Papas, Papas “Aparentes”, y Anti-Papas

Ahora que Francisco oficialmente autoriza la comunión sacrílega los adúlteros no arrepentidos, los católicos cuerdos empiezan a hacerse preguntas. ¿No se supone que el Papa es el guardián de la ortodoxia? ¿Acaso él no es infalible? ¿No se supone que la Iglesia es inmutable? Tuve la suerte de toparme con el siguiente artículo al respecto, que analiza posibles escenarios en relación con un Papa hereje. Sé que desde el Vaticano II se han escrito muchos artículos sobre el tema, la mayoría en relación al sedevacantismo. Sin embargo, jamás vi un artículo como este. ¿Por qué? Fue escrito en 1868. Por lo tanto, no puede decirse que esté sesgado. El autor especula sobre posibilidades relacionadas con un Papa que yo no he visto en un documento católico previo al Vaticano II. Creo que es de una lectura fascinante.

El artículo fue escrito por el distinguido William George Ward. Según su biografía en Wikipedia:

Ward abandonó la Iglesia de Inglaterra en septiembre de 1845, y fue seguido por muchos otros, incluyendo el mismo Newman. Luego de su recibimiento en la Iglesia de Roma, Ward se dedicó a la ética, la metafísica y la filosofía moral. Escribió artículos sobre el libre albedrío, la filosofía del teísmo, la ciencia, la oración y los milagros, para el DublinReview. Fue un oponente del Catolicismo Liberal y defensor de la autoridad papal. En 1851, se convirtió en profesor de filosofía moral en StEdmund’sCollege, Ware (Reino Unido) y al año siguiente le asignaron la cátedra de teología dogmática. En 1863 se convirtió en el editor delDublinReview (1863–1878). Apoyó la promulgación del dogma de la Infalibilidad Papal en 1870. 

Ward respondió al artículo del Padre Le Page Renouf titulado, “La Condenación del Papa Honorio,” que apareció en el DublinReview en1868. Debajo hay un extracto de dicho artículo, relacionado con un Papa especulativo. Todo énfasis se encuentra en el original.

Por favor, abróchense los cinturones y prepárense para un paseo salvaje por la teología especulativa del pre-Vaticano II. ¿Hay algún escenario propuesto por Ward que se ajuste al Francisco de nuestra situación presente? Nosotros reportamos, usted decide. Los espero en la casilla de comentarios.

Extracto de «El Sr. Renouf sobre el Papa Honorio» (1868)

…3. El autor dice que “a lo largo de la edad media, jamás se dudó que un Papa pudiera…tornarse herético o cismático, loco o imbécil;» (p. 31)y por su contexto esto implica que es inconsistente con la doctrina hoy defendida por los Ultramontanos. Hoy no puede encontrarse un mejor espécimen de Ultramontano moderno que el Dr. Murray, de Maynooth, Irlanda. El Dr. Murray hace referencia a la posibilidad de que algún Papa sea un hereje formal y que algún Papa sufra de demencia;y no alega la existencia de una promesa Divina contra ambas calamidades.

Sin entrar en la cuestión de la demencia, daremos su opinión sobre una cuestión más importante. (Ver d. 20, n. 108). ¿Puede el Pontífice convertirse en un hereje formal? Bannez, Valentia, y Laymann responden afirmativamente; Tannery Viva piensan que es incierto; Bellarminey Wiggers lo encuentran probable—Suárez más probable aún—que el Señor no lo permita. Cita que ni un teólogo considera cierto que un Papa no pueda convertirse en un hereje formal; pero agrega con razón, que el hecho de que tal circunstancia no haya ocurrido durante siglos incrementa la probabilidad de la opinión más favorable. El Dr.Murray agrega como verdad aceptada por todos, que el Papa puede caer materialmente en el error dogmático e incluso en la herejía.

