“¡Dios mío, ven en mi auxilio!”

Es una invocación que desde hace muchos siglos los creyentes dirigen al Señor, al comienzo de la oración litúrgica del Breviario o del Santo Rosario, tan necesaria y preciosa en nuestro tiempo, y que nos califica como devotos de la Santísima Virgen María, Madre de Dios y de la Iglesia. Es también el eco de la súplica que los apóstoles, presos de pánico, dirigieron a Jesús, que dormía en la cabecera de la barca, al atravesar el lago de Tiberíades en tempestad: “¡Sálvanos, Señor, estamos perdidos!” (Mt. 8, 25; Mc. 4, 35; Lc. 7, 22).

Esta invocación acompaña la incierta travesía de nuestra vida terrena cuando vacila la fe y la esperanza de alcanzar la ansiada meta del Reino de Dios. Podemos considerarla también como una jaculatoria preciosa para los momentos de riesgo o de desánimo, que encontramos tal vez en nuestro camino, en vez de imprecar contra la mala suerte. Hoy, sin embargo, semejante expresión asume un significado de urgencia, en relación a los tiempos dramáticos que estamos viviendo y a las incógnitas que incumben a nuestro futuro, que quizá nos prepara acontecimientos apocalípticos, aunque no seamos del todo conscientes. Corremos el riesgo de encontrarnos improvisamente envueltos en graves peligros: catástrofes y calamidades naturales, terrorismo y tiroteos, atentados, accidentes, etc., que pueden suceder en cualquier lugar. Eso no significa ser pesimistas, sino sólo realistas y prudentes, como el sentido común cristiano nos sugiere.

Es verdad, el mundo materialista, despreocupado y hedonista, gobernado por gente comprometida con el maligno, favorece el consumismo y las experiencias temerarias, como el uso de estupefacientes o el juego, por el  camino de la auto-destrucción.

Recordemos que Dios Creador y Providente nos dio la ayuda del ángel de la guarda con la tarea precisa de “iluminar, custodiar, regir y gobernar” a cada uno de nosotros durante esta vida terrena, llena de insidias, y de indicarnos el camino seguro para alcanzar la Vida eterna, y que nuestro cuerpo está destinado a reunirse con el alma en la resurrección de la carne al final del mundo; un don extraordinario para el que no estamos suficientemente preparados. Los pastores de la Iglesia tampoco insisten mucho en esta verdad de Fe, que proclamamos, sin embargo, en el Credo.

“¡Orad, orad, orad!” 

La Santísima Virgen María nos invita con insistencia a la oración, un medio importante para comunicarnos con el Cielo y mantener buenas relaciones con la Trinidad y con los Santos, nuestros intercesores en el Reino de Dios, al que todos estamos destinados.

Los tiempos del retorno a Dios se prolongan, a pesar de las invitaciones urgentes del Cielo, así también los tiempos del retorno de Jesús a la tierra: lo que parecía inminente al final del siglo XX, fue superado sin grandes emociones y todo parece “retrasado”… La Santísima Virgen María, a quien fue dada la tarea de “dirigir” los últimos acontecimientos y recuperar tantas almas para Dios, necesita quizá un ulterior retraso para convertir a tantas personas todavía vacilantes. Una situación en lenta evolución, tanto que, si no hubiese un mayor número de conversiones, podríamos esperarnos del Cielo maniobras correctivas o estrategias más eficaces para acelerar los tiempos. Sólo Dios puede juzgar la situación y actuar en consecuencia.

Al comienzo de la predicación del Evangelio, se dio la clamorosa llamada de Saulo de Tarso, que, de gran perseguidor de los cristianos, se convirtió en el Apóstol de las gentes, el evangelizador por excelencia del mundo pagano. Hoy necesitaríamos un personaje con el carisma de San Pablo para devolver el mundo a Cristo, pero Dios parece encaminado a otras soluciones.

