Curiosos asesores del Papa Francisco

El pontificado del Papa Francisco está haciendo agua. Desde este blog lo anunciamos precisamente el día 13 de marzo de 2013, y ahora parece que todos se están dando cuenta, incluso los de afuera, esos mismos que en su momento eran los que más lo aplaudían. Por caso, acaba de aparecer un libro de Philip Lawler: Lost Shepperd. How Pope Francis is misleading his flock (Pastor perdido. Cómo el Papa Francisco está desorientando a su rebaño), del que pueden leer aquí una buena reseña que se titula Un papado de contradicciones, y el autor da en una de las teclas. Lo de Bergoglio es pura zanata o palabrerío vano. Y un modo irrefutable de demostrarlo es viendo lo que hace y, en esta ocasión quiero llamar la atención acerca de la calidad de sus asesores, o al menos de dos de ellos.

El primero es noticia de hace algunos meses pero que sigue siendo asombrosa, o mejor dicho, sigue siendo asombroso que nadie haya dicho nada al respecto, excepto Sandro Magister.

En el mes de diciembre fue nombrado Mons. Gustavo Zanchetta como “asesor” de la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica (APSA), una entidad que maneja más de 5.000 propiedades del Vaticano y, con algunas otras moneditas, administra la friolera de $3200 millones de dólares. Allí reporta al presidente que es el cardenal Domenico Calcagno, quien posee algunas denuncias en su contra por malversación de fondos cuando era obispo de Savona como ha sido ampliamente reportado por los medios de prensa italianos y explicado en detalle en el libro The Dictator Pope.

El caso es que Mons. Zanchetta posee antecedentes muy similares a los del cardenal. Era sacerdote de la diócesis de Quilmes, una de las más progresistas de Argentina. Allí protagonizó varios escándalos: abuso de poder y desmanejos financieros, mientras era vicario económico de todos los colegios de esa diócesis. Cuando se conoció su nombramiento episcopal, se organizaron  campañas promovidas por  sacerdotes y fieles de Quilmes, pidiéndole al papa Francisco que no lo promoviera, las que fueron aventadas en los medios y no tuvieron resultado.

Ocupó la sede de la pequeña y pobre diócesis de Orán en el norte argentino sólo cuatro años. En agosto de 2017 sorpresivamente renunció a su cargo y se alejó inmediatamente, aduciendo graves problemas de salud, buscando la cura de sus males en la ciudad de Corrientes que, como todos sabemos, posee los centros de salud más avanzados de todo el planeta…

Los medios de prensa argentinos reportaron que motivo era nuevamente un desfalco financiero: sus vínculos con el poder político le habrían llevado a obtener dineros que no tuvieron un fin claro y se perdieron en el camino. Además, se conoció un episodio con ribetes de escándalo: ante un habitual requerimiento de la la gendarmería de revisar su automóvil mientras viajaba -esa zona de Argentina es conocida por alto nivel de narcotráfico- se negó de malos modos invocando su carácter episcopal.

Resulta muy curioso que el organismo de la Santa Sede encargado de manejar tamaña fortuna haya sido puesto en manos de dos personajes que han sido severamente cuestionados por opacidades en el manejo de los fondos diocesanos. Nadie está libre de debilidades, pero resulta elemental alejarse de la tentaciones que podrían a prueba esa debilidad. ¿A quién se le ocurriría poner a lobo a cuidar ovejas, o a David de mayordomo de la casa de Urías, o a Mons. Battista Ricca de capellán de la Guardia Suiza?

Vamos a un segundo caso, mucho más reciente, referido al señor Juan Grabois, un abogado de 35 años y dirigente social izquierdoso de los más levantiscos contra el gobierno del presidente Macri. En junio de 2016, el Papa Francisco lo nombró nada menos que consultor del Pontificio Consejo Justicia y Paz. Hasta aquí no habría mucha novedad visto el afán del pontífice de inmiscuirse en la política interna del país. Lo curioso del caso es que en un reciente reportaje, Grabois demostró su total ignorancia de los principios más básicos de la fe, o mejor aún, del catecismo. El periodista que lo entrevistaba, Luis Novaresio, agnóstico y abortista entre otras varias lindezas, le tuvo que explicar la diferencia entre purgatorio y limbo, y Grabois confesó desconocer si después de la muerte hay cielo e infierno, aduciendo que a él lo echaron de las clases de catequesis.
Tenemos, entonces, a  consultor de un dicasterio vaticano confiesa desconocer los puntos más básicos y elementales de la doctrina católica. No es el caso que no cree en ellos, sino que sencillamente no sabe.  ¿Qué pensaríamos, por ejemplo, de un jefe de estado que nombrara como consultor de su ministerio de economía a quien no supiera qué es un préstamo, qué son los bonos soberanos y qué son los intereses? Pues pensaríamos que estamos hablando de un país africano, o de una república bananera, o de una nación peronista. Pues pareciera que ese es también el caso del Santo Padre.

(Fuente: The Wanderer)

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