El ataque interno a la Esposa de Cristo (más de sesenta años de lo que no quieren que sepas)

“Por alguna fisura, el humo de Satanás ha entrado en el templo de Dios” (S.S. Pablo VI, 29 de junio de 1973)

“Esta transformación de la Iglesia en molusco va a ser intentada por el Poder Oculto Mundial,

y no por una acción fuera de la Iglesia, sino por una acción interna de disgregación” (R.P. Julio

Meinvielle, 1983)

1. LO QUE POCOS SABEN DE AGATHA CHRISTIE – ÓXIDO Y HIERRO

Agatha Christie, la famosa escritora de novelas detectivescas, tal vez sea menos conocida por su defensa de la misa católica según el rito tradicional promulgado por el Papa San Pío V. Pocos saben que ella y otros personajes de renombre firmaron una carta que se la dirigieron a S.S. Pablo VI en octubre de 1971, en la que le pedían que no quite del mundo la celebración consabida. El encargado de entregar la carta fue el Primado de Inglaterra , Mons. John C. Heenan. En esa misiva tan sentida, se leen cosas como: “las basílicas y las catedrales fueron construidas para celebrar un rito que, hasta hace unos meses, constituía una tradición viva. Nos estamos refiriendo a la Misa Romana Tradicional. Aún así, de acuerdo a las últimas informaciones provenientes de Roma, existe un plan para hacer desaparecer dicha Misa hacia fines del año en curso. Uno de los axiomas de la publicidad contemporánea, tanto religiosa como secular, es que el hombre moderno en general y los intelectuales en particular, se han vuelto intolerantes a toda forma de tradición y están ansiosos por suprimirlas y poner alguna otra cosa en su lugar. Pero, como muchas otras afirmaciones de nuestras máquinas publicitarias, este axioma es falso. Hoy, como en tiempos pasados, la gente culta está a la vanguardia allí donde es necesario el reconocimiento del valor de la tradición, y son los primeros en dar la voz de alarma cuando ella es amenazada”.

Ojalá se tratase de un relato ficticio policial, de una trama más donde el detective Hércules Poirot debe resolver lo que parece imposible. Pero no. Se trata de algo completamente real y de una gravedad que convoca a la eternidad. Los firmantes de la carta hablan con total claridad de un plan, y de un “plan para hacer desaparecer” la Misa Romana Tradicional. ¿Qué sabemos sobre ese plan? Quizá muchos deban admitir derechamente que jamás siquiera habían oído hablar de “un plan”. Y entonces comienzan a acumularse las preguntas y puede que se nos despierte un Poirot interior, una suerte de detective que investigando en la historia pregunte cosas como: ¿Por qué se elaboró ese plan? ¿Quiénes lo hicieron? ¿Qué buscaban? ¿Alcanzaron lo que se propusieron? ¿Qué frutos trajo ese plan? Y bien… Intentaremos brindar algunas respuestas a esos interrogantes que ni más ni menos tienen que ver con nuestra propia alma, con nuestro destino eterno. 

 La tesis es esta: que por más de sesenta años el óxido no quiere que sepas de la existencia del hierro. De tanto acostumbrarse uno a ver el óxido puede creer que eso es lo que siempre existió, cuando, en verdad, no es así. Hay quienes despreciaron al hierro permitiendo que el óxido ganase terreno. Y aquí, en este artículo, rechazando al óxido intentaré mostrar al hierro. Para hacer este pequeño trabajo se han leído varios libros, entre todos suman más de 1500 páginas que fueron estudiadas y objeto de reflexiones. Pediría entonces al lector un pequeño esfuerzo para que sean leídas estas breves líneas que quizá no superen las 16 carillas. Espero, con la ayuda divina, probar que, básicamente, desde 1962 a 1965, esto es, tras Concilio Vaticano II y de ahí en adelante, la Iglesia Católica ha venido sufriendo tremendamente ataques desde dentro por parte de hombres de iglesias que, ganados por ideas mundanas, introdujeron al llamado ‘modernismo’, el cual va corroyendo absolutamente todo lo que de católico encuentra a su paso. Principalmente esos hombres de los que hablo han sido obispos, y en la actualidad son también obispos los principales responsables de la corrupción de las cosas católicas.

2. ¿A QUÉ LLAMO MODERNISMO?

En sencillo, diré que el modernismo es una herejía que siempre ha buscado la mundanización de lo católico, trayendo como lamentable consecuencia un vuelco hacia el mundo, una apostasía de la fe, una pérdida de lo católico. Atento al limitado objetivo que me he propuesto en este escrito y como no puedo extenderme en demasía, sepa todo el mundo que desde las fechas indicadas en el párrafo anterior, el modernismo se ha encargado de alterar la liturgia, la misa, los sacramentos, la moral, las canonizaciones, la teología, los templos, la lengua, la oración, la recta noción de ecumenismo, el catecismo, las virtudes (la obediencia entre las principales), entre otras cosas. Todo esto muchos no lo saben y creen que el catolicismo siempre fue lo que hoy se ve, pero no saben que lo que hoy abunda es el referido modernismo disfrazado de catolicismo.

Alguien –yendo en contra del realismo- hablará de que “se han dado buenos frutos” con las reformas que se hicieron tras el Concilio Vaticano II, y, pese a que intente vivir de esas reformas de la mejor manera, día tras días, segundo tras segundo, “la autodemolición de la Iglesia” debida al mal de marras sigue operando. Lo afirmamos con las mismas palabras de Pablo VI: “Creíamos que después del Concilio vendría un día de sol para la historia de la Iglesia, pero en cambio ha llegado un día nublado, tormentoso, oscuro…”.

