La persecución a los católicos sigue vigente en nuestros días en España. El odio que destilan algunos dirigentes políticos acogiéndose a una ley sectaria mal llamada de la memoria histórica, que lejos de buscar la reconciliación buscan el exterminio de todo símbolo cristiano como primera instancia. Dicha ley está creando una profunda división y un ataque sin precedentes en nuestros días a los sentimientos religiosos. Una ley de «memoria histórica» que enlaza con el odio a la fe de un pueblo, el español.
Un buen ejemplo lo encontramos en el pueblo alicantino de Callosa del Segura, donde, en contra de toda la ciudadanía sin excepción, su alcalde Francisco Maciá que gobierna (sin haber ganado las elecciones) en tripartito con Podemos e IU, no ceja en su obcecación por eliminar todo resquicio de la Cruz que preside la plaza central de la Iglesia, apelando a que ésta incumple la ley de la» memoria histórica». Una ley donde no existen más víctimas que las de un bando, el que él considera como suyo. Una ley dictatorial que busca ocultar los casi 50.000 crímenes cometidos por la milicia comunista entre 1936 y 1939.
Ante un primer intento del señor alcalde de derribar la Cruz, los vecinos del pueblo de Callosa, se reunieron y custodiaron durante 400 días y noches, por turnos, al frío y al calor, a los pies de la Cruz de nuestro Señor. Pero lamentablemente en la madrugada del 29 de Enero, se presentaron en la plaza donde se encontraban los custodios, casi un centenar de guardias civiles, mandados por Maciá, que desalojaron la plaza para proceder a la extirpación de la Cruz, de madrugada, con nocturnidad y alevosía. Un alcalde que volvió a dejar claro que lo que le mueve es su profundo odio cuando ante estos hechos, y mientras su pueblo se lamentaba entre profundos sollozos, él canturreaba la internacional desde el balcón del Ayuntamiento. Un cínico que confiesa a los medios sin ningún tapujo, que trabajaría para satisfacer sus pretensiones, que no son otras que contribuir dentro de todas sus posibilidades, en convertir a España en un país laico y republicano.
Ante esta actitud y estos desagradables hechos, lejos de rendirse, los vecinos de Callosa y su plataforma en defensa de la Cruz, continúan con más fuerza, con una fuerza que solo la fe y la compresión de la que significa el peso de la Cruz otorga. Un pueblo que bien nos sirviera de ejemplo en toda España.
En estos días, en los que nos aproximamos a la Semana Santa, los vecinos de Callosa idearon una forma de hacerla presente. Desde el balcón de la señora doña Teresa Agulló, cuelga un trípode con una luz que proyecta en la fachada principal de la Iglesia la silueta exacta de la Cruz de los Caídos, ante este hecho de forma infantil, el alcalde Maciá, responde colgando tres enormes focos en la parte superior del edifico, con la intención de minimizar al máximo su visualización. No contento con esto, amedrenta a los vecinos haciendo una triste utilización de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad que se personifican cada día en el domicilio de la señora Agulló con una multa de 100 euros por día de proyección. Nuevamente los vecinos de este pequeño pueblo alicantino unen fuerzas con gallardía aportando pequeñas cantidades dentro de sus pocas posibilidades económicas, para pagar cada multa que les sea impuesta.
Un pueblo unido por su Cruz, que ve como su alcalde es capaz de usar todas las armas que el poder le otorga para cumplir sus pretensiones autoritarias. Un pueblo que nos indica el camino a seguir ante estos hechos lamentables que hemos vivido en otros lugares de nuestra nación ya que, de ser aprobada la nueva y estalinista ampliación de la mal llamada ley de la memoria histórica presentada por el PSOE en las Cortes en el pasado mes de diciembre, nos veríamos amordazados ante hechos como estos sin derecho alguna a réplica pues se amenaza en dicha ley con multas e incluso penas de cárcel a cualquier opositor. Los apoyos recibos a este humilde pueblo, ha traspasado fronteras. Maciá pasará a la historia por ser el peor alcalde que se recuerde. De no poner freno a este despropósito, el desastre del patrimonio cultural así como el ataque a nuestra libertad religiosa, está asegurado.
Noelia de Trastámara