I. Radiografía: autor, cardenal Gehrard Müller
El prefecto emérito de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en una entrevista con el Catholic World Report hace sonar una alarma ante los intentos de convertir la Iglesia al mundo, en vez de tratar de convertir el mundo a Dios.
El entrevistador señala que desde 2014 ha habido en la Iglesia una serie continua de conflictos y tensiones que involucran a muchos obispos alemanes. Y le pregunta al Cardenal cuál es el trasfondo de este fenómeno.
«Un grupo de obispos alemanes, con su presidente (de la Conferencia Episcopal) a la cabeza se ven como los que definen la tendencia de la Iglesia Católica en la marcha hacia la modernidad. Consideran la secularización y la descristianización de Europa como una evolución irreversible. Así, todas las doctrinas de la fe que se oponen a la corriente principal, al consenso de la sociedad, deben ser reformadas.
«Una consecuencia de esto es la petición de dar la Sagrada Comunión a las personas que no tienen la fe católica, y también para aquellos católicos que no están en estado de gracia santificante.
«También en la agenda están: la bendición de parejas del mismo sexo, la intercomunión con los protestantes, la relativización de la indisolubilidad del matrimonio sacramental, la introducción de viri probati con la abolición del celibato sacerdotal, la aprobación de las relaciones antes y fuera del matrimonio. Estos son los objetivos, y para alcanzarlos están dispuestos a aceptar la división en la conferencia episcopal.
«Los fieles que toman en serio la doctrina católica y la profesión de la fe católica son marcados como conservadores y expulsados de la Iglesia católica, expuestos a la campaña difamatoria de los medios liberales y anticatólicos.
«Para muchos obispos, la verdad de la Revelación y de la profesión de fe católica son sólo una variable más en las políticas de poder dentro de la Iglesia. Algunos de ellos citan acuerdos individuales con Francisco y piensan que sus declaraciones en entrevistas con periodistas y figuras públicas, que son cualquier cosa menos católicos, ofrecen una excusa para diluir la verdad definida infalible, el dogma. Para decirlo sin rodeos, enfrentamos un clamoroso proceso de protestantización.
«Hoy, para muchas personas, ser aceptado por los medios es más importante que la verdad, por la que también debemos sufrir. Pedro y Pablo sufrieron el martirio por Cristo en Roma, el centro del poder en aquellos días. No fueron celebrados por los gobernantes de este mundo como héroes, sino más bien se burlaron de Cristo en la cruz. Nunca debemos olvidar la dimensión martirológica del ministerio petrino y del oficio episcopal”.[1]
II. La herejía modernista
Etimológicamente, modernismo significa un amor exagerado por lo moderno, un enamoramiento de las ideas modernas, el abuso de lo moderno.[2]
El modernismo antes que una herejía, es un conjunto de herejías nacidas en el seno de la Iglesia bajo el influjo de la filosofía y de la crítica moderna con la pretensión de «elevar y salvar la religión y la Iglesia católica por medio de una renovación radical».
Origen remoto del modernismo:
1) la revolución protestante. El grito de Lutero significó un mojón capital en este proceso de la modernidad. Lutero es el rechazo de Roma, el rechazo de la constitución jerárquica de la Iglesia. Se seguía aceptando a Dios y también a Cristo, como Verbo encarnado que era, pero se tomaba distancia de la esposa de Cristo, su amada Iglesia.[3]
2) la Iluminación. El segundo hito en este proceso de apartamiento lo marca la Revolución francesa y la cosmovisión por ella sustentada. Vemos la Revolución Francesa como obra de la masonería, como la exaltación de la razón: en otras palabras, vemos al hombre rechazar a Dios, para erigirse en su propio dueño y ser enteramente independiente.
3) los «teólogos» de principios del siglo XX.
El modernismo no surgió de pronto, tampoco fue un hecho aislado en la historia de la Iglesia. Fue una parte integral de la gran lucha de la Iglesia contra aquellos que buscaban adaptar las enseñanzas y formas de ser de la Iglesia a las ideas y regímenes políticos derivados de la Ilustración y la Revolución Francesa.
Las condenas del indiferentismo de Lamennais (1834) y otros, el cúmulo de errores recogidos en el Sillabus de Pío IX (1864) son las etapas del error y los síntomas de la tempestad que se venía para la Iglesia. La nueva herejía se maduró en Francia, y a pesar de las condenas pontificias el modernismo pudo difundirse y organizarse especialmente con Loisy, en Inglaterra con Tyrrell, en Italia con Buonaiuti, Murri, Minocchi, y en algunos ambientes católicos alemanes, con una amplitud y penetración cada vez más preocupantes.[4]
Por su propia naturaleza, el modernismo -la síntesis de todas las herejías– según el Papa San Pío X, es difícil de definir porque no tiene un credo oficial. Por esta razón, es como clavar gelatina en una pared.
