“Así será mi Palabra que sale de mi boca”

En el Evangelio del Domingo de Sexagésima (Lc 8, 4-15) leemos cómo acudió a Jesús una muchedumbre y Él comenzó a enseñarle en parábolas. San Mateo precisa que estaba junto al mar de Galilea y se subió a una barca para hablarles desde ella (cfr. Mt 13, 1ss). Más tarde, en la explicación que da a sus discípulos, el mismo Jesús se identifica con ese sembrador que esparce la buena semilla de la Palabra de Dios y reduce a cuatro grupos las diversas actitudes de los oyentes.

  • Los tres primeros son los que reciben la palabra de Dios y no la quieren aceptar. Hay quien escucha superficialmente la Palabra y ésta no echa raíces en su interior; Hay quien la acoge en un primer momento pero lo pierde todo o bien porque sucumbe en el momento de la tentación o la prueba o bien porque se deja llevar por los afanes, riquezas y placeres de la vida;
  • El último grupo, los que reciben en tierra buena la simiente, es decir, la acogen con un corazón noble y generoso, dan, también según sus disposiciones, más o menos fruto, aunque siempre abundante.

En todos los casos, la calidad de la semilla es igual, es una semilla divina, la misma Palabra de Dios que tiene una eficacia poderosa y fecunda porque realiza la salvación que anuncia: «Como bajan la lluvia y la nieve desde el cielo, | y no vuelven allá sino después de empapar la tierra, | de fecundarla y hacerla germinar, | para que dé semilla al sembrador | y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca: | no volverá a mí vacía, | sino que cumplirá mi deseo | y llevará a cabo mi encargo» (Is 55, 10-11). Aunque la eficacia inmediata de la lluvia no es perceptible, sin embargo, a la larga da semilla para sembrar y pan para comer; así la palabra divina no vuelve vacía, sino fructifica, plasmando sus designios de salvación. La imagen parece ser la de un subordinado que sale a cumplir una misión y vuelve a su superior a comunicar que se ha cumplido la misión[1].

La palabra de Dios jamás dejará de dar fruto porque está dotada de fertilidad sobrenatural. El fruto depende, por tanto, de la calidad del terreno en el que la semilla es sembrada. En el último caso de los que habla la parábola, la semilla de la Palabra de Dios da un fruto abundante porque se siembra en un terreno con capacidad de dar fruto. Y uno de los motivos que no podemos olvidar es el transcurso del tiempo: el fruto abundante requiere maduración, que las estaciones sigan su curso, que llegue el momento de la cosecha… Dios nos atrae hacia Él con la verdad y la bondad de su Hijo encarnado y espera pacientemente nuestra respuesta.

II. Esta consideración nos lleva a recordar el valor del tiempo en nuestra vida cristiana. Mientras estamos en el mundo tenemos un tiempo del que disponemos para dar esos frutos que Dios espera de nosotros y así ganar el Cielo. No somos dueños, sino administradores de unos bienes de los que hemos de dar cuenta y que hemos recibido como la semilla llamada a dar fruto abundante. Por eso hemos de aprovechar cada instante de nuestra vida para ganar en el amor y en el servicio a Dios.

II.1. Aprovechar el tiempo es llevar a cabo lo que Dios quiere que hagamos en cada momento. Aprovechar el tiempo es vivir con plenitud el momento actual, poniendo la cabeza y el corazón en lo que hacemos, sin preocuparnos excesivamente por el pasado, sin inquietarnos demasiado por el futuro. El Señor quiere que vivamos y santifiquemos el momento presente, cumpliendo con responsabilidad ese deber que corresponde al instante que vivimos y librándonos de preocupaciones inútiles por el futuro: «no os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio» (Mt 6, 34).

II.2. Nuestra vida es corta y bien limitada en el tiempo. Aunque sea más o menos larga, nuestra vida es breve en una perspectiva de eternidad. Dentro de un tiempo que no conocemos, nos encontraremos cara a cara con Dios.

El Señor vendrá a llamarnos, a pedirnos cuenta de los bienes que sembró en nosotros para que dieran fruto abundante: la inteligencia, la salud, los bienes materiales, la capacidad de amistad, la posibilidad de hacer felices a quienes nos rodean… Aferrarse a lo de aquí abajo, olvidar que nuestro fin es el Cielo, nos llevaría a desenfocar nuestra vida, a vivir en la más completa necedad. Por el contrario, procurando la santificación propia en las diversas circunstancias en que vivimos y con el buen uso de los bienes materiales podemos darle a nuestra vida su verdadero sentido.

Dios cuenta con el buen uso de la libertad y la personal correspondencia de cada uno de nosotros. Espera que seamos un buen terreno que acoja su palabra y dé frutos. Examinemos si estamos correspondiendo a las gracias que el Señor nos está dando continuamente. Y para ello acudimos a los méritos y la intercesión de la Virgen María, que acogió a la Palabra de Dios en sus entrañas purísimas, la meditaba en su corazón y siempre dio fruto abundante.

«Dios, que ves cómo no confiamos en nuestras obras, concédenos propicio que contra toda adversidad nos defienda la protección del Doctor de las gentes. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén»[2].


[1] Cfr. Maximiliano GARCÍA CORDERO, Biblia comentada, vol. 3, Libros proféticos, Madrid: BAC, 1961, 337-338.

[2] Domingo de Sexagésima, oración: Eloíno NÁCAR FUSTER; Alberto COLUNGA, Misal ritual latino-español y devocionario, Barcelona: Editorial Vallés, 1959, 169.

Padre Ángel David Martín Rubio
Padre Ángel David Martín Rubiohttp://desdemicampanario.es/
Nacido en Castuera (1969). Ordenado sacerdote en Cáceres (1997). Además de los Estudios Eclesiásticos, es licenciado en Geografía e Historia, en Historia de la Iglesia y en Derecho Canónico y Doctor por la Universidad San Pablo-CEU. Ha sido profesor en la Universidad San Pablo-CEU y en la Universidad Pontificia de Salamanca. Actualmente es deán presidente del Cabildo Catedral de la Diócesis de Coria-Cáceres, vicario judicial, capellán y profesor en el Seminario Diocesano y en el Instituto Superior de Ciencias Religiosas Virgen de Guadalupe. Autor de varios libros y numerosos artículos, buena parte de ellos dedicados a la pérdida de vidas humanas como consecuencia de la Guerra Civil española y de la persecución religiosa. Interviene en jornadas de estudio y medios de comunicación. Coordina las actividades del "Foro Historia en Libertad" y el portal "Desde mi campanario"

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