Entrevista fundamental para comprender todo del Papa Francisco

Marcello Pera es un influyente intelectual en Italia. Fue presidente del Senado y es un buen amigo de Benedicto XVI, incluso escribió conjuntamente con él un libro de discursos sobre la decadencia de occidente (Sin Raíces: Europa, Relativismo, Cristianismo, Islam)

En una entrevista concedida al periódico de Nápoles, Il Mattino, publicada el 9 de julio de 2017, Marcello Pera presentó lo que podría llamarse una visión general del papa Francisco desde el gran espectro moderado de italianos y europeos de todas las clases.

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«A Bergoglio solo le interesa hacer política, no le interesa en absoluto el Evangelio.»

Pera: «La entrada indiscriminada [de inmigrantes] aviva tensiones explosivas»

Il Mattino
Nápoles, 9 de julio, 2017
Entrevista por Corrado Ocone

En una nueva y exclusiva entrevista otorgada a Eugenio Scalfari para el periódico «Repubblica», el papa Francisco interviene en el debate político con opiniones fuertes y explosivas que, al mismo tiempo, podrían ser consideradas “de izquierda”. Esta vez, el pontífice habló de los poderosos de la tierra reunidos en Hamburgo para el G20, oponiéndose por cuestión de principios a toda política que intente controlar y limitar la migración masiva a Europa desde naciones pobres. Para entender mejor las ideas, y por sobre todo las acciones políticas y mediáticas del Papa en relación a las de su predecesor,  planteamos algunas preguntas al ex presidente del Senado, Marcello Pera. Es sabido que él, un [típico] liberal católico, compartió muchas ideas con el papa emérito Benedicto XVI (incluso escribiendo a cuatro manos con él un libro: Sin Raíces: Europa, Relativismo, Cristianismo, Islam, Mondadori, 2004).

Sr. Presidente, ¿A qué opinión ha llegado respecto a las llamadas constantes del papa Bergoglio al recibimiento de inmigrantes? ¿Un recibimiento indiscriminado, incondicional, total?

«Francamente, no entiendo a este Papa, todo lo que dice está más allá de toda comprensión racional. Es evidente para todos que un recibimiento indiscriminado no es posible: hay un punto crítico que no puede alcanzarse. Si el Papa no hace referencias a este punto crítico, si insiste en un recibimiento masivo y total, me pregunto a mí mismo: ¿por qué lo dice? ¿Cuál es el fin último de sus palabras? ¿Por qué le falta un mínimo de realismo, ese mínimo que se le pide a cualquiera? La respuesta que me doy a mí mismo es una sola: el Papa lo hace porque odia a occidente, aspira a destruirlo, y hace todo lo posible por lograr ese fin. Él aspira a destruir la tradición cristiana, el cristianismo tal como se desarrolló históricamente.»

«Si tomamos en consideración el límite crítico sobre el cual nuestras sociedades ya no pueden recibir a nadie más ni asegurar la dignidad mínima que corresponde a cada ser humano, veremos pronto una verdadera invasión que nos sumergirá a todos y que pondrá en riesgo nuestras costumbres, nuestra libertad, y al mismo cristianismo. Habrá una reacción, y una guerra. ¿Cómo el Papa no lo comprende? ¿De qué lado estará cuando se desate esta guerra civil?»

¿No cree que el Evangelio está relacionado con esto, la predicación de Cristo? ¿La ética del Papa no será quizás una convicción absoluta, abstracta, que no toma en consideración las consecuencias?

«No, en absoluto. Así como no hay motivos racionales para ello, tampoco hay motivos evangélicos para explicar lo que el Papa dice. Después de todo, este es un Papa que desde el día de su elección solo hace política. Él busca el aplauso fácil, haciendo algunas veces el papel del Secretario General de la ONU, otras del Jefe de Gobierno, otras de un líder sindical interviniendo en acuerdos contractuales de una corporación como Mediaset. Y su visión es la sudamericana del Justicialismo peronista, que no tiene nada que ver con la tradición europea de libertad política de origen cristiano. El cristianismo del Papa es de una naturaleza diferente. Y es un cristianismo político, íntegramente.»

Sin embargo, esto no parece provocar el levantamiento de los secularistas, que estaban en guardia permanente y efectiva durante los pontificados anteriores.

«En Italia, el conformismo es total. Este es un Papa apreciado por la opinión pública informada, responde a ciertas urgencias básicas que tienen, y están listos para aplaudirlo incluso hasta cuando dice tonterías.»

En un pasaje de la entrevista de Scalfari, después de haber hecho un llamamiento a Europa, teme “alianzas muy peligrosas” contra los inmigrantes por parte de los “poderes que tienen una visión distorsionada del mundo: Estados Unidos y Rusia, China y Corea del Norte.» ¿No es al menos extraño agrupar a una vieja democracia como la de Estados Unidos con países fuertemente autoritarios e incluso directamente totalitarios?

«Lo es, pero no me sorprende, a la luz de lo que dije antes. El Papa refleja todos los prejuicios de Sudamérica respecto de Norteamérica, los mercados, la libertad, y el capitalismo. Lo habría hecho incluso si Obama hubiera seguido siendo presidente norteamericano, pero no hay duda de que estas ideas del Papa están fuertemente asociadas, en una combinación peligrosa, con el sentimiento anti-Trump extendido por toda Europa.»

