1En los primeros libros de la Biblia, nunca debemos olvidar que Dios quiere enseñar verdades fundamentales por medio de imágenes y metáforas que constituían el clima cultural de la época y del lugar.
Para entender este acontecimiento de Babel hay que recurrir a la clara actitud manifestada por los hombres y a la respuesta inmediata de Dios.
Dice el Génesis respecto a la postura humana:
«Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cumbre llegue hasta el cielo; hagámonos un monumento para que no nos dispersemos sobre la superficie de toda la tierra» (11, 4).
Era la voluntad de Dios que se dispersasen y repoblasen la tierra, como lo había mandado a Noé (Gén. 9, 1). Pero revivió en ellos el espíritu de Caín, la rebeldía contra Dios, que siempre cunde en el mundo (cf. Judas v. 11). Eran inventores y progresistas, como el hombre moderno, que los imita en la construcción de torres babilónicas, en sentido técnico y más aún en sentido ideológico. En lugar de cumplir la voluntad divina edificaron una ciudad monstruosa, en la cual levantaron, como símbolo de su unidad espiritual, un templo, pues las torres babilónicas eran a su vez santuarios, en cuya cumbre había un templo o por lo menos un altar.
Los ángeles rebeldes se bañaron también en el resplandor de Dios. Tuvieron un entendimiento sin par que abarcaba todo conocimiento. Podían moverse por el espacio con la velocidad de la luz. Podían hacer lo que quisieran con el poder que Dios había puesto a su disposición. A pesar del sentido común de que estaba dotaba su inteligencia, creyeron realmente que tenían una posición particular, que podían afirmarse frente a Dios, obviaron su total dependencia de Él, y esta incomprensión se convirtió en orgullo.
La postura de independencia frente a Dios es lo que constituye el orgullo.
La soberbia, dice San Agustín, confundió las lenguas.
Se nota tanto la arrogancia de quienes quieren llegar a los cielos como si fueran dioses, como la vanidad de querer dejar a un lado los designios divinos, para crear sus propios itinerarios lejos de Dios, y llega espontánea la respuesta divina:
«Pero Yahvé descendió a ver la ciudad y la torre que estaban construyendo los hijos de los hombres. Y dijo Yahvé: “He aquí que son un solo pueblo y tienen todos una misma lengua. ¡Y esto es sólo el comienzo de sus obras! Ahora, nada les impedirá realizar sus propósitos. Ea, pues, descendamos, y confundamos allí mismo su lengua, de modo que no entienda uno el habla del otro.” Así los dispersó Yahvé de allí por la superficie de toda la tierra; y cesaron de edificar la ciudad» (Gén. 11, 5-8).
Se plantea con nitidez el asunto: la rebelión de los hombres, y la prueba de la absoluta potencia divina.
Las consecuencias de la separación de los pueblos y de la confusión de las lenguas repercuten hoy todavía en la humanidad, manifestándose en una desastrosa desunión intelectual, cultural y política y en los nacionalismos extremistas -cultivados más que nunca en nuestros días- como fruto de los cuales presenciamos la supresión de naciones enteras, la explotación de los pueblos pobres y, ante todo, las incesantes guerras, que nunca fueron tan crueles como en nuestro siglo, a pesar de las tan numerosas instituciones internacionales y humanitarias.[1]
El autor sagrado ve en los designios del hombre, algo demoníaco en contra de los designios divinos, así presenta a Dios descendiendo del Cielo para ver más de cerca, la pretensiosa obra de los hombres.
A Dios no le agrada que todos los hombres vivan unidos en esta ciudad y quiere la dispersión para poblar la tierra en todos sus continentes y por eso les va a confundir las lenguas, de modo que se vean obligados a tomar derroteros diferentes.
En el acto reprobativo de Dios hay una alusión implícita al orgullo de los constructores de la ciudad y de la torre, y por eso aparte de que desea favorecer la dispersión de las razas, quiere castigar dicho orgullo.
Los judíos pensaban que la diversidad de las lenguas había dado lugar a la diversidad de los pueblos, y era al revés. El autor sagrado recoge la explicación popular relativa al origen de la diversidad de lenguas, y la corrige, informándola de la doctrina monoteísta.
Los profetas nos hablan de la soberbia de la gran ciudad de Babilonia. Precisamente es este vacío que Dios menos puede soportar, y así el autor sagrado nos presenta el hecho de la diferenciación de las lenguas que divide a los pueblos y quebranta sus fuerzas, como castigo divino de su orgullo.
Desde san Gregorio de Niza, los autores católicos se han inclinado a ver aquí la confusión de los espíritus fruto del orgullo que los divide y los confunde. No hacía falta que se multiplicaran lenguas diversas, lo que se quiere dar a entender, es que los mismos que se hallaban antes tan unidos en sus propósitos, se separaron con diversos proyectos y deseos por los que tuvieron que ir cada uno por su parte a buscar nuevos derroteros.
2. A lo largo de estos años, hemos visto cómo se ha ido desarrollando un falso ecumenismo, así como la continua profanación de iglesias católicas y santuarios con cultos paganos, y la mezcla de la Verdadera Religión con las falsas religiones.
El Papa San Pío V enseña en su Catecismo, el Catecismo Romano – también conocido como el Catecismo del Concilio de Trento – que todas las religiones protestantes son falsas religiones, inspiradas por el diablo; y por lo tanto sus frutos son malos.
