Sobre Amoris Laetitia: Entrevista a Monseñor Nicola Bux, Asesor en Liturgia del Vaticano y Profesor de Teología
“dar testimonio de la verdad incluye el abandono de amigos, la traición y la muerte”
A medida el debate sobre la exhortación «Amoris Laetitia» continúa, Monseñor Nicola Bux aceptó amablemente compartir algunos comentarios acerca de la situación presente, especialmente tras la carta de cuatro cardinales al Papa solicitando clarificación de algunos puntos específicos del documento antes mencionado. Para los que no están al tanto, el teólogo y asesor de liturgia del Vaticano, Monseñor Nicola Bux, es también profesor de teología sacramental y autor de varios libros sobre la liturgia, incluyendo Con i sacramenti non si scherza (Con los Sacramentos no se Hacen Bromas) lanzado en 2016.
Q. Ciertamente usted sigue de cerca la historia sobre la carta de cuatro cardenales al papa Francisco pidiendo una clarificación final sobre ciertos aspectos de la exhortación «Amoris Laetitia«, que en su opinión no están muy claros. ¿Usted qué piensa?
- No soy competente en teología moral, no más que cualquier sacerdote católico común; estudié en la Gregoriana cuando el jesuita Joseph Fuchs enseñaba «la moral de situación» que creo ha ‘infectado’ Amoris laetitia; pero don Giussani nos advirtió, porque era un pensamiento no católico que había entrado en la Iglesia, como dijo Pablo VI a Jean Guitton. Quiero decir. Siguiendo al Apóstol (Gal 1,8), San Cirilo de Jerusalén enseña que la fe católica recibida en el bautismo debe ser tomada como “provisión para el viaje” de toda la vida, sin necesitar nada más, aunque los mismos pastores, al cambiar sus mentes, fueran a enseñar lo opuesto de lo que habían enseñado previamente. Se cree que la carta de los cardenales al Papa – como la otra enviada al comienzo del Sínodo – está motivada por la misma convicción; es más, es un signo de reconocimiento del ministerio Petrino, porque pide que sea confirmada por el Supremo Pontífice y la Congregación para la Doctrina de la Fe – el departamento específicamente responsable de la preservación de la fe católica – en las verdades concernientes a la fe y la moral, especialmente sobre los sacramentos del matrimonio, la penitencia/reconciliación y la eucaristía. El instrumento del Dubiumcon el cual se solicita un Responsum, es canónicamente legítimo, como explica la misma carta.
Entonces, ¿cómo negar que estas “dudas”, y otras, están penetrando en una parte no insignificante de la Iglesia Católica? Es precisamente el pensamiento católico el que es cuestionado por las ambigüedades de la exhortación post-sinodal, en lugar de fomentar la propensión a cometer actos moralmente buenos para crecer en las propias virtudes hasta el heroísmo necesario para alcanzar la santidad, el verdadero fin de la vida moral según el Evangelio. Pero dichas ambigüedades parecen incluir, ‘acompañar’, e incluso legitimar las propensiones a realizar actos moralmente malos tales como el divorciarse y el volverse a casar, y el continuar en las situaciones que estos producen, como la convivencia y el concubinato. Sin embargo, la Palabra de Dios los llama pecados y vicios.
Q. ¿Y cómo explica esta situación?
A. La Iglesia Católica está en crisis; se ha oscurecido la razón de por qué la Palabra se hizo carne en el vientre de la Virgen María y murió en la cruz para salvar a los hombres del pecado, llamándolos a la Iglesia que, como indica el Catecismo (cf. Compendio 1), está llamada a evangelizar y bautizar para que las creaturas se conviertan en hijos de Dios.
Hemos llegado al punto en que se afirma que incluso aquellos que no están bautizados son hijos de Dios, cosa que implica que el bautismo es innecesario y por lo tanto también los catecúmenos y la iniciación sacramental cristiana. Al retener la verdad sobre el pecado y la gracia, se conceptualiza una Iglesia ‘líquida’… para liquidarla.
Q. ¿Qué piensa acerca de las diversas reacciones a la carta de los cardenales, aquellas a favor, como la del Obispo Schneider, y aquellas en contra, como la del padre Spadaro, para quien el Papa ya ha respondido las preguntas presentadas por los cuatro cardenales?
