Francisco, el obispo de los luteranos

«Las intenciones de Martín Lutero no eran equivocadas, era un reformador. Quizá algunos métodos no eran los correctos, pero en aquel tiempo, si leemos la historia de “Pastor”, un alemán luterano que después se convirtió cuando vio la realidad, se ha hecho católico, en aquel tiempo. La Iglesia no era realmente un modelo que imitar. Había corrupción en la Iglesia, había mundanidad, obsesión por el dinero, el poder. Y por eso él protestó. Era inteligente, dio un paso adelante, justificando por qué hacía eso. Y hoy luteranos y católicos, protestantes todos, estamos de acuerdo sobre la Doctrina de la justificación. Sobre este punto tan importante él no estaba equivocado. El dio una medicina a la Iglesia, pero después, esa medicina, le ha consolidado en un estado, en un estado de cosas, en una disciplina, en un modo de creer, de hacer, litúrgico, y luego no estaba solo, estaba Siglio, Calvino, cada uno distinto del otro y detrás de ellos, ¿quiénes estaban? Los príncipes. «Cuius regio, iuos religio».

Debemos meternos en la historia de aquel tiempo, no es una historia fácil de comprender. Después fueron adelante las cosas, hoy el diálogo es muy bueno; ese documento sobre la justificación creo que es uno de los documentos ecuménicos más ricos, más profundos. Pero hay divisiones, dependen también de las Iglesias. En Buenos Aires había dos Iglesias luteranas, una pensaba de un modo… en la propia Iglesia luterana no hay unidad, pero se respetan y se aman. La diversidad es lo que quizá nos ha hecho tanto daño a todos. Hoy tratamos de retomar la entrada para reencontrarnos tras 500 años. Debemos rezar juntos. Rezar. Para esto la oración es importante. Segundo, trabajar por los pobres, los perseguidos, tanta gente, los refugiados, tanta gente que sufre. Trabajar juntos y orar juntos. Y que ideólogos estudien juntos, buscando… esto es una historia larga, larguísima. Una vez bromeando dije: «yo se cuál será el día de la unidad plena». ¿Cuál? El día después de la llegada del Hijo del Hombre. Porque no se sabe, Él es quien hará la gracia, pero mientras tanto: orar, amarnos y trabajar juntos, sobre todo por los pobres, la gente que sufre, la paz, tantas cosas, el aprovechamiento de la gente, muchas cosas en que se está trabajando conjuntamente.» (Entrevista en el avión al Papa Francisco tras el viaje a Armenia, 26 de junio de 2016)

Ni es sus peores delirios, Lutero pudo imaginar que la misma Iglesia que él insultaba como “institución diabólica”, “escoria diabólica de Roma” o la “gran prostituta de Babilonia”, en el siglo XXI le ofrecería gloria y reconocimiento. Esto «gracias» a Francisco, de quien los luteranos, durante su visita a la comunidad protestante de Roma, afirmaron alegremente: “Para nosotros, luteranos en Roma, Francisco es nuestro obispo” (Aleteia).

Antes de considerar las enseñanzas de siempre sobre el Luteranismo, recordemos las condenaciones del Concilio de Trento sobre la Doctrina de la justificación.

Concilio de Trento, Sesión sexta, 13 de enero de 1547, Decreto sobre la justificación,
Denzinger-Hünermann 1520-1583

1558: Can. 8. Si alguno dijere que el miedo del infierno por el que, doliéndonos de los pecados, nos refugiamos en la misericordia de Dios, o nos abstenemos de pecar, es pecado o hace peores a los pecadores: sea anatema [cf.*1526; 1456].

1560: Can. 10. Si alguno dijere que los hombres se justifican sin la justicia de Cristo, por la que nos mereció justificamos, o que por ella misma formalmente son justos: sea anatema [cf.*1523; 1529].

1561: Can. 11. Si alguno dijere que los hombres 1561 se justifican o por sola imputación de la justicia de Cristo o por la sola remisión de los pecados, excluida la gracia y la caridad que se difunde en sus corazones por el Espíritu Santo [cf. Rom 5, 5] y les queda inherente; o también que la gracia, por la que nos justificamos, es sólo el favor de Dios: sea anatema [cf.*1528-1531; 1545s].

1562. Can. 12. Si alguno dijere que la fe justificante no es otra cosa que la confianza de la divina misericordia que perdona los pecados por causa de Cristo, o que esa confianza es lo único con que nos justificamos: sea anatema [cf.*7533s].

1571: Can. 21. Si alguno dijere que Cristo Jesús fue por Dios dado a los hombres como redentor en quien confíen, no también como legislador a quien obedezcan: sea anatema.

1583: Can. 33. Si alguno dijere que por esta doctrina católica sobre la justificación expresada por el santo Concilio en el presente decreto, se rebaja en alguna parte la gloria de Dios o los méritos de Jesucristo Señor Nuestro, y no más bien que se ilustra la verdad de nuestra fe y, en fin, la gloria de Dios y de Cristo Jesús: sea anatema.

Veamos ahora algunas enseñanzas del Magisterio sobre el Luteranismo:

Tabla de contenido

I – Entre la Iglesia Católica y las sectas hay discrepancias esenciales
II – Los sacramentos pertenecen únicamente a la Iglesia Católica. Fuera de la verdadera Iglesia de Cristo los sacramentos, si existen, son como que “robados” y en estado agonizante, administrados contra la voluntad de Dios
III – Sólo en la Iglesia Católica el bautismo es lícitamente administrado y recibido. Sólo en ella produce frutos para la salvación
IV – La Eucaristía realiza la unidad de los verdaderos creyentes. Los herejes no la pueden recibir
V – El dogma católico no está sujeto a cambios. La verdad es más grande que las explicaciones e interpretaciones
VI – Fe católica versus creencia luterana
VII – Extractos de los escritos del heresiarca Martín Lutero presentados como elemento de comparación con la enseñanza de la Iglesia Católica

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