¿Quién es mi director espiritual?

“Hay que saber que el hombre que tenga un instructor por cuyo consejo se rija y cuya obediencia siga en todos sus actos, pequeños y grandes, podrá llegar más fácilmente y en tiempo más breve a la perfección, que si quiere perfeccionarse a sí mismo, aunque tenga un entendimiento muy agudo y tenga libros en los que se trata de la estructura de todas las virtudes.

Más aún, digo que Cristo nunca otorgará su gracia, sin la cual nada podemos, si uno tiene a alguien que le puede instruir y dirigir, y lo menosprecia, o no procura abrazar la guía del otro, creyendo que se basta a sí mismo, y que por sí mismo puede investigar y encontrar perfectamente todo lo que le es útil para la salvación. Este camino de la obediencia es camino regio que lleva a los hombres sin tropezar a la cumbre de la escalera en la que el Señor está apoyado. Es el camino que siguieron todos los santos padres del desierto» (San Vicente Ferrer)

Hace unas semanas en una esquela de un periódico local de La Coruña, me sorprendía al leer conjuntamente con el nombre de los familiares de la fallecida, el nombre del director espiritual de la difunta: “su director espiritual…”. Me quedé un rato releyendo y observando, era la primera vez que veía este detalle en una esquela y lo cierto es que las leo habitualmente, por ello puedo decir que no es ni mucho menos frecuente que el nombre del director figure entre los miembros de la familia, por lo menos en mi ciudad, se puede decir que aquí es un hecho totalmente insólito. No hace falta conocer la vida de la difunta, se puede deducir fácilmente que era una persona piadosa y que se esforzaba en su camino al cielo, aún sin conocerla de nada espero y deseo que ya esté allí descansando.

¿Por qué pensar que detrás de esa esquela hay un alma que trabajaba en su progreso espiritual? Muy sencillo, si Vds. vieran ahí reflejado el nombre de su entrenador de natación o de fitness, pensarían que le daba duro al deporte, si viéramos a su profesor de pintura pensaríamos que amaba el arte y etc., ¿es así? No es un dato determinante pero sí que dice mucho de esa persona y de lo que pudo ser su vida. Hoy en día, muy pocas personas tienen director espiritual, como mucho, el que tiene un poco más de interés busca un confesor que le de algo de orientación además de la absolución, pero en general, parece llamado a desaparecer, podríamos decir que casi es “una especia en extinción”.

¿Puede un avión volar sin piloto? ¿Puede un coche conducirse sin conductor? ¿Puede un niño aprender a caminar sin la ayuda de una mano? Esta misma pregunta se puede llevar a nuestra vida interior, ¿podemos progresar en el camino de la perfección espiritual sin ayuda de un director de almas? El mismo San Agustín nos da la respuesta:

“El no ser dirigido por otro es algo que solamente debemos admirar en el santo, cuya conducta no depende ya de ningún hombre, sino del mismo Dios” (San Agustín).

De unos años aquí se ha puesto de moda en los gimnasios lo que en España llamamos un “entrenador personal”, es un profesional deportivo que ayuda de manera individual a las personas a conseguir sus metas corporales: estar más delgado, estar en forma física, lucir cuerpazo…Todo enfocado al paquete que cubre nuestra alma, es decir, nuestro exterior. No es que sea malo cuidar el cuerpo, queridos míos, pero asumamos la realidad, envejeceremos, moriremos y nos comerán los gusanos o nos churrascarán en la hoguera.

Independientemente de la suerte del cadáver de cada uno, nada llevaremos al otro “barrio” y si pasados tres días alguien observara nuestro cuerpo, no sentiría más que nauseas de ver un cadáver descompuesto. No se trata de provocarles disgusto con esto, pero difícilmente podemos centrarnos en el interior si no le damos a nuestro cuerpo la importancia que tiene, es efímero y el alma, por el contrario, es eterna. Por lo tanto, ¿Cómo no buscar inmediatamente a un entrenador personal para el alma? ¡Háganlo, les animo a ello! ¿Cuál es la meta a conseguir?: “Estote ergo vos perfecti, sicut Pater vester caelestis perfectus est”, ser perfectos como nuestro Padre, ese es el objetivo para llegar al cielo: la perfección.

