Don Pietro Leone: El Concilio y el eclipse de Dios (I)

Rorate Caeli se complace en publicar en capítulos, la última obra antimodernista de Don Pietro Leone: ‘El Concilio y el eclipse de Dios.’

No contento con volver a discutir los puntos contenciosos del Concilio, como la colegialidad, el ecumenismo y el Subsistit, el autor, con una lógica implacable, plantea un análisis penetrante, tanto metafísico como teológico, de toda su visión distorsionada de la fe, la verdad y la realidad, exponiéndola como un ataque diabólico a la propia santa madre Iglesia y uno de los grandes males del siglo XX, 

En la primera parte, el autor da un paso para atrás y sugiere al lector cómo mirar al Concilio.                                      

F.R.

__________

EL CONCILIO Y EL ECLIPSE DE DIOS

Beatissimae Vergini Mariae humillime dedicatum,

Quae cunctas haereses sola interemisti in universo mundo

¡Cómo ha quedado solitaria la ciudad populosa! Ha quedado como viuda la que era grande entre las naciones; la reina de las provincias ha sido hecha tributaria. Llora amargamente en la noche y por sus mejillas (corren) las lágrimas. Entre todos sus amantes no hay quien la consuele; todos sus amigos la abandonaron, se le trocaron en enemigos… Baten palmas contra ti cuantos pasan por el camino; silban, y menean la cabeza contra la hija de Jerusalén: ¿Es ésta la ciudad que tenía por nombre “Perfecta belleza” y “Gozo de toda la tierra”? (Lamentaciones 1-2)

Declaración del autor

El autor somete esta obra al juicio de la Iglesia, renunciando y retractándose por adelantado de todo lo que Ella pueda considerar no estar de acuerdo con la santa fe católica.

Nota Bibliográfica

Nos hemos basado en las siguientes grandes obras: ‘El Concilio del Papa Juan’ [1], ‘El Concilio Vaticano Segundo y la Libertad Religiosa’ [2], ‘Concilio Vaticano II: una historia nunca escrita’ [3], ‘Sinossi degli errori imputati al concilio Vaticano II’ [4]. La última ha sido particularmente útil para identificar los principales textos heterodoxos, junto con las razones de su heterodoxia; las otras para proveer el contexto histórico y descubrir muchos de las cuestiones más profundas que están en juego. Hemos utilizado las traducciones de los documentos del Concilio del padre Austin Flannery OP [5].

Prefacio

La jerarquía y el clero de las últimas décadas presentan casi unánimemente las enseñanzas del Concilio como una nueva visión de la fe católica y su práctica. Esto debiera ser suficiente para desacreditarlo si recordamos que la fe católica es, de hecho, inmutable. [6]. Sin embargo, el daño que este Concilio ha provocado y continúa provocando en las almas requiere urgentemente la crítica total de esa nueva visión: para poder demostrar cómo se opone a la verdadera fe y para dejarlo de lado [7] lo más pronto posible.

Este Prefacio consta de las siguientes secciones:

Cómo ver el Concilio;
El trasfondo histórico;
La oposición del Concilio a la fe católica.

Cómo ver el Concilio

Comenzaremos presentando y luego evaluando las tres perspectivas principales que se tienen del Concilio [8].

Tres perspectivas

Los textos del Concilio Vaticano Segundo son sincretistas, siendo este el producto de dos facciones opuestas entre los miembros del Concilio: los ‘Tradicionalistas’ [9], decididos a declarar la enseñanza tradicional de la Iglesia, y los ‘Modernistas’ decididos a declarar la novedad. La novedad expresada en los textos no llega a ser herejía formal (al menos no demostrable aún), pero es heterodoxa, por lo que nos referimos a que tiene típicamente una tendencia herética: es ambigua de manera tal que favorece la herejía[10].  

