Ya decía yo que algo gordo se avecinaba cuando Francisco -en sus singulares sermones de la pobre Santa Marta, cuyo nombre ya irá siempre unido a la oratoria francisquista-, no ha hecho otra cosa que criticar con su habitual mala milk a los que él llama cristianos formalistas, cristianos rígidos o estáticos, en un alarde de caridad tan diferente del trato dado a sus amiguetes ateos, homosexuales y adúlteros que acompañan su digno pontificado. El último ejemplo, el recibimiento del presidente argentino con su concubina. Qué sonrisas, qué dulzura y qué sometimiento. Increíble, pero cierto. Y eso que habla el Santo Padre de los que han perdido la conciencia del pecado. Pues ahora, gracias a él, ya son muchos más.
Hablo de descaro pontificio, con toda serenidad por mi parte. Aquí en el Purgatorio, ya no nos queda lugar para el rencor, aunque sí para saber detectar el que exhiben los que todavía están en el mundo de los vivos. Y no cabe duda que Francisco sigue adelante su demolición de la Iglesia, con una fijación freudiana que espanta. Y especialmente nos espanta a los que habitamos este lugar de paso hacia el cielo, porque sabemos muy bien los caminos que conducen al infierno. Aunque se revistan de ropajes dialogantes. Y es que puede que sea verdad que se deben construir puentes y no muros. Pero también hay puentes que conducen al infierno, como aquellos caminos que conducen a la perdición, de los que hablaba el Señor. Un puente construido por un Pastor para que las ovejas transiten hacia el llanto y rechinar de dientes, no puede ser aprobado por Dios. Y un muro que separe a las ovejas del pecado y de la muerte eterna, no puede ser tan malo. Pero esto no se puede explicar a quien ha hecho de su pontificado, apoyado por sus socios electores y financiadores, una máquina planificadamente destructora de todo lo heredado.
Algunas de mis almas compañeras nacidas en España, preocupadas por la situación de su Patria, han comparado a Sánchez con Bergoglio; y yo creo que no les falta razón, salvando las distancias entre el despiece de una Nación o el de la Iglesia. Llegar a las Instituciones apoyado por los que quieren destruir las Instituciones, con la firme voluntad de reducir a cenizas y hacer añicos las Instituciones por parte del propio Gobernante, que jura lealtad a la Institución, estaba ya inventado desde hace siglos, reinventado con mucha picardía por el modernismo tras la condena de San Pío X y retomado con vigor casi sobrehumano (o sin casi), por el Inquilino de Santa Marta. El caballo de Troya dentro de la ciudad, también tiene muchos siglos de existencia. Pero he de reconocer que Sánchez ha podido tener un magnífico ejemplo en las orillas del Tíber. La ambición es semejante en individuos aparentemente distintos. Y sabemos muy bien, que a pesar de criticar sin tregua el carrerismo eclesiástico en los demás, hay suficientes documentos que atestiguan que Bergoglio no hizo otra cosa desde sus años mozos.
Hace más de seis años, cuando todavía estaba en mi convento palentino, escribí un breve artículo titulado Francisco, destruye mi Iglesia, haciendo la antítesis con el ya famoso Francisco construye mi Iglesia del buen santo de Asís, tan miserablemente manejado y manipulado en estos días aciagos. Me referí entonces a la eliminación calculada de pequeños símbolos de la grandeza del Papado, con aires de humildad, pero con el peligro de abrirse como un abanico a cuestiones graves y fundamentales. Creo que me quedaba corto, a pesar de que muchos se escandalizaron de que pudiera hablar así. Me costó un buen rapapolvo de mi Abad. Pero ahora ya son muchos los que piensan de esta forma, aunque todavía con la cobardía episcopal suficiente para no decir una sola palabra que pueda molestar al Demoledor.
En la reunión semanal (si hubiera tiempo aquí), hemos profundizado en todas estas cosas, preocupados como andamos por la Santa Madre Iglesia, pues también nosotros somos hijos de la Iglesia, que modestamente podemos influir en su rehabilitación. Son muchos los católicos devotos que todavía nos encargan interceder por eso. Alguien habló de lo que podría llamarse la apostasía de las notas a pie de página. Así como una nota a pie de página en Amoris Laetitia, construyó el puente que llevará al infierno a muchos por la demolición del Santo Matrimonio Católico, parece que otra nota a pie de página abrirá la pasarela infernal a la destrucción del celibato vivido en el sacerdocio católico. Cuántos sacerdotes van a caer ahora en las garras de la lujuria, se diga lo que se diga. Desgajados del Corazón del Sumo Sacerdote mediante la entrega a una mujer. El golpe de gracia va a ser monumental. Por mucho que se adorne y se maquille, este es el siguiente garrote vil bergogliano. Matrimonio, vida consagrada, vida contemplativa, celibato….¿qué nos va quedando?
Es que a Francisco le preocupa muy seriamente que no puedan asistir a misa y recibir la comunión los bosquimanos, al mismo tiempo que critica a los que van a misa en plan rígido. Por eso me reafirmo en que estamos ante un descaro pontificio descomunal, que camina de puntillas a un tremendo castigo por parte de Jesucristo, que amó a su Iglesia hasta entregarse por ella. El nivel de destrucción es monumental. Por eso se declara que todo lo que el Papa dice en Santa Marta, es magisterial. Desde luego. Sinceramente, no quisiera estar en su pellejo cuando llegue el día y la hora. “Si el mal siervo dijera en su corazón: “Mi amo tarda”, y comenzara a golpear a sus compañeros y a comer y beber con los borrachos, vendrá el señor de ese siervo, el día que menos lo espere y a una hora desconocida, y le separará y le asignará su suerte con los hipócritas. Allí habrá llano y rechinar de dientes” (Mt. 24,48).