Las elecciones legislativas acentúan el declive de nuestra nación[1] desde que adoptó la perniciosa doctrina de la libertad religiosa en su fundación. La misma doctrina perniciosa enseñada por el Concilio Vaticano II.
A saber, la noción absurda de que un estado secular agnóstico es de alguna manera el ideal católico en lugar de aquel que reconoce a Nuestro Señor y Su Religión como la verdadera.
¿Cuáles son los frutos? Lo que nació como una nación mayoritariamente cristiana ha degenerado, después de 250 años, en una nación donde solo el 63% de los adultos se identifican como cristianos y el 30% de los cristianos no se adhieren a ninguna creencia religiosa. Más aún, de ese 63% que se identifica como cristianos sabemos que una gran mayoría de ese porcentaje son sólo cristianos de nombre.
Lejos de la moralidad conservadora de los padres fundadores, hay estados en nuestra nación que ahora consagran derechos “trans” y el aborto después del parto en sus constituciones, con un estado que ha elegido a un hombre que ha tenido problemas formando oraciones o pensamientos completos. Esto sumado a los males morales del divorcio, anticonceptivos, “matrimonio” y adopción entre personas del mismo sexo, así como la pornografía, la inmodestia, relaciones casuales y unión libre de parejas que se ha convertido en la norma. Además de iglesias vandalizadas sin repercusiones, y aquellos cristianos que no están de acuerdo con la depravación moral, son demandados en cortes federales por violar “derechos constitucionales”.
En esta doctrina calificada como “demencial” por Gregorio XVI que el Vaticano y John Courtney Murray intentaron imponer ilícitamente sobre la Iglesia Católica pretendiendo que esta doctrina previamente condenada podía ser su doctrina. Resultan evidentes desde hace tiempo los frutos de esta doctrina malvada. ¿Acaso no es una locura creer que una religión es la verdadera y luego proponer que esta no debería tener más derechos en los espacios públicos que el satanismo, paganismo o cualquier otro cúmulo de religiones falsas? ¿No es acaso una locura el no tener un estado que respete y muestre reverencia por Nuestro Señor, Su Religión, que respete y además proteja a los ciudadanos miembros de Su Iglesia?
En lugar del orden natural de las cosas, fuimos lanzados a los lobos del secularismo por nuestros supuestos pastores. Fuimos alejados de la protección del estado Confesional Católico, para depender de secularistas, heréticos, cismáticos, apóstatas, agnósticos, ateos, paganos y seguidores de religiones falsas no-cristianas para asegurar cualquier derecho civil que nos fuera dado exiguamente por un estado cada vez más hostil y anticristiano.
Demos un vistazo a las últimas elecciones legislativas y reflexionemos. Estos son los frutos podridos del sistema político adoptado por el Concilio. Los frutos podridos de un sistema secular de gobierno constituido por deístas masones. Un sistema que los arquitectos del Concilio se atrevieron a intentar adaptar como el sistema político propio de la Iglesia. Se atrevieron a intentar, con orgullo, expulsar la responsabilidad sobrenatural de cada católico de colaborar en la creación de un estado que reconozca a Nuestro Señor Jesucristo como Rey de la sociedad y del gobierno, en cada faceta de la vida pública así como de la vida privada y espiritual de cada uno.
Los arquitectos de este Concilio nos han privado a todos nosotros de nuestro derecho natural e innato como católicos de vivir en un estado que nos proteja a nosotros, a nuestra Fe, nuestra doctrina moral con el poder legítimo e implementación de un gobierno católico. En su lugar estos hombres del Concilio, con la plena complicidad de Pablo VI, nos han condenado a vivir en una prisión agnóstica que día a día incrementa su hostilidad hacia nosotros y nuestra religión católica mientras la podredumbre inevitable de la sociedad se asienta. Una podredumbre qué es el resultado seguro de un estado agnóstico que rehúsa reconocer la única fuente de todo poder legítimo, Cristo Rey.
Chris Jackson
Traducido por Antonio Osorio. Artículo original
[1] Nota del Traductor: Los EEUU