Para el lunes primero de Cuaresma
Dice Cristo que ha de venir a juzgar al mundo con grande poder, y que pondrán a los buenos a su diestra, y a los malos a su mano siniestra; examinara las causas, dará final sentencia llamando a los buenos para el cielo, y lanzando a los malos en el infierno.
PUNTO PRIMERO. Considera que ha de haber día de cuenta en que la ha de pedir Dios a todos los hombres de sus vidas; a ti también como a uno de ellos. Considera cual la dieras sí ahora te la pidiera, y cual la quisieras dar entonces delante de aquel senado de cielos y tierra, y ángeles y hombres que han de estar a la mira oyendo tus cargos y descargos, y tú esperando la final sentencia, de que no hay ni habrá apelación, súplica, ni réplica, ni dilación y haz luego lo que quisieras haber hecho entonces sin dar nuevos plazos de dilación a tu enmienda, pues ninguno tienes seguro en esta vida.
PUNTO II. Considera la majestad con que vendrá el Salvador acompañado de sus ángeles y de toda la corte celestial, y cómo plantara su tribunal en lo alto de aquel campo. y concurrirá allí todas las gentes a dar cuenta de sus vidas, acompañados de sus obras solamente, sin riquezas, ni parientes, ni criados, ni amigos: pon los ojos en los buenos, tan gozosos y alegres, y en los malos tan tristes y desventurados, perdidos todos sus haberes, y llorando amarguísimamente su desdicha sin remedio para enmendarla pondera despacio cómo pasó como un sueño la farsa de esta vida, y cómo empieza la verdadera; y mira de qué gremio quisieras ser de los dos, porque forzosamente le has de ser del uno o del otro; y dispón tu vida de manera que pertenezcas al de los buenos y predestinados, y no al de los malos y condenados para siempre.
PUNTO III. Considera lo que dice Cristo, que en llegando ha de apartar los buenos de los malos. Como el pastor aparta los corderos del cabrito; y como dice san Pablo, los buenos subirán resplandecientes por el aire, y se pondrán al lado derecho de Cristo, y los malos quedaran en la tierra a su mano siniestra, como reprobados. Asómate a aquel lugar ahora con la consideración, y mira despacio lo que pasa y considera el gozo de los unos y la envidia de los otros: lo que sentirá el hijo ver subir a su padre y él quedarse reprobado, la mujer a su marido; el hermano al hermano y el amigo al amigo. Contempla el llanto y rabia que tendrán por no poderlos seguir y clama a Dios de todo tu corazón, pidiéndole su gracia para alcanzar buena suerte y no caer en la desdichadísima de los condenados.
PUNTO IV. Carga toda la consideración en la sentencia que dará a los unos y a los otros, a los buenos llamándolos a reinar en su compañía en el cielo porque usaron con él de misericordia cuando la tuvieron de sus pobres; y a los malos, lanzándolos con los demonios, en el infierno porque no la tuvieron, a penar eternamente: mucho tienes que pensar en la gloria de los unos y en la pena de los otros, y sobre todo en la duración, que no ha de ser por diez o veinte años, como los destierros de acá, sino para mientras Dios fuere Dios, por una eternidad sin fin, ni término, ni remate, sino que siempre queda más y más que gozar a los buenos, y que padecer a los malos: ahonda en este abismo sin suelo y en este camino sin paradero, y vuelve a Dios con suma admiración y di: ¡Oh Señor, cómo hay quién os ofenda, siendo este como es verdad! Locos están y los mortales pues no lo consideran, y loco he estado yo siempre que no lo he pensado: dadme vuestra gracia para que vuelva en mi acuerdo y no cese de serviros, amaros y gloriaros sin fin, para que merezca vivir eternamente con vos en el cielo.
Para el mismo día.
Del Santísimo sacramento figurado en el Cordero
PUNTO PRIMERO. Considera que Cristo nuestro Señor es el Cordero inmaculado que quita los pecados del mundo, y su sangre santísima nos redimió de la cautividad de Egipto, en que estábamos del pecado, que así como a la salida ordenó Dios que los de Israel comiesen aquel Cordero, para que tuviesen ánimo y esfuerzo para dejar a Egipto y sus idolatrías; de la misma manera y con más alto intento ordenó el Señor que sus fieles recibiesen este Cordero inmaculado y sacramentado, en qué les da gracia para salir del Egipto de la culpa y de las idolatrías de los pecados. Comían asado, para significar el fuego de amor que nos tuvo el Salvador, con que nos sazonó este divinísimo manjar. Dale muchas gracias por merced tan incomparable, y convida a todas las criaturas a que te ayuden a dárselas, y mira cuantas veces le has recibido, y si has salido de Egipto, o te estás en tus idolatrías y pecados, y disponte para salir de ellos con la gracia que te comunica.
PUNTO II. Considera que mandaba Dios comer aquel Cordero ceñidos los lomos, por el cíngulo de la castidad con que nos debemos llegar a recibir el Cordero inmaculado en la mesa del Altar; y con pan sin levadura, porque como dijo san Pablo; no ha de llegar ninguno con la levadura avinagrada del pecado, sino con pura conciencia y limpia de toda macula; y calzado, porque ha de vetar lejos de todas las ocasiones de caer, resguardado de pecado. Entra la mano en tu poco, y considera si esta tu conciencia limpia y con resolución de nunca más pecar, y de apartarte de todo lo que te puede apartar de Dios nuestro Señor, para recibirle dignamente.
PUNTO III. Mandaba Dios que se comiese aquel Cordero con lechugas amargas, porque si se ha de comer este con las amarguras de la penitencia, mortificación y contrición de los pecados, no se viene, como dice san Gerónimo, de delicias a delicias, ni de los festines del mundo a los de Dios. Sino de la penitencia y mortificación de la carne, del ayuno, del silicio, de la disciplina y las vigilias, y del silencio y oración: estas disposiciones han de preceder en el alma para este convite; y con estas lechugas amargas se ha de comer este manjar; y por tanto medita en tu corazón si las tienes tú, y procura disponerte con ellas para recibirle como debes.
PUNTO IV. Considera que mandaba Dios que estuviesen en aquella mesa con báculos en las manos, que eran sombra de la cruz de Cristo; porque como enseña el apóstol san Pablo, siempre que nos llegamos a esta mesa renovamos la memoria de su pasión: esta has de tener presente, y meditarla para recibir dignamente el Cordero inmaculado, que se ofrece por la salud del mundo y por la tuya propia; entra dentro de ti mismo y toma el báculo de tu cruz, imítale pendiente de él, derramando su preciosa sangre y ofreciéndose por tu salud al eterno Padre, y que lo mismo acá ahora en el Altar místicamente, y rompe en afectos de agradecimiento por tan incomparable merced, y de amor por quien así te amo, y de compasión por lo que padece, y de imitación ofreciéndole tu alma y vida en sacrificio, como él se ofrece por ti.
Padre Alonso de Andrade, S.J