Ladaria sustituye a Muller: nada cambió

Así pues, Francisco ha decidido liberar al cardenal Gerhard Muller de su cargo y ha nombrado al arzobispo jesuita español Luis Ladaria Ferrer como nuevo Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

La publicación jesuita America Magazine ofreció comentarios que reflejan el optimismo compartido por muchos de los llamados «progresistas» como resultado del movimiento:

«Está destinado a tener consecuencias de largo alcance, y no siendo la menor de las cuales asegurar que la C.D.F. y su prefecto estén remando con y no contra el papa en asuntos clave, incluyendo la interpretación de Amoris Laetitia, sinodalidad y cooperación con la comisión para la protección de menores».

Por el contrario, los católicos de tipo neoconservador, así como muchos de una inclinación más tradicional, reaccionan como si este último desarrollo representara un importante retroceso en términos de defensa de la fe a la luz de la ofensiva bergogliana.

Para ellos, la pérdida de Muller equivale a la muerte de un moderno San Atanasio.

John Henry Weston en LifeSite News, por ejemplo, inició el proceso de canonización de la siguiente manera:

«Desde su nombramiento por el Papa Benedicto XVI como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe en 2012, el Cardenal Gerhard Ludwig Müller se pronunció por la ortodoxia en medio de un coro de voces opuestas en el Vaticano».

En realidad, lejos de ser la voz de la ortodoxia en Roma, Muller es, y siempre ha sido, sólo otro moderado modernista.

Consideremos, por ejemplo, su apego a la teología de la liberación.

En febrero de 2014, Muller organizó un evento en Roma para presentar su libro «Pobre para los pobres: La misión de la Iglesia», que es una colección de sus escritos sobre Teología de la Liberación, aprendidos en la rodilla de su padre fundador, Gustavo Gutiérrez.

No sólo estaba el mentor del prefecto presente ese día, sino que fue honrado en el evento; una muestra de apoyo de la cabeza de la CDF que no habría tenido lugar durante el reinado del Papa Benedicto XVI; es decir, se mostraron los verdaderos colores de Muller.

Y luego está su acercamiento a Amoris Laetitia

Seamos honestos, aparte de un puñado de jugosas citas en las entrevistas en los medios de comunicación -algo que Muller presumiblemente seguirá haciendo en el futuro- su historial en la defensa de la Fe contra este flagrante ataque ha sido patético.

Con cuánta rapidez muchos parecen olvidar que la dubia fue dirigida no sólo a Francisco, sino también al cardenal Muller, que también ha escogido no responder.

Que Francisco aparentemente le ordenó no responder de ninguna manera libera a Muller de su responsabilidad de hacerlo ante Dios.

Y no olvidemos también que Muller fue inicialmente crítico de los firmantes de la Dubia, expresando su descontento por el hecho de que la dubia requiere una respuesta «sí o no».

Incluso llegó a decir que Amoris Laetitia no representa un peligro para la fe, y por lo tanto, ninguna corrección fraternal es necesaria!

¿Y esto es lo que califican como hablar por la ortodoxia?

Como escribí en diciembre:

El deber propio de la CDF, al igual que el de cualquier otra Congregación en la Curia Romana, no cambia de acuerdo con los cambios de humor diarios del Pontífice actual. Más bien, los deberes de los diversos dicasterios están formalmente documentados; en el presente caso, en la Constitución Apostólica de 1988, Pastor Bonus:

«El deber propio de la Congregación para la Doctrina de la Fe es promover y salvaguardar la doctrina sobre fe y moral en todo el mundo católico; por lo que tiene competencia en las cosas que tocan este asunto de alguna manera… Para salvaguardar la verdad de la fe y la integridad de la moral, la Congregación se ocupa de que la fe o la moral no sufran daños por errores que se difundan de cualquier manera. (Pastor Bonus, Artículos 48, 51)

¿Se dan cuenta?

La CDF «tiene competencia» para salvaguardar «la fe y la moral» evitando que los errores «se difundan de cualquier manera».

Se difundan de cualquier manera…

NB: No hay ninguna excepción especial para los errores promulgados en toda la Iglesia Universal por un loco obispo de blanco que se presenta como un oráculo para el «Dios de las sorpresas».

El catolicismo, nos guste o no, es una proposición «global»; no porque yo lo diga, sino porque Nuestro Señor lo dijo:

El que no está conmigo, está contra mí; y quien no amontona conmigo, desparrama. (Mt. 12:30)

Como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Gerhard Muller fue un fracaso monumental; precisamente cuando la Iglesia y sus fieles lo necesitaban más para cumplir bien su deber, vaciló. En las secuelas de Amoris Laetitia, en lugar de reunirse con el Señor, desparramó.

Claro, a veces hacía algunos comentarios públicos en defensa de la verdad, pero para los no católicos y los mal formados, éstos parecían poco más que la opinión de Gerhard frente a la opinión de Jorge, y bueno, el jefe es el jefe.

Le faltaba a la respuesta del cardenal Muller una firme y clara condena de la blasfemia y la herejía presentada en Amoris Laetitia a la luz de las doctrinas inmutables de la fe, por ejemplo, como se articula en las enseñanzas dogmáticas que fueron establecidas por el Concilio de Trento (Como se mencionó en numerosas ocasiones en este espacio).

Incluso se quedó corto, hay mucho más que Muller podría haber hecho.

Se ha informado ampliamente que la CDF había presentado unas 20 páginas de correcciones sugeridas al texto de Amoris Laetitia antes de su publicación, sólo para que esas sugerencias fueran ignoradas por su humilde autor.

¿Y por qué Muller hizo estas correcciones a Francisco en primer lugar?

Promover y salvaguardar la doctrina sobre la fe y la moral en todo el mundo católico era su deber. Simple, pero ¿adivinen qué? Esa obligación no cesaba sólo porque el jefe de Estado no lo aceptara.

Mientras Francisco hacía sus malas intenciones aún más claras, un hombre de verdadera convicción católica habría liberado esas 20 páginas de correcciones al público y soportado cualquier consecuencia que pudiera haber. (Oremos para que el Señor conceda la gracia necesaria, si no a Muller entonces a otra persona, para que eso suceda pronto.)

En conclusión, si bien es razonable esperar que Luis Ladaria Ferrer fracase aún más espectacularmente que su predecesor como jefe de la CDF, el hecho es que poco o nada ha cambiado.

Louie Verrecchio

 (Aka Catholic. Traducido por Rocío Salas)

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