La Santísima Virgen es a menudo comparada a una madre. En realidad ella supera por mucho a la mejor de las madres. La mejor de las madres, en efecto, de tanto en tanto castiga al hijo que le disgusta; cree hacer lo justo.
La Santísima Virgen, en cambio, no actúa de esta manera: es tan buena que nos trata siempre con amor. Su Corazón de Madre es solo amor y misericordia, su único deseo el de vernos felices. Es suficiente dirigirse a ella para ser escuchados. El Hijo tiene su justicia, la Madre solo tiene su amor. Dios nos ha amado hasta morir por nosotros; sin embargo, en el Corazón de Nuestro Señor reina la justicia que es un atributo de Dios; en el Corazón de la Santísima Virgen existe solo la misericordia…
Imaginad al Hijo, dispuesto a castigar a un pecador: María se lanza en su ayuda, detiene la espada, pide gracia para el pobre pecador: “Madre mía, le dice Nuestro Señor, no puedo negarte nada. Si el infierno pudiera arrepentirse, tú obtendrías la gracia para él”. La Santísima Virgen hace de mediadora entre su Hijo y nosotros. A pesar de nuestro ser pecadores, está llena de ternura y de compasión por nosotros. El hijo que le ha costado más lágrimas a la madre ¿no es acaso el que más le preocupa? ¿Acaso una madre no cuida siempre del más débil y del más indefenso?
Cuando hablamos de las cosas terrenas… nos cansamos pronto, pero cuando hablamos de la Santísima Virgen, es como si fuera siempre una novedad. Todos los Santos han tenido una gran devoción por la Santísima Virgen; ninguna gracia viene del cielo sin pasar antes por sus manos. No se entra en una casa sin hablar primero con el portero: la Santísima Virgen es la portera del Cielo. Pienso que al final de los tiempos la Santísima Virgen podrá finalmente gozar de un poco de tranquilidad, pero mientras dure el mundo, todos tiran de ella por todos lados… La Santísima Virgen es como una madre que tiene muchos hijos; está continuamente ocupada yendo de uno a otro.
Cuando se quiere ofrecer algo a un personaje importante, se hace presentar el objeto por la persona que él prefiere, de manera que el homenaje le sea más agradable. Del mismo modo, nuestras oraciones, presentadas por la Santísima Virgen, tienen otro valor, porque la Santísima Virgen es la única creatura que no ha ofendido jamás a Dios.
Cuando nuestras manos han rozado plantas aromáticas, perfuman todo lo que tocan; hagamos pasar, por tanto, nuestras oraciones por las manos de la Santísima Virgen y ella las perfumará.
(De “365 giorni con il santo Curato d’Ars”, a cargo de Marcello Stanzione. Piero Gribaudi editore srl – Via C. Baroni, 190 – 20142 Milano – tel. 02 89302244 – e-mail info@gribaudi.it)
(Traducido por Marianus el eremita)