La táctica de los modernistas, «táctica, a la verdad, la más insidiosa, consiste en no exponer jamás sus doctrinas de un modo metódico y en su conjunto, sino dándolas en cierto modo por fragmentos y esparcidas acá y allá, lo cual contribuye a que se les juzgue fluctuantes e indecisos en sus ideas, cuando en realidad éstas son perfectamente fijas y consistentes; ante todo, importa presentar en este lugar esas mismas doctrinas en un conjunto, y hacer ver el enlace lógico que las une entre sí, reservándonos indicar después las causas de los errores y prescribir los remedios más adecuados para cortar el mal».[5]
M. Loisy ideólogo del modernismo, hace prácticamente la misma afirmación cuando escribe que toda la teología católica, incluso en sus principios fundamentales, la filosofía general de la religión, la ley divina y las leyes que gobiernan nuestro conocimiento de Dios, debe juzgarse ante este nuevo tribunal.[6]
La misión de los modernistas, según Tyrell, era de golpear y golpear la vieja carcasa de la Iglesia Romana.[7]
«Los modernistas confesos forman un grupo bastante definido de hombres pensantes unidos en el deseo común de adaptar el catolicismo a las necesidades intelectuales, morales y sociales de hoy».[8]
El modernismo es una amalgama de catolicismo verbal y racionalismo naturalista, basado en tres falsos sistemas: 1) Agnosticismo (del kantismo), que combina el subjetivismo, fenomenismo y relativismo, rebajando el valor del conocimiento racional. 2) Inmanentismo, según el cual la conciencia humana lleva virtualmente en sí misma toda verdad, aun la divina, que se desarrolla bajo el estímulo del sentido religioso (de la doctrina de Kant y de Schleiermacher. 3) Evolucionismo radical, según el cual la verdadera realidad no es el ser, sino el devenir dentro y fuera del hombre (de Hegel aun más de Bergson).[9]
Ellos niegan: 1) La divina inspiración e infalibilidad de las Sagradas Escrituras; 2) que el hombre haya sido creado a imagen de Dios; 3) que pueda haber milagros; 4) el nacimiento virginal de Cristo; 5) la divinidad de Cristo; 6) el carácter expiatorio de su muerte; 7) su resurrección histórica. De esa manera descienden hasta el agnosticismo y al ateísmo.
Dijo el abate Cavallanti: El modernismo es moderno en un falso sentido de la palabra, es un estado de conciencia mórbida entre los católicos, y especialmente entre los católicos jóvenes, que profesan múltiples ideales, opiniones y tendencias. De vez en cuando estas tendencias se transforman en sistemas, que deben renovar las bases y la superestructura de la sociedad, la política, la filosofía, la teología, de la Iglesia misma y de la religión cristiana.
La ardua tarea de desenmascarar la herejía le tocó a Pío X y, hecho casi único en la historia de la Iglesia, el modernismo se desplomó sobre sí mismo casi inmediatamente. La primera intervención de Pío X fue el decreto del Santo Oficio Lamentabili del 3 de julio de 1907, que sintetiza en 65 artículos los nuevos errores. El decreto se convirtió en condena solemne con la encíclica Pascendi del 8 de septiembre del mismo año. La encíclica, con gran sorpresa de los fautores mismos del modernismo, condensó la síntesis lógica de sus principios con una «exposición magistral y una crítica magnífica» (G. Gentile). Finalmente, para evitar todo compromiso y ambigüedad en la esfera de la enseñanza y de la disciplina eclesiástica, Pío X con el motu proprio «Sacrorum Antistitum» del 1º de septiembre de 1910, remitiéndose expresamente a los dos documentos precedentes, publicaba la fórmula del «juramento antimodernista», que presenta a un mismo tiempo los puntos firmes de la doctrina católica y los principales errores del modernismo que la querían quebrar.[10]
«Si San Pío X no hubiera fulminado con la herejía modernista, el mundo habría marchado rápidamente hacia el panteísmo y el ateísmo. Como resultado, toda la acción del comunismo en toda la tierra no habría encontrado los enormes obstáculos que hizo.
«La condena del modernismo fue, por lo tanto, un evento histórico tan importante como la victoria en Lepanto. Así, [al canonizar a San Pío X], Pío XII debe ser eternamente recordado por la humanidad, ya que nos ha dado a un gran santo como modelo y protector».[11]
III. Progresismo: el modernismo militante
1) En la Liturgia. Para los modernistas, la liturgia se trata principalmente de sentimentalismo y no de adoración.
2) «Evolución del dogma». La hermenéutica de la discontinuidad, por lo que los modernistas de hoy consideran todo lo anterior al Vaticano II como obsoleto.
3) Interpretación de la Sagrada Escritura. Por ejemplo el Cardenal Kasper, quien niega abiertamente la historicidad de los milagros de Cristo.