Se han tomado tres perspectivas principales del Concilio como un todo: i) la perspectiva modernista; ii) la perspectiva tradicionalista; y iii) una perspectiva adicional adoptada después del Concilio, llamada perspectiva ‘Neoconservadora’. En los más simples términos posibles, los modernistas rechazan la tradición y abrazan la novedad; los tradicionalistas abrazan la tradición y rechazan la novedad; los neoconservadores abrazan la tradición y la novedad.

Para poder exponer estas tres perspectivas en mayor detalle, mostraremos cómo los defensores de cada una comprenden los textos novedosos. Los modernistas los comprenden en un sentido herético; los neoconservadores según la ‘Hermenéutica de la Continuidad’; y los tradicionalistas como la ‘Remota Regla de la Fe’.

a) Entonces, los modernistas comprenden los textos novedosos en un sentido herético. Para dar un ejemplo, interpretan en sentido herético los textos conciliares que cuestionan el dogma (conocido como el dogma): ‘fuera de la Iglesia no hay salvación’ [11]. En otras palabras, comprenden dichos textos como una negación del dogma: es decir, afirman que es posible salvarse fuera de la Iglesia. Manifiestan esta comprensión ya sea en palabras, acciones u omisiones (por ejemplo, dejando de enseñar ‘el dogma’ y dejando de involucrarse en el trabajo misionero de carácter sobrenatural o en la evangelización). Observamos que, al menos desde donde podemos ver, una gran parte de la jerarquía contemporánea y del clero son modernistas que comprenden los textos conciliares novedosos en sentido herético.

b) Por contraste, como dijimos antes, los neoconservadores abrazan tanto la tradición como la novedad. No intentan comprender los textos novedosos en sentido herético como los modernistas, sino de acuerdo a la ‘hermenéutica de la continuidad’, es decir a la luz de la tradición y más precisamente como continuación de la tradición. Su postura es la que podríamos describir como ‘pacifista’ e imbuida de una piedad y docilidad hacia la Iglesia, hacia lo que Ella siempre ha enseñado y hacia lo que Ella enseñó en tiempos recientes en el último Concilio Ecuménico (en sentido universal).

c) Por último, los tradicionalistas comprenden los textos novedosos no de acuerdo a la ‘Hermenéutica de la Continuidad’ sino de acuerdo a la ‘Remota Regla de la Fe’. La Remota Regla de la Fe significa tradición, y al comprender el Concilio a la luz de la tradición se parecen a los neoconservadores, pero difieren de ellos en cuanto a que no necesariamente comprenden los textos como continuación de la tradición. La luz de la tradición puede presentar un texto como continuación de la tradición o en discontinuidad con ella; o nuevamente puede mostrar que un determinado texto es ambiguo y favorece la herejía.

En este último caso, que es de hecho el caso de los textos novedosos, los tradicionalistas rechazarán dichos textos. Repetimos, lo hacen no porque los textos sean necesariamente heréticos en sí mismos, sino porque tienen una tendencia herética: son ambiguos de manera tal que favorecen la herejía.

Evaluación de las tres perspectivas

a) Los modernistas rechazan la tradición y abrazan la herejía. Al rechazar la tradición rechazan la fe misma, dado que la tradición no es más que la fe tal como ha sido enseñada y cada vez con mayor claridad y profundidad a través de los siglos. Por lo tanto, el modernismo es una posición herética tanto negativamente al rechazar la fe, como positivamente al abrazar la herejía: consecuentemente, no es una posición sostenible para los católicos. La diferencia entre los herejes modernistas y los herejes del pasado es que los primeros pretenden ser católicos y miembros de la Iglesia mientras que los últimos no lo hacían. Ojalá que los modernistas tengan el coraje de enfrentar la Verdad y convertirse, o al menos de admitir públicamente que no son miembros de la Iglesia Católica.