Para probar lo que aquí vengo afirmando no me serviré principalmente de mis palabras, pues si a un Papa llamado Pablo VI que llegó a decir en 1968 que estábamos asistiendo a la “autodemolición de la Iglesia” no se le hizo caso, dudo que a mis simples palabras se le dé importancia. Invocaré a pensadores muy conocidos y cuyos textos datan de ¡décadas pasadas!, y ya desde allí nos alertaban del desmadre que se ha venido operando. De todos los libros que he utilizado para el armado de este modesto texto, solo en algunas cosas podré no estar de acuerdo, pero, en la mayoría, coincidimos plenamente. Téngase presente que las obras que aquí expondré fueron escritas hace más de cuarenta o cincuenta años, de modo que es entendible que algunos puntos hayan presentado en aquellos días mayor incertidumbre, lo que, desde luego, hace entendible lecturas diferentes. En la actualidad, muchísimos de esos puntos que antaño se presentaban un tanto oscuros perdieron esa oscuridad, y la evidencia se impone con exquisita claridad para el que quiera ver.

3. EL OTRO CABALLO DE TROYA

Comenzaré haciendo desfilar algunos textos del pensador alemán Dietrich von Hildebrand, de su libro ‘El Caballo de Troya en la Ciudad de Dios’. Todo lo que expondré de él apareció publicado en 1969. Repárese bien la fecha: ¡1969!

Sobre el intento modernista acomodaticio nos aleccionaba: “Intentar adaptar la doctrina de la Iglesia a la mentalidad de una época lleva consigo el moldear la revelación divina y acomodarla a la moda y espíritu de los tiempos” (von Hildebrand, Dietrich, El Caballo de Troya en la Ciudad de Dios, 5 edición, ed. Fax,Madrid, 1974, p. 84).

Sobre la misa en latín o en lengua vernácula, Dietrich decía esto: “Muchos sacerdotes creen que el reemplazar la atmósfera sagrada que reina, por ejemplo, en los maravillosos templos de la Edad Media o del barroco, en los que se celebraba la misa en latín, por una atmósfera profana, funcionalista, neutra, ha de capacitar a la Iglesia para encontrarse en amor con el hombre sencillo. Pero esto es un error fundamental (…). Esos sacerdotes, en lugar de combatir la irreverencia (que se halla hoy tan difundida), contribuyen de hecho a difundirla más” (ob. cit. p. 154). En otro lugar nos dice: “Hoy día estamos presenciando un desmantelamiento de ese movimiento litúrgico, ya que muchos tratan de sustituir el sublime texto latino de la liturgia por traducciones a la jerga vernácula. Cambian incluso la liturgia misma para ‘adaptarla a nuestros tiempos’. El canto gregoriano está siendo reemplazado en el mejor de los casos por el jazz o por el rock and roll (…). Atrae a los hombres para llevarlos a una atmósfera específicamente mundana” (ob. cit. p.226). Y préstese muchísima atención a esto otro: “La misa latina (…) no debería abandonarse nunca. No se trata de permitir que la misa latina sobreviva provisionalmente hasta que los fieles se acostumbren a la misa en lengua vernácula (…). Tal fue la intención del motu proprio de San Pio X, quien afirmó que la atmosfera sagrada única de la dicción de la misa latina, así como también el canto gregoriano, deberían formar la piedad de los fieles (…). Sin embargo, algunos católicos hoy día expresan el deseo de cambiar la forma externa de la liturgia, adaptándola al estilo de vida de nuestra época desacralizada. Tal deseo indica una ceguera para la naturaleza de la liturgia, así como también una falta de respeto y gratitud hacia los sublimes dones de dos mil años de vida cristiana. Delata una ridícula seguridad en sí mismos y notable engreimiento el creer que esas formas tradicionales se pueden sustituir por otra cosa mejor” (ob. cit. p. 227). Una vez más: ¡Palabras dichas en 1969. Y pensar que ahora algunos le dan falsa obediencia a un Motu proprio llamado Traditiones Custodes que en verdad persigue a la Tradición! Tal como lo he dicho, se camuflan de Tradición siendo mordernismo, con el fin de liquidar la Tradición.

¿Y qué nos dijo von Hildebrand sobre el irenismo o falso ecumenismo? Expresó: “El falso ecumenismo no solo se encuentra entre los que no pueden o no quieren ver la amenaza que se cierne sobre la Iglesia por el secularismo y la apostasía que tanto abundan entre las filas de los católicos progresistas. Muchos que ven el peligro dentro de la Iglesia creen que desenmascarar los peligros es cosa poco caritativa. Pero ésta es solo una de las reacciones equivocadas (…). No recuerdan tan a menudo aquel punto esencial: la verdadera caridad exige absolutamente que se dé muerte al error” (ob. cit. p.195).

Tocante a la liturgia, Dietrich reflexionó en Triumph: “La nueva liturgia amenaza de verdad frustrar el encuentro con Cristo, porque desanima la reverencia ante el misterio, excluye el temor y casi extingue el sentido de sacralidad. Con toda seguridad, lo que realmente importa no es si los files se sienten cómodos en Misa, sino si se sienten transportados desde su vida corriente hasta el mundo de Cristo; si su actitud es la respuesta de sublime reverencia” (Davies, Michael, El Concilio del Papa Juan, ed. Iction, Buenos Aires, 1981, p. 327).

4. LA HEREJÍA ANTILITÚRGICA

 El gigante liturgista que fue Don Guéranger, tan querido más tarde por San Pio X, hablando de la herejía antilitúrgica decía en 1840: “La primera característica de la herejía antilitúrgica es el odio a la Tradición tal como se encuentra en las fórmulas usadas en el culto divino (…). Cualquier sectario que quiere introducir una nueva doctrina, se encuentra, infaliblemente, enfrentado con la liturgia, que es tradición en lo más firme y en lo mejor, y no puede descansar hasta haber silenciado esa voz y haber arrancado esas páginas que recuerdan la fe de siglos pasados (…). El odio al latín es innato en el corazón de todos los enemigos de Roma (…). Debemos admitir que el haber declarado la guerra a la lengua sagrada ha sido un golpe maestro del protestantismo. Si alguna vez tuviera éxito en destruirla estaría ciertamente en el camino de la victoria. Expuesta a miradas profanas, como una virgen que ha sido violada, desde ese momento la Liturgia ha perdido mucho de su carácter sagrado (…). Toca ahora al lógico católico sacar las conclusiones“(Instituciones Litúrgicas, Vol. I, 1840).

