El presunto “filo-bolchevismo” de los Papas Benedicto XV y Pío XI

En el artículo precedente sobre Benedicto XV, vimos cómo algunos consideran al papa Della Chiesa un Pontífice, además de “liberal” y “modernista”, incluso “filo-soviético”[i] a causa de los contactos con la Rusia post-zarista desde el verano de 1921 a los primeros días de enero de 1922 y continuados por Pío XI desde el 7 de abril de 1922 hasta la ruptura definitiva ocurrida en mayo de 1923.

El aquel artículo nos detuvimos sobre todo en el presunto liberalismo y modernismo del papa Della Chiesa, en el presente reflexionamos de manera específica sobre la acusación de “filo-comunismo”, acusación que recae también sobre Pío XI porque, a la muerte de Benedicto XV, el papa Ratti continuó la acción humanitaria iniciada por su predecesor en la URSS, aunque tuvo que interrumpirla apenas un año después, debido a la refractariedad del  bolchevismo a todo contacto con la religión y especialmente con la católico-romana.

Para confutar la acusación estrafalaria de filo-bolchevismo bastaría citar el Discurso de Navidad (25 de diciembre de 1924) del papa Ratti, en el que explica que la ayuda humanitaria dada por el Vaticano al pueblo ruso no significaba en absoluto un apoyo al gobierno soviético[ii].

Fue editado por la Libreria Edictrice Vaticana en 2002, un interesante libro titulado Santa Sede e Russia da Leone XIII a Pio XII, en cuya redacción participaron varios especialistas. Aquí nos limitamos a estudiar el Pontificado de Benedicto XV y el de Pío XI, basándonos especialmente en dos ensayos contenidos en el libro que acabamos de citar, el primero a cargo de Giorgio Petracchi, de la Universidad de Udine, La Missione pontificia di soccorso alla Russia (1921-1923) desde la página 122 a la página 180; el segundo, de la doctora Evghenia S. Tokareva, de la Academia Rusa de las Ciencias, titulado Le relazioni tra l’Urss e il Vaticano: dalle trattative alla rottura (1922-1929) desde la página 199 a la página 261[iii].

La llamada de Benedicto XV al mundo católico en 1921

En el verano de 1921, fue lanzada una llamada por el escritor ruso Máximo Gorki y por el explorador polar Fridtjof Nansen para ayudar a Rusia, devastada por la carestía. La Santa Sede no se echó atrás tanto por motivos humanitarios como por la esperanza de catolizar a los rusos, que, bajo los zares, habían quedado alejados de Roma y sometidos al cisma ortodoxo objetivamente siervo del zarismo cesaropapista.

El 5 de agosto de 1921, el papa Della Chiesa invitó al Secretario de Estado vaticano card. Pietro Gasparri a solicitar a los gobiernos de las Naciones cristianas “una pronta y eficaz acción común” (Osservatore Romano, 8-9 de agosto de 1921). El Vaticano, en septiembre de 1921, entró a hacer parte concretamente, para ayudar eficazmente a Rusia, del Comité Nansen, a través de Mons. Maglione como representante oficial suyo. La Secretaría de Estado había puesto a su disposición la cifra de 1 millón de liras.

Para hacer llegar las ayudas a Rusia, el Vaticano debía atravesar necesariamente Polonia, que se había reconstruido como nación libre durante la Gran Guerra atacando a Rusia. Este hecho habría irritado y no poco no sólo al gobierno, sino a los mismos rusos. Si – para el proyecto teológico de conversión al catolicismo – la vía polaca no era practicable, sin embargo lo podía ser – geográficamente – para las ayudas humanitarias a la población rusa agotada por el hambre. Se decidió, por ello, enviar reservas alimentarias a Rusia haciéndolas pasar a través de Polonia. En enero de 1922, llegó a Rusia un tren de mercancías enviado por el Vaticano compuesto por 29 vagones de centeno y harina de centeno. Benedicto XV pensó hacer entrar también en Rusia a Mons. De Ropp y a Mons. Cieplak, no oficialmente como Obispos católicos, sino como miembros del Comité Nansen y, por tanto, con una cobertura internacional y una calificación ni católica ni polaca.

La acción humanitaria católica en Rusia fue emulada al mismo tiempo por otras iniciativas laicistas, socialistas (la “Banca Socialista di Genova”) y también masónicas (CRI bajo la presidencia del hon. Ciraolo)[iv].

