Anterior Nuncio papal: el Papa Francisco sabía sobre McCarrick, y “lo ha encubierto a ultranza”

En una declaración pública de once páginas, el arzobispo Carlo Maria Viganó, anterior nuncio en los Estados Unidos, realizó declaraciones explosivas sobre el conocimiento y complicidad del Papa Francisco, así como de los cardenales Wuerl, Sodano, Bertone, y Parolín, en relación con los abusos del cardenal Theodore McCarrick.

Viganó afirma que el papa Benedicto XVI había impuesto sanciones sobre el cardenal McCarrick “similares a las que ahora le impone a él el papa Francisco”. Según Diane Montagna, de LifeSiteNews, quien facilitó una traducción al inglés de la declaración de Viganó reportada el 25 de agosto (del cual se extraen todos los fragmentos siguientes en el presente artículo), “Viganó habló personalmente con Francisco, tras ser elegido en 2013, sobre la gravedad de los abusos de McCarrick.

Sabiendo que poco tiempo después de su elección el Papa había sido informado sobre las malas acciones de McCarrick, Viganó dio un paso sin precedentes solicitando su renuncia. “Y aunque sabía que [McCarrick] era un corrupto”, dice Viganó, el Papa “lo ha encubierto a ultranza.

Montagna escribe que el ex nuncio afirma que a pesar de sus advertencias,

“Francisco “continuó protegiéndolo” y no solo no “tuvo en cuenta las sanciones que el papa Benedicto le había impuesto” sino que incluso hizo de McCarrick “su asesor de confianza”, quien lo ayudó a nombrar a varios obispos en los Estados Unidos, incluyendo a los cardenales Blase Cupich de Chicago y Joseph Tobin de Newark.

El arzobispo Viganó también implica al cardenal Sodano, Bertone y Parolin en el encubrimiento, e insiste en que otros cardenales y obispos sabían, incluyendo el cardenal Donald Wuerl, sucesor de  McCarrick como arzobispo de Washington D.C.

“Yo mismo abordé en más de un ocasión este tema con el cardenal Wuerl, y no tuve necesidad de entrar en detalles porque tuve claro que estaba totalmente al corriente del caso,” escribe. “Sus declaraciones recientes [del cardenal Wuerl], en las que afirma no haber sabido nunca nada, aunque al principio hace astutamente referencia a las indemnizaciones a las dos víctimas, son totalmente ridículas. El cardenal miente descaradamente.”

“El cardenal Wuerl, además, consciente de los continuos abusos cometidos por el cardenal McCarrick y de las sanciones que le había impuesto el Papa Benedicto, transgrediendo la orden del Papa le había permitido residir en un seminario de Washington D.C., poniendo en peligro a otros seminaristas,” atestigua.

Mencionando su edad avanzada y los dictados de su consciencia, Viganó cree estar obligado a revelar la verdad sobre este asunto porque “la corrupción ha alcanzado la cima de la jerarquía eclesiástica.” El ex nuncio escribe:

“Para devolver la belleza de la santidad al rostro de la Esposa de Cristo, terriblemente desfigurado por tantos delitos abominables, y si queremos sacar de verdad a la Iglesia de la fétida ciénaga en la que ha caído, tenemos que tener la valentía de derribar esta cultura de omertá y confesar públicamente las verdades que hemos mantenido ocultas. Es necesario derribar el muro de omertá con el que los obispos y sacerdotes se han protegido a ellos mismos en detrimento de sus fieles; omertá que, a los ojos del mundo, corre el riesgo de hacer aparecer a la Iglesia como un secta, omertá no muy distinta de la que encontramos vigente en la mafia. “Lo que digáis en la oscuridad… se pregonará desde la azotea.”

Viganó afirma que en diciembre 2006, como Delegado para las Representaciones Pontificias, escribió una nota sobre documentos relacionados con las actividades ilícitas de McCarrick. Le expuse «a mis superiores,” dice Viganó, “el cardenal Tarcisio Bertone y el sustituto Leonardo Sandri, que los hechos atribuidos a McCarrick por (el padre Gregory) Littleton (of Charlotte, Carolina del Norte) eran tan graves y abominables que provocaban en el lector desconcierto, repugnancia, profunda pena y amargura. Dichos hechos configuraban crímenes de captación; incitación a actos obscenos de seminaristas y sacerdotes, repetidos y simultáneos con más personas; escarnio de un joven seminarista que se resistió a las seducciones del arzobispo en presencia de otros dos sacerdotes; absolución del cómplice en los actos obscenos; celebración sacrílega de la Eucaristía con los mismos sacerdotes tras haber cometido dichos actos.”

Viganó dice que terminó su nota repitiendo a sus superiores que “yo consideraba que había que intervenir lo antes posible quitando el capelo cardenalicio al cardenal McCarrick e imponiéndole las sanciones que establecía el Código de Derecho Canónico, que preveían también la reducción al estado laical.”

Viganó dice que el papa Benedito impuso sanciones sobre McCarrick, indicándole que abandone el seminario en el que vivía, se le prohibía ofrecer misa públicamente o participar en reuniones públicas, se le prohibía dar charlas y viajar, y se le instruía a llevar una vida de oración y penitencia — restricciones que le fueron comunicadas a McCarrick a través del nuncio papal en los Estados Unidos, Pietro Sambi.

Respecto al conocimiento del cardenal Wuerl sobre su predecesor, Viganó afirma que abordó “este tema” personalmente con él en “más de una ocasión,” y que “no tuve necesidad de entrar en detalles porque tuve claro que estaba totalmente al corriente del caso.” Respecto a las declaraciones recientes de Wuerl, de que ignoraba las actividades ilícitas de McCarrick, Viganó las llamó “totalmente ridículas.” “El cardenal miente descaradamente y, además, induce a la mentira a su canciller, Mons. Antonicelli,” sostiene Viganó.