5. MÁS DEL FALSO ECUMENISMO – RESPONSABILIDADES, TÁCTICAS Y FRUTOS

Pasemos ahora a conocer que nos ha enseñado el profesor católico Michael Davies, de Inglaterra, amigo de von Hildebrandt. Michael ha sido un prolífico escritor. Escribió más de cuarenta libros, la mayoría vinculados a la crisis que se alzó tras Concilio Vaticano II. Expondré algunos textos de su afamada obra ‘El Concilio del Papa Juan’.

Tocante al ecumenismo: “El movimiento ecuménico tal como existe ahora se basa sobre la premisa totalmente falsa de que se puede obtener la unidad orgánica con los protestantes por medio de negociaciones ecuménicas” (Davies, Michael, El Concilio del Papa Juan, ed. Iction, Buenos Aires, 1981, p. 141). En otro lugar nos dirá Davies: “el diálogo ecuménico ha abierto una puerta por la que ha entrado el virus del racionalismo, exuberante entre las denominaciones protestantes, y ha contaminado al propio Cuerpo Místico, y, por consiguiente, ha debilitado su capacidad de combatir las fuerzas de la revolución, que nunca como hoy han estado tan cerca de eclipsar la Iglesia de Cristo” (ob. cit. págs. 149 y 150). Una más: “el efecto práctico del diálogo ecuménico es la protestantización de la Iglesia Católica” (ob. cit. p. 152). Y esto: “La manifestación más dramática para el católico corriente es (…) la protestantización de nuestra liturgia” (ob. cit p. 169).

En lo que hace a la responsabilidad del Concilio, dirá: “El Vaticano II, como suceso, resulta responsable directo del resurgimiento y creciente aumento del modernismo dentro de la Iglesia” (ob. cit. p. 216).

¿Cómo actúan muchos contra los defensores de la Tradición? “La táctica más coherente de los progresistas, y que usan consecuentemente porque resulta exitosa, consiste en presentar a aquellos que se le oponen como figuras más bien patéticas, hombres de mentalidad cerrada, hombres que temen el cambio, hombres que viven en el pasado y no pueden adaptarse a las ideas y adelantos modernos. Escribía San Pio X en Pascendi Gregis: ‘No es de maravillar que los modernistas embistan con extrema malevolencia y rencor a los varones católicos que luchan valerosamente por la Iglesia. No hay ningún género de malevolencia con que no los hieran, pero su modo habitual es acusarlos de ignorancia y de terquedad’.” (ob. cit. p. 217).

Adviértase las siguientes palabras relativas a la autoridad, a la obediencia y a ejemplos históricos de ambas cosas.  Nos enseña Davies: “Dietrich von Hildebrandt ha señalado el peligro inherente a la actitud de muchos católicos leales que como reacción ante los ataques de los progresistas a la autoridad papal, aceptan ahora las decisiones prácticas del papa como si fueran definiciones ex cathedra o encíclicas que tratan temas de fe o de moral siempre en total armonía con la tradición de la Santa Iglesia y su Magisterio. Esta lealtad es verdaderamente falsa e infundada. Coloca a los fieles ante problemas insolubles en atención a la historia de la Iglesia. En último término, esta falsa lealtad solo puede hacer peligrar la fe Católica… Resulta obvio que una decisión política o disciplinaria no es un dogma. Puede ser sabia y producir fructíferas consecuencias. O puede ser imprudente y dar por resultado grandes inconvenientes para la Iglesia y grandes dolores para la humanidad” (ob. cit. págs. 208 y 209). Y sin dejar de citar a Dietrich, se nos dice: “Los que basan su defensa de la fe en el axioma de que todo lo que el papa decida debe estar bien, se hallarían en una situación desesperadamente indefendible si empezaran a estudiar la historia del papado. Tendrían que sostener que SAN ATANASIO fue ortodoxo hasta que el papa Liberio confirmó su excomunión; que esa excomunión hizo que sus opiniones no fueran ortodoxas; pero que se volvieron ortodoxas de nuevo cuando Liberio se retractó. En otras palabras, no existen reglas de verdad objetiva; un artículo de fe se vuelve verdadero o falso, solo a causa de la actual actitud del pontífice reinante. En forma similar, en el año 896 el papa Esteban VI exhumó del sepulcro el cadáver de su predecesor Formoso, lo sometió a ‘juicio’, lo condenó y lo despojó de sus vestiduras y luego lo hizo arrojar al Tíber. El Papa muerto fue declarado depuesto y se anularon todos sus actos, incluyendo las ordenaciones: ¡hecho bastante extraño dado que el papa Esteban VI había sido consagrado obispo por el papa Formoso! En 897, el papa Teodoro II recuperó el cadáver de Formoso, lo sepultó en San Pedro con una ceremonia adecuada y declaró válidas las ordenaciones de Formoso, y mandó que fueran reordenados los por él ordenados. Sin entrar en los errores o aciertos de su trasfondo, este singular episodio pone algo bien en claro: al menos alguno de los papas intervinientes debe haber estado en error, y en error sobre un grave asunto de disciplina” (ob. cit. págs. 237 y 238). Agreguemos esto otro: “No es necesario que el católico afligido pero leal se diga: ‘Esto debe estar bien porque se hace con permiso del papa’, cuando entra a una Iglesia donde se ha destruido el hermoso altar y se lo ha reemplazado por una mesa sobre la cual el sacerdote celebra una especie de misa de la cual se ha erradicado casi toda referencia al sacrificio y a la presencia real; durante la cual se permite oficialmente que el sacerdote improvise partes y durante la cual una mujer distribuye la comunión en la mano a los comulgantes de pie. No, ese católico está autorizado para usar la razón que le ha dado Dios, y decir: ‘Esto está mal y el papa se ha equivocado al autorizarlo’.” (ob. cit. p. 240).

