Estimado sí sí no no,
quedamos en que no te quiero contar sólo cosas tristes, sino también hermosas. Cuando me suceden cosas hermosas, tomo nota para no olvidarlas. Por ejemplo, ayer tarde, llamó Davide, de 18 años, y me dio sus últimas noticias. Le digo: “El domingo 31 de enero has ido tres veces a Misa: a tu parroquia, a la parroquia de al lado donde estaba el Obispo de visita pastoral y a casa de las monjas que festejaban a don Bosco, donde has servido también al Obispo en el altar”.
Davide precisa: “En verdad he ido sólo dos veces, porque a la segunda Misa he llegado al Credo. Es cierto que, como se dice, la misa todavía “me vale”, cuando se llega antes del Ofertorio, pero es infinitamente mejor tomar parte en toda ella entera, desde la primera a la última señal de la cruz”. “Pero, le respondo, por lo que has hecho, Jesús está contento contigo”. Él: “Pero yo la Misa la quiero entera. La misa es como un libro o una película (si me permites la comparación). Si empiezas a leerlo o a verla por la mitad no lo entiendes todo. Es necesario oír la Misa entera para adentrarse en ella. La Misa es como un monte: la parte instructiva de las Lecturas – en primer plano el Evangelio – es como la cuesta que ayuda a alcanzar la cima, que es la Consagración, y después la Comunión con Jesús. Todo debe prepararnos a unirnos a Jesús, que se inmola al Padre y se entrega a nosotros.
Davide no es un teólogo, sino un estudiante de formación profesional. Pero tiene el sensus fidei, el sentido de la fe, el sentido cristiano de la vida, más que algunos teólogos, incluso mitrados.
“Profesor, continúa Davide, he visto a un sacerdote que dice cosas torcidas y, cuando habla, se encanta y mira a la pared. Y no sabes si escucha o no. ¿Puede ser ese un guía espiritual? Le digo: “Piensa que ha recibido el Orden sagrado; si te absuelve, el Sacramento es válido. Ora por él, como hacían los santos por los sacerdotes.”. Davide: “Sí, ciertamente, pero no basta el Orden sagrado, si no usa el Orden sagrado, se oxida. En un cierto sentido es como el que tiene el carné de conducir, pero no conduce. Se olvida de conducir o conduce mal. Así sucede con el sacerdote que se comporta como ese”.
¿Cómo es posible decir que David se equivoca? ¡Cuántos sacerdotes ordenados oxidados, que parecen apagados, que no se sabe dónde han puesto el Orden recibido! ¡Cuánto daño a las almas, especialmente juveniles! ¡Cuántas vocaciones habría si los sacerdotes supieran ser los buenos guías de muchachos como Davide, y en cambio dicen que ser padre espiritual es como ser nodrizas y ¡no quieren ser nodrizas porque si no, no se respeta la libertad del otro! ¡Entre tanto, los seminarios están vacíos y las almas van a la perdición!
Davide me ha contado aún: “Sabes que soy catequista junto a una catequista mayor que yo, verdaderamente buena. Llevo un grupito, una ‘clase’ de niños de 11 años que se preparan a la Confirmación. Estos días pasados vino nuestro Obispo de visita a mi parroquia y vino también al catecismo que doy yo.
El Obispo saludó a los catequistas y a los niños uno por uno y nos hizo sentir cómodos. Después interrogó a los niños. Les preguntó: ‘¿Quién es Dios?’. ‘¿Quién es Jesucristo?’. Después preguntó acerca de los mandamientos de Dios, sobre el Bautismo, sobre la Confesión y la Eucaristía. Los niños respondieron bien y él dijo: ‘Muy bien’, pero me miraba a la cara, con una hermosa sonrisa. Le pregunté: ‘¿Qué me dice?’. El Obispo: ‘Te digo que muy bien, porque has enseñado las cosas esenciales. Por favor, Davide, háblales sobre todo de Jesús y de su Gracia, de la Vida divina, de la huida del pecado, de la fidelidad a la Ley de Dios. No olvides la vida eterna a la que todos estamos encaminados’”.
Al final de su llamada, Davide me preguntó: “¿Contento, profesor, de lo que le he contado?”. “Sí, le he respondido muy contento. Continúa así.”. Le he preguntado finalmente: “¿Quién te ha enseñado estas cosas santas y hermosas?”. Él: “Las pienso yo.”. Yo: “Sí, tú, pero no solo: es Jesús vivo en ti el que te las inspira; es Jesús el que te guía, aunque no tienes un auténtico guía, como lo he tenido yo. Déjate guiar por Jesús, ora, se puro y limpio, luminoso de Jesús. Sé un príncipe de Dios”.
Davide, cómplice conmigo: “De acuerdo, profesor. ¿Soy bueno, verdad?”.
A los lectores de “sí sí no no” les pido una oración por Davide y por los muchachos como él que ciertamente no acuden a los modernistas de hoy sino a Jesús solo. “Jesus solus dux eorum est”. Jesús solo es su guía.
Candidus
(Traducido por Marianus el eremita /Adelante la Fe)