¿Por qué no podemos hacerlo solos? Es muy simple, ni siquiera en tantas ocasiones somos conscientes de que estamos incurriendo en pecado, por lo tanto, ¿cómo dirigir nosotros mismos nuestra alma? ¿Cómo conducir un coche sin carnet de conducir? Dice San Bernardo que “aquel que se constituye maestro de sí mismo, se hace discípulo de un necio” y así es, estamos tan llenos de pecados, faltas y miserias que difícilmente y sin ayuda, es casi imposible encontrar y quitar la mugre que nos cubre para revestirnos de gloria.

“Los que tratan de santificarse, por lo mismo que tratan de seguir un camino poco frecuentado, están más expuestos a extraviarse, y por eso necesitan más que los otros un doctor y guía” (Leon XIII). 

Me preguntaban varias personas con relación a este tema, ya que en mis artículos suelo hacer mención al director espiritual: ¿Tienes director espiritual? ¿Crees que es necesario tener un director espiritual? ¿Cómo encontraste a tu director espiritual? No es que mi mail sea como el consultorio de la señorita Francis, aquella señora de la radio de los años 50 (que después resultó ser un señor) donde daban respuestas de todo tipo a los españoles de la época, lo mío es más simple, las preguntas las compartimos en algún rato de tertulia muchos de Vds. y yo, por correo electrónico o a través de las redes sociales.

Mi dirección espiritual surgió hace unos pocos años aunque lo cierto es que en mi casa era un término habitual, mi padre siempre tuvo dirección espiritual con los Jesuitas y para mí era algo normal escucharle hablar de su director. Yo pensaba para mí en aquellos momentos de la infancia, que cuando fuese mayor, me buscaría como papá, un buen director que me hiciese ser tan buena como él.

Para continuar avanzando deberíamos de concretar lo que es un director espiritual, porque sino, es como el que está hablando de las delicias de un fruto desconocido.

“Por dirección espiritual se entiende el arte de conducir las almas progresivamente desde los comienzos de la vida espiritual hasta las cumbres de la perfección cristiana” (Royo Marín-Teología de la perfección Cristiana).

¿Suena bien, verdad? Las cumbres de la perfección Cristiana. Imagínense cuando vamos subiendo una montaña exhaustos y por fin llegamos a lo alto, ¡uauh!…ahí descansamos de la fatiga del camino y observamos toda la belleza de la Creación que se abre ante nuestros ojos, los colores del cielo, de las flores, el olor que tintinea por nuestra nariz…El cielo será más hermoso que cualquier paisaje que podamos soñar, por lo tanto, ¿Cómo alguien puede no querer subir a esa cumbre de perfección? Al final del artículo les daré el nombre de mi director espiritual para desvelar el secreto que oculta mi alma (tienen que leer todo el artículo, lo siento), espero que no reciba tantas solicitudes que provoque el no poder atenderme.

Nos pasamos la vida esforzándonos en nuestros trabajos, en las empresas buscamos ascensos que nada importan y total, cuando nos jubilamos, al día siguiente ya hay otra persona en nuestro puesto y nadie se acuerda de que estuvimos allí. Esto es la realidad del ser humano. Nada de esto pasa con la vida espiritual si la trabajamos y nos esforzamos. Mientras nuestro cuerpo se deteriora por los años, el alma se fortalece y se embellece hasta llegar a la culminación. ¿Se imaginan amar a las personas que nos rodean sin esperar nada a cambio, desear el bien al prójimo, aborrecer el pecado, las faltas, vivir sin que nada nos turbe, en una palabra, se imaginan siendo completamente felices? Pues la dicha es muy sencilla de alcanzar, simplemente es asemejarnos a Dios, vivir anclados a su Sagrado Corazón y conformarnos con todo lo que Él estime para nosotros. La felicidad no está en ser ricos o pobres, no se engañen, la verdadera felicidad es tener a Jesús en nuestra alma, gozar de su presencia en nosotros. Los Apóstoles eran los hombres más felices del mundo y sólo lo tenían a Él, suena fuerte pero es real, sólo lo tenían a Él, ese sólo quiere decir: TODO

