“Tú, ¿dónde vives?”

Estimado sì sì no no,

desde siempre amé el estudio, la oración y el apostolado. Nunca he tenido tiempo para otra cosa. En mi apostolado, hasta hace algunos años, se encontraba en primer lugar la enseñanza en la escuela media, después en la superior, todo realizado a la luz del Evangelio de Jesús. Cuando era más joven, nadie me vio en excursiones, lugares de diversión, etc. Ahora que soy anciano, me cuido mucho de ir al bar, clubs y ni siquiera a centros para ancianos, donde se mata el tiempo y el alma. De manera que, tanto de joven como ahora que tengo el pelo blanco, nunca me he preguntado: “Pero tú, ¿dónde vives?”. Respuesta: “En mi casa, con mis ocupaciones, en simplicidad y alegría, con mi Rey”. Sorpresa: “¿Tu Rey? ¿Y quién es tu Rey?”. Respuesta: “El que murió en una cruz, pero está vivo y es el Señor del mundo y de la eternidad”.

Ahora ya nadie me lo pregunta. Ya! en el mundo de hoy, entre muchos (desgraciadamente) hombres de Iglesia de hoy, soy un extranjero, un exiliado en su patria. Contento de serlo. No tengo nada que compartir con el mundo. No he sido homologado. No soy hipotecable. De lo que hago respondo a Jesús solo. Así de simple.

Pero me sucede que me pregunto: “Pero tú, Candidus, ¿dónde vives? ¿Dónde te gustaría vivir? ¿Con quién te gustaría vivir?. Recuerdo a un ilustre teólogo que decía vivir entre de los Padres apostólicos del primer/segundo siglo, en Efeso, con el apóstol-evangelista Juan, el predilecto; o en Antioquía con el obispo Ignacio, Sucesor de Pedro en aquella sede; o en Esmirna con Policarpo, Obispo y Mártir, discípulo de Juan; o en Lyon, con Ireneo, discípulo él también de Policarpo. Bellísimo, pero arduo.

Personalmente, el pueblo de mi alma es Fanjeaux, junto a Toulouse, en la casita que existe aún hoy, en la que de 1206 a 1215 vivió, a menudo solo, Domingo de Guzmán, nacido en Caleruega alrededor de 1171, sacerdote y canónigo de Osma hasta que, durante un viaje con su obispo Diego de Acebes, a Dinamarca, precisamente en Toulouse, en el sur de Francia, descubrió la presencia masiva de los “Cátaros” (llamados “albigenses”, de Albi, su bastión), herejes que negaban la encarnación del Hijo de Dios, el cual, según ellos, no podría haberse encarnado, por ser la materia mala, intrínsecamente mala, lo que no es propio de Dios, Purísimo Espíritu, que es sólo Bien.

Cuando Domingo descubrió a estas almas extraviadas, decidió dedicarse completamente a su conversión, para devolverlos a Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre y a la Santa Iglesia católica. Lo narro a grandes rasgos: Domingo se estableció en Fanjeaux y allí se dio de nuevo al estudio: él que ya era docto, profundizó en la contemplación de Dios y de Su Hijo, se consumió con la oración y con la penitencia… y salía yendo a predicar a los herejes que Dios, tanto amó al mundo, que mandó a Su Hijo hecho hombre para salvarlo, con la doctrina, la Verdad, el Sacrificio de la cruz y la comunicación de la vida divina de la Gracia santificante. Domingo de Guzmán hacía en Fanjeaux sólo dos cosas: o hablaba a Dios en la oración o de Dios en la predicación (“cum Deo vel de Deo loquebatur”), escriben sus primerísimos biógrafos. Domingo celebraba la Santa Misa todos los días, a menudo solo o junto a las primeras monjas que había convertido del catarismo y que había conducido a la consagración a Cristo solo. Domingo salía a predicar en medio de dificultades y peligros no comunes, a las emboscadas que le tendían los herejes más encendidos, y predicaba el Rosario, a él inspirado por la misma Virgen: el Rosario entretejido de los misterios de Jesús en la Encarnación, en la Pasión-Muerte, en la Resurrección-glorificación, el Rosario que es el remedio para la herejía, para toda herejía, con la afirmación, a través de la oración, de los dos Misterios principales de la fe: Unidad y Trinidad de Dios, Encarnación, Pasión y Muerte del Hijo de Dios.

Entonces, Candidus, ¿donde vives? ¿Dónde te gustaría vivir? ¿Dónde vives con tu espíritu, tu sueño de amor? Sí, yo vivo en la casita de Santo Domingo en Fanjeaux. No estoy a la altura del grandísimo Santo que tenía el rostro y la figura semejante a Jesús, pero intento compartir con él el estudio, la oración, la contemplación de Dios, unirme a su Misa, hacer algo, al menos un poquito, de su predicación, de su irradiación de Jesús en las almas. A mi manera, quiero que mi casita sea como la de Domingo en Fanjeaux: una “praedicatio Jesu Christi” (una predicación, una base para la predicación de Jesús). Me interesa hablar con Jesús en la oración, o de Jesús en la conversación humana, en los escritos (¡he traducido incluso en malayalam, la lengua de Kerala, y en chino!). Lo demás no me ha interesado nada.

La herejía de hoy es aún la de los tiempos de Santo Domingo: la negación de Jesucristo, el Hombre-Dios, y, por tanto, la gnosis, esto es, una sabiduría sólo humana que niega la Verdad que es Jesucristo. El compromiso más grande, el don más grande que se debe hacer al mundo: irradiar a Jesucristo. Lo demás es nada: “Con Jesús o de Jesús”. ¡Jesús solo! Estimado sì sì no no, pienso que estás de acuerdo.

Candidus

[Traducido por Marianus el Eremita.]

SÍ SÍ NO NO
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Mateo 5,37: "Que vuestro modo de hablar sea sí sí no no, porque todo lo demás viene del maligno". Artículos del quincenal italiano sí sí no no, publicación pionera antimodernista italiana muy conocida en círculos vaticanos. Por política editorial no se permiten comentarios y los artículos van bajo pseudónimo: "No mires quién lo dice, sino atiende a lo que dice" (Kempis, imitación de Cristo)

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