Sin embargo, supongamos sólo por el hecho de argumentar, que la afirmación del Sr. Renouf fuera cierta. Sobre tal hipótesis, además de la propia doctrina Ultramontana—a saber, que el Papa es infalible ex cathedra —los Ultramontanos modernos agregaron otro dogma totalmente distinto, es decir, que ningún Papa puede caer en la herejía.No hay dudas que por este dogma no pueden encontrar apoyo entre los teólogos medievales: ¿pero cómo puede tal circunstancia afectar en modo alguno el valor del testimonio medieval a la propia doctrina Ultramontana? Habría sido muy extraño si los teólogos medievales hubieran sostenido que ningún Papa podía caer en la Herejía; considerando que, como informa el propio Sr.Renouf(p. 43), San Liberio fue llamado hereje en el Breviario Romano, y su caída “fue aceptada como uno de los hechos indiscutibles de la historia de la Iglesia.” Por otro lado, tal como adelantaron los estudios históricos y críticos, se ha tornado más y más evidente que a decir verdad ningún Papa se volvió un hereje formal; y como consecuencia, la opinión y esperanza piadosas han difundido crecidamente que Dios siempre preservará a la Iglesia de tal calamidad.

4. Dado que los medievales consideraban un hecho cierto que un Papa podía caer en herejía, la pregunta a enfrentar era qué resultaría de tal fenómeno. Por lejos, como señala el Sr. Renauf (pp. 34- 37), la opinión más frecuente parece haber sido que “dejaría de ser Papa al dejar de ser católico”.Entre nosotros, si bien es indefinidamente más probable que Dios jamás permitirá tal calamidad, nos inclinamos con timidez hacia la opinión medieval; nos inclinamos a pensar que “por el mismo hecho de caer de la fe de Pedro, “podría” caer de la silla y sede de Pedro » (p. 33).

5. Pero de aquí surge una dificultad, a la que el autor lleva la atención. Un Papa puede—hipotéticamente—profesar la herejía formal; y que a su vez tal profesión resulte generalmente desconocida. En verdad ha dejado de ser Papa, pero universalmente es reconocido como Papa. Mr. Renouf escribe como si esta dificultad estuviera confinada al caso particular de un Papa profesando la herejía secretamente; mientras que su propia autoridad, Turrecremata, le habría recordado (p. 37) que también aplica y con más fuerza aún en otros caso. En alguna parte Lord Macaulaysupone que, en el tiempo en que las hordas de bárbaros eran bautizadas en masa, unos diez o veinte pudieron no haber recibido un bautismo válido. Uno de estos luego siguió el camino de la ordenación y consagración, y fue considerado obispo; luego de un tiempo fue nombrado al Pontificado. No es un Papa verdadero, y sin embargo todos lo reconocen como tal. Usualmente incluso, hay más dificultades plausibles presentadas por los Protestantes, surgiendo de la Doctrina Católica concerniente a la intención sacramental. Sin embargo, todas estas perplejidades realmente no tienen fundamento,excepto en una extraña suposición; excepto en la suposición de que Dios, habiendo fundado la Iglesia, deje entonces de protegerla y velar sobre ella. La Divina Providencia, como dice Turrecremata(Renouf, p. 37), la protegerá de tales males.

La doctrina de Turrecremata ha sido proseguida por teólogos posteriores hasta sus resultados legítimos. Dice que la Divina Providencia protegerá a la Iglesia de cualquier resultado maligno que pueda caer sobre la Iglesia por el error inevitable de un Papa aparente que parece verdadero. Pero si el Papa falso procediera a proponer determinaciones doctrinales quasi ex cathedra,devengaría en un mal muy serio para la Iglesia. A partir de allí es doctrina explícita de los teólogos posteriores, que tan pronto un Papa reconocido como tal por la Iglesia Universal propone cualquier determinación doctrinal, él es infaliblemente el verdadero Papa. Incluso el P. Ryder (Carta, p. 9) considera que esta propuesta es de fide. Por lo tanto cuando un Papa reconocido universalmente propone una determinación doctrinal, es ciertamente infalible que ha sido bautizado y no está descalificado para el Pontificado.

