Las notas falsificadas de Francisco: también tergiversa a los Padres de la Iglesia

En este punto del pontificado de Francisco, los fieles católicos se han familiarizado demasiado con la tendencia del Papa a citar mal y a retorcer las palabras del Santo Evangelio y de los documentos del Magisterio previo, no solo en sus improvisadas alocuciones, homilías y entrevistas, sino también, incluso, en sus documentos formales y preparados. Tiene sentido por tanto, como veremos más adelante, que el Papa muestre el mismo poco respeto por los Padres de la Iglesia.

Veamos una de las más clamorosas tergiversaciones del anterior Magisterio de la Iglesia. Mientras todos los creyentes están, con razón, indignados o preocupados por la infame nota 351 de la exhortación apostólica Amoris laetitia, que da permiso a los adúlteros impenitentes para cometer sacrilegio en la Misa, no podemos olvidar que el Papa en Amoris laetitia citó mal, convenientemente, Familiaris consortio 84, de San Juan Pablo II, que sostiene explícitamente el mandamiento de Cristo prohibiendo la Comunión a los adúlteros supuestamente vueltos a casar, mientras la nota 329 de Amoris laetitia saca totalmente de contexto Gaudium et spes 51, del Concilio Vaticano Segundo (que trata sobre la abstinencia temporal de relaciones conyugales) para argumentar que “hacerlo por los niños” podría mitigar el pecado mortal del adulterio. (Ya anunciamos y comentamos estas cosas el triste día en que se publicó Amoris laetitia).

Otro ejemplo notable y muy analizado de la tergiversación francisquista de la divina enseñanza se encuentra en su anterior exhortación apostólica, Evangelium Gaudium 161, donde el Papa afirmaba que “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” es el primer y más grande mandamiento — poniendo por tanto a los seres humanos y nuestras relaciones humanas por delante de Dios y nuestra obligación de adorarlo en espíritu y en verdad. Contrariamente a lo que el Papa Francisco sostiene, Jesús, como todos los fieles católicos saben, dice que el primer y más grande mandamiento es “Amarás al Señor tu Dios con todas tus fuerzas, etc.”, mientras que el amor al prójimo es el segundo mandamiento. (Esto es total y absolutamente diferente — y la inversión que hace el Papa de estos mandamientos, poniendo a los mortales por encima de Dios, parece explicar todas sus acciones y acentos desde su elección a la Cátedra de San Pedro, empezando con sus inconvenientes y escandalosos lavatorios de pies a mujeres, ateos y transexuales el Jueves Santo).

Evangelium Gaudium, un documento frecuentemente problemático y preocupante, constituye un acta o agenda del programa del Papa — y no solo yerra en EG 161, sino que también falsifica la doctrina patrística en la nota 51, que da citas de los Padres de la Iglesia apoyando la afirmación de Evangelium Gaudium 47: “La Eucaristía, aunque es la plenitud de la vida sacramental, no es un premio para los perfectos, sino una poderosa medicina y alimento para los débiles”.

La frase de EG 47, por sí misma, es acertada. Pero a la luz de acciones y declaraciones posteriores del Papa y otros muchos obispos y cardenales, hay en ella mucho más que un aviso a nosotros, pobres pecadores, de que no permitamos que el conocimiento de nuestra pecaminosidad nos mantenga alejados de la búsqueda de la gracia y misericordia de Dios. Creo que debería estar ahora claro que el Papa, en EG 47, telegrafió su intención de imponer a la Iglesia la aprobación de la administración de la Comunión no solo a adúlteros, sino a cualquier impenitente o incluso a aquellos que no tienen la fe católica y salvífica en Cristo. Esto se deduce de la manera en la que se tratan las enseñanzas de los Padres de la Iglesia en la nota 51 de Evangelium Gaudium.

Considere esta supuesta cita de De Sacramentis (Sobre los Misterios), del gran doctor San Ambrosio de Milán:

“Tengo que recibirle siempre, para que siempre perdone mis pecados. Si peco continuamente, he de tener siempre un remedio”.

Tomado aisladamente, esto podría sonar como un escandaloso estímulo para una recepción presuntuosa o sacrílega de la Santa Comunión, como si recibir el Sacramento de la Eucaristía quitara el pecado mortal sin necesidad de recurrir al Sacramento de la Penitencia (contrariamente a lo que señala el dogma infalible y permanentemente obligatorio del Concilio de Trento). ¿Dijo San Ambrosio realmente, “tengo que recibirlo siempre”? ¿Pensaba que está mal abstenerse de la Comunión en Misa, que recibir la Comunión en Misa es obligatoria?

No, ni pensaba eso, ni dijo “tengo que recibirlo siempre”, ni “he de tener siempre un remedio”. La nota 51 de Evangelium Gaudium no solo saca de contexto las palabras del gran doctor milanés, sino que también las traduce mal. Aquí está el pasaje en contexto, y correctamente traducido (negrita añadida):

“Por tanto, cuantas veces lo recibes —¿qué te dice el Apóstol?—, cuantas veces lo recibimos, se significa la muerte del Señor; si se significa su muerte, se significa la remisión de los pecados. Si cuantas veces la sangre es vertida, se vierte para la remisión de los pecados, [entonces] yo siempre debería recibirlo, para que mis pecados siempre me sean perdonados. Yo, que estoy siempre pecando, debería tener siempre un remedio.”