¿Quién es el candidato ideal para ser nuestro director espiritual? Pensemos en la Biblia: Juan, Lucas, Mateo… ¿Quién los dirigía? ¿No era el mismo Jesús? Bien, entonces busquemos a otros Cristos para nuestras almas y los encontraremos en los Sacerdotes. El Sacerdote es el candidato ideal para dirigir un alma. Hoy en día hay carismas que aprueban la dirección bajo la figura de un laico, pero de la misma manera también hay ministros extraordinarios de la Comunión y en ningún caso esto es lo recomendable aunque a lo largo de la historia haya habido excepciones a esta regla, no obstante, hoy sería temerario hacerlo, dada la falta de formación en el pueblo de Dios.

“¿Se requiere necesariamente que el director espiritual sea sacerdote?

Aunque no se puede establecer una ley absoluta y universal, ordinariamente hay que decir que sí. Es convenientísimo que lo sea por las siguientes razones :

  1. Por la economía general del orden sobrenatural, que ha reservado al sacerdote el papel de maestro.
  2. Por la íntima conexión—a veces fusión—con el oficio de confesor.
  3. Por la mejor preparación teórica y práctica para dirigir almas
  4. Por la gracia de estado sacerdotal.
  5. Por la práctica de la Iglesia, que prohíbe terminantemente la intromisión en las almas a los no sacerdotes”

(Royo Marín, Teología de la perfección Cristiana)

Vayamos sintetizando, ya sabemos que queremos ser perfectos, felices y ahora necesitamos un Sacerdote que nos conduzca por ese camino, ¿Se lo pedimos a nuestro párroco, es necesario estar en un carisma, removemos en el jardín a ver si debajo de las piedras lo encontramos? Contesto con relación a mi propia experiencia, aunque mi párroco es un hombre recto y formado no es mi director espiritual, no pertenezco a ningún carisma y no he tenido que escarbar en el jardín, pero eso sí, he tenido que buscar con lupa, con cautela y principalmente con la ayuda de Dios, pidiéndole fervorosamente en la oración que pusiese mi alma en manos de un santo, de un Padre que me condujese a Él.

Siguiendo las indicaciones de los que están para ayudarnos en el camino, Santa Teresa de Jesús nos dice que el director debe ser “sabio, discreto y experimentado”. No busquen un hombre del mundo porque les hará mundanos, busquen una persona recogida, de oración continua y que con su ejemplo nos incite a vivir la vida de Cristo. Un Sacerdote que nos guíe en la vida de piedad, de sacrificio, que nos enseñe a mortificarnos y a matar el cuerpo en bien del alma, que nos ayude a desear los bienes celestiales en vez de un buen plato en la mesa. Me comentaba un día una amiga sobre un director espiritual de un convento, el cual salía en las redes sociales en bañador. Según mi amiga es un hombre muy recto ¿?, pero yo sólo puedo pensar que las monjas cualquier día abandonarán el hábito por el bikini o el bañador, como más les guste, más o menos tela son la misma prenda.

No busquemos ordinarieces busquemos el carpe diem de la dirección espiritual, que sea un reflejo de Dios, bondadoso y caritativo, docto, recto, firme con su mano y una vez encontrado el candidato, párense a pensar en algo más, ¿Estamos dispuestos a obedecer a dejarnos moldear, a renunciar a nuestros caprichos, gustos y mundanidades? Esto no quiere decir cambiar nuestro carácter, ni mucho menos, el director lo que hace es lo mismo que el escultor, modelar el barro para conseguir la belleza de la escultura, ¿Saben que la piedad de Miguel Ángel era un bloque de piedra de una cantera y él la trabajó hasta conseguir su obra cumbre? Lo mismo es nuestra alma, un bloque de piedra que hay que trabajar para orientar la fuerza de nuestro carácter para el bien.