A. Las intervenciones de Anna M. Silvas de Australia, Claudio Pierantoni de América Latina, Ross Douthat de los Estados Unidos, y hasta las recientes de John Finnis, Alemania, Grisez y Edward Peters, representan una reacción intercontinental, y por lo tanto no «eurocéntricas» sino católicas, de parte de los fieles y el clero que, como declara el CIC (codex iuris canonici, ley canónica) 212, § 3, tienen el derecho y el deber de manifestar su opinión a los pastores. Por lo tanto los ‘corrigen’, en el sentido etimológico del cum regere: el munus real que también pertenece a los fieles (el ‘mi corrigerete’, me viene a la mente concretamente el ‘me corregiréis’ de Juan Pablo II). ¿Los cardenales Bacci y Ottaviani no publicaron en 1969 un examen crítico de la nueva Ordo Missae, que contribuyó a su corrección? ¿Entonces por qué debiera uno escandalizarse por la Dubia? El Papa podría citar a los cardenales para una reunión y hablar fraternalmente, no emocionalmente sino con argumentos de fe y razón. En cambio, las reacciones adversarias, llegando a la demonización y la amenaza, traicionan una emoción, moralismo y – permítame decirlo –enojo. ¿No deseaban acaso una ‘iglesia de diálogo’? Aquellos que ahora, por oportunismo, se convierten en ‘papistas’ cuando en el pasado no escatimaban críticas a sus predecesores, no sirven ciertamente a la verdad. Sin embargo, no olvidemos que desde los profetas a Juan el Bautista, pero especialmente desde Jesús a Juan Fisher y Tomás Moro, dar testimonio de la verdad incluye el abandono de amigos, la traición y la muerte.
Q. Uno de los cuatro cardenales, Walter Brandmüller, habló en cambio de una corrección privada, si su carta permanece sin respuesta…
A. Es cierto que en el Evangelio, la corrección fraterna se debe hacer antes de coram duobus vel tribus testibus (en presencia de dos o más testigos) y si no resulta exitosa, dic ecclesiae (decirlo a la asamblea) (cf. Mt 18.15 a 17). Pero hay quienes sostienen que cuando el escándalo y la herejía son públicos, la corrección no puede hacerse públicamente; pensemos en la confrontación entre Pablo y Pedro en el llamado Concilio Apostólico de Jerusalén (cf. Gal 2:11). En esencia, para la Dubia, que se ha vuelto pública, no tendría sentido que le siga una corrección en secreto. Los expertos en derecho canónico pueden identificar otras modalidades. Mientras tanto, es importante que el debate se difunda en la Iglesia universal.
Q. También se rumorea que el Papa podría revocar a los cuatro prelados como cardenales…
A. Edward Peters ofreció una respuesta competente, según él “los cuatro cardenales, si bien recibirían alegremente una respuesta del Papa, se contentarían probablemente con haber elevado algunas cuestiones vitales anticipándose al día en que sea posible que éstas sean finalmente respondidas. Pero ciertamente podrían ejercer su oficio episcopal como maestros de la fe (can. 375) y proponer respuestas basadas en su propia autoridad. De hecho, creo que son hombres preparados para aceptar incluso el escarnio y sufrir la incomprensión y malinterpretación de sus acciones y motivaciones”.Recuerdo que San Pío X urgió: «¡Sean fuertes! No debemos ceder donde no debemos ceder. Debemos luchar, sin vacilaciones, pero con coraje; no en secreto sino en público, no tras puertas cerradas sino a la vista de todos». Hoy, como ayer (cf. Rm 12,2), la confrontación intra-eclesial es entre católicos y neo-modernistas: aquellos que hablan de conservadores y progresistas reducen la vida de la Iglesia a política. Los cardenales han actuado de manera eclesial, no política. Por lo tanto, ¿quién tiene miedo a una disputa teológica en la Iglesia, conducida con mansedumbre y humildad, como lo desea Jesús? Rafael pintó aquel famoso Disputa sobre el Sacramento. El Magisterio se beneficiaría con ella.
Q. ¿Y cuáles cree que podrían ser las consecuencias últimas de esta situación, de no resolverse?
A. Se ha dicho, por parte de clero más acreditado, que estamos ante la presencia de un cisma incipiente: un pensamiento no católico ha entrado en la Iglesia Católica, un pensamiento que considera la misa solo como un banquete en lugar de un sacrificio, el matrimonio como un acto humano y no un sacramento indisoluble, y hablar de pecado y gracia quedaron obsoletos, un pensamiento que predica moral y misericordia independientes de la conversión y la penitencia, etcétera. ¿No es una manera de liquidar la Iglesia? La tarea de la Iglesia en el mundo es la victoria sobre el mal y la muerte; no debemos temer primeramente a los que pueden matar el cuerpo, sino a los que condenan las almas al castigo eterno.
Alberto Carosa
(Traducido por Marilina Manteiga. Artículo original)