La misión del Papa de enseñar la verdad es inherente a su puesto de guía de la Iglesia. Para él se vuelven todos los bautizados esperando palabras de vida eterna, pues sabemos, por voluntad de Dios, nos habrían de llegar a través del Vicario de Cristo. Por eso, a lo largo de los siglos los Romanos Pontífices se dedicaron con mucho cuidado a la predicación, conscientes de que nadie puede hacerlo con más eficacia, autoridad y bendiciones celestiales que ellos mismos. Para eso incluso se rodearon de los más destacados teólogos de cada época, para poder cumplir la tarea a la perfección con la seguridad doctrinal de estos colaboradores.
En esta función es necesario rigor, pues de los que están llamados a enseñar la verdad se espera… ¡que enseñen la verdad! ¿Alguien sería capaz de imaginarse a San Pedro proclamando doctrinas dudosas en sus famosas predicaciones de los Hechos de los Apóstoles, para después enviar San Marcos con el encargo de aclarar a la asamblea lo que quiso decir en realidad, o sea, que el Jefe de la Iglesia tenía la intención de afirmar una cosa, pero como lo están malinterpretando es más indicado decir que no es esto, sino aquello? Si algo por el estilo apareciera en la narración de San Lucas, a cualquiera le parecería una interpolación apócrifa, por no decir escandalosa a los oídos piadosos, porque nada más lejos de la asistencia del Espíritu Santo que siempre acompaña a los auténticos servidores de la Palabra.
Pues bien, el mundo católico ha quedado muy agredido con la reciente homilía de Francisco, martes de la quinta semana de Cuaresma, en la Casa Santa Marta. Lecturas hermosas, de insuperable profundidad, pero que necesitan adecuada explicación homilética para que los fieles comprendan su sentido de acuerdo con la buena teología. Interpretando el episodio de la serpiente en el desierto de que habla el Libro de los Números (21, 4-9), y más especialmente el hecho de que en la cruz Cristo se hizo pecado por nosotros, Francisco dice que Jesús está manchado por el pecado, y que la serpiente es símbolo de nuestras culpas. Algunos encontraron en sus afirmaciones un magnífico avance en la historia de la hermenéutica bíblica, otros una herejía descarada, y unos terceros, sin comprender exactamente el sentido de sus afirmaciones, todavía se preguntan qué quiso decir exactamente con esa ensalada de conceptos.
A la redacción del Denzinger-Bergoglio llegaron numerosos pedidos de aclaraciones al respecto. Fieles a nuestro propósito de presentar el más auténtico Magisterio de la Iglesia, sigamos con atención las enseñanzas de maestros de sana doctrina, y el asunto quedará claro por sí mismo… los juicios, le cabrán a cada uno.
Francisco
En determinado momento Jesús afirma: Cuando levantéis en alto al Hijo del hombre, sabréis que “Yo Soy”. Y “Yo Soy” es también el nombre que Dios había dado de Sí mismo a Moisés para comunicarlo a los israelitas. Y luego está esa expresión que se repite: Levantar al Hijo del hombre… La serpiente es símbolo del pecado; la serpiente que mata. Pero, ¿una serpiente que salva? Ese es el Misterio de Cristo. Pablo, hablando de este Misterio, dice que Jesús se vació a sí mismo, se humilló a sí mismo, se anonadó para salvarnos. Es más fuerte aún: Se hizo pecado. Usando este símbolo, se hizo serpiente. Este es el mensaje profético de las Lecturas de hoy. El Hijo del hombre, que como una serpiente, hecho pecado, viene elevado para salvarnos.
Esta es la historia de nuestra redención, esta es la historia del amor de Dios. Si queremos conocer el amor de Dios, miremos al Crucifijo: un hombre torturado, un Dios, vaciado de la divinidad, manchado por el pecado. Pero un Dios que, anonadándose, destruye para siempre el verdadero nombre del mal, lo que el Apocalipsis llama la serpiente antigua. El pecado es la obra de Satanás y Jesús vence a Satanás haciéndose pecado y desde ahí nos levanta a todos. El Crucifijo no es un adorno, no es una obra de arte, con tantas piedras preciosas como se ven: el Crucifijo es el Misterio del anonadamiento de Dios, por amor. Y aquella serpiente que profetiza en el desierto la salvación: elevada y quien la mira queda curado. Y eso no se hizo con una varita mágica por un Dios que hace las cosas: ¡no! Se hizo con el sufrimiento del Hijo del hombre, ¡con el sufrimiento de Jesucristo!