Debemos estar abiertos a un renunciamiento de nuestro yo, dispuestos a la penitencia, al sacrificio, a la mortificación, a la lucha y sobre todo, preparados a una obediencia ciega al director, esto no quiere decir lo que se escucha en alguna ocasión, “no te puedo contestar ahora que se lo voy a preguntar a mi director”, no, nuestro Padre espiritual va puliendo nuestra alma casi sin darnos cuenta, pero dejándonos siempre la libertad que Dios nos da en nuestras decisiones, con la salvedad de que cuanto más estamos en Él, nuestra libertad es su voluntad y no deseamos más que satisfacer al Amado. ¿Les parece duro el plan de vida? La lotería no te toca si no compras el boleto, al cielo no se llega sin la búsqueda de la santificación, así que cada uno decida.

Y ahora, viene la respuesta que les había prometido, cómo se llama mi director espiritual…Se llama Padre y lo quiero con amor filial, lo respeto como a un Padre que es, someto mi alma a sus sabios consejos, sigo el plan diario que me traza, le hago partícipe de todo lo que atañe a mi vida, porque las situaciones diarias que se me presentan, sean grandes o pequeñas, afectan al crecimiento de mi alma y por lo tanto, mis respuestas y decisiones deben ser sometidas a la luz del Espíritu. Le comento mis preocupaciones para que me ayude a discernir y saber lo que viene del maligno y lo que es de Dios y me dejo en sus brazos de padre como una niña que espera que le muestren el camino, sencillamente me dejo hacer o lo intento. Puedo caer una y otra vez pero él siempre está ahí, como el mismo Jesús, para recogerme, levantarme y alzar nuevamente mi vuelo.

Ya saben cual es su dulce nombre, ahora ¿Quieren saber cómo es él? Es paciente, con un gran celo por la santificación de mi alma, misericordioso, profundamente piadoso, siempre está recogido en oración, actúa con rectitud pero es suave como el algodón, humilde, firme en sus resoluciones, nunca titubea en sus respuestas, goza de gran sabiduría y prudencia, sus palabras y consejos son entendibles por mi y hace posible que tan altas metas como nos pide el Señor, parezcan fácilmente alcanzables, con él todo resulta sencillo. Sí, con mi director me parece que puedo alcanzar la santidad, él hace viable que yo lo crea firmemente, continuamente me anima y me empuja a ello, no desfallece jamás. Siempre está ahí para mi alma, siento esa misma exclusividad que el Señor nos da a cada uno de nosotros, lo repito porque es cierto, siempre está disponible, sólo digo Padre e inmediatamente escucho, “Sí, Sonia, dime”. Puede parecer un detalle irrelevante, pero en su vestimenta siempre va identificado como Sacerdote y para mi es importante porque me hace ver que su Ministerio es lo principal para él y que en absoluto vive pendiente de modas o tendencias mundanas. Es austero y tremendamente desprendido con las cosas del mundo.

Antes de iniciar mi dirección espiritual con él, podría decir que mi Fe, efectivamente estaba ahí, pero adormecida o quizás como un niño que dice mamá pero no entiende bien la grandeza de la palabra. Así estaba yo, descansando hasta que me despertó y me hizo ver que con una buena dirección espiritual podemos sentir un adelanto de las delicias celestiales…Si a mi me preguntaran a quién se parece mi Padre, yo diría que al mismo Jesús…Busquen a su director porque está ahí, esperándoles paciente para llevarles a los brazos de Dios Padre.

Gracias Padre por su bondad, por su paciencia, caridad, humildad, por ser un ejemplo para mí de vida Cristiana, de santidad. Gracias Padre por su tiempo, discreción y dedicación…en definitiva, gracias por ser mi Padre.

“Tú aspiras a la devoción, queridísima Filotea, porque eres cristiana y sabes que es una virtud sumamente agradable a la divina Majestad” (Alfonso de Sales-La vida devota).

Sonia Vázquez

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