Confieso la verdad sobre mi problema con el latín

Me llamo Steve y voy a misa en latín, pero no sé latín.

Ha sido así durante años. Al principio, cuando comencé a asistir a una indulgente misa en los días previos al Summorum Pontificum, pensé que alguien podría notarlo. Pero yo era bueno para disimular los síntomas, y nadie se dio cuenta. Si estaba concentrado en mi Misal Romano, no tenían manera de saber qué lado estaba leyendo. Cuando me invitaron a cenar a la casa de un compañero que asistía a Misa Tridentina, interiormente refunfuñaba mientras decían la «bendición» en lugar de la «acción de gracias» pasada de moda. Eventualmente, por medio de repetición, aprendí a orar más el rosario en latín, y en esto encontré un excelente refugio. De vez en cuando, decía la única línea que podía recordar del curso de latín que tomé en el homeschooling (educación en el hogar) que cursé durante un año:

«Non tam praeclarum est scire latine quam turpe nescire».

Me dicen que es de Cicerón. Cuando lo digo, suena como italiano. Pero posiblemente eso es porque así sonaba el instructor en el cassette de audio. Significa, irónicamente, «no es tan excelente conocer el latín como lo es la vergüenza de no saberlo». O al menos, así es como recuerdo la traducción, pero no estoy seguro – porque no se hablar latín. Podría estar completamente equivocado, como aquellos universitarios que se hacen tatuajes con letras en chino que se supone dicen algo como «Esperanza» o «Amor» o «Serenidad» y que en realidad dicen: «Le cobré a este estúpido estadounidense $ 50 por un tatuaje que dice lo estúpidos que son. Estúpido. Estuuuuupido».

Cuando finalmente caí en la cuenta de que nadie me descubriría jamás, fue un poco surrealista. Me di cuenta de que era lo que ellos llaman un «tonto latino útil». He estado asistiendo a la Misa tradicional en latín todos los domingos desde el 2004. Sigo la liturgia completamente, hago mis oraciones, incluso comulgo. Sonrío. Estrecho manos. A veces bromeo. «¿Qué tal la colecta, eh?» o «Wow, el Introito de la misa fue perfecto hoy, ¿no le parece?» Nadie sabe la verdad, y no tienen porque saberlo. 

Entonces pensé, ¿a quién estoy haciendo daño?

Sin embargo, me pareció extraño cuando las personas comenzaron a discutir conmigo sobre cómo el latín en la liturgia es exclusivista. Cómo sube la barra demasiado alta para que sea accesible para la mayoría de la gente. Cómo hace que sea imposible para las personas que nunca estudiaron latín tener alguna idea de lo que está pasando. Comencé a sentir correr gotas de sudor, sentí la bilis elevándose en mi garganta mientras el miedo a ser descubierto me quemaba como una hirviente ola de pánico. Quería contarles. Quería sacarlo de mi pecho. Quería gritar desde los tejados: «¡VOY A MISA EN LATIN Y NO SE ABSOLUTAMENTE NADA DE LATIN! ¿ESO ME HACE MENOS PERSONA? ¿ESTOY CANTANDO LA SALVE REGINA CORRECTAMENTE? ¿DIOS AUN ME AMA?!? »

Pero mantuve mi boca cerrada. Tenía una familia. Una reputación que cuidar. En ese entonces, escribía frecuentemente en defensa de la Misa tradicional en latín. Tal vez no hubiera sobrevivido al ser expuesto.

Como cualquier adicto, me dije a mi mismo que era diferente. Que no me delataría. Que podría seguir yendo a la MLT y seguir leyendo las partes en inglés, viendo en que parte estaba el sacerdote y averiguando a través de los diversos recursos fáciles de usar disponibles para ese tipo de cosas y que podría mantener mi fachada. Y en el fondo sabía que el sacerdote no me necesitaba. Sabía que al igual que los sacerdotes levíticos del Antiguo Testamento, solo él podía entrar al Santo de los Santos y ofrecer la oblación del sacrificio, la ofrenda por los pecados, la Víctima perfecta. Sabía que nada de lo que hiciera, ni rezar mi misal, ni pasear a un bebé llorando, ni ensimismarme porque estaba cansado, ni siquiera rezar mi rosario durante una parte de la liturgia, haría alguna diferencia en cuanto a si el sacrificio era eficaz. Yo era completamente irrelevante para el resultado de la liturgia, aunque el resultado de la liturgia era lo más relevante en el mundo para mí.

Podrías pensar que el no ser importante me molestaría, pero en realidad lo hizo todo más fácil. En cierto modo, me hizo más codependiente que nunca. No tuve que tomar la mano de nadie durante el Pater Noster. No tuve que tocar a nadie durante el saludo de la paz. No se esperaba que murmurara mi consentimiento al salmo responsorial ni vocalizara mi participación en las oraciones de los fieles. Yo había dejado todo eso atrás. Me había puesto justo en medio de una liturgia en la que no tenía que hacer absolutamente ningún trabajo exterior aparte de arrodillarme, pararme, sentarme y recibir la Eucaristía. Era mi refugio perfecto, y el sacerdote era mi intercesor.