Los autores del error ya no deben buscarse entre los enemigos declarados, sino que, es lo que da una suma pena y temor, se esconden en el mismo seno de la Iglesia.[12]
El viejo anhelo modernista de salvar el mundo sin Dios, reaparece en el progresismo, ergo, el progresismo lucha contra el Estado “totalitario” español, porque reconoce en Dios el Salvador. En cambio no lucha contra el Estado totalitario soviético, porque aquél quiere el mundo sin Dios.[13]
La herejía que nació bajo el nombre de modernismo, tenía la finalidad de infiltrar la Iglesia; hacer que sus adeptos llegasen a los puestos de la Jerarquía de la Iglesia; y así modificarla en el sentido herético: no de fuera hacia adentro, sino desde dentro de ella misma, es decir, en nombre de la Iglesia, ocupando puestos de dirección, para así transformarla en el sentido heretizante.
Las ideas de los adeptos de ese herejía modernista llevarían a la Iglesia, en el campo social, a una posición francamente socialista, con tendencia comunista.
Esos males fueron vistos por el Santo Pontífice con una mirada angélicamente límpida, que lo llevó a fulminar la herejía modernista en viarios documentos, de los cuales, sin duda alguna, el más famoso fue la encíclica Pascendi.[14]
Jacques Maritain sostenía que el modernismo combatido por «San Pío X no era más que un modesto resfriadillo» ante el de nuestros días.[15]
Llamóse progresismo católico a la unión con fines políticos de comunistas y católicos, en el que se dan la mano dos doctrinas y una política: las doctrinas son: el personalismo ético y el humanismo cristiano: la política (que también es doctrina ) es el comunismo. Las doctrinas son teóricas, la política es práctica; de modo que la política, a sabiendas, se ha dado en instrumentar las doctrinas para sus fines particulares. La política instrumentante, el comunismo, es tenaz, astuta y fanática; es la que ha dado forma a todo el progresismo moderno, y pone a su servicio innumerables idiotas-útiles, laicos y clérigos.
El progresismo nos invita a quebrar toda oposición con el error, ya se trate de la masonería, el comunismo, protestantismo; el católico debe dialogar, comprender… y jamás ver un error.
El progresismo ha buscado su coherencia doctrinal en el modernismo, que le permitía acercarse más al comunismo marxista. Ha habido una simbiosis, un encuentro «fraterno» entre estos cristianos y el marxismo.
El catolicismo, asido del andamiaje doctrinal del modernismo, esconde avergonzado la verdad; reniega y calla la Verdad que es Cristo, reniega de la obra de Cristo en el mundo, reniega de la civilización cristiana, para hacerse perdonar, por la insolencia del mundo, su condición de cristiano. [16]
Si los errores modernistas se han extendido y son avalados y hasta promovidos por las autoridades más altas de la Iglesia, como una mancha de aceite sobre la Verdadera Fe, causando daños espantosos a las almas, ha sido en parte porque los principios y condenaciones de la encíclica Pascendi han sido olvidados. Durante el medio siglo precedente, desde la conclusión del «Concilio Vaticano II», este conjunto de herejías, ha esparcido y prosigue esparciendo el veneno de la muerte en los seminarios, en las parroquias, en las asociaciones eclesiales.
En esta situación -escribía el Padre Miguel Poradowski- lo único que nos queda para evitar el envenenamiento del pensamiento cristiano por el marxismo, tanto del clero, como de los fieles, es denunciar concretamente la presencia del marxismo en la teología para que cada persona de buena voluntad, es decir todo cristiano que realmente desee conocer la auténtica doctrina de Cristo y la verdadera enseñanza de la Iglesia, pueda distinguir el trigo de la cizaña, la verdad de la mentira.[17]
Mientras que Jesús fue amable con los pecadores y con los que se habían extraviado, no respetó sus falsas ideas, por más sinceras que pudieran parecer. Él los amaba a todos, pero los instruyó para convertirlos y salvarlos.[18]
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[1] https://www.accionfamilia.org/crisis-de-la-iglesia/cardenal-muller-es-la-protestantizacion-de-la-iglesia/
[2] GAUDAUD, Abate, La Foi catholique, I, 1908, p.248.
[3] SÁENZ S.J., P. ALFREDO, La realeza de Crsto y la apostasía del mundo moderno.
[4] Cf.: FABRO, CORNELIO, Enciclopedia Cattolica.
[5] SAN PIO X, Pascendi, 3.
[6] LOISY, Simples réflexions.
[7] Carta del 28 de Noviembre de 1907, ibid., pág. 78.
[8] LOISY, Simples réflexions.
[9] Cf.: PARENTE, PIETRO, Diccionario de teología dogmática.
[10] FABRO, CORNELIO, Enciclopedia Cattolica.
[11] CORREA DE OLIVEIRA, Prof. PLINIO, O cinqüentenário da Pascendi, Catolicismo, septiembre 1957.
[12] SAN PIO X, Pascendi, 1.
[13] Cf.: GARCÍA VIEYRA O.P., Fray ALBERTO, Modernismo y progresismo.
[14] CORREA DE OLIVEIRA, Prof. PLINIO, Entrevista concedida a una radio de Brasil, en 1990.
[15] MARITAIN, JACQUES, El Campesino de Garona, p. 31.
[16] Cf.: GARCÍA VIEYRA O.P., Fray ALBERTO, Modernismo y progresismo.
[17] El marxismo en la teología.
[18] SAN PIO X.