La fe te pinta las Almas purgantes gimiendo entre los dolores, languidecer de amor a Dios, clavadas entre las llamas sin poderse ayudar; ¿y tú no sentirás piedad de ellas? ¿No dirás tan siquiera un Requiem?
Son todas hermanas tuyas en Jesucristo; la caridad hacia el prójimo manda que hagas a los demás lo que te agrada que te hagan a ti. Jesús te pedirá cuentas de si le has dado de beber, de comer, le has vestido, visitado en la persona del prójimo, de las Almas purgantes; ¿y tú qué responderás? Jesús dice que será usada contigo la misma medida que uses con los demás; ¿piensas en ello? Jesús grita: Sitio, tengo sed de esas Almas; ¿y tú no harás tan siquiera una mortificación por ellas, por amor a Jesús?
¿Quiénes son esas Almas? Quizá gente desconocida y para nada vinculada a ti. Míralas con atención: son tus parientes, tus antepasados, tus benefactores, tus hermanos, quizá difuntos desde hace muchos años, pero que todavía gimen en la cárcel; ¿y tú no conoces el estricto deber de ayudarles? Quizá están atormentadas por tu culpa; ¿y no piensas en ello? Allí abajo hay Almas escandalizadas por ti. Almas a las que prometiste sufragios o a quienes las debes, ¿y no oyes la voz de la justicia que te reprende?
(Agostino Berteu, Meditaciones para todos los días del año)
(Traducido por Marianus el eremita)