«La tolerancia igualitaria de todas las religiones es lo mismo que ateísmo».[2]
La equiparación de la Religión Verdadera de Jesucristo «al mismo nivel de las falsas religiones» es «ignominiosa».[3]
En la encíclica «Quanta Cura» y en el «Syllabus», el Papa Pío IX condenó la libertad religiosa según el enfoque liberal y masónico de la Revolución Francesa, que conduce al indiferentismo, la igualdad de todas las religiones, y la igualdad moral del hombre para elegir la religión que quiera.
El Papa Pío XI, en su carta encíclica Mortalium animos, afirma que ese espíritu ecuménico que busca la unión sobre la base de características comunes y no hacia la Única Iglesia fundada por Cristo es un resbaladero hacia el indiferentismo y el modernismo.
Asimismo el Papa Pío XII recogiendo la doctrina precedente: que todos los cristianos estamos llamados a restaurar ciertamente la unidad, pero sobre la única Iglesia fundada por nuestro Señor Jesucristo, firmó la Instructio de motione oecumenica (20-XII-1949), que establece esas bases de verdadero ecumenismo.
Desde 2014 se vienen dando pasos para efectuar un sínodo en Nicea el año 2025, en palabras del Patriarca ortodoxo Bartolomé I: Para celebrar juntos, después de 17 centurias, el primer sínodo verdaderamente ecuménico, con lo que Franciscus sienta las bases para que quien le suceda en la Cátedra petrina no tenga otra alternativa que verificarlo.
En este arco, debemos mencionar la impostura de los obispos de Chile, que rindieron culto público de adoración a deidades paganas Pachamama (Tierra), Tata Inti (sol) y a los Malkus (espíritus de las montañas), en la ceremonia de instalación del nuevo obispo de Arica.[4] Un acto sin lugar a dudas sincrético. Como sabemos el sincretismo es una ofensa a Dios, porque se pone al Dios verdadero a la altura de los ídolos, y la razón humana que busca la Verdad, sabe que no todas las religiones son iguales y que es injusto equiparar a la Verdad con el error.
Sin embargo también, debemos recordar que los obispos de Bolivia, han rehusado participar de las «ceremonias interconfesionales», que organiza el gobierno boliviano en las distintas efemérides -salvo la defección de un arzobispo. Es un ejemplo para otros episcopados, ya que «No podemos olvidar la trascendencia del Evangelio en relación con todas las culturas humanas en las cuales la fe cristiana está llamada a enraizarse y a desarrollarse según sus propias virtualidades. Por cuanto grande deba ser el respeto por todo lo que es verdadero y santo en la herencia cultural de un pueblo, una semejante actitud no exige que se tenga que atribuir un carácter absoluto a esta herencia. Nadie puedo olvidar que desde los orígenes, el evangelio ha sido “escándalo para los judíos necedad para los paganos” (1Cor 1, 23): la inculturación toma un préstamo la voz del “diálogo entre las religiones” no puede ser en modo alguno ocasión de sincretismo».[5]
Últimamente y con más frecuencia, para escándalo de los fieles, se vienen verificando ceremonias denominadas ecuménicas o interconfesionales; no solamente los llamados «encuentros de Asís», sino las verificadas en el corazón mismo de la catolicidad. Se han verificado ceremonias en el Vaticano, en las cuales se han escuchado lecturas del Corán y oraciones islámicas, y recientemente la escandalosa ceremonia anglicana en la Basílica de San Pedro.[6]
La profanación del santuario, el lugar santo de Dios, constituye un acto sacrílego y blasfemo de impiedad. Es precisamente por esta especie de pecado que Dios declara: «Por eso Yo también obraré con ira; no perdonará mi ojo, ni tendré piedad; y por más que griten a mis oídos en voz alta, no los escucharé» (Ez. 8, 18).
La idea que animaba a los constructores de la torre, consistía en crear no sólo un monumento, sino a la vez un centro idolátrico que les sirviese de lazo de unión. De ahí que Dios interviniera con tanta severidad.
Toda la furia del infierno será desatada sobre la tierra para intentar destronar a Cristo Rey e instalar a Satanás en Su lugar -será la culminación del «misterio de iniquidad» representado en la figura de la Torre de Babel – El «misterio apocalíptico de Babilonia»: la falsa «iglesia», la «iglesia de la herejía» y su «papa». Las antiguas persecuciones romanas palidecerán en comparación con los horrores que tendrán lugar en esta gran «tribulación» que Nuestro Señor anunció en el Santo Evangelio y Pío XII predijo estar muy cerca.[7]
Germán Mazuelo-Leytón
[1] STRAUBINGER, Mons. JUAN, comentario a Génesis 11.
[2] LEÓN XIII, Encíclica Immortale Dei.
[3] PAPA PIO XI, Encíclica Quas Primas, sobre Jesucristo Rey del Universo.
[4] http://www.accionfamilia.org/crisis-de-la-iglesia/culto-a-dioses-paganos-en-la-consagracion-de-un-obispo-chileno/
[5] Fe e inculturación, nº 14, Comisión teológica internacional.
[6] https://adelantelafe.com/se-consumo-escandalosa-ceremonia-anglicana-vaticano/
[7] Cf. KRAMER B.Ph., STB, M. Div., STL (Cand.), P. PAUL, El Tercer Secreto revela el gran castigo.