Sobre «diálogo» y aborto en una casa Pontificia

En los últimos años, nuestra universidad -como institución católica- ha participado activamente en las discusiones sobre el aborto, manteniendo una postura arraigada a sus principios y misión, que es consagrarse sin reservas a la causa de la verdad.[1] Nos parece extraño que hoy la Feuc se vea tan sorprendida y apele a más instancias de debate en donde los principios católicos y democráticos se encuentren, lo cual es difícilmente posible – menos cuando el tema en cuestión es el aborto- al no determinarse los principios católicos por la mayoría de voces, sino por lo revelado en el Evangelio, que es lo que se busca cuestionar a través del “diálogo”.

El motor ideológico detrás de tal “diálogo” se encuentra presente en teorías del Poder, concebidas por autores como Michel Foucault, Felix Guattari o Ernesto Laclau, cuyo fin es la subversión y el reemplazo de la jerarquía vertical por formas de horizontalidad. Este objetivo politológico explica el cada vez menor respeto hacia autoridades, profesores, y -acaso el frente más grave- padres de familia, pues saben que atacando y aún más, deconstruyendo la familia -siendo el aborto punto vital para ello- tienen la clave para desarmar naciones completas.

Así se entiende el rechazo a la autoridad vertical, recientemente representada por el Rector, al dar cuenta de su compromiso con una inamovible postura a favor de la vida. Actitud intolerable para los líderes actuales, partidarios de la horizontalidad donde imperen las “asambleas”, los “colectivos” y todo tipo de grupos “autosuficientes” en “diálogo constructivo y democrático” que lleven a una forma molecular de gobierno en reemplazo de uno sustentado en la autoridad vertical, olvidando que la UC, está fundada por la Iglesia Católica y adhiere fielmente a la “misión de anunciar la verdad revelada”[2], pasando así por alto el derecho de ésta para regular ‘actos tendientes a realizar o propagar actividades perturbadoras para las labores universitarias y contrarias a los principios de la Iglesia o de la Universidad’.[3]

Se desvela así que el tan mencionado “diálogo” es una categoría politológica para codificar la erradicación de la autoridad vertical. No obstante, lo cierto es que tal necesidad de “diálogo” no existe fuera de la mente de camarillas ideologizadas, ¿Creemos acaso que nuestros trabajadores tienen como prioridad “dialogar” sobre los principios de la Institución que nos cobija? Para tristeza de la Feuc, condiciones laborales dignas y justas remuneraciones son probablemente el tema en torno al cual les importaría dialogar sin más lecturas ideológicas. Similar a lo que sospechamos ocurre con académicos o estudiantes, dentro de sus respectivas competencias.

No sorprende así la insistencia en un «diálogo» que encubre otros objetivos, dada la identificación de la actual Federación con corrientes filosóficas materialistas y filosofías de la praxis, para las que no hay verdad ni un bien real que defender al tiempo que los valores morales quedan como prejuicios burgueses u «opresión del patriarcado». Si a esto sumamos que una parte de ellos se sigue identificando con líderes que no han sido los menos violentos de la Historia, podemos percatarnos que estamos ante lobos vestidos con piel de oveja, particularmente de una oveja que dice estar a favor de los más débiles.

¿Existe acaso política pública que ataque más directamente a los débiles, que la promovida por la millonaria industria del Aborto? ¿De qué clase de “lucha contra los poderosos” y la “opresión” se puede hablar cuando están promoviendo la más exitosa política de control de la población a beneficio de la elite globalista? Son estos los que sacan cuentas alegres cuando ven a aquellos que se empeñan en promover tal política al interior de nuestra Universidad, más, ¿Si somos una Casa de estudios comprometida con una Verdad trascendente, por qué deberíamos seguir el discurso dominante?

Ello exige subrayar que  los argumentos en defensa de la vida no vienen de encuestas ni diálogos, sino de convicciones éticas fundamentadas. Las ‘encuestas’ y ‘diálogos’ sólo son para saber las tendencias del pensamiento de la opinión pública, por lo que no debería existir cuestionamientos frente a esta postura, la democracia NO siempre representa a una verdad fundamentada, si es lo que piden los actuales dirigentes estudiantiles. La UC, respondiendo a  unos de sus principios fundamentales, respeta a cada hombre en su dignidad de ser hijo de Dios, y tiene una “preocupación fundamental, en la realización de esta tarea, que es promover el desarrollo de la persona humana en la perspectiva de su razón de ser y su finalidad última despertando, en el hombre el amor y la veneración a la obra de Dios, la capacidad y voluntad de servicio a los demás hombres y a la sociedad y una disposición de espíritu honrada y abierta hacia la verdad”[4].

Podemos así concluir que si se pretende usar el “diálogo” como instrumento para subvertir el carácter contra-cultural que implica actualmente la defensa de la vida, es porque saben que en nuestra misión se encuentra la única identidad que trasciende al frívolo materialismo de un lado y otro en nuestro tiempo. Esa identidad es Cristo Rey, en cuyo nombre emplazamos a las autoridades universitarias a asumir que la batalla contra el aborto no debe cargarse en cartas, agendas parlamentarias o declaraciones a los medios. Antes es preciso dotar a los estudiantes de las bases teológicas, filosóficas y bioéticas conforme a la Verdad revelada, al tiempo que se desenmascaran y resuelven los errores y sofismas de otros sistemas de pensamiento que hoy mismo están pasando como si nada en nuestros campus.

No olvidemos que estamos llamados a dar testimonio y que cada día de vida es un milagro de la Providencia invitándonos a corresponder al Logos creador. Comprendemos que hay personas con posturas diferentes a los principios fundantes de nuestra Universidad y lo respetamos, pues no somos una secta o grupo ideológico, sino la verdadera Iglesia Militante, de vocación universal y con un mensaje de esperanza abierto a todos. Por ello defenderemos nuestros principios, pidiendo a Dios la gracia para un combate digno de su amor, al tiempo rogando para que se encuentren con la Verdad quienes hoy están en el error, así como tantos lo estuvimos antes de cruzar el alma máter inmortal sin sospechar que aquí nos encontraríamos con el Logos, Jesucristo, quien vino a dar testimonio de la Verdad y terminó condenado por mayorías democráticas hostiles a la misma.

Si hoy nos condenan por anunciar la Verdad, antes recordemos la sangre sobre la que se funda nuestra Fe y entreguémonos como Universidad Pontificia y Católica a dar cuenta de ella hasta que Cristo vuelva. EGO SUM VERITAS.[5]

Isidora Suárez y Sebastián Flores, Estudiantes de la Pontificia Universidad Católica de Chile

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[1] Juan Pablo II, Constitución apostólica sobre las universidades católicas, Ex Corde Ecclesiae, pág. 5. (México: Editorial San Pablo,1990)

[2] Código De Derecho Canónico, Canon 815. (Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1983).

[3] Pontificia Universidad Católica de Chile, Estatutos generales, Art.10. (Roma,1984)

[4] Pontificia Universidad Católica de Chile, Declaración de principios: La universidad, la ciencia, la cultura y la educación, n. 7

[5] Jn 18, 37 (Biblia de Jerusalén, 1975)

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