Viganó también dice que su “consciencia le obliga” revelar hechos que ha “vivido en primera persona” respecto al conocimiento del papa Francisco sobre el asunto de McCarrick — hechos que “tienen un significado dramático y que, como obispo que comparte la responsabilidad colegial de todos los obispos hacia la Iglesia universal, no me permiten callar, y que aquí afirmo, dispuesto a confirmarlos bajo juramento llamando a Dios como mi testigo”.

Al relatar una historia en la que habló con Francisco en audiencia privada poco tiempo después de su elección, Viganó dice:

“El Papa me preguntó con tono muy cordial: “¿Cómo es el cardenal McCarrick?”. Le respondí con total franqueza y, si lo desean, con mucha ingenuidad: “Santo Padre, no sé si usted conoce al cardenal McCarrick, pero si le pregunta a la Congregación para los Obispos, hay un dossier así de grande sobre él. Ha corrompido a generaciones de seminaristas y sacerdotes, y el Papa Benedicto le ha impuesto retirarse a una vida de oración y penitencia”. El Papa no hizo el más mínimo comentario a mis graves palabras y su rostro no mostró ninguna expresión de sorpresa, como si ya conociera la situación desde hace tiempo, y cambió enseguida de tema.

Pero, entonces, ¿con qué fin el Papa me había hecho esa pregunta: “Cómo es el cardenal McCarrick”? Evidentemente, quería saber si yo era aliado o no de McCarrick.”

Viganó prosigue:

Era evidente que a partir de la elección del Papa Francisco,  McCarrick, liberado de cualquier obligación, se sentía libre de viajar continuamente, dar conferencias y entrevistas. En un juego de equipo con el cardenal Rodríguez Maradiaga, se había convertido en el kingmaker [hacedor de reyes] de los nombramientos en la Curia y en los Estados Unidos, y en el consejero más escuchado en el Vaticano para las relaciones con la administración Obama. Se explica así que, como miembros de la Congregación para los Obispos, el Papa sustituyera al cardenal Burke con Wuerl y nombrara de inmediato a Cupich, al que también hizo cardenal. Con dichos nombramientos, la Nunciatura de Washington estaba fuera de juego en relación al nombramientos de los obispos.”

[…]

El comportamiento del Papa tampoco ha sido distinto en el triste caso de McCarrick. Sabía, por lo menos desde el 23 de junio de 2013, que McCarrick era un depredador en serie. Y aunque sabía que era un corrupto, lo ha encubierto a ultranza; es más, ha hecho suyos los consejos que McCarrick le daba, y que no estaban  ciertamente inspirados por sanas intenciones y por su amor a la Iglesia. Sólo cuando se ha visto obligado por la denuncia de un menor, y siempre en función del aplauso de los medios de comunicación, ha tomado medidas [respecto a McCarrick]  para, así, salvaguardar su imagen mediática.”

Viganó dice que en los EE.UU. “se eleva ahora una única voz, procedente sobre todo de los fieles laicos, a los que últimamente se han unido algunos obispos y sacerdotes, que pide que todos los que han encubierto con su silencio el comportamiento criminal de McCarrick, o que se han servido de él para hacer carrera o promover sus intenciones, ambiciones o su poder en la Iglesia, tienen que presentar su dimisión.

Para ratificarlo, Viganó cita al mismo Papa:

“El Papa Francisco, en el Ángelus del domingo 12 de agosto de 2018 ha pronunciado estas palabras: “Cada uno es culpable del bien que podía hacer y no ha hecho… Si no nos oponemos al mal, lo alimentamos de manera tácita. Es necesario intervenir donde el mal se difunde; porque el mal se difunde donde faltan cristianos valientes que se opongan con el bien”. Si esta, justamente, hay que considerarla una grave responsabilidad moral para cada fiel, es aún más grave para el supremo pastor de la Iglesia que, en el caso de McCarrick, no sólo no se ha opuesto al mal, sino que se ha asociado para llevar a cabo el mal con quien sabía que estaba profundamente corrompido, ha seguido los consejos de quien sabía que era un perverso, multiplicando así de manera exponencial, con su autoridad suprema, el mal actuado por McCarrick. ¡Y a cuántos malos pastores Francisco sigue apoyando en su acción de destrucción de la Iglesia!

Francisco está abdicando del mandato que Cristo dio a Pedro de confirmar a sus hermanos. Es más, con acción los ha dividido, los induce en error, anima a los lobos a seguir destrozando a las ovejas de la grey de Cristo.

En este momento extremamente dramático para la Iglesia universal tiene que reconocer sus errores y, en coherencia con el proclamado principio de tolerancia cero, el Papa Francisco tiene que ser el primero en dar ejemplo a los cardenales y obispos que han encubierto los abusos de McCarrick y tiene que dimitir con todos ellos.” [Las negritas son nuestras]

Muchos otros nombres de la alta jerarquía eclesiástica mencionados por Viganó, que sabían de los abusos de McCarrick, están mencionados en la declaración, incluyendo al obispo Paul Bootkoski de Metuchen, al arzobispo John Myers de Newark, y a los cardenales Pietro Parolin, Leonardo Sandri, Fernando Filoni, and Angelo Becciu.

Por favor lea la declaración completa provista por LifeSiteNews aquí para información más detallada. (N. de la Redacción: Puede leer una traducción al español realizada por Infovaticana)

Steve Skojec

(Traducido por Marilina Manteiga. Artículo original)

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