Sobre los frutos del Concilio: “Ningún ser racional puede negar que, hasta ahora, el Vaticano II no ha producido frutos buenos (…). Pablo VI llegó al punto de lamentar en 1968 de que la Iglesia se hallaba en un proceso de autodestrucción, autodistruzione. En la fiesta de San Pedro y San Pablo de 1972 llegó a decir que de una forma u otra el propio Satanás había encontrado una abertura para entrar en la Iglesia (…). Dijo el Papa: “Creímos que después del Concilio llegaría un día de sol en la historia de la Iglesia, y en su lugar encontramos nuevas borrascas” (ob. cit. p. 19).

Y este texto, desde luego, le hará explotar las venas al modernismo: “Si hay un hombre que es odiado por el mundo porque claramente no es del mundo, un hombre cuyas creencias y normas virtualmente la totalidad de la sociedad contemporánea –protestantes, masones, marxistas y católicos-, se ha unido para rechazarlas, ese hombre es el arzobispo Marcel Lefebvre” (Davies, Michael, El Concilio del Papa Juan, ed. Iction, Buenos Aires, 1981, p. 284). Al valiente defensor de la fe, a ese santo obispo francés sobre el que, como otrora se hizo con San Atanasio se le adosa el fantasma de la excomunión, se le aplican las palabras del R.P. Leonardo Castellani: “los cristianos serán una minoría, y aparecerán como delincuentes a los ojos de todos” (El Apokalypsis, ed. Jus, México, 1967, p. 320). En estos tiempos ha sido el Ex Nuncio Apostólico de los Estados Unidos, el arzobispo Carlos María Vigano, uno de los que valorizó y cantó la verdad sobre el gran obispo francés, Monseñor Lefebvre: “Los Pastores están llamados a pastorear el rebaño del Señor, a mantener a raya a los lobos rapaces y a expulsar a los mercenarios que no se preocupan por la salvación de las ovejas ni de los corderos.  Este trabajo, a menudo silencioso y oculto, fue realizado por la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X, la cual tiene el mérito de no haber dejado apagar la llama de la Tradición, en un momento en que la celebración de la Misa Antigua, era considerada subversiva y por ello, era motivo de excomunión.  Sus sacerdotes eran una espina sana en el costado del cuerpo eclesial, [sana espina] en el sentido de ser similar a algo insoportable para los fieles: un reproche constante por la traición cometida en contra del pueblo de Dios, una alternativa inadmisible al nuevo camino conciliar. Y si su fidelidad hizo inevitable la desobediencia al Papa, como consecuencia de las consagraciones episcopales, justamente gracias a ellas, dicha Fraternidad pudo protegerse del ataque furioso de los innovadores, y su existencia permitió la posibilidad de la liberación del Rito Antiguo, que hasta entonces estaba prohibido. Su presencia también permitió que emergieran las contradicciones y los errores de la secta conciliar,  tan proclive a hacer permanentes guiños a los herejes y a los idólatras, mientras que se mostraba implacablemente rígida e intolerante, hacia la Verdad Católica. A Monseñor Lefebvre lo considero un ejemplar Confesor de la Fe, y creo que ahora queda claro cuán fundamentada y oportuna fue su denuncia del Concilio y de la apostasía modernista. No hay que olvidar que la persecución de la que Monseñor Lefebvre fue objeto, por parte de la Santa Sede y del Episcopado mundial, ante todo sirvió de disuasión para los católicos refractarios a la revolución conciliar” (https://www.marcotosatti.com/2020/09/03/vigano-mons-lefebvre-un-confesor-ejemplar-de-la-fe/).

6. LO QUE CASTELLANI VEÍA EN LA DÉCADA DEL 60

 A propósito de Castellani y del modernismo que veía, denunció esto: “lo que SE VE”. ¿Y qué veía?: “La Religión Idolátrica, o modernismo como religión del Anticristo, por ser lo que yo he estudiado, y lo que SE VE” –las mayúsculas en el texto son de él- (El Apokalypsis, ed. Jus, México, 1967, p. 313). Sobre ese modernismo, dirá también el padre que está “vigente (…), que ya espantaba a Newman; es la peor herejía que se puede imaginar: la adulteración sutil y total del Cristianismo” (ob. cit. p. 301). En otro lugar sostuvo: “Satanás dirá con sorna a los Santos: ‘¿dónde está vuestro Dios?’ y ellos callarán. Les espejará las más peligrosas ilusiones, y los hará caer en líos endiablados. El estado descompuesto y falsificado de la Iglesia (el Atrio pisoteado por los paganos) los sumirá en desconsuelo y perplejidad. Los prelados ‘mercenarios’ los castigarán y hostigarán (…). Su fidelidad a la Iglesia –a la imagen lejana de la Iglesia, y el núcleo atormentado de hoy- será más que heroica, casi imposible” (ob. cit. 206).

7. LA PROSTITUCIÓN A LOS ÍDOLOS

Tras un Motu Propio Traditiones Custodes que implica una persecución a la Tradición Católica, al rito de misa bimilenario conocido también como Tridentino, me vienen las palabras que Gustave Thibón dijera en su prólogo al libro ‘El Silencio de Dios’, escrito por el filósofo español Rafael Gambra: “Las páginas más emocionantes y dolorosas de este libro son aquellas en las que el autor analiza los efectos de este proceso de desintegración en el seno de la Iglesia Católica. El progresismo católico corta los puentes entre el hombre y Dios, la tierra y el cielo. Una religión que disuelve lo eterno en la historia y que rechaza, como adherencia de un pasado para siempre concluso, prácticas y ritos que son el punto de inserción de lo infinito en el espacio y de lo eterno en el tiempo… tal religión no será más que un vago humanitarismo, sin forma y sin contenido. En ella, la prostitución a los ídolos del siglo se reviste del vocablo halagüeño de ‘apertura al mundo’.”(ed. Criterio Libros, España, 1998, p. 18). ¡La exaltación de la Pachamama por un papa no es pura coincidencia! Y una aclaración: el libro de Gambra prologado por Thibón vio por vez primera la luz en 1968.