Pero luego sucedió.

Mi hijo mayor, que luchó por prestar atención durante la Misa incluso después de hacer su primera comunión, recibió un misal diario. Ni siquiera era uno completamente equipado. Sin cintas, sin detalles, ninguno de estos libros gruesos con todo tipo de cosas que podrían intimidar a una mente joven, solo un texto sencillo con algún arte sagrado que él podía seguir. No pensé mucho al principio, pero lo siguiente que supe fue que ya era demasiado tarde. Él estaba siguiendo mis pasos. Ocho años, hiperactivo, incapaz de concentrarse en nada excepto los legos y la TV, y de repente estaba allí, en lugar de escribir en el reverso de los sobres de la parroquia con pequeños lápices regordetes, comenzando a mostrar señales de seguirme hasta la adicción. Pensé que sería inmune. Todos siempre decían que era demasiado difícil para los niños. Que ni siquiera los adultos podían seguir esta vieja Misa empolvada. Eran demasiadas barreras por superar. Pero allí estaba yo, mirando a un niño, mi propia carne y mi propia sangre, pasando las páginas de su pequeño libro y sabiendo dónde estaba el sacerdote y lo que estaba haciendo, su pequeño susurro de vez en cuando llegaba a mis oídos, «Papá, ¿en qué página estamos ahora?»

Él era como yo. Iba a misa en latín, sacando algo de ella, y todo sin saber una palabra de latín.

Supongo que había ignorado las señales cuando sus hermanas mayores y su madre habían hecho lo mismo. Traté de decirme a mí mismo que no estaban realmente prestando atención, sino simplemente sosteniendo los libros mientras pensaban en gatitos y arco iris,  maquillajes y otras cosas de chicas. ¿Pero ver a mi hijo, el mayor de mis cuatro hijos, siguiendo mis pasos? Finalmente me di cuenta de que estaba guiando con el ejemplo, y todo era culpa mía.

Así que lo admito. Estoy aquí para admitir la verdad: saco más de la Misa latina tradicional de lo que jamás sacaría de cualquier otra liturgia, y soy un completo y total impostor cuando se trata del «latín, el lenguaje vivo de la Iglesia». (Si no fuera así, podría saber cómo escribir esto en latín. Lo intenté. Todo salió mal, incluso con la ayuda de Google).

Sin embargo, concretando, he decidido no huir de lo que soy. En vez de eso, estoy aquí para aceptarlo. No tengo intención de cambiar. Mi adicción no va a desaparecer. Necesito una misa significativa, enriquecida con símbolos y gestos, oraciones y reverencias. La que ha resistido la prueba del tiempo durante muchos, muchos siglos, y ha nutrido espiritualmente a incontables santos. La gente dice que es muy difícil, que no podrían vivir así, pero tal vez deberían caminar una milla en mis zapatos antes de condenarme. No soy una mala persona porque amo la MLT pero no tengo ni idea del «L». Todos tenemos nuestros problemas. Y lo que obtengo de ella… vale la pena para mí. ¿Quién es nadie para juzgarme?

También quería hablar por aquellos que temen hablar por sí mismos. Muchos de ustedes probablemente sean como yo, ocultando silenciosamente su ignorancia del latín al asistir a misa con sus ternos y faldas largas y velos de capilla, y hagan los movimientos junto con el resto de los feligreses, leyendo en silencio las oraciones al pie del altar en el lado escrito en idioma inglés y echando un vistazo ocasional al latín solo porque suena increíble y puedes distinguir algunas palabras básicas aquí y allá.

Estoy aquí para decirte que NO ESTÁS SOLO.

¡No dejes que te avergüencen! Está bien querer que la misa sea misteriosa. Está bien no comprender todo lo que está sucediendo al 100%. ¿Crees que la gente sabía lo que el Sumo Sacerdote estaba haciendo cuando entraba a ofrecer sacrificios el día de la expiación? Por el amor de Dios, se quedaban afuera. Le ataban una cuerda alrededor de la pierna para halarlo si pasaba algo porque a nadie se le permitía entrar excepto a él. ¿Eso los detuvo?

También está bien querer entrar en un espacio y tiempo sagrado. Salir de la banalidad del mundo de todos los días y adentrarse en algo trascendente. Sublime. No venimos por algo cotidiano. Esto es algo secreto, algo especial. No nos habla en palabras comunes. Nos hace sentarnos y ponerle atención. Prestarle atención. Nos exige algo – como debe ser la buena liturgia.