Y sin embargo tal vez confíen en su amada teoría (condenada por San Pío X en Pascendi 13) de que la Verdad cambia y afirmen que no necesitan rechazar la enseñanza tradicional respecto al pasado, sino solo respecto al presente y futuro, sobre la base de que era verdad en el pasado pero ya no lo es. Sin embargo, esta afirmación sería falsa porque, como hemos dicho, la fe es inmutable: el objeto de la fe es la Verdad, la verdad sobrenatural. Esta Verdad es nada más y nada menos que el mismo Dios en Su naturaleza íntima, junto con Su plan de salvación para el mundo. Dado que el objeto de la fe es la Verdad, esa Verdad que ciertamente es el mismísimo Dios, es en sí misma inmutable. Si uno intenta cambiar la fe, uno se queda, por lo tanto, con la mentira.

b) Los neoconservadores, en cambio, incluso si hasta ahora han logrado interpretar las ambigüedades conciliares de acuerdo a la tradición, también sostienen una posición indefendible: indefendible en cuanto a que es tanto oscurantista como obstruccionista.

Es oscurantista al sugerir que los textos novedosos están en continuidad con la tradición, dado que decir que los textos debieran interpretarse en continuidad con la tradición implica que lo están, mientras que, en contraste y, tal como lo hemos señalado, son novedosos y, más aún, favorecen la herejía. 

Es obstruccionista de la siguiente manera: desvía la atención del principal problema del Concilio que es su tendencia herética, y se concentra en cambio en un problema menor que son sus ambigüedades como tales. La tendencia herética del Concilio es su mayor problema porque obstruye el objetivo de la Iglesia que es la salvación y la santificación de las almas; las ambigüedades del Concilio, en cambio, son solo un problema menor porque, interpretarlas correctamente, sirven como mucho para resguardar de la herejía a los Papas y Obispos del Concilio, un asunto puramente académico.

Si cierta parte de una entrega regular de bollos para una escuela de niños estuviera envenenada y el director no detuviera la entrega sino que disculpara a los responsables de su culpa, estaríamos inclinados a decir que tiene sus prioridades equivocadas; y si se rehusara a detener la entrega entonces al menos debiera realizarse una investigación para identificar los bollos peligrosos y salvar a los niños del peligro.

c) Como explicamos arriba, los tradicionalistas abrazan los textos tradicionales del Concilio, evalúan las novedades a la luz de la tradición y las rechazan por su tendencia herética. Al rechazarlas por esta razón están siguiendo la práctica de Concilios anteriores que adherían a tales textos ‘censuras teológicas’ como propositio haeresim sapiens (propuesta que tiene sabor o es sospechosa de herejía) o propositio captiosa (propuesta capciosa, una propuesta que es deliberadamente ambigua) [12].

Lejos de ser doctrinalmente oscurantista o moralmente obstruccionista, el tradicionalista está motivado solamente por el deseo de enseñar y santificar, siguiendo el mandato de Nuestro Señor: Él desea que la fe se afirme de la manera más clara posible porque es la luz en la que vemos el camino que conduce al cielo.

La perspectiva tradicionalista es controvertida primero en relación a la jerarquía, porque

– cuestiona las declaraciones de toda la jerarquía del mundo, unida en un Concilio;

– señala como heterodoxa a una gran parte de la jerarquía y del clero de las dos generaciones siguientes;

– supone que desde el Concilio hasta el presente la jerarquía ha estado dirigiendo la Iglesia por el camino equivocado.

Y, sin embargo, controvertida como sea, esta perspectiva no es teológicamente problemática. Las declaraciones del Concilio no eran dogmáticas, ni en la forma teológica de los textos ni en la intención del Papa [13], y gran parte de la jerarquía y del clero había caído en heterodoxia en el pasado, durante la crisis arriana, cuando casi toda la Iglesia había perdido su orientación doctrinal.

La perspectiva tradicionalista también es controvertida en relación al Espíritu Santo, al sugerir que Él no asistió a todo el episcopado del mundo, unido con el Papa. A esto debiéramos responder diciendo que, de hecho, el Espíritu Santo puede asistir a la Iglesia de dos maneras: positivamente, al profundizar y aclarar la doctrina de la Iglesia; o negativamente, al prevenir que la Iglesia caída en herejía formal: la manera en la que Él parece haber asistido en el Concilio Vaticano Segundo [14].