Es verdad también que la Santísima Virgen es la mayor ayuda que el Cielo nos puede dar, pero nosotros, escépticos, necesitaríamos de un guía visible y tangible, que se imponga como guía autorizado y sabio, en este mundo tiranizado por el Maligno. En cambio, hoy, la situación más dolorosa de la Iglesia está en las altos puestos de la jerarquía, ocupados por sus enemigos, infiltrados subrepticiamente en su interior, bloqueando su acción doctrinal y misionera y obligada a grandes esfuerzos para aparecer genuina, ocultando la verdad.

Cosas bastante evidentes, pero difíciles de admitir o de demostrar, por ser “paradoxales”. Sin embargo, personas informadas y valientes las describen y las documentan; cosas semejantemente “absurdas e increíbles” – es la rémora que impide su difusión – y, por tanto, habitualmente ignoradas. Alguno, sin embargo, las está diciendo a gritos.

Una gran hipocresía de “matriz religiosa” domina el mundo entero e invade todos los sectores del poder: política, finanzas, diplomacia, cultura, jerarquía, medios de comunicación, etc.; una hipocresía vinculada a satanás, que sugiere a los jefes, caso por caso, la respuesta que hay que dar a todas las exigencias.

“… levantad la cabeza, porque está cerca vuestra liberación” (Lc. 21, 28) 

El reino del anticristo será breve – tres años y medio – porque será cancelado por Jesús, que “lo destruirá con el soplo de Su boca y lo aniquilará al aparecer Su venida” (2 Tes 2, 8).

El 2017, año del centenario de las apariciones de Fátima, en el que fue prometido el triunfo del Corazón Inmaculado de María, los creyentes esperaban quizá alguna señal del Cielo que confirmase su fe, dando vigor a los vacilantes y convirtiendo a la multitud de los agnósticos. Por ejemplo, sacudiendo la indiferencia de las autoridades religiosas, que han marginado Fátima; volviendo a confiar en los mensajes de Fátima en el centenario de las apariciones – 13 de mayo de 2017, 13 de octubre de 2017 – no sólo a nivel de grandes celebraciones religiosas, sino también en la perspectiva de eventuales signos del Cielo, aptos para “hacer levantar la cabeza” para contemplar las maravillas del Señor que no merecemos, pero que nos atrevemos a esperar confiando en su infinita Misericordia. Maravillas que deberían despertar la fe narcotizada por la ideología laicista y relativista, inspirada por la cultura masónica dominante, que está preparando el terreno favorable al anticristo.

Durante el breve reino de este – tres años y medio dice la Biblia – necesitaremos dones especiales para superar todos los peligros derivados de los decretos de su feroz dictadura, en la cual serán martirizados muchos cristianos, porque elegirán la muerte antes que ceder a los decretos del anticristo, que conducen a la ruina espiritual eterna.

La cultura atea dominante intenta ocultar lo más posible los indicios que se refieren al anticristo, no sólo porque no forman parte de la “esfera religiosa”, sino especialmente porque forman parte de aquella “política” con sus decretos despóticos: el tiempo actual no es cualquier tiempo, sino una de las últimas teselas del mosaico que completa el puzzle de un gran capítulo de la historia humana, recordándonos que el Rey de la Historia es Cristo, el Hijo de Dios, mientras que el anticristo es hijo de satanás.

Esta actitud de prudencia es solamente un preaviso que necesita ulteriores confirmaciones, aunque es cierto que ninguna noticia creíble nos será comunicada por las autoridades institucionales.

Mysterium iniquitatis et pietatis 

Una cosa es cierta: desde hace muchos años, el poder mundial, en todo sector de la vida pública, está en manos de los enemigos de Dios, aunque nadie lo admite. Los hechos lo demuestran, la así llamada libertad religiosa, proclamada como una conquista civil, ha demostrado ser un gran engaño que subyuga a la humanidad. La responsabilidad de los “maestros” de la Fe es la de haber usado la “libertad religiosa” para acoger al mismo nivel de la Unica Verdad, que es Jesucristo, apariencias de verdad y la de haber equiparado todas las creencias religiosas, mezclando al Dios Verdadero con dioses falsos y mentirosos.