Sr. Presidente, insistiré un poco sobre esto de “hacer política” del Papa. ¿Es en verdad una novedad respecto al pasado?

«Sin dudas. Bergoglio está poco o nada interesado en el cristianismo como doctrina, en el aspecto teológico. Y esto es una novedad, sin dudas. Este Papa tomó las riendas del cristianismo y lo convirtió en política. Sus afirmaciones parecen basarse en las escrituras, pero en realidad son fuertemente secularistas. A Bergoglio no le interesa la salvación de las almas sino el bienestar y la seguridad social. Y este es un hecho preliminar. Si luego nos dirigimos a atender las cosas que dice, no podemos dejar de ver con preocupación que sus afirmaciones pueden desencadenar una crisis política y una crisis religiosa incontrolables. Desde el primer punto de vista [político], él sugiere que nuestros Estados se suiciden, invita a Europa a dejar de ser ella misma. Desde el segundo punto de vista [religioso], no puedo dejar de observar que en el mundo católico se está desarrollando a escondidas un cisma, que es buscado por Bergoglio con obstinación y determinación, y por sus aliados, incluso hasta con maldad.»

¿Por qué está sucediendo esto? ¿No es completamente irracional?

«No, no lo es. Diría incluso que el Concilio Vaticano II explotó finalmente en toda su radicalidad revolucionaria y subversiva. Son ideas que conducen al suicidio de la Iglesia Católica, ideas que ya estaban respaldadas y justificadas en aquel momento y ocasión. Nos olvidamos que el Concilio precedió en tiempo a la revolución estudiantil, a la sexual, a la de costumbres y modos de vida. Se anticipó a ellos y, en alguna medida, los provocó. En aquel entonces, el aggiornamento del cristianismo secularizó fuertemente a la Iglesia, disparó un cambio tan profundo que, amenazando con un cisma, fue controlado y mantenido a raya los años subsiguientes. Pablo VI lo respaldó [al Concilio], pero al final terminó siendo su víctima. Los dos grandísimos Papas que lo sucedieron [Juan Pablo II y Benedicto XVI] estaban plenamente conscientes de las consecuencias que se habían desatado, pero intentaron controlarlas y gobernarlas. Asumieron una visión trágica de la realidad, resistieron, e intentaron tender un puente entre lo nuevo y la tradición. Lo hicieron de manera sublime. Habían revertido el curso; pero ahora las riendas se desataron: la sociedad en lugar de la salvación, la ciudad terrenal de San Agustín en lugar de la divina, parecen ser el punto de referencia de la jerarquía eclesiástica gobernante. Los derechos del hombre, todos sin exclusiones, se volvieron el ideal y la brújula de la Iglesia, mientras que casi no queda lugar para los derechos de Dios y la tradición. Al menos en apariencia. Bergoglio se siente y vive completamente emancipado de esto último.»

¿Por qué dice «en apariencia»?

«Porque, detrás de la pantalla y los aplausos, no todo lo que brilla es oro. El aplauso en la Plaza de San Pedro no lo es todo. Yo, que vivo en el campo, me doy cuenta que una parte del clero, especialmente y por sorpresa los más jóvenes, permanecen estupefactos y confundidos ante ciertas afirmaciones del Papa. Sin mencionar a tantas personas que ya hoy viven con problemas de seguridad que generan los inmigrantes en las afueras y se irritan cuando oyen hablar de recibimiento incondicional. El clero en edad madura está más del lado de Bergoglio: ya sea por conformismo u oportunismo, o por convicción (habiendo crecido también en el mismo clima cultural de los setentas, que es el origen de ciertas elecciones). Precisamente debido a esto hablo de un cisma profundo y latente. El cual no parece preocupar al Papa.»

¿Qué piensa en líneas generales sobre el control de las olas migratorias y la insensibilidad de Europa hacia Italia?

«Nuestro país está solo, dramáticamente solo. Es peligroso. Me preocupa. Estamos solos porque otros países buscan sus intereses nacionales por sobre todo. Detrás de las bellas palabras de la fachada, no se preocupan mucho por nosotros. Y estamos solos porque la Iglesia nos invita a abrir de par en par las puertas, y parece incluso disfrutar nuestra debilidad. Temo una reacción brutal. Temo que la protesta de la gente cuaje y alcance un resultado no deseable. En este caso no es cuestión de derecha o izquierda. Además, pienso que las contradicciones del Papa se verán pronto en plena luz del día: él ya no está en sintonía con los fieles. Es altamente probable una alianza entre los católicos conservadores y las fuerzas nacionales, por así decirlo.»

…[*]

¿Cómo salir de esta crisis? ¿Qué es lo que usted espera?

«Espero que el Papa tome en sus manos la cruz de occidente, de sus valores. Que no sueñe con un occidente empobrecido. Y en Italia, espero una clase política y una opinión pública que vuelva a poner en el centro de su discurso público los asuntos de identidad, sentimiento nacional, y tradición. Sin embargo, siempre soy más pesimista. Y tomo cada vez más pastillas para conseguir la calma.»

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* Es una pregunta y respuesta no relacionadas con la Iglesia sino con el Primer Ministro Renzi.
(Traducido por Marilina Manteiga. Artículo original)

RORATE CÆLI
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