Misa Nueva “bien rezada” vs. Misa Tradicional

En este momento en que muchos católicos “conservadores” ven con horror el rumbo del actual pontificado es necesario plantearse si Francisco salió de la nada o es la consecuencia natural de un largo proceso de decadencia del clero, en las instancias más altas inclusive. Dicho de otro modo, si Francisco es la consecuencia natural de sus predecesores.

El tema es muy amplio y complejo de elucidar en todos sus aspectos. No es infrecuente encontrar a quienes consideran a Francisco una “anomalía” en la sucesión de los pontífices. Como si alguien hubiese “hackeado” el cónclave e introducido un troyano, que está haciendo daño en el sistema de la Iglesia que antes funcionaba normalmente y para el que hay que buscar un antivirus adecuado.

Esta discusión es vastísima y se abre en innumerables sub-temas. Quisiera en estos comentarios referirme a uno que me parece de importancia fundamental, la liturgia posconciliar su influencia en el proceso de descomposición de la doctrina y las costumbres de los católicos.

Evitemos discutir de momento cuán apartadas de la verdad puedan estar las formulaciones doctrinales conciliares y post-conciliares que dieron origen al “aggiornamento” de la Iglesia. Admitamos como hipótesis que fueron apenas pequeños desvíos (si se me permite esta licencia teológica) o falsas interpretaciones, lo que en la práctica es igual porque la jerarquía no las corrigió. Hoy estamos en la posición privilegiada de comprobar sus consecuencias. Los hechos hablan a lo largo del tiempo con una contundencia que deja poco lugar a las palabras.

¿Un disparo fallido?

Cuanto más lejos llega la bala mayor es la desviación que se produce en el disparo, si el tirador no ha apuntado exactamente al blanco. Una décima de milímetro en la mira, en un disparo de largo alcance, puede fallar en muchos metros su destino. Si a eso le sumamos el viento, o los vientos de los tiempos… Los vientos de los tiempos pueden haber cooperado en esta desviación. Podemos aceptar esto como hipótesis también. ¿Y por qué no la inversa? Los vientos de los tiempos se extremaron en sus errores y perversiones porque la Iglesia dejó de ser una barrera de contención… a raíz de ese disparo fallido, de esa ambigüedad doctrinal. Son modos ambivalentes de analizar este proceso. Arduo trabajo para los historiadores de los tiempos actuales.

El Concilio reivindicado en sus causas y en sus consecuencias

Lo importante es constatar -por escandalosas que parezcan- que no solo las palabras sino los hechos de gobierno de Francisco impulsan fuertemente al punto final la trayectoria de esa bala que se disparó con imprecisión. A ese disparo se remite y a su dirección atribuye la virtud de haber llegado donde se pretendía. «Este arco de tiempo es un periodo en el que, en la historia de la Iglesia y, en particular, en la historia de la liturgia, han sucedido eventos sustanciales y no superficiales. Como no se podrá olvidar el Concilio Vaticano II, así será recordada la reforma litúrgica que surgió de él. Son dos eventos directamente unidos, el Concilio y la reforma, no surgidos improvisadamente sino preparados durante mucho tiempo. Lo testimonia el que fue llamado movimiento litúrgico, y las respuestas dadas por los Sumos Pontífices a las dificultades percibidas en la oración eclesial; cuando se ve una necesidad, aunque si no es inmediata la solución, está la necesidad de empezar». (Ver texto completo) Interesante confesión.

Digamos, no obstante, que estas ideas se incorporaron subrepticiamente durante varias generaciones en el clero antes de su pontificado. Estas sus ideas estaban en algunos hombres de Iglesia desde fines del siglo XIX, predicadas por una minoría astuta y perseverante. San Pío X puso un freno formidable a su brote más vigoroso en la primera década del siglo XX. Los papas sucesivos bajaron la guardia, dejaron de velar por la doctrina no ya en su formulación sino en la vigilancia del trabajo subversivo que corroía a seminarios, universidades y órdenes religiosas. Pío XII dio batalla, muy solo y con su poder harto disminuido. Así, esas ideas “americanistas”, “sillonistas”, “modernistas” y la llamada “nueva teología”, así como las nuevas ideas litúrgicaslograron estatus oficial en los años ’60 y desataron una revolución abierta desde entonces, que ha venido abarcando ya cinco pontificados, si descontamos a Juan Pablo I, de brevísimo reinado. Y durante todos esos reinados, con sus más y sus menos, los pontífices han reclamado ser intérpretes del Concilio Vaticano II y estar aplicándolo.

Además de San Pío X, Pío XI (de penosa memoria en cuestión de gobierno) fue paradójicamente un defensor de la doctrina de la Realeza Social de Cristo, condenó el hoy llamado “ecumenismo”, fijó los principios morales del matrimonio de un modo irreformable, condenando la contracepción y naturalmente reafirmando el orden de los fines del matrimonio sin ambigüedades, algo en lo que los papa posconciliares introdujeron una lamentable confusión. A la vez Pío XII actualizó el análisis y la condena de los principios modernistas en materia de escrituras, liturgia, eclesiología y moral. Toda la batería doctrinal (dejemos de lado el juicio sobre el acierto o no de cada pontífice en materia prudencial) estaba en orden de combate y con un formidable poder de fuego. Y sin embargo…

Vino el terremoto conciliar. Si duda impactó duramente en la forma mental del clero y de los fieles. Principalmente porque la anuencia de los diversos pontífices, defensores acérrimos del Vaticano II, paralizaron las objeciones de los hombres más esclarecidos. La autoridad papal sirvió, contrariamente a lo que pide Nuestro Señor a Pedro, para dejar a las ovejas a merced de los lobos.

