Testimonio de un Sacerdote sobre la Santa Misa Tradicional

Formación sacerdotal y prejuicios

Tuve la inapreciable dicha de ser formado en un seminario donde se seguía fielmente la Tradición y el Magisterio de la Iglesia. No había en el infiltración alguna del Modernismo… Siempre se nos enseñó la realidad íntima del Santo Sacrificio de la Misa y su debida y reverente celebración. Las horas de Sagrario se entremezclaban con las horas del estudio de la filosofía y teología escolástica, en el fiel seguimiento del magisterio del Ángel de la Escuelas, Santo Tomás de Aquino, y sus mejores comentaristas. Sólo conocí en mi formación sacerdotal el R. Ordinario. Nunca se me habló ni bien ni mal de la Santa Misa Tradicional, pues entonces concebíamos el R. Ordinario como el que había que seguir sin más. Sin embargo, he de confesar, que aunque nunca se me dijo nada negativo en mi formación de la Santa Misa Tradicional, flotaba en el ambiente eclesial un espíritu insano de particular sutileza y no fácil discernimiento. Sin suficiente conocimiento, madurez y profundización, se sentía uno contagiado de dicho espíritu y con evidente prejuicio veía la Santa Misa Tradicional como algo del pasado ya superado y de muy difícil justificación, si se quería estar con la Iglesia en el tiempo presente… No he negar el cierto rechazo que sentía hacia la Santa Misa Tradicional y sus seguidores, pues a mi entender y en mi gran ignorancia, no tenía sentido dicho rito en nuestros tiempos. 

Motu Proprio Summorum P0ntificum

Cuando Benedicto XVI en el año 2007 hace público su motu proprio, Summorum Pontificum, experimenté, bajo el influjo de la gracia (entiendo hoy), una gran adhesión al deseo del Santo Padre e instintivamente empecé a mirar con agrado la Santa Misa Tradicional y a desear aprender el modo de celebrarla. También, tuve la profunda convicción de que el Santo Padre iba a tener mucha resistencia y que no iba a ser obedecido por un número considerable de miembros de la jerarquía de la Iglesia y en general, por amplios círculos de la misma. Por esta razón, elevé mi corazón a Dios y secundando, lo que hoy considero una moción del Espíritu Santo, me comprometí a tanto más adherirme y obedecer a Benedicto XVI, cuanto intuía que habría de ser menos secundado y obedecido. 

Primera Santa Misa Tradicional y Ulterior Conocimiento

En adhesión al Santo Padre, celebré mi primera Santa Misa Tradicional en la Festividad de la Exaltación de la Santa Cruz del año 2007, a mis 14 años de sacerdocio… Tengo que reconocer, que la celebré muy imperfectamente, pero me movía ante todo la manifestación pública de mi adhesión al Santo Padre y por eso espero que el Señor la haya mirado con agrado. A partir de entonces ya fue más continua su celebración y fui profundizando cada vez más en su conocimiento y vivencia. Mi fascinación ante la Santa Misa Tradicional fue cada vez más mayor y acabé por enamorarme profundamente de Ella. Un suspiro doloroso salía continuamente de mi alma, ¡cómo se me había privado de algo tan hermoso! Sentía una nueva primavera en mi sacerdocio y quería disfrutar cada vez más de algo que sentía se me había escondido injustamente… Cuando volvía a celebrar la Santa Misa en el R. Ordinario experimentaba, que gracias a la Santa Misa Tradicional se me facilitaba sumergirme más y mejor en el misterio. Subrayo que tuve una buena formación sacerdotal y siempre se me instruyó correctamente en el sentido genuino del Santo Sacrificio de la Misa. A medida que más me iba familiarizando con la Santa Misa Tradicional, más admirado quedaba ante la precisión dogmática y teológica del Misal Tradicional. Me sentía en la celebración del Santo Sacrificio de la Misa, en el llamado R. Extraordinario, sumergido en una atmósfera de un catolicismo tan puro, denso y exuberante que me estremecía de gozo. Atrás quedaron desvanecidos en su inconsistencia los prejuicios y rechazos, y se abrió paso en mí a la comprensión y estima de aquellos amantes de la Santa Misa Tradicional. Personalmente, empecé a sentir como en carne propia la incomprensión y el injusto y calumnioso trato que muchas veces tienen que sufrir los amantes de la Santa Misa Tradicional.

