Cuando matar no es matar

¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo! (Isaías 5, 20)

Tenemos montado el circo en tres pistas: Turquía, Unión Europea, Estados Unidos de América. ¿A cuenta de qué? A cuenta del totalitarismo. Es el caso que en la carrera del mundo hacia el totalitarismo, el presidente de Turquía se ha hecho ir muy bien el golpe de Estado para hacer una purga tal en el ejército, en la policía, en la judicatura y lo que está por ver, que no hay manera de ocultar en qué consiste su maniobra. Se ha puesto en cabeza y por tanto les puede ganar la carrera a sus rivales. Con esta maniobra, Turquía se está convirtiendo en una pieza muy conflictiva en el tablero geopolítico. Es el Islam el que le gana terreno a occidente por una tercera vía.

¿Y cuál es la línea que marca la frontera entre la democracia y el totalitarismo? Pues ya ven, los promotores del asesinato legal (eso sí, que el asesinado sea muy pequeño y no se queje), le dicen a Erdogan que como legalice la pena de muerte, ya no quieren tratos con él, porque eso es saltarse el Rubicón que separa la democracia del totalitarismo. Y eso lo dice el presidente “democrático” –Obama– que ha votado cuatro veces, cuatro, que cuando en un proceso de aborto la criatura sale viva, hay que rematarla. Sí, sí, el presidente que ha legalizado el asesinato del abortado. Repito: el presidente obsesionado en que cuando se aborta a una criatura, si no muere víctima de la horrible tortura que se le ha infligido (legalmente, claro; ¡no estarán pensando mal!), hay que matarlo una vez abortado. Sí, tal y cual: matarlo. Empeñado en que sean lo mismo aborto y asesinato: que no lo son, y mucho menos en este caso: porque el aborto, incluida la tortura que conlleva, tiene cobertura legal. Pero recurrir al asesinato después del aborto, como si fuese un único y mismo acto, es un flagrante fraude de ley. Pero eso, ¿a quién le importa? Al final son dos virtudes cívicas en una, dos derechos irrenunciables de la democracia más avanzada.

Primero defiende la “choice” ésa (una elección a la que llaman choice, en que interesa que todos sean cómplices: todas las instituciones y a ser posible toda la sociedad); se trata de la choice de abortar al hijo. Pero si eso no termina con la criatura, el gran presidente se empeña en legislar sobre el derecho que tiene todo el aquelarre que participa en esa truculencia, de asesinar al que a pesar de haber sido sacado del vientre de su madre de la peor manera, forzado mediante la tortura, todavía sigue vivo. Eso sí, previa declaración ultracientífica de que esa criatura no es humana, ni tiene derechos (para eso están los tribunales), ni sufre ni nada. Que eso es pura tecnología sanitaria: como la del comandante  Mengele en Auschwitz. En fin, licencia para matar al que escapa vivo del aborto. Tan concienzudos en su trabajo como Mengele.

Ése es Obama, ése es su retrato. Si estamos por la libertad de la choice, estamos por la choice: sin mojigaterías, sin los legalismos absurdos con que los pro vida quieren poner freno a esas políticas. Porque, como lo de Erdogan, esto no se hace en defensa de nadie ni de nada. Los objetivos no son sociales: son políticos.

¿Hipocresía? No, yo creo que no, que se trata de manipular las mentes de los súbditos, a ver hasta dónde tragan. Erdogan tirando de Islam; Obama y la Europa sin rostro y sin alma, tirando de democracia. Sí, sí, claro, a eso lo llaman democracia: como Erdogan a lo suyo. Y vigilan que no se salga nadie de esos sacrosantos dogmas democráticos. ¿Incompatibilidad entre pena de muerte e infanticidio? ¿Quién ve incompatibilidad en eso? Si acaso Erdogan y toda la intelectualidad y la propaganda de la Media Luna, que se piensa que esto es cristianismo y que es aquí adonde nos trae la Cruz.

Así que ya ven, la Unión del Infanticidio (estoy distinguiendo expresamente entre aborto e infanticidio para que me entiendan incluso los del aborto libre y gratuito sin ninguna barrera, porque el cuerpo de cada uno y de cada una es de cada uno y de cada una); digo que la Unión Infanticida, la que considera una buena acción rematar al que habiendo sido abortado, todavía está vivo; esa Unión tan Europea que persigue a los miembros que legislan en sentido diverso; esa Unión Europea a la que no le tiemblan ni la mano ni la pluma a la hora de decretar el asesinato legal de los abortados que han salido vivos de la tortura del aborto; esa Unión Europea que se erige en el más acabado modelo de Estado del Bienestar, le ha puesto a Erdogan como línea roja infranqueable si quiere formar parte de esta incalificable Unión de Malhechores, la pena de muerte. Es lo que llaman el respeto a la vida humana. Sí, sí, lo llaman así. Según todas las doctrinas es una cuestión de respeto a la vida humana. ¡A que son geniales!

Es que cómo vamos a comparar la pena de muerte con el asesinato. ¡Qué locura! No es lo mismo. El Estado no tiene manera de evitar los asesinatos. Lo que ha de hacer por tanto es aprender a convivir con ellos. Forman parte de la libertad de los ciudadanos. Lo único que puede hacer el Estado es llevar una estadística cuidadosa para ver cómo suben y bajan: igual que la bolsa. Pero la pena de muerte es otra cosa. El sujeto agente de ésta no es el ciudadano, sino el Estado. Ésa es la gran diferencia. El Estado no puede matar a “sus” ciudadanos; pero a los que no son los suyos, sí. En una guerra puede matar tanto como le apetezca. ¡A que argumentan bien!

¿Pero acaso es la pena de muerte la única señal de totalitarismo? ¿Es ésa la única barrera? ¿Hablamos de la vida humana, o de qué hablamos? No importa para nada. Lo que en realidad le importa a Erdogan es imponer su credo islámico a través del poder. Y eso les preocupa enormemente a Obama y a la Unión Europea sin rostro, porque éstos aspiran también a imponer sus doctrinas desde el poder. Pero éstos de aquí, las del aborto y la ideología del género y del transgénero son las únicas doctrinas “verdaderas”: y por eso están obligados en conciencia a imponérselas a sus súbditos. Y a través de la ONU, a todos los países del mundo. Y si alguien chista … ¡a por él! Es que esos son los condicionantes de la verdad única y verdadera, fabricada por los plutócratas que dirigen el mundo. Igualito que los países musulmanes, que imponen su sharia mediante el poder político: en las leyes, en las instituciones, en los presupuestos, en las escuelas, en los medios.

¿Acaso es distinto lo que ocurre en Turquía de lo que ocurre en Europa y en los Estados Unidos? La pertenencia a la religión es libre (al menos en la cultura occidental); la pertenencia al Estado y el pago de impuestos es a la fuerza. Por eso el Estado no puede invadir el terreno de las religiones y de las ideologías; porque comete el peor de los fraudes al ciudadano, imponiéndole sus doctrinas. Igualito que los países musulmanes.

Qué anacrónicas suenan ya, entre tanto pusilánime y vendido, con sotana o sin ella, las valientes palabras del Alcalde de Zalamea: Al rey la hacienda y la vida hay que dar, pero el honor es patrimonio del alma y el alma ¡sólo es de Dios! Y es que sólo en Dios -en el Dios de Jesucristo, no en el de Mahoma- somos verdaderamente libres.

Custodio Ballester Bielsa, pbro.

Padre Custodio Ballester
Padre Custodio Ballesterhttp://www.sacerdotesporlavida.es/
Licenciado en Teología Fundamental-Apologética. Delegado de Sacerdotes por la Vida en España.

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