunta al bautizando: “¿Crees en Dios Padre todopoderoso…?  ¿Crees en Cristo Jesús, el Hijo de Dios, que nació por el Espíritu Santo de María Virgen y fue crucificado bajo Poncio Pilato…? ¿Crees en el Espíritu Santo…? Y en cada una de las abluciones el bautizando daba testimonio de su fe.

[4] Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, III, q.68, a.3, ad.1.

Padre Lucas Prados
Padre Lucas Prados
Nacido en 1956. Ordenado sacerdote en 1984. Misionero durante bastantes años en las américas. Y ahora de vuelta en mi madre patria donde resido hasta que Dios y mi obispo quieran. Pueden escribirme a [email protected]

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