(Homilía en Santa Marta, 15 de marzo de 2016)
Enseñanzas del Magisterio
Tabla de contenido
I ‒ La serpiente en Nm 21, 4-9. ¿Cuál es su verdadero significado? ¿Qué comparación puede ser hecha con Cristo en la Cruz?
II – ¿Cristo se manchó al asumir nuestra naturaleza? Se anonadó, se humilló, pero no se manchó: al contrario, cargó las culpas del género humano para salvarlo
III – Acusar a Cristo de haber pecado es sencillamente una blasfemia
IV – La gravedad del pecado se conoce por la muerte de Cristo en la cruz. El pecado es incompatible con su naturaleza humana y divina
I ‒ La serpiente en Nm 21, 4-9. ¿Cuál es su verdadero significado? ¿Qué comparación puede ser hecha con Cristo en la Cruz?
Teofilacto
-La serpiente de Moisés tenía todas las características del animal pero era privada de veneno; Jesús asumió la naturaleza humana, pero sin el pecado
San Juan Crisóstomo
-Del mismo modo que la serpiente de bronce no tenía veneno, la muerte del Señor estaba libre de pecado
San Agustín de Hipona
-La serpiente de bronce ofrecía vida temporal, Cristo ofrece la vida eterna
Benedicto XVI
-La serpiente de bronce simboliza la victoria de Cristo sobre el pecado
II – ¿Cristo se manchó al asumir nuestra naturaleza? Se anonadó, se humilló, pero no se manchó: al contrario, cargó las culpas del género humano para salvarlo
San Agustín de Hipona
-El que no tiene pecado nos amó hasta sufrir lo que habían merecido nuestros pecados
San Máximo, el Confesor
-Dios se hizo hombre perfecto sin pecado, el cual no es inherente a su naturaleza
Juan Pablo II
-Asumiendo la condición de siervo, Cristo se hizo semejante a los hombres en todo, menos el pecado
-La frase “se hizo pecado por nosotros” expresa la justicia absoluta de Cristo
Benedicto XVI
-Cristo quiso compartir nuestra condición pero no la corrupción del pecado
Santo Tomás de Aquino
-“Se hizo pecado” significa “Se hizo sacrificio por el pecado”
-“Lo hizo pecado”: en semejanza de pecado condenó al pecado
-Cristo hizo que se le tomara por pecador
León I Magno
-Jesús no se manchó por el pecado, sino que elevó las realidades humanas
Honorio I
-Cristo no experimentó contagio alguno de la naturaleza pecadora…
XI Sínodo de Toledo
-…y sin pecado murió en sacrificio por nuestras faltas
Catecismo Romano
-Cristo pagó el pecado que no tenía
Sagradas Escrituras
-Probado en todo, menos en el pecado
-Hecho pecado en favor nuestro
-Jesús no cometió pecado, ni encontraron engaño en su boca
III – Acusar a Cristo de haber pecado es sencillamente una blasfemia
Juan IV
-No hubo ningún pecado en Cristo como deliran algunos herejes
Agaton
-En Cristo la naturaleza divina tiene todo lo que es divino y la humana todo lo que es humano, sin ningún pecado
Santo Tomás de Aquino
-En Cristo no hubo siquiera inclinación para el mal, mucho menos al pecado
Catecismo de la Iglesia Católica
-Jesús no conoció la reprobación como si Él mismo hubiese pecado
Juan Pablo II
-El pecado no es de ninguna manera un enriquecimiento del hombre
Cornelio a Lapide
-Decir que nosotros éramos pecado es locura, decirlo de Cristo es blasfemia
Sagradas Escrituras
-¿Quién de vosotros puede acusarme de pecado?
IV – La gravedad del pecado se conoce por la muerte de Cristo en la cruz. El pecado es incompatible con su naturaleza humana y divina
Catecismo Romano
-El pecado nos hace reos delante de Dios y por eso Cristo dijo de sí: “Tengo que pagar lo que nunca tomé”
Gregorio I Magno
-El pecado es una herida del alma
Juan Pablo II
-El pecado es una violación de la ley de Dios y un rechazo de su proyecto
-La muerte de Cristo nos hace comprender la gravedad de nuestras ofensas
Catecismo Romano
-Hay guerra viva entre Dios y el pecador
Catecismo Mayor de San Pío X
-La crucifixión debe inspirarnos horror al pecado
Sagradas Escrituras
-Fuimos liberados por el cordero sin defecto y sin mancha
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