Los primeros encuentros entre las dos partes (1922)

Petracchi, en su artículo, parte del encuentro entre el card. Gasparri y el delegado soviético en Italia Vatslav V. Vorovsky, que tuvo lugar entre el 16 de diciembre de 1921 y el 12 de marzo de 1922. El encuadra la acción humanitaria vaticana en la Rusia golpeada por la terrible carestía del verano de 1921 a la luz de dos tendencias que existieron desde el siglo XV en la Curia romana con respecto al cisma ortodoxo ruso. La primera estaba caracterizada por una concepción más bien dogmático-apostólica y era sostenida sobre todo por los cardenales polacos, según los cuales la reconciliación con la Rusia ortodoxa habría debido pasar a través del pleno reconocimiento dogmático del Primado de jurisdicción del Papa sobre la Iglesia universal para después llegar a la conclusión diplomática y jurídica de la reconciliación[v]. La segunda tendencia estaba caracterizada sobre todo por una concepción predominantemente diplomático-jurídica y había sido sostenida en la Curia romana en el siglo XV, sobre todo por los cardenales de la República marítima de Venecia, según los cuales el acuerdo político-diplomático con Rusia debía ser preliminar a toda concepción dogmática, teológica y religiosa[vi].

La acción del Vaticano en Rusia después de 1917 tenía como substrato estas dos tendencias, privilegiando la dogmática sin renunciar a la diplomática, como es de sentido común. Salvo que, con la Revolución rusa de 1917 el cuadro histórico-político-religioso ruso se había complicado enormemente y no fue posible comprenderlo antes de haber puesto los pies en Rusia y haber experimentado lo difícil que era, no sólo el acercamiento dogmático con el clero ortodoxo cismático, sino incluso político-diplomático con el bolchevismo.

Si a comienzos de 1917 la caída del zarismo había permitido esperar una penetración misionera de la Iglesia romana en Rusia con el fin de que los cismáticos volvieran a entrar en la catolicidad, con el tiempo se dieron cuenta de que el nuevo inquilino del Kremlin, el Partido Comunista Soviético, era más adverso al catolicismo todavía que el zarismo y además más ateo que cesaropapista como el zarismo. Sin embargo, incluso los bolcheviques, considerados por el momento “transeúntes” por la Sede Apostólica[vii], habían proclamado la separación entre la iglesia ortodoxa y el Estado, mientras que el “gobierno provisional”, no comunista todavía, de Kerensky había abrogado con anterioridad las restricciones impuestas por el régimen zarista al catolicismo. La Santa Sede, por ello, podía mirar con mayor esperanza a Rusia como tierra de misión, habiendo constatado también el debilitamiento que estaba sufriendo la ortodoxia cismática en aquellos tiempos en Rusia[viii].

La cuestión polaca

Había, sin embargo, una complicación. En efecto, Polonia se había constituido como nación independiente durante la Gran Guerra entrando en guerra contra Rusia, la cual se encontraba en grandes dificultades ya que la Primera Guerra Mundial tomaba un giro peor para ella. Por tanto, en 1917, en Rusia, que antes anexionaba Polonia, había quedado sólo la archidiócesis de Maguilov, gobernada por el arzobispo Eduard de Ropp, de origen báltico. Además, el 80% de los fieles católicos en Rusia eran de origen polaco y dígase lo mismo del 60% del clero “ruso”. Mons. de Ropp, ayudado por Mons. Cieplak, habría querido confiar al clero polaco la catolización de Rusia, que entonces parecía evidente, con la adopción del bi-ritualismo (el rito latino para las élites y el griego-eslavo para el pueblo), pero su línea no era sostenida por el Vaticano, el cual desde los tiempos de León XIII quería confiar la conversión al catolicismo de los rusos a la liturgia oriental greco-eslava excluyendo el rito latino (celebrado en Polonia), que habría ofendido la sensibilidad rusa anti-polaca y habría sido objetivamente una disonancia en oriente[ix].

El bolchevismo comienza a quitarse la máscara

Además, el bolchevismo comenzaba a mostrar su verdadero rostro ateo, materialista, evolucionista, dialéctico y ferozmente antirreligioso. Si en 1905 Lenin había sido muy cauto y había escrito un artículo, traducido sólo más tarde en italiano, sobre las relaciones entre comunismo y religión, en el que sostenía que la lucha contra la Iglesia debía conducirse con armas puramente intelectuales[x], después de 1918, el bolchevismo consideró abierta y explícitamente a la religión y sobre todo a la Iglesia católica como una superstición, que impedía la lucha de clases y la revolución del proletariado y, por tanto, como un enemigo que combatir con sanciones penales[xi].

Mons. Achille Ratti (el futuro Pío XI) fue enviado en 1918 como Nuncio Apostólico de Benedicto XV en Polonia[xii] con la recomendación de favorecer la conversión de Rusia al catolicismo y de no inmiscuirse en cuestiones políticas polacas, que habrían hecho imposible a los rusos como pueblo dicha conversión religiosa. No hay que escandalizarse, como hizo el hermano mayor del “hijo pródigo”, del comportamiento extremadamente prudencial que la Santa Sede usó en aquel tiempo hacia la Polonia católica en el intento de obtener la conversión de la Rusia cismática. Ratti fue llamado a Roma en 1921 (y nombrado cardenal de Milán) porque los católicos polacos no comprendieron su comportamiento, religiosamente equidistante y políticamente no abiertamente filo-polaco hacia Rusia, y habían asumido posiciones revanchistas hacia Rusia[xiii].