8. EL INVENTO DE LA ‘MUJER IDÓNEA’

Mal que les pese a muchos que aún defienden lo indefendible, también se da, y de manera cada vez más alarmante, palabras como las pronunciadas por los preclaros cardenales Ottaviani y Bacci en la ya lejana década del setenta: “contra los preceptos de San Pablo (I Cor 14, 34; I Tim 2 11-12) se inventa una ‘mujer idónea’, quien, por primera vez contra la tradición de toda la Iglesia, tendrá la facultad de leer las lecturas en la Misa así como también de realizar otros ‘ministerios que se llevan a cabo fuera del presbiterio’.” (Breve Examen Crítico del Novus Ordo Missae, ed. Iction, Buenos Aires, 1980, p. 83). ¡Y desde mil novecientos setenta al hoy, ¿qué diremos?! Quizá ni se imaginaban los cardenales mencionados que aparecerían obispos con ese camelo de los ministros y ministras extraordinarios de la eucaristía. Y todavía hay quienes hablan de los “buenos frutos”.

9. ¿EN MANOS DE QUIÉNES ESTÁ LA LITURGIA?

Pasemos ahora a ver qué nos ha dicho el converso y gran formador católico estadounidense, el profesor John Senior, antes de 1980. En su célebre obra ‘La Muerte de la Cultura Cristiana’, no anda con vueltas y manifiesta: “En la hora presente estamos en una noche oscura de la Iglesia. Los caminos usuales se han perdido. Hay ahora poca comodidad en la Iglesia visible. La liturgia, en manos de ladrones, está yacente en la fosa (ed de Argentina, 2021, p. 231).

Disiento con el gran John Senior en el alcance que le da a la fuerza del modernismo. Él sostiene que “la fuerza movilizadora del modernismo es, como lo sugiere su nombre, la perpetua urgencia de lo nuevo” (La Muerte de la Cultura Cristiana, Argentina, 2021, p. 51).  No se trata simplemente de una búsqueda de algo nuevo. Se trata sí de un deseo infatigable de mundanizar lo católico y de desacralizar al mundo; es algo nuevo pero netamente demoníaco. Sí coincido totalmente con Senior en esto otro: “El cristianismo está hoy en día tan inmerso en lo mundano que uno difícilmente ve sus orígenes” (ob. cit. p. 104); “El liberalismo es la cara sonriente del modernismo (…). Después de dos mil años de cristianismo somos capaces de una apostasía perversa y teológicamente exacta que ningún pagano había conocido” (ob. cit. p. 210); “La Iglesia misma está dividida internamente por una apostasía, mucho peor de las que ha tenido externamente. Los cristianos que han vivido con la esperanza de que la Iglesia los salvaría, deben luchar para salvar a la Iglesia” (ob. cit. p. 211). Ante la oscuridad que hace más de 61 años se viene enseñoreando del catolicismo, ante la confusión y la perplejidad en la que nos dejan cosas inimaginables perpetradas por hombres de iglesia, valgan estas palabras: “Para quienes están al borde de la desesperación, especialmente ahora, es esencial recordar que la Iglesia nunca se parece tanto a Cristo como cuando se ve quebrada y traicionada desde dentro” (ob. cit. p. 208).

10. LA INFILTRACIÓN MASÓNICA Y SUS GANAS DE UN CONCILIO ECUMÉNICO

Es el turno ahora de traer a colación algunos pensamientos del eminentísimo teólogo que fuera el R.P. Julio Meinvielle. Sobre el ataque a la Iglesia Católica, allá por la década del ochenta escribió: “Esta transformación de la Iglesia en molusco va a ser intentada por el Poder Oculto Mundial, y no por una acción fuera de la Iglesia, sino por una acción interna de disgregación” (El Progresismo Cristiano, ed. Cruz y Fierro, Buenos Aires, 1983, p. 107). Agregaba: “El plan de la Revolución en la Iglesia que está actualmente en ejecución fue preparado a fines del siglo pasado en las altas logias masónicas, en la Orden Cabalística de los Rosacruces de Papus, en la orden Martinista de Saint Yves d’Alveydre y el Simbolismo de Oswald Wirth” (ob. cit. P. 107). Nos dice el Padre Meinvielle que el plan destructivo puede verse en gran medida, en lo que el canónigo apóstata, Abbé Roca, le escribiera al gran masón Oswald Wirth el 23 de agosto de 1891. En tal misiva se leen cosas como: “Lo que quiere edificar la Cristiandad no es una pagoda sino un culto universal en el que todos los cultos estén englobados” (ob. cit. P. 108); “esta nueva iglesia, aunque tal vez no conservará nada de la disciplina escolástica ni de a forma rudimentaria de la Iglesia antigua, recibirá sin embargo de Roma la Consagración y la Jurisdicción Canónica” (ob. cit. p. 110); “habrá el anillo de los retrógrados y el anillo de los progresistas” (ob. cit. p. 111). ¡Y atención con estas palabras del apóstata dirigidas al masón en 1891!: “Creo que el culto divino tal como lo regulan la liturgia, el ceremonial, el ritual y los preceptos de la Iglesia Romana sufrirá próximamente una transformación en un Concilio Ecuménico que le dará la venerable simplicidad de la edad de oro apostólica poniéndola en armonía con el nuevo estado de la conciencia y de la civilización moderna” (ob. cit. p. 113).

Sobre la infiltración masónica en la Iglesia, téngase presente este escalofriante suceso que nos revela el R.P. Julio Meinvielle: “Para ejecutar el plan será necesaria previamente la infiltración masónica dentro de la Iglesia misma. Y en este sentido es sugestivo y revelador lo que se cuenta del Cardenal Rampolla, que fuera Secretario de Estado del gran Leon XIII y que estuvo a punto de ser Papa, cuando a la muerte de éste fue elegido para sucederle por el voto de los Cardenales del Cónclave. El veto de la Casa de Asturia impidió dicha elección y fue elegido entonces San Pio X. Pues bien, a la muerte del Cardenal Rampolla se encontró un cofre cerrado y sin llave en su habitación; hubo que violentarlo y allí estaban las insignias masónicas del Cardenal. Llevaron a San Pio X estas insignias y el Papa se limitó a decir: ‘disgraziato’.” (ob. cit. p. 114).