Pero, la masa de los fieles, sin embargo, no ha leído nunca y nunca leerá ni los documentos conciliares, ni las encíclicas papales. Los fieles de a pie siguen a sus pastores, confían (o confiaban) en sus párrocos y obispos. Ni que decir del papa. Y si “desde arriba” se les imponían estos cambios… por más que en algunos pocos haya habido gran consternación, dolor y hasta desolación espiritual, los más esclarecidos con la esperanza de que “el papa que viene pondrá orden”, vivieron y murieron durante estos 50 años como extranjeros en su propia Iglesia. La masa de fieles, tras la sorpresa, de buena o mala gana, se fue adaptando. Muchos escandalizados por lo que venía, a veces amparados por sacerdotes más tradicionales. ¿Cuál fue la causa principal de esta adaptación a una iglesia que un católico de los años ’50 no reconocería?

La parroquia, centro de la vida del católico hasta el Concilio

En todos los casos el retroceso más claro y permanente que se ha vivido “en la vida de la parroquia”, ha sido la liturgia. Uno de los cambios más dramáticos de ese período ha sido la “reforma litúrgica” post conciliar realizada bajo el reinado de Paulo VI con la todopoderosa influencia del Arzobispo Bugnini guiando este formidable cambio. Recomendada por la constitución conciliar Sacrosanctum Concilium, esta “renovación” pretendió en los hechos realizar una autopsia sobre un cuerpo vivo, eviscerándolo y tomando algunos órganos que quiso trasplantar al Nuevo Rito. Fue un intento de asesinato de la tradición litúrgica Romana, el rito Papal apostólico, modélico para todos los ritos occidentales y “canonizado” por el papa San Pío V en su bula Quo Primum Tempore de 1570.

Entiendo que el golpe más duro a la Fe de los fieles (y de los sacerdotes que se fueron ordenando bajo el Nuevo Rito) fue precisamente la reforma conciliar. Para verse contaminado por diversos errores teológicos no es necesario siquiera realizar una aceptación intelectual consciente de ellos, sino simplemente exponerse regularmente a ellos mezclados, diluidos o cuanto menos no negados en los ritos de la oración oficial de la Iglesia. La ley de la oración define la ley de la Fe. Se cree aquello que se reza. “Lex Orandi, Lex Credendi”. El fiel devoto va a misa y allí oye la doctrina y el rito lo lleva a participar de los cuatro fines de la misa: latreútico, eucarístico, propiciatorio y expiatorio. Pero,

– Si el latréutico o de adoración se desvía de Dios como objeto y se vuelca a la comunidad de los fieles;

– Si el eucarístico, o de acción de gracias, se desdibuja en una reunión fraternal de mutua convivencia;

– Si el propiciatorio se desvanece, porque ya no hay pecados por los que expiar, propios o ajenos, ni almas del purgatorio que redimir.

– Si el fin impetratorio, quizás el que los fieles más sienten necesario, se limita a objetivos meramente personales (no necesariamente objetables) pero se olvida la necesidad de la santificación de la Iglesia militante, de los gobernantes, de los familiares y hasta propia…

Para no alargar en exceso esta primera parte me parece necesario plantear la primera discusión para desarrollar luego: estos problemas que vemos en la liturgia la mayoría de los fieles más tradicionales:

– ¿Son meramente abusos de un clero descontrolado o están en el ADN del Nuevo Rito? (ver el Breve Examen Critico del Novus Ordo Missae).

– Y si así fuera, ¿también en sus versiones más concordes con lo promulgado por la Santa Sede en 1970, aún en latín?

– ¿Cómo se explica que a partir de la promulgación del Nuevo Rito se realizara una persecución violenta (moralmente y a veces hasta físicamente) contra los sacerdotes y fieles que se apegan al Rito Tradicional, que nunca fue abrogado, como ha finalmente esclarecido la autoridad romana por el Motu Proprio Summorum Pontificum de Benedicto XVI ?

– Finalmente, la caída brutal de vocaciones, asistencia a misa, matrimonios, número de hijos de esos matrimonios, etc. que ocurrió después del Novus Ordo ¿fue por causa del Novus Ordo o una mera coincidencia temporal?

Quienes tengan el interés y la paciencia de seguir estas notas serán muy bienvenidos lo mismo que sus objeciones y preguntas y aportes.

(Continuará)

Marcelo González

Fuente: Panorama Católico Internacional

 

Nota: observe el lector interesado que cada documento o error condenado está vinculado al correspondiente texto pontificio o de otro origen.

De entre ellos sugiero leer como breve introducción a los actuales «abusos» la parte final de Mediator Dei, de Pío XII.

 

A modo de curiosidad, reproducimos una comparación entre la Misa Tradicional y una «misa nueva», en este caso «mal rezada». O rezada según las derivas que el rito produce. Nótese en los gestos rituales del sacerdote y acólito la impresionante desacralización. Nótese hasta la falta de prolijidad personal y particularmente impresionante, la forma en que el celebrante «engulle» la hostia y bebe el cáliz.

 

 

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Artículos de opinión y análisis recogidos de otros medios. Adelante la Fe no concuerda necesariamente con todas las opiniones y/o expresiones de los mismos, pero los considera elementos interesantes para el debate y la reflexión.

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