Descendimiento de la cruz y sepultura del Señor

Composición de lugar. Contempla a Jesús muerto en los brazos de María.

Petición. Compasión de los Dolores de María.

Punto primero. A la muerte del Salvador “el velo del templo se rasgó en dos partes, y la tierra tembló, y las piedras se partieron y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de Santos que habían muerto resucitaron…” El Centurión y los que estaban con él guardando a Jesús, viendo el terremoto y las cosas que sucedían, llenáronse de temor, y dieron gloria a Dios diciendo: “Verdaderamente era justo este Hombre; verdaderamente era Éste Hijo de Dios”, y todo el pueblo que había asistido a este espectáculo, y veía lo que acababa de suceder, se volvía dándose golpes de pecho. Y todos los conocidos de Jesús y las mujeres que le habían seguido y servido desde Galilea, estaban viendo desde lejos estas cosas… Y los soldados como viniesen a Jesús, y le viesen ya muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de ellos abrió con una lanza su costado, y luego salió de él sangre y agua. Y como se llegase ya la tarde, vino José de Animatea, varón bueno y justo y discípulo de Jesús, aunque oculto, por miedo de los judíos, y osadamente entró a Pilato y pidió el cuerpo de Jesús. Y Pilato maravillóse que ya fuese muerto, y como supiese del Centurión que era muerto, concedió a José el cuerpo. Vino tambien con él Nicodemus, aquel que había venido a hablar a Jesús de noche, el cual traía casi cien libras de ungüento hecho de mirra y áloe: José compró una sábana limpia, y bajándole de la cruz, envolviéronle en aquel lienzo con aquellos olores, según que los judíos tiene por costumbre sepultar los muertos. Y había en aquel lugar que le crucificaron un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, cavado en la peña, donde ninguno había sido sepultado. Allí, pues, por razón de la Pascua de los judíos, porque estaba cerca la sepultura, pusieron a Jesús, y José puso una gran piedra a la puerta del sepulcro y se retiraron. Y María Magdalena y María madre de José miraban el lugar donde le ponían. ¡Cuánto hay que meditar en este paso, hija mía!… Mientras te dejo a solas llorando la muerte del Hijos de Dios, y consolando a su Madre en su soledad, voy a cantar un cántico a mi Amado, que, cual guerrero invencible y victorioso de la muerte, del pecado y del infierno, descansa recostado sobre los laureles de sus triunfos en el sepulcro.

Cántico de adoración y hacimiento de gracias al Rey del cielo y tierra Cristo Jesús, mientras descansa en el sepulcro.

Yo te adoro, cuerpo de Cristo, desfigurado, muerto y llagado… por mi amor.

Bendito seas… Cielos y tierra te glorifiquen y den loor.

Yo os adoro, llagas sagradas del Redentor.

Seáis benditas, porque os recibe…por mi amor.

Yo te adoro, taladrada por las espinas, cabeza del Hijo de Dios.

Bendita seas, porque padeciste… por mi amor.

Yo os adoro, sagradas sienes, desgarradas por corona de dolor.

Seáis benditas, porque sufristeis tan gran tormento por mi amor.

Yo te adoro, hermoso rostro, afeado y demudado por el dolor.

Bendito seas, pues lo sufriste… por mi amor.

Yo os adoro, ojos piadosos y amorosos, eclipsados por la muerte.

Seáis benditos, pues la aceptasteis… por mi amor.

Yo te adoro, lengua divina, amargada con la hiel y vinagre, órgano del Espíritu del Señor.

Bendita seas, porque enmudeces… por mi amor.

Yo os adoro, oídos santos, cerrados al mundo, que oísteis los clamores del pobre y del pecador.

Seáis benditos, porque os cerrasteis… por mi amor.

Yo os adoro, manos divinas de mi Salvador, heridas por hacer bien a los hombres.

Seáis benditas, pues trabajasteis… por mi amor.

Yo te adoro, pecho florido, lugar de gloria, torre de fuertes, casa de bienes, centro de amor.

Bendito seas, pues tus tesoros son ricas dádivas al pecador.

Yo te adoro, costado abierto, puerto del cielo, nido del alma, lecho florido, fragua de amor.

Bendito seas, amor de mi alma, costado abierto del Redentor.

Yo te adoro, Corazón Santo, amor del alma, fuente de amor.

Bendito seas, porque Tú eres mi cielo y gloria, mi bien y amor.

Yo os adoro, pies lastimados, buscando en vano al que huye del Salvador.

Seáis benditos, pues os cansasteis… por mi amor…

Yo te adoro, Sangre de Cristo, rubí precioso, rosa florida de suave olor.

Bendita seas, porque manaste… por mi amor.

Yo te adoro santo sudario porque envuelves a mi Amor.

Bendito seas, porque provees a su pobreza… por mi amor.

Yo te adoro, santo sepulcro: feliz encierras, rico tesoro, mi Salvador.

Bendito seas, tan glorioso, en ti me encierro, y te ruego guardes mi corazón.

Santo sepulcro, llagas sagradas, cuerpo de Cristo, noble sudario, todos os loen y den honor.

Porque benditos son tus tesoros, y en la mi muerte con ellos duerma, muera y repose mi corazón. Amén.

Padre nuestro y la Oración final.

Fruto. Viviré sepultada al mundo y al pecado con Cristo, para resucitar con ÉL.

San Enrique de Ossó

Meditación
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Meditaciones diarias de los misterios de nuestra Santa Fe y de la vida de Cristo Nuestro Señor y de los Santos.

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