Siguiendo los programas televisivos uno se queda sorprendido del mal que es acogido y publicitado como una condición “normal” y al constatar los daños morales que están destruyendo lentamente la sociedad, comenzando por la familia y por el Decálogo, que han sostenido durante milenios nuestra sociedad.

La sociedad moderna, nacida sobre la base de la civilización cristiana, que conquistó el mundo con la cultura, con la ciencia y el ejemplo de innumerables Santos, en pocos decenios se ha precipitado a un abismo de desolación. Los Diez Mandamientos dictados a Moisés en el Sinaí, acogidos por el pueblo elegido durante milenios, perfeccionados por Jesucristo, Hijo de Dios, con el mandamiento del Amor, venerados y temidos desde hace dos mil años, son hoy ignorados, despreciados y rechazados. En la sociedad atea y rebelde a Dios, la dignidad humana, a pesar de ser tan aclamada, es arrinconada y desechada como basura: el Cristianismo está en vía de extinción… ¡por decreto de nuestros gobiernos masones, relativistas y ateos!

Es lícito, por tanto, pensar que las noticias importantes son manipuladas, oscurecidas o disimuladas para obtener determinados objetivos que escapan al gran público. Es evidente que los líderes de la política mundial – o mundialista, según la jerga en auge – estén completando un programa secreto, que todas las naciones deben secundar: determinados encuentros internacionales son la ocasión para discutir y concordar las órdenes establecidas por la oligarquía mundialista. En el momento oportuno, todas las naciones involucradas deben ejecutar sin discutir el programa concordado: la obediencia está ya prefijada, sin posibilidad de replanteamientos, por parte de los responsables, que no admiten insubordinaciones.

La Biblia nos viene en ayuda también cuando dice: “Antes, en efecto, deberá venir la apostasía y deberá revelarse el hombre inicuo, el hijo de la perdición, aquel que se contrapone y se levanta sobre todo ser que es llamado Dios o es objeto de culto, hasta sentarse en el templo de Dios, llamándose a sí mismo Dios” (2 Tes 2, 3-4). La palabra de Dios es clara y ciertamente lo era más para los Tesalonicenses, que habían escuchado la enseñanza oral de San Pablo.

Las naciones en riesgo en el mundo son las que querrían ser independientes desde el punto de vista político e ideológico, apelando a los principios de libertad y a la autonomía de la esclavitud masónica internacional y de las sectas secretas anticristianas que quieren subyugar a todas las naciones. Los gobiernos dirigidos por la oligarquía o por una dictadura que no quiere ceder el poder a estas sectas secretas son las que corren mayor riesgo de “revolución” o de “golpe de Estado”, por parte de las fuerzas que tienen el poder en las democracias agregadas al Gobierno Unico Mundial y a los adeptos del anticristo.

Una posición singular en el mundo es, hoy, la de los expertos en política y la de los periodistas que conocen el trasfondo de la situación, pero no pueden hablar sin poner en riesgo su incolumidad personal. Los más valientes se rebelan, pero no pueden ir más allá de determinados límites.

Es evidente que, frente a una situación mundial gravísima y aparentemente irreversible, como la actual, dominada por los espíritus del Mal, que crean el mal clima en el mundo, el único remedio es el de “despertar” a Nuestro Señor Jesucristo, que aparentemente duerme en la Barca de Pedro, para que una vez más salve a la Iglesia y a la humanidad del serio peligro de naufragio.

Marco

(Traducido por Marianus el eremita)

SÍ SÍ NO NO
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Mateo 5,37: "Que vuestro modo de hablar sea sí sí no no, porque todo lo demás viene del maligno". Artículos del quincenal italiano sí sí no no, publicación pionera antimodernista italiana muy conocida en círculos vaticanos. Por política editorial no se permiten comentarios y los artículos van bajo pseudónimo: "No mires quién lo dice, sino atiende a lo que dice" (Kempis, imitación de Cristo)

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