¿Qué falta?…

“Jesús no era un príncipe”. Fue lo que proclamó Francisco en la última audiencia pública en la Plaza de San Pedro.

A bien decir, no encontramos palabras apropiadas para comentar con acuidad esta blasfemia aberrante contraria a la Revelación, a la Tradición y al Magisterio de la Iglesia. Contraria también a la misma historia y atentatoria contra la creencia y los sentimientos de piedad de los católicos del mundo que no son, como el atrevido personaje vestido de blanco, populistas o socialistas.

¿Con qué cara Francisco va a subir al altar para celebrar la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo cuando concluya el año litúrgico? ¿Será que ya está preparando el terreno y calentando los motores para festejar, el mes que viene viajando a Suecia, los quinientos años del revoltoso heresiarca Martín Lutero… que se apoyó tanto en los príncipes alemanes?

Jesucristo es príncipe por antonomasia. Más aún, es Rey según lo afirmó Él mismo. En primer lugar por ser Hijo de Dios. Luego, a otro título no menos verdadero: por ser descendiente de David. Evidentemente Francisco lo sabe muy bien, pero se permite contestarlo sentado en la cátedra máxima… Si algo faltaba para colmar el vaso ya tan lleno, pues aquí se dio.

Desvergonzadamente Francisco equipara la vocación y la misión de un príncipe a la de un usurpador aprovechador. Sin matices. En todos los tiempos y lugares ha habido príncipes que han sido servidores, defensores y modelos para sus pueblos. Claro que Robespierre o Lenin no pensaban así…Lo aterrador es lo que piensa y proclama Francisco hoy.

Hay innumerables santos y beatos, canonizados o no, que han sido príncipes, y los que no lo fueron por la sangre, lo fueron por su corazón ¡Todos los santos son príncipes! “Linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido” (1 Pedro 2, 9). San Francisco de Asís es príncipe de la pobreza, San Vicente de Paulo, príncipe de la caridad, el Rey San Luis de Francia y su primo San Fernando de Castilla, príncipes cruzados.

¿Cuál es la etimología de la palabra príncipe? Proviene de raíz latina: “prínceps”, que significa lo que va adelante, o lo que va de primero. De ahí proviene el verbo “principiar” y el adjetivo “principal”.

En más de una ocasión, y ahora nuevamente, Francisco ha dicho que los Obispos deben ser pastores servidores y no príncipes. ¡Como si fuera una contradicción ser príncipe y servidor! En México llegó a pontificar junto a los Obispos estupefactos reunidos en la catedral “La Iglesia no necesita príncipes”.

“Él se ha hecho todo en todos, cercano a todos, a los pobres. Era un pastor que estaba entre la gente, entre los pobres. Trabajaba todo el día con ellos. Jesús no era un príncipe”. Esta estupidez es groseramente equívoca, entre otras razones porque a Jesús le gustaba también, y todavía más aún, estar en oración en comunión con su Padre, lejos de la gente. Pero… ¿dónde aprendió Francisco que a los príncipes no les gusta estar con los pobres? ¿En el manifiesto comunista de Marx y de Engels? ¿En “La razón de mi vida” de Evita Perón?

El “olor a oveja” que Francisco quiere para sus Obispos implica, según su peculiar “lógica”, en familiarizarse con la vulgaridad y en andar sucio. Porque el olor a oveja es lo opuesto a la aroma de un jabón civilizado o de una agua de colonia…

También su tan citado “quiero lío en las diócesis” que dirigió a los jóvenes en la JMJ de Rio, es una propuesta caótica contraria no solo al principado como forma de gobierno, sino también a una sana y ordenada democracia.

En una homilía de Santa Marta de junio del año pasado, Francisco llegó a decir: «Tantas veces pienso que sea, no digo imposible, pero muy difícil hacer el bien sin ensuciarse las manos. Y Jesús se ensució.»

Un “magisterio” en vigor nos propone nuevos trazos para Jesús.

Tiempos tenebrosos vivimos. Uno que sube al trono de San Pedro con la obstinación de perseguir los príncipes incluso de arrebatarle ese noble título al propio Jesucristo, el Príncipe de la Paz. ¿A quién sigue Francisco? ¿Significa todo esto que se ha hecho ya súbdito de otro príncipe, el Príncipe de las Tinieblas y caudillo de gente masificada y vulgar que no quiere otra cosa sino hacer lío con manos sucias y olor a anarquía?

¿Qué falta?…

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