Estimado sì sì no no,
En estos días, un joven del instituto me ha pedido que le explique con palabras sencillas qué significa “ontología, ontológico”. Hemos hablado juntos, con ejemplos concretos, durante cerca de dos horas. Ha sido muy hermoso cortejar a la Verdad por parte de un anciano de 70 años y un chico de 17 años, que, como escribió Blaise Pascal en sus Pensamientos, es ya un hombre que busca: “el hombre es frágil como una caña, pero es una caña que piensa: debe aprender a pensar rectamente”.
Al final le he resumido todo, más o menos así: La “ontología” es el estudio del ente, del ser en cuanto tal. Toda cosa que existe, ante todo “es”: esto vale tanto para una piedrecita como para Dios. Obviamente, debe entenderse en sentido analógico y no unívoco. En la misma línea, nuestra fe católica auténtica, no es sentimiento o experiencia, como dicen errando los modernistas, no es un “fenómeno” externo, como enseñan los filósofos alemanes del estilo de Kant (el padre de todos los errores) y, más cerca de nosotros, Husserl. Nuestra fe católica es del todo ontológica, es decir, real, objetiva. ¿Quieres un ejemplo?
Dios es el Ser por excelencia, en su plenitud. La Trinidad, antes de ser relación de amor, es “Ser objetivo”, Jesús, el Hijo de Dios encarnado y hecho hombre, es real, objetivo, ontológico. El Catolicismo es en su esencia Fe y Gracia: como Fe, capta y profesa el Ser absoluto, Dios, Jesucristo, el Espíritu Santo, el Ser real, objetivo. Como Gracia es vida de Dios en nosotros. El Bautismo, la Eucaristía, realidades ontológicas y no solo rituales, realidades verdaderas, objetivas, nos traen a la Trinidad dentro de nosotros, a Jesucristo vivo dentro de nosotros.
El hombre, tras el Bautismo, es un ser ontológico nuevo, entretejido de cuerpo y alma, como hombre; pero elevado al orden (al ser) sobrenatural, a la participación en la Vida divina, que es Jesús vivo dentro de nosotros, realidad viva, objetiva, ontológica.
La diferencia entre católicos y modernistas (= los gnósticos) reside en esto: los modernistas se limitan a sentir, a ver, a percibir los “fenómenos”, las cosas que aparecen a primera vista y cambian; los católicos verdaderos captan el Ser de fondo. Cuando un sacerdote católico habla de la Realidad divina, dice: “Dios es…, Jesús es…” con todo lo que sigue (recordad el Catecismo de S. Pío X: “Dios es el Ser perfectísimo…”, “Jesús es el Hijo de Dios…”, y así sucesivamente). El sacerdote modernista usa a menudo el verbo percibir, experimentar, sentir. Sobre todo “percibir”: recordad el “esse est percipi” de Berkeley, para quien ser consiste en ser percibido, y cada uno percibe a su manera.
La vida cristiana-católica no es “estar en salida”, o peor, “en salida libre”, no es “ir a la periferia”, sino ir a estar en el Centro: el Centro que es la Trinidad en nosotros, Jesús vivo en nosotros: del todo objetivo, real, ontológico, que lo cambia todo, no solo en el actuar, sino en el ser, a su imagen.
Un ejemplo: cuando recibimos a Jesús Eucarístico, le recibimos verdaderamente a Él, en su Ser, en su Realidad objetiva, en su Sustancia; no solo por nuestro sentimiento, ni siquiera por nuestra efervescencia de fe. Jesús está ahí, en la Hostia, precisamente Él vivo y verdadero. Y Él nos hace suyos en el pensamiento, en el sentimiento, en el amar, en el actuar, pero antes que nada en el ser: nos convertimos y somos uno en Él.
Muchos sacerdotes de hoy, en cambio, “nos lo cuentan”: describen, dan percepciones, no captan el “ser”, la ontología de la vida cristiana-católica, y por esto, a menudo, muy a menudo ofrecen palabrería. Raramente o jamás dicen: “Dios es…”, “Jesús es…”, “La Misa, la Eucaristía es…”, sino “nosotros percibimos”. No les gustan las definiciones, prefieren las percepciones, las descripciones. Estos sacerdotes de hoy, de un aburrimiento único, tienen el “don” de volver antipático a Jesucristo, que es el más hermoso, el más simpático, el más fascinante de todos, y como Él otro no hay.
Esto es realismo, esto es el tomismo, esta es la Verdad. Conocer es conocer el ser, la Realidad. Creer es captar Realidades que nos superan y ascender a ser uno con esta Realidad: Dios, Jesucristo… la vida divina… Realidad que nos supera, pero que nos establece sobre la Roca del ser. Sto. Tomás de Aquino, sumo maestro de este discurso metafísico, ontológico, no quería ser tomista, sino ser realista, hacer, por tanto, “filosofía perenne”. Pero, dice una señora de la Urbe, que no ha ido ni a la Gregoriana, ni al Angelicum (por suerte), “hoy Sto. Tomás de Aquino ha sido sustituido por Congar… ¡te das cuenta!”.
Nosotros, entre tanto, no queremos palabrería, sino la Verdad. ¡Hasta pronto, estimado sì sì no no, la victoria es nuestra, antes bien, de Jesús!
Candidus
(Traducido por Marianus el eremita)