AHORA O NUNCA: súplica para la acción tradicionalista concertada

La caricatura de la Iglesia romana que nació del Vaticano Segundo para dominar casi toda diócesis y parroquia en el mundo está muerta y bien muerta.

Ella había proclamado su propia defunción, sociológica y moralmente hablando, desde el momento que se dedicó al proyecto de “acompañar” la “dignidad” de la persona humana caída, y desde entonces bautizando y divinizando gradualmente su pensamiento irracional y su deseo tiránico, en lugar de corregir y transformarla en Cristo. Ya décadas atrás, este absurdo modus operandi señalaba el camino a la realidad que hoy estamos viviendo: una Iglesia más unida y subordinada al Estado y al Zeigeist (espíritu del tiempo) que en cualquier otro momento bajo un emperador o rey malvado.

Ahora, habiendo obedecido a los Amos del mundo a quienes amó y sirvió hasta el amargo final, declara públicamente que sus sacramentos son menos esenciales que la librería de la vuelta de mi casa en el bajo Manhattan que nunca cerró sus puertas, y se regocija en sus cadenas; esta caricatura de la iglesia romana también ha incurrido en una cierta muerte financiera.

“¿Cuándo van a abrir la parroquia?” preguntó un sabio anciano a uno que sabe, en la plaza desde donde escribo esta súplica. “Septiembre,” fue la respuesta, seguida por una inmediata acotación lógica: “¿Para qué molestarse? Para entonces no quedará iglesia”. 

Tiene toda la razón. Los bancos que ya estaban 80% vacíos perderán a casi todos los demás. ¿Por qué regresaría el remanente a codearse con sacerdotes y parroquias que dijeron que sus servicios no eran necesarios? Ahora los ingresos desaparecerán definitivamente. Después de todo, la gente necesitará sus menguantes dólares para lidiar con la depresión que nuestros líderes trastornados aseguraron que ocurrirá al desatar un Armagedón para matar al bicho.

No tengo idea de cómo comenzó este lío del virus, pero no hay duda de que ha ofrecido una oportunidad de oro a los modernos amantes de la libertad —conocidos en castellano básico como tiranos—para imponer su deseo diabólico sobre todos nosotros. Sus acciones ejecutivas y planes legislativos lo hicieron evidente para cualquiera que no posea la mentalidad esclava que la educación moderna garantizó a sus víctimas; que, lamentablemente, es casi nadie. Sienten finalmente que tienen la oportunidad para sofocar todo lo verdadero, bueno y bello que queda en una civilización que sentenció su muerte cuando sus ancestros iluminados se enfocaron en destruir la mente y el alma humanas. Este es el último acto. Olfatean la oportunidad para dar el golpe de gracia.

Mi proyecto al comenzar este año fue el de escribir la Historia del Movimiento Tradicionalista. Este Movimiento conquistó grandes victorias por revivir una Iglesia romana que en verdad no puede morir, pero cuya caricatura ciertamente ha dado la apariencia de hacerlo en nuestro tiempo, bajo líderes demasiado legítimos que no son más que herederos de numerosos pontífices y obispos fallidos siglos atrás.

Tras meses de silencio, ¿habrá una Iglesia a la cual regresar?

No obstante, sinceramente, no puedo relatar los triunfos del pasado desatendiendo el deber de urgir a mis compañeros tradicionalistas que se unan para alzar a nuestra Madre moribunda en su aprieto actual. Lo hago a través de esta súplica de cuatro puntos que es fácil de pronunciar pero requerirá del más grande olvido de sí y fuerza de voluntad para implementarla efectivamente.

1. Que cada segmento del Movimiento Tradicionalista—cada “clan”, para utilizar la terminología de The Remnant—evite la tentación comprensible de asegurar su propia supervivencia en este momento de caos mundial y trabajen juntos como una unidad;

2. Que se establezca un Comité Central de representantes de cada “clan” tradicionalista—clerical y de laicos, o solamente de laicos si llegara a haber algún peligro para las fraternidades sacerdotales o congregaciones involucradas—-para coordinar el asesoramiento y acciones intelectuales, espirituales y prácticas, ya sea formal o informalmente;

3.  Que se aproveche toda oportunidad de restablecer el culto público según el rito tradicionalista, sea permitido o no por un Estado injusto u orden episcopal;

4. Que como símbolo de nuestra negación a aceptar la histeria alrededor nuestro, utilicemos visiblemente el símbolo del Sagrado Corazón de Jesús en lugar de la máscara de la opresión.

Es ahora o nunca. Éste es el último acto en el drama revolucionario moderno y el enemigo está decidido.

John Rao

Traducido por Marilina Manteiga. Fuente: https://remnantnewspaper.com/web/index.php/fetzen-fliegen/item/4912-now-or-never-a-plea-for-concerted-traditionalist-action

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