6. Pero finalmente, insta nuestro autor—y en la superficie este es el punto más fuerte—los teólogos medievales consideraron que el Papa aparente puede tomar ventaja de su posición e inculcar  herejías sobre la Iglesia. Tanto Turrecremata y Ockham(pp. 33-35)—habiendo el primero denunciado al segundo “con abominación”—concuerdan sin embargo en esta opinión. De acuerdo a ellos, un Papa aparente puede “definir” solemnemente “un error contra la fe”, y “afirmar que debe ser tomado como católico por los cristianos”.

Bien, en primer lugar, no hay dudas de que sostuvieron esta opinión; dado que en aquel tiempo todos pensaban que San Liberio había actuado de esta manera.

En segundo lugar, entonces, el Sr. Renouf se equivoca al suponer que no se ha escuchado tal opinión desde la Reforma. Han habido otros Ultramontanos post-tridentinos además de Valentia; que citaron expresamente la opinión de Turrecremata, y la pronunciaron “no enteramente improbable” («De Objecto Fidei,» (p. 7, q. 6).

En tercer lugar, el autor tampoco puede decir que los últimos Ultramontanos han logrado esconder el hecho de que esta opinión haya existido alguna vez. Durante los últimos diez años, aquel periódico admirable, el » Katholik» de Mayence, ha entrado de lleno sobre este asunto.

Nosotros no estamos preparados para concordar con esta opinión; pero cuando se la plantea en su totalidad y de manera justa, no hay dificultad para ver cómo la sostuvieron los Ultramontanos. No podríamos explicarla mejor que proponiendo un caso imaginario. Los Ultramontanos sostienen que la manera asignada por Dios a los cristianos para aprender la doctrina ortodoxa, es una sumisión dócil del intelecto a lo que sea que el Supremo Pontífice enseñe ex cathedra. Supongamos entonces que Honorio realmente enseñó ex cathedra que en Cristo hay una sola operación y una sola voluntad. En tal caso, por la doctrina Ultramontana, todos los cristianos estarían llamados a sostener este dogma; y por la hipótesis Ultramontana, Dios garantizaría el error como verdad. Consecuentemente (como ya hemos observado frecuentemente) la doctrina Ultramontana quedaría refutada por completo si alguien pudiera demostrar que Honorio enseño el Monotelismo ex cathedra.

Pero ahora cambiemos la suposición. El tiempo se adelanta: San León II confirma el Sexto Concilio y el Monotelismo es condenado definitivamente. Supongamos que un posterior ocupante de la silla de San Pedro declarara que en Cristo hay una sola voluntad, y excluyera de la comunión a los que piensan diferente. Esto no sería una determinación doctrinal, sino una profesión herética. La Iglesia ya declaró de manera definitiva que en Cristo hay dos voluntades; y aquel que públicamente niegue este dogma se declara a sí mismo hereje.

Turrecremata y otros teólogos medievales pensaban que Dios podría permitir esto; porque (es evidente) entonces ninguna perplejidad o incertidumbre podrían adjudicarse a la fe católica. Para utilizar su propio lenguaje—el Papa aparente ya no es un “pastor” sino que queda expuesto como “lobo”. Así explica Valentia la doctrina de Turrecremata. «Grandes autores admiten que [un Papa aparente] puede desear imponer sobre otros su herejía personal, que tristemente es tal.” Agrega que “esto no implica daño a la Iglesia. Dado que ella, sabiendo que por la herejía manifiesta el Pontífice ha caído de su autoridad y enseña contrariamente a la fe de la Iglesia, tenderá a huir de él.”

Esta línea de pensamiento, como hemos explicado, es completamente extraña al espíritu de los teólogos Ultramontanos posteriores; porque a medida que avanzó el juicio crítico, la opinión que más ha prevalecido entre ellos es que Dios nunca permitirá en los hechos que un Papa caiga en la herejía formal…

Chris Jackson

[Traducción de Marilina Manteiga. Artículo original]

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Edición en español de The Remnant, decano de la prensa católica en USA

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