Muerte de Benedicto XV y Pontificado de Pío XI

El 22 de enero de 1922, murió el papa Della Chiesa y fue elegido Papa el card. Achille Ratti, que tomó el nombre de Pío XI. Continuó la política rusa del papa Della Chiesa (y de León XIII)[xiv]. No fue concedido ni siquiera por él ningún reconocimiento ni de jure ni de facto a la Rusia soviética[xv] (por tanto, las acusaciones de “filo-comunismo” en referencia a Benedicto XV y Pío XI caen también por este otro motivo).

La primera intervención de Pío XI se remonta, apenas dos meses después de la muerte de su predecesor, al 7 de abril de 1922, tres días antes de la apertura de la “Conferenza Economica Internazionale di Genova”. El Papa, dirigiendo una Carta pontificia al Arzobispo de Génova Mons. Giosuè Signori, hablaba abiertamente de una obligada ayuda que debía prestarse a las poblaciones rusas y de retorno de la iglesia cismática ortodoxa a la Unidad de la Iglesia de Cristo[xvi]. El 5 de mayo, Mons. Pizzardo llegó a Génova encargado por Pío XI de ilustrar a la delegación rusa el memorándum vaticano concebido en tres puntos: 1º) el respeto de la libertad de conciencia por parte del gobierno de Moscú; 2º) la libertad real del ejercicio del culto católico; 3º) la restitución de los símbolos sagrados católicos reservados al culto, que habían sido confiscados por los bolcheviques.

La crisis de los contactos y su fin

Por parte soviética, Chicherin, comisario del pueblo para los Asuntos Exteriores, el 13 de mayo de 1922, respondió a la Santa Sede asegurando el respeto legal de la libertad religiosa, pero dicha respuesta no fue considerada satisfactoria por la Santa Sede e hizo más profunda la divergencia entre Moscú y el Vaticano. Se abrió, por ello, un largo periodo que llevará a la ruptura formal de toda relación entre las dos potencias, al final de las ayudas humanitarias, por ser rechazadas por la URSS, y a la esperanza de catolizar la Rusia ortodoxa[xvii].

Pío XI no sentía simpatía por el régimen comunista que se estaba instaurando en Rusia. Una semana después de su elección pontificia ocurrida el 16 de febrero de 1922, el gobierno soviético había decidido la confiscación de los bienes eclesiásticos en Rusia. La noticia llegó al Vaticano sólo más tarde, pero, cuando la Rusia soviética, a través de Chicherin, hizo saber que quería un reconocimiento de jure del Vaticano, Pío XI y su Secretaría de Estado respondieron que nada de ello se habría hecho[xviii].

En 1923, se afirmaron hasta el punto de prevalecer las corrientes más radicales, materialistas, ateas y antirreligiosas de la URSS y, hacia finales de ese mismo año, las autoridades soviéticas aumentaron las presiones y las persecuciones contra los cristianos con el fin de que la misión humanitaria vaticana abandonase Rusia. Pero en Roma, el 14 de mayo de 1923, se había producido una reunión entre el card. Gasparri, mons. Pizzardo, el padre general de los jesuitas Ledóchowski y el padre salesiano Simonetti, en la que se había constatado de que la misión comenzada en 1921 estaba ahora objetivamente terminada[xix].

El 18 de diciembre de 1924, en su alocución consistorial, Pío XI dijo claramente que no podía aprobar de ninguna manera la forma de gobierno soviética y condenaba “los gravísimos peligros y los ciertísimos perjuicios del socialismo y del comunismo” (Discorsi, Torino, SEI, 1960-1961, vol. I. p. 263).

En el discuso de Navidad de 1927, el Papa hablaba de los “anuncios de cosas tristísimas, de barbaries sin par, de crueldades y de atrocidades apenas creíbles llegadas de Rusia en estos últimos días” (Discorsi, cit., vol I, p. 753).

Entre 1930 y 1937, el año de la Encíclica Divini Redemptoris Missio, Pío XI intervino 24 veces contra el comunismo.

Nos parece que pueda bastar para acabar con la fábula de su filo-sovietismo.

 Leo

[Traducido por Marianus el Eremita.]

 

[i]      Cfr. J. Pollard, Il Papa sconosciuto. Benedetto XV (1914-1922) e la ricerca della pace, Cinisello Balsamo, S. Paolo, 2001; H. Le Flock, La politique de Benoit XV, Paris, 1920.