Obviamente, hay una ENORME diferencia entre “tengo que” y “debería”. Tristemente, las enseñanzas reales de San Ambrosio de Milán sobre esta cuestión no se encuentran en Evangelium Gaudium. No hay nada de lo que Ambrosio escribió que contradiga el mandamiento de Cristo de que los pecadores se abstengan de comulgar y busquen antes la reconciliación ofreciendo el propio Sacrificio a Dios (Mt 5:24) y que uno debe vestirse con el traje de boda de la gracia antes de entrar en la Cena Matrimonial del Cordero (Mt 22:12). La verdadera doctrina eucarística de Ambrosio, tan lejos de lo que implicaba la nota 51 de EG, se expresa a través de la oración que los católicos rezan tradicionalmente cuando se preparan para la Misa y la Santa Comunión.

Esta nota maltrata del mismo modo la doctrina de San Cirilo de Alejandría, dando una cita parcial y selectiva de su Comentario al Evangelio de San Juan que cambia el significado del doctor alejandrino. Nótese que San Cirilo se refiere aquí a la crucial doctrina de San Pablo sobre la disciplina eucarística en I Corintios 11, que los reescritores litúrgicos post-conciliares eliminaron completamente del ciclo de lecturas de la Iglesia:

“Me examiné a mí mismo y me encontré indigno. A aquellos que hablan así les digo: ¿cuándo serás digno? ¿Cuando por fin te presentes ante Cristo? Y si tus pecados te impiden volver a empezar, y nunca dejas de caer – porque, como dice el Salmo, “¿qué hombre conoce sus faltas?” – ¿seguirás sin participar de la santificación que da vida eterna?”

Esto puede parecer una exhortación a hacer una Comunión sacrílega – “Bueno, ya sabes, nadie puede estar realmente seguro de cuándo ha pecado o está en estado de gracia, así que adelante, recibe la Comunión de todos modos, incluso si tu conciencia te acusa de pecado mortal” — pero la lectura del pasaje en contexto deja claro que San Cirilo no proclamó tal doctrina herética y moralmente laxa (negrita añadida):

“En efecto (dice), porque está escrito, el que come del Pan, y bebe del Cáliz indignamente, come y bebe su propia condenación: y yo, habiéndome examinado, veo que no soy digno.”

“Entonces, ¿cuándo serás digno (¿nos oirá el que así habla?), cuando te presentes ante Cristo? Porque si vas a estar siempre asustado por tus tropiezos, nunca dejarás de tropezar (y es que, como dijo el santo Salmista, ¿quién puede entender sus errores?) y se encontrará por completo sin participar de esa santificación plenamente salvadora. Decide pues llevar una vida más santa, en cumplimiento de la ley, y recibe así la Bendición, creyendo que tiene el poder de expulsar de nosotros no solo la muerte, sino también las enfermedades. Porque Cristo, así, llegando a estar en nosotros, calma la ley que se propaga por los miembros de la carne, y despierta piedad en Dios, y mitiga nuestras pasiones, no imputándonos los pecados en los que estamos, sino más bien curándonos, como a enfermos. Porque Él venda lo que estaba destrozado, Él levanta lo que había caído, como un Buen Pastor, Uno que da Su vida por Sus ovejas.”

Lejos de dar permiso para recibir la Comunión sin Penitencia, San Cirilo más bien advierte contra el peligro de la escrupulosidad y la desesperanza en la gracia de Dios, exhortándonos a arrepentirnos y a llevar una vida más santa para que seamos así dignos de recibir la Comunión. Ciertamente, no dijo que pudiéramos recibir la Comunión sin estar en estado de gracia. Su propósito no era decirnos que recibiéramos la Comunión indignamente, sino explicarnos cómo recibir dignamente a nuestro Señor.

Como en Amoris laetitia, también antes pasaba en Evangelium Gaudium: Por un lado, tenemos la doctrina de la Iglesia tal y como fue expresada por los Padres y Doctores de la Iglesia. Por otro, tenemos la enseñanza del Papa Francisco en su Evangelium Gaudium.

Por encima de todo, en este santo tiempo de Penitencia, tenga Dios misericordia de Su Santa Iglesia, y del Romano Pontífice Francisco.

[Traducido por: Reyes V. Artículo original]

RORATE CÆLI
RORATE CÆLIhttp://rorate-caeli.blogspot.com/
Edición en español del prestigioso blog tradicionalista internacional RORATE CÆLI especializado en noticias y opinión católica. Por política editorial no se permiten comentarios en los artículos

Del mismo autor

Últimos Artículos

Homenaje al P. Julio Meinvielle[1]

Por Sergio F. Tacchella El Padre Julio Ramón Meinvielle nació...

La Semana de Pasión

La Semana de Pasión precede a la Semana Santa...