Y ahora, apreciado lector, veamos que nos expresó el P. Meinvielle sobre el resultado exitoso de ese plan diabólico y siniestro operante desde antaño: “Este resultado es el actual Progresismo que está liquidando materialmente a la Iglesia” (ob. cit. p. 116). “Hoy circulan en la Iglesia las mayores herejías, incubadas y alentadas por teólogos de renombre universal” (ob. cit. p. 116). “El Programa masónico, el programa sinárquico, está ya sobradamente cumplido. La Iglesia ha perdido su osamenta y se ha convertido en un molusco que ahora puede entrar en la Religión Universal de la Humanidad, junto con el budismo, el judaísmo y el ateísmo. No hace falta insistir en que detrás de esta tarea de liquidación de la Iglesia está el Poder Oculto Mundial que ha logrado hacer efectivo su objetivo de penetración en las más altas jerarquías de los cuadros eclesiásticos” (ob. cit. p. 121)

En otra de sus obras llamada ‘De la Cábala al Progresismo’, el Padre Meinvielle sostiene: “El cristianismo se seculariza (…). Cómo se hayan de cumplir, en esta edad cabalística, las promesas de asistencia del Divino Espíritu a la Iglesia y cómo se haya de verificar el portae inferí non prevalebunt –las puertas del infierno no prevalecerán- no cabe en la mente humana. Pero así como la Iglesia comenzó siendo una semilla pequeñísima, y se hizo árbol frondoso, así puede reducirse en su frondosidad y tener una realidad mucho más modesta. Sabemos que el mysterium iniquitatis ya está obrando; pero no sabemos los límites de su poder. Sin embargo, no hay dificultad para admitir que la Iglesia de la publicidad pueda ser ganada por el enemigo y convertirse de Iglesia Católica en Iglesia gnóstica. Puede haber dos Iglesias, la una la de la publicidad, Iglesia magnificada en la propaganda, con obispos, sacerdotes y teólogos publicitados, y aun con un Pontífice de actitudes ambiguas; y otra, Iglesia del silencio, con un Papa fiel a Jesucristo en su enseñanza y con algunos sacerdotes, obispos y fieles que le sean adictos, esparcidos como ‘pusillus grex’ por toda la tierra. Esta segunda sería la Iglesia de las promesas, y no aquella primera, que pudiera defeccionar. Un mismo Papa presidiría ambas Iglesias, que aparente y exteriormente no sería sino una. El Papa, con sus actitudes ambiguas, daría pie para mantener el equívoco. Porque, por una parte, profesando una doctrina intachable sería cabeza de la Iglesia de las Promesas. Por otra parte, produciendo hechos equívocos y aun reprobables, aparecería como alentando la subversión y manteniendo la Iglesia gnóstica de la Publicidad (…). San Pablo llama apostasía universal a esta defección de la fe (…). Y esta apostasía universal es la secularización o ateización total de la vida pública y privada en la que está en camino el mundo actual” (ed. Epheta, Buenos Aires, 1994, págs.. 363 y 364). Y esto otro: “Lo curioso es que los teólogos que debían proclamar altamente los derechos de Dios, también entran de buen grado en esta marea universal de la secularización, y son ellos los que exigen un cristianismo desacralizado y secularizado, y aun ello en nombre del cristianismo mismo” (ob. cit. p. 302). ¡Pensar que el egregio cura escribió lo transcripto antes de 1970!

11. DOS RENOMBRADOS ESCRITORES CONTRA EL FALSO ECUMENISMO

Una vez más pongamos la lupa sobre el falso ecumenismo y veamos que nos enseñaron dos célebres pensadores: Hugo Wast y G.K. Chesterton. El primero de ellos en su libro ‘El Sexto Sello’, aseveró: “Cuando la indiferencia religiosa haya caído como una mortaja sobre los pueblos (…) es seguro que se habrán aplacado todas las controversias teológicas” (ed. Dictio, Buenos Aires, 1980, p. 21). Y agregó: “Pero esta paz aparente, ¿no es infinitamente deplorable? Es como la salud que reina en un cementerio, donde se han concluido las enfermedades porque los muertos no se enferman” (ob. cit. p. 21). Esa indiferencia religiosa campea hoy por doquier promovida por doctrinas tan falsas como novedosas. El segundo escritor mencionado nos enseñó en su obra ‘El Hombre Eterno’: “No es capaz de entender la naturaleza de la Iglesia o la nota sonora del credo descendiendo de la antigüedad, quien no se da cuenta de que el mundo entero estuvo prácticamente muerto en una ocasión a consecuencia de la abierta mentalidad y de la fraternidad de todas las religiones” (ed. Cristiandad, España, 2011, p. 233).

12. ¿POR QUÉ SE HACE DIFICIL VER EL MODERNISMO?

¿Por qué para muchos se torna difícil ver el modernismo dentro de la Iglesia, al punto que, incluso, casi parecería imposible o cuento de ciencia ficción? Antes que nada, porque supo camuflarse. Por otra parte,  porque una cosa es señalar al enemigo externo, por caso, el protestantismo, el judaísmo o el budismo, y otra muy distinta es el querer admitir que seminarios enteros, casas religiosas enteras, sacerdotes y religiosos, obispos en números impensados, vale decir, lo que tenemos por sagrado en nuestra religión, estén contribuyendo al derrumbe de nuestra religión ¡y en nombre de la religión! Ciertamente no parece que pueda suceder pero sucede. Se torna aún más difícil, por los que van admitiendo cosas del modernismo al tiempo que conservan cosas de la tradición, alcanzando una suerte de mixtura que les acarrea algún tipo de “serenidad de conciencia”, creyendo igualmente que en esa posición ecléctica está el justo medio, creyendo que eso es el sano progreso; y no; no y no. Van poniendo en su tasa de té, todos los días, unos gramos de veneno, y ese veneno, tarde o temprano, termina por dañar demasiado, al punto de poder llegar a matar. Algo de esto es lo que con muchísima sutileza describió el R.P. Lacunza en 1812: “¿Qué tenemos, pues, que maravillarnos de que el sacerdocio cristiano pueda en algún tiempo imitar en gran parte la iniquidad del sacerdocio hebreo? (…). Los que ahora se admiren de esto, o se escandalizaren de oírlo, o lo tuvieren por un despropósito increíble, es muy de temer, que llegada la ocasión, sean los primeros que entren en el escándalo, y los primeros presos en el lazo. Por lo mismo que tendrán por increíble tanta iniquidad en personas tan sagradas, tendrán también por buena a la misma iniquidad” (La venida del Mesías en gloria y majestad, ed. Universitaria S.A., Chile, 1969, p. 85). 