La Gloria de Dios

El aspecto del R. Extraordinario que más me brindaba satisfacción, era la vivencia de estar ante un rito que evidentemente agradaba mucho a Nuestro Señor y le revestía de singular gloria extrínseca. Es cierto, en lo que se refiere a la gloria intrínseca, que sustancialmente estamos ante el mismo sacrificio de valor infinito ofrecido por Jesucristo Nuestro Divino Salvador indistintamente se celebre el R. Ordinario o el R. Extraordinario. No obstante, es muy importante señalar el sentido de la adoración, la necesaria postura humilde del sacerdote y los fieles ante la divina presencia, la conciencia de nuestras culpas y pecados, el claro sentido del sacrificio redentor de la Divina Víctima y su expiación dolorosa del pecado, que entre otros aspectos están muy particularmente acentuados y precisados en el R. Extraordinario. En otro orden de cosas, percibía el agrado de Nuestro Señor ante un rito que guarda con fidelidad exacta e inequívoca y de forma hermética y segura, una Fe Católica pura y limpia, sin las más remotas concesiones a una mal entendida inculturación, a un falso ecumenismo o a un indebido, sacrílego y usurpador antropocentrismo. Mi única intención al señalar lo que fui vivencialmente  asimilando del R. Extraordinario es compartir con serena objetividad un «tesoro que no debe perderse», como lo señaló el mismo Benedicto XVI en su motu proprio.         

La Irradiante figura de la Inmaculada

Deseo también destacar que pude constatar que la presencia de nuestra Madre Inmaculada y sus acentos mariológicos en perfecta sintonía con las enseñanzas de los Santos Padres, la Tradición y el Magisterio, se encuentran muy bien definidos en muchas de las oraciones y misas particulares del Misal Tradicional. En concreto, sus méritos corredentores se expresan con toda diafanidad así como todos los aspectos principales de su figura única y gloriosa. No hay omisiones de su nombre, prerrogativas y presencia siempre que las circunstancias lo exigen, pues no hay cabida a un falso ecumenismo que procure esconder o disminuir la realidad y gloria de Aquella de la que no quiso prescindir la Santísima Trinidad en orden a la salvación del género humano.  

Conclusión

A la luz de mi experiencia personal, creo que debemos ser muy cautelosos y discenir espíritus en orden a no ser víctimas de prejuicios o ideologías insanas que susciten en nuestros corazones desprecio, incomprensión, ira, resentimiento, incomodidad, indiferencia o cualquier tipo de animadversión ante algo que agrada mucho a Dios, como es el R. Tradicional. Es muy peligroso disgustarse o incluso ser indiferentes ante lo que a Dios agrada, si es que en verdad lo amamos. Sería más sensato asumir la propia preferencia sin enemistarse con el que tiene otra. Sí resulta muy extraño que lo que Benedicto XVI ha llamado «un tesoro» y ha recibido a lo largo de los siglos innumerables alabanzas, no lo sea para nosotros y sea motivo de disgusto o al menos perdida de la paz… Debemos esforzarnos por ver la verdad objetiva de las cosas al margen del impacto subjetivo que cada cual pueda tener de ellas o las dificultades que experimente en asumirla… «Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres».   

Mi intención ha sido exponer con sencillez y en breves líneas mi experiencia personal para ayudar a otros a que puedan tener un buen discernimiento en materia tan delicada. He querido exponer con claridad algunos puntos en los que se deben reconocer los justos méritos y excelencias del R. Extraordinario sin entrar en inútiles polémicas o imprudentes comparaciones…

 ¡La Madre Dolorosa del Redentor, co-víctima con la Víctima del Gólgota, Corredentora con el Redentor, nos guíe a todos en su Corazón Inmaculado a una vivencia cada vez más íntima, profunda y perfecta del Sacrificio Eucarístico! 

P. W.R.G.

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