La Iglesia recomienda a todos el latín. Incluso el Papa San Juan XXIII, quien convocó el Concilio Vaticano II al cual se le atribuye en gran parte (y en cierta manera falsamente) el abandono del latín en la liturgia, habló maravillosamente de la importancia del latín en la vida de la Iglesia en su constitución apostólica Veterum Sapientia

“De hecho la lengua latina, por su naturaleza, se adapta perfectamente para promover toda forma de cultura en todos los pueblos: no suscita envidias, se muestra imparcial con todos, no es privilegio de nadie y es bien aceptada por todos.

No se puede olvidar que la lengua latina tiene una estructura noble y característica; un estilo conciso, diverso, armonioso, lleno de majestad y dignidad[4], que contribuye de una manera singular a la claridad y a la solemnidad.

Puesto que la Iglesia católica, al ser fundada por Cristo supera en mucho la dignidad de las demás sociedades humanas, es justo que no se sirve de una lengua popular aunque sea noble y augusta”.

El Papa siguió dando orden a los obispos que asegurasen el estudio del latín para aquellos que ingresaran al sacerdocio y enseñaran teología. También quería que se restaurara el currículo tradicional, de modo que todos los estudiantes pudieran tener un conocimiento básico en este idioma antiguo y venerable.

Como todo el mundo sabe, sus órdenes fueron desobedecidas.

Los católicos como yo, por lo tanto, carecen del tesoro de saber latín. Pero si nos damos cuenta, si damos un paso adelante hacia la luz, quizás podamos realizar el cambio. Como decía ese himno terrible, horrible, realmente espantoso que me hicieron cantar en mi primera comunión: «Que nuestras lágrimas se conviertan en baile». No puedo citar más sin arriesgarme a sentir náuseas, pero quizás el darnos cuenta de que amamos la liturgia de la Iglesia lo suficiente como para querer estar allí, incluso cuando está en un idioma que no conocemos podría ayudar a lograr una restauración del estudio del latín para edificar a las generaciones venideras.

Hasta entonces, perseveraremos, y estoy aquí para decirte que no es tan difícil como parece. Incluso hay ciertos beneficios para nuestra condición. Por ejemplo, es un poco más desafiante cuando tienes que guiarte con un misal diario romano que al asistir a una liturgia que  te sabes de memoria. Requiere que revises, si te has perdido en la oración, para comprender dónde está el sacerdote. Tienes que pasar las páginas, verificar los detalles y asegurarte de que estás en el lugar correcto en el momento correcto si deseas seguir la Santa Misa. Créalo o no, esta es una forma de participación mucho más activa que la mera repetición «como zombis» (para usar las palabras de mi hija de 9 años). Si no me crees, pruébalo en algún momento.

Y mientras tengas tu misal diario, puedes ir a cualquier lugar del mundo donde se celebre una MLT y escuchar la misma misa – una misa que puedes seguir con los ojos, la mente y el corazón. Ya sea que esté en Manhattan, Viena, Budapest o Hong Kong, puede experimentar la universalidad de la Iglesia a través de una única liturgia estructurada y en un lenguaje único estructurado. (Por el contrario, solo en su propia diócesis, de una guía telefónica elija una parroquia al azar cada domingo durante un mes y encontrará una experiencia muy diferente, por no hablar de lo que encontrará durante un viaje internacional).

Mucha gente piensa que los asistentes a la Misa Tradicional en Latín están obsesionados con el latín en la liturgia porque les encanta el idioma. Ciertamente me gusta cómo suena, y me importa profundamente lo que representa, pero supongo que es difícil amar realmente lo que no sabes. En ese sentido, Cicerón tenía razón. Para los católicos es excelente saber latín. También es una vergüenza no saberlo, pero me las arreglo. Muchos lo hacen.

En conversaciones sobre la liturgia, a menudo le he dicho a la gente que en muchos sentidos el latín es lo menos importante que distingue a la Misa latina tradicional del nuevo misal. Pero eso no significa que no sea importante. Significa que todo en la liturgia tradicional lo es.

No te avergüences. Está bien admitir la verdad. Amantes de la MLT que no hablan latín de todo el mundo, ¡unidos!

Publicado originalmente el 11 de marzo de 2015.

Steve Skojec

(Traducido por: Xavier P. Díaz/Adelante la Fe. Artículo original)

Fuentes:

Inglés

Español

One Peter Five
One Peter Fivehttps://onepeterfive.com
Edición en español de la web norteamericana One Peter Five (onepeterfive.com) bajo la dirección de Steve Skojec

Del mismo autor

Jesús según Josefo: respuesta a objeciones comunes

En un artículo anterior, observamos el testimonio del historiador judío, Josefo, sobre...

Últimos Artículos

¿Adoramos la Palabra y despreciamos a su Autor?

De forma muy habitual en la celebración de la...

«Te dormiste»

El aria, llamada Nessum Dorma y perteneciente a la...