13. ARQUEOLOGISMO VS. TRADICIÓN

Hoy también vemos otra tramoya de los modernistas, consistente en presentar el arqueologismo como Tradición. El modernista ama el arqueologismo al tiempo que detesta a la Tradición Católica. A no dejarse engañar. Ese arqueologismo ha sido condenado por S.S. Pio XII en su Encíclica Mediator Dei: “De manera que, por ejemplo, sería salir de la senda recta querer devolver al altar su forma primitiva de mesa”. Hoy está lleno de eso, de mesas y no de altares, por lo que, con claridad tienen paso las palabras de Pio XII: se ha salido de “la senda recta”.

14. MILITANTE VS. SINODAL

Hay un silencio cómplice y un resguardarse siempre en lo que ha pasado a ser una suerte de muletilla para salir del paso y que llaman “prudencia”. Lo católico implica universalidad y no individualismo, por eso es desacertada la postura de; “como a mí me permitieron esto, luego de lo demás no me hago cargo y mejor quedarse mudo”. Errada también es la postura de: “cuánto estamos creciendo, luego aquí está la papa”, cuando para ello se ha aceptado varios lineamientos modernistas: “-¡Pero tenemos excelentes intenciones, lo nuestro es caridad!” –dirán. Nadie duda de eso. Pero también tienen buenas intenciones muchos protestantes que van creciendo en número o muchos budistas que crecen en número; seguramente muchas de las paganas vestales tenían rectas intenciones. “¡Pero hay milagros en el modernismo!” –invocará todavía algún esperanzado en las reformas que se dieron. A eso les respondo con las palabras de la Escritura: “Se levantaran falsos Cristos y falsos profetas y darán grandes señales y prodigios; de modo que si puede ser caigan en error aun los escogidos” (Mt. 24, 24); y también: “Si se levantase en medio de ti un profeta (…) que te anuncia una señal o un prodigio, aunque se cumpliere la señal o prodigio de que te habló diciendo: ‘vamos tras otros dioses…’, no escucharás las palabras de ese profeta (…) porque os prueba Yahvé, vuestro Dios, para saber si amáis a Yahvé” (Deuteronomio 13, 1-3).

Han llevado a cabo reformas tremendas, alteraciones horrorosas: liturgia arruinada; misa arruinada; “canonizaciones” de modernistas y promotores del marxismo; la aberrante comunión en la mano tan extendida; los apóstatas entrarían en la “comunión de los santos”; se puede comulgar en pecado mortal; lo de soldado de Cristo, ¡cuidado!, es solo una forma de decir, no hay que herir a los denominados hermanos separados; y con todo eso producido por las manos del modernismo: ¿qué te hace pensar que no han alterado también la virtud de la obediencia? ¡Por supuesto que también la arruinaron! La usan precisamente de arma para doblegar a todos a ser esclavos del modernismo, de la mundanización del catolicismo.

Teórica y prácticamente se ha dejado de lado la calificación de “militante”. No se habla ni se práctica una Iglesia militante. La razón está más que clara: es contraria a la esencia modernista el ser militante, a no ser que se trate de militar contra la Tradición Católica. El modernismo se torna exclusivamente militante cuando de golpear a la Tradición se trata. Allí sí aparece el duro golpe de las sanciones: aparecen las excomuniones, las imputaciones de “faltaste a la obediencia”, “eres un rebelde”, “no te sujetas a la autoridad”, “contestario”, etc. Así como para el modernista eso de “soldado de Cristo” tomado literalmente deviene anacrónico e incorrecto, de igual modo lo de “militante” tomado en su literalidad guerrera deviene anacrónico e incorrecto. El falso ecumenismo amado por el modernismo pide al modernista no combatir el error contrario, no combatir contra el mundo. Va en busca de la fraternidad universal, de una unidad del “pueblo de Dios”, pueblo que, desde luego, incluirá a católicos pero no solo a ellos; es mucho más comprensivo, mucho más amplio. De ahí que, tanto en lo teórico como en lo práctico, la nueva invención modernista consiste en una recalificación de la Iglesia en la tierra: ya no se habla de “Iglesia Militante”, se habla de “Iglesia Sinodal”. Y día tras día la insistencia con eso de la sinodalidad. ¿Y qué es eso? En brevísima síntesis un abrevar de más mundo, un chorro mayor de esa funesta democratización que se hace ingresar a la Iglesia, chorro de líquido pestilente venida desde el “pueblo” pero por empuje desquiciado de los obispos, movidos a su vez por una Roma terrenal; y es claro, porque también para el modernista el poder va de Dios al pueblo. La sinodalidad persigue la fraternidad masónica, por eso también excluye en cuanto puede, las condenas a los movimientos LGBT; y no solo eso, sino que, en varios casos se ha visto su promoción. En fin, lo diré con las palabras de G.K. Chesterton extraídas de su inolvidable libro ‘Ortodoxia’: “las innovaciones son las notas características de la nueva teología de la Iglesia modernista” (ed. San Pablo, Buenos Aires, 2008, p. 149). ¿Alguien pone en duda mi reflexión? Bien. En su brillante libro ‘El Rin desemboca en el Tíber (Historia del Concilio Vaticano II)’, hablando sobre los resultados de la primera sesión que se llevó a cabo en el mencionado Concilio, el R.P. Ralph M. Wiltgen comenta: “La última intervención de aquel día fue del obispo Luigi Carli (…). Sostuvo que algunos Padres conciliares habían llevado sus preocupaciones ecuménicas demasiado lejos (…); nadie podía ser considerado hereje, nadie podía emplear la expresión ‘Iglesia militante’ (ed. Criterio Libros, España, 1999, p. 67). Esto último fue dicho en la década del sesenta. Estamos ya en el año 2023. ¿Se ven las evidencias?