[ii]     S. Trasatti, La croce e la stella. La Chiesa e i regimi comunisti in Europa dal 1917 a oggi, Milano 1993, p. 56.

[iii]    Son ensayos científicamente serios, llevados a cabo sobre los documentos del Archivio della Congregazione degli Affari Ecclesiastici Straordinari (AAEESS), de los Archives du Ministère des Affaires Étrangères (AMAE), del Archivium Romanum Societatis Iesu (ARSI) y del Archivio Storico del Ministero degli Affari Esteri (ASMAE). Los dos ensayos se completan el uno al otro. En efecto, el del profesor Petracchi se basa sobre todo en fuentes vaticanas y europeas, mientras que el de la doctora Tokareva en fuentes rusas y soviéticas.

[iv]    G. Petracchi, La Russia rivoluzionaria nella politica italiana. Le relazioni italo-sovietiche, 1917-1925, Bari, Laterza, 1982.

[v]     Uno de los grandes defensores de esta línea fue Mons. Eugenio Pacelli, Nuncio Apostólico en Alemania, que peroró abiertamente esta tesis escribiendo al papa Pío XI. Cfr. E. Fattorini, Germania e la S. Sede. Le nunziature di Pacelli tra la Grande Guerra e la Reppublica di Weimar, Bologna, 1992.

[vi]    Cfr. P. Pering, La Russie et le Saint-Siège. Études diplomatiques, 5 voll., Paris, Plon, 1896-1912; A. Boudou, Le Saint-Siège et la Russie. Leurs relations diplomatiques au XIXme siècle, 1814-1847, Paris, Plon, 1922.

[vii]   R. Morozzzo Della Rocca, Le nazioni non muoiono. Russia rivoluzionaria, Polonia indipendente e S. Sede, Bologna, Il Mulino, 1992, p. 325.

[viii] A. Palmieri, La Chiessa russa, le sue origini e il suo riformismo dottrinale, Firenze, LEF, 1908.

[ix]    Cfr. G. M. Croce, La Badia greca di Grottaferrata e la rivista “Roma e l’Oriente”, Città del Vaticano, LEV, 1990.

[x]     La religione nell’Urss, Milano, Feltrinelli, 1961, p. 27.

[xi]    Cfr. G. M. Schweigl, L’articolo 124 della costituzione sovietica sulla libertà dei culti, en “La Civiltà Cattolica”, 1946, pp. 55 ss.; Id., Il cristianesimo nell’Unione Sovietica, en “La Civiltà Cattolica”, 1948.

[xii]   Cfr. A. Hlond, Monsignor Ratti in Polonia, en “Vita e Pensiero”, n. 20, 1912, pp. 465-471; V. Meystowicz, La Nunziatura di Achille Ratti in Polonia, en Pio XI nel trentesimo dalla sua morte (1939-1969), Milano, 1969; A. Capriolo – L. Vaccaro, La missione di Mons. Achille Ratti nei Paesi Baltici, Milano-Gazzada, 1987, pp. 263-290.

[xiii] Cfr. Y. Chiron, Pio XI, Cinisello Balsamo, San Paolo, 2006.

[xiv]  Para la política vaticana del papa León XIII hacia Rusia, cfr. S. Olszamowska-Skowronska, Les accords de Vienne et de Rome entre le Saint-Siège et la Russie, 1880-1882, Roma, 1977; E. Winter, La Russia e i popoli slavi nella diplomazia del Vaticano (1870-1903), Berlin, 1950; A. Tamborra, Chiesa cattolica e Ortodossia russa. Due secoli di confronto e di dialogo. Dalla santa Alleanza ai nostri giorni, Milano, 1992.

[xv]   G. Petracchi, La Missione pontificia di soccorso alla Russia (1921-1923), en Santa Sede e Russia da Leone XIII a Pio XII, Città del Vaticano, LEV, 2002, p. 140.

[xvi]  V. Mangano, La crisi della pace. Da Genova all’Aja, Roma, 1922, p. 110.

[xvii]        G. Petracchi, La Missione pontificia di soccorso alla Russia (1921-1923), en Santa Sede e Russia da Leone XIII a Pio XII, cit., p. 147; A. Wenger, Rome et Moscou, 1900-1950, Paris, Desclée de Brower, 1987.

[xviii]       Cfr. Y. Chiron, Pio XI, Cinisello Balsamo, San Paolo, 2006, pp. 202-203.

[xix]  Con respecto al mismo tema, se puede consultar el ensayo de E. S. Tokareva, Le relazioni tra l’Urss e il Vaticano: dalle trattative alla rottura (1922-1929), pp. 199-261, del arriba citado libro Santa Sede e Russia da Leone XIII a Pio XII, Libreria Editrice Vaticana, 2002, que llega hasta 1930.

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