Finalmente, la perspectiva tradicionalista es controvertida en sentido moral, al criticar el Concilio y los pronunciamientos conjuntos de todos los obispos del mundo, incluyendo al Papa. ¿No muestra esto la falta de las virtudes de piedad y docilidad que caracterizan a los neoconservadores? No, nosotros practicamos la piedad y la docilidad hacia la jerarquía si respetamos su dignidad eclesiástica y si seguimos las enseñanzas suyas que se ajustan a la fe; pero si enseñan otra doctrina, estamos obligados a rechazarla [15].

Más aún, la fe es necesaria para la salvación; en el dominio doctrinal el inculcarla es la mismísima raison d’être de la jerarquía: es su competencia y su deber. Si, por el contrario, su enseñanza es heterodoxa, entonces exceden su competencia y fallan en su deber, y estamos obligados a rechazar esa enseñanza. Es conveniente criticar su heterodoxia para que otros preserven intacta su fe. El propósito es que, como hemos dicho recién, puedan alcanzar su salvación eterna. 

                                                                     *

Concluimos la sección con el siguiente argumento:

1) El Concilio contiene textos heréticos;

2) La persona que muere como hereje formal es condenada al infierno; por lo tanto

3) El Concilio pone en peligro la salvación de las almas y debiera ser dejado de lado.

Si alguno dudara de la primera premisa, que lea el presente libro; si alguno dudara de la segunda, no es católico. ¿La Iglesia no enseña infaliblemente: ‘Quienquiera desee salvarse debe, ante todo, guardar la Fe Católica…’ [16] ? Respecto a la conclusión, se refiere a todo el Concilio, no solo a los textos heréticos, porque si bien el Concilio contiene textos tradicionales, un laico sin conocimiento especializado no está preparado para distinguir los textos ortodoxos de los heterodoxos.


[1] Michael Davies, Augustine Publishing Company, 1977 (referida de aquí en más como ‘MD pjc’)

[2] Michael Davies, The Neumann Press, 1999 (de aquí en más referida como ‘MD rl’)

[3] Professor Roberto de Mattei, Lindau, 2010 (hereinafter referred to as ‘RdM’)

[4] Canonicus, editrice ichthys, 2012

[5] Concilio Vaticano II, Costello Nueva York, 1996

[6] Demostraremos esto más adelante, dogmática y metafísicamente.

[7] per scartarla quanto prima

[8] Escribimos un ensayo preliminar sobre este tema (‘Cómo Contemplar el Concilio Vaticano Segundo’) en el sitio Rorate Caeli

[9] Utilizamos esta expresión simplemente en el sentido afirmado aquí; no en sentido peyorativo como grupo de personas que se aferran nostálgicamente a una visión de la fe pasada de moda.

[10] ‘Herejía’ y ‘heterodoxia’ vienen del griego. Herejía significa ‘elección’ o elegir por uno mismo; heterodoxia significa ‘otra doctrina’.

[11] ‘Una sola es la Iglesia universal de los fieles, fuera de la cual nadie absolutamente se salva’, extra quam nullus omnino salvatur, Cuarto Concilio de Letrán (1215)

[12] Luego veremos la relevancia del término ‘capciosa’, para la realidad histórica del Concilio. 

[13] Como veremos en breve.

[14] Tratamos esta cuestión más ampliamente en nuestro artículo preliminar sobre el Concilio, referido antes.

[15] Santo Tomás de Aquino afirma (III Sent. d.25, q 2, a.1d, ad 3): ‘…no hay que prestar asentimiento al prelado que predica contra la fe porque en esto entra en conflicto con la primera regla’ (que es Dios).

[16] Quicumque vult salvus esse, ante omnia opus est ut teneat catholicam fidemSymbolum Quicumque

Traducido por Marilina Manteiga. Artículo original

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