Allá por 1949 enseñaba el R.P. Jacques Leclercq: “La Iglesia sobre la tierra es militante (…); es de esencia de la Iglesia, tal como existe en la tierra, el tener que combatir (…). El Reino de Dios sobre la tierra es objeto de combate. Pero no hay combate sin adversarios. En cierta manera es, pues, de esencia de la Iglesia sobre la tierra el tener adversarios” (Cristo, Su Iglesia y los cristianos, ed. Desclée de Brouwer, España, 1949, p. 161). Y esa Iglesia militante solo podrá serlo en tanto y en cuanto sea fiel a lo que le fue transmitido, pues si cambia eso perderá inevitablemente su mira sobre lo que debe llevar a cabo su militancia. Así las cosas, y volviendo a citar a Leclerq, tenemos: “Si la Iglesia es la Iglesia de Cristo, ella debe ser reconocida por su fidelidad a Cristo. La misión de la Iglesia de Cristo no es proponer a los hombres una doctrina de su agrado, ni de modificar la doctrina según las corrientes del pensamiento humano (…). Esta doctrina no la ha inventado la Iglesia; ella la ha recibido. La misión de la Iglesia se limita a transmitirla” (ob. cit. p. 36). “A medida que los siglos transcurren, la Iglesia Católica, se apoya más y más sobre la tradición, y la tradición se desenvuelve en ella en línea ininterrumpida desde los primeros siglos” (ob. cit. págs. 42 y 43).

15. DEICIDIO Y ECCESIAECIDIO

Así como los judíos fariseos llevaron a cabo ‘el deicidio’, esto es, haberle dado muerte a Cristo, así también los modernistas vienen llevando a cabo lo que denomino aquí ‘el ecclesiaecidio’, esto es, el intento por darle muerte a la Iglesia Católica. ). La Iglesia no morirá jamás, aunque sí alcanzará la agonía, de modo que, lo de ecclesiaecidio es un tanto impropio pues en realidad no habrá muerte; y si he utilizado esa expresión es para mostrar la teleología perseguida, ya que, con toda precisión, los enemigos internos de la Esposa de Cristo buscan su demolición total. Unos y otros, fariseos y modernistas, tienen de común el provenir ‘de dentro’, el ataque interno, y el haberse amparado falsamente en sus padres. Los fariseos se escudaban, por ejemplo, en los profetas; los modernistas se escudan, por ejemplo, en el Motu proprio Traditiones Custodes. Pero unos y otros quisieron cortar con su pasado: unos mataron a los profetas, los otros siguen intentando borrar a la Tradición de la faz de la tierra, principalmente con el denodado objetivo de hacer desaparecer la misa llamada tridentina. Y por eso, unos y otros comparten un padre en común: “Ustedes tienen por padre al diablo” (Jn. 8, 44). Si me preguntasen cuáles son los dos crímenes más bestiales, diría entonces: 1) el deicidio; 2) el ecclesiaecidio. El padre común del fariseísmo y del modernismo, es decir, Satanás, ayer quiso vencer a Cristo moviendo ánimos para que le den muerte, y hoy quiere vencer a la Esposa de Cristo moviendo ánimos para que también se llegue a su ruina. Pero así como ayer Satanás fue vencido por la muerte y resurrección del Mesías, así también y por fuerza del Mesías la víbora infernal verá frustrada su pretensión sobre la Esposa Inmaculada del Cordero, la Iglesia Católica, pues por muy reducida que se vea La Barca, está profetizado que las puertas del infierno no prevalecerán contra ella (Mt. 16, 18

16.  ¿Y SI SE LO HUBIERAN ENCOMENDADO A UN DIABLO DEL INFIERNO?

En este escrito solo he mostrado algunas pinceladas de lo que hizo el modernismo tras el Concilio Vaticano II. Pero dicho movimiento se ha orquestado desde mucho tiempo antes. Pensar que ya en 1907 San Pio X lo condenó en su Encíclica Pascendi. Hay dos personajes oscuros de los que no he hablado por razones de espacio, y ellos son Aníbal Bugnini y Dom Lambert Beauduin. Figuras principales de la posguerra y cuyas maniobras para que el modernismo sea posible no pueden pasarse por alto. Quien desee investigar más a fondo sobre dichos personajes le sugiero la excelente obra ‘El Movimiento Litúrgico’ escrita por el R.P. Didier Bonneterre. A quien quiera profundizar sobre lo que aquí ha sido expuesto y sobre mucho más, le queda una ardua tarea por delante. Vale la pena para dónde estamos parados y porqué.

Hablando sobre San Francisco de Asís, Étienne Gilson dijo: “Las lecciones de Francisco están siempre llenas de buen sentido y de simplicidad. No se empachó de metafísica o de teología especulativa. Es todavía un laico y sabe que el primer deber de los laicos es asegurar el ejercicio del culto, porque el culto es la primera de las necesidades espirituales. Para aquellos que están en duda sobre por dónde comenzar, éste es y será siempre el comienzo más natural: no basta renunciar al culto de los ídolos, hay que asegurar el del verdadero Dios” (Por un Orden Católico, ed. Lectio, 2018, p. 95). Quede claro que con este escrito que está llegando a su fin, solo intento, puestas mis mejores intenciones, luchar por asegurar el culto del verdadero Dios.

S.S. Pablo VI, en un discurso dado el 29 de junio de 1973, pronunció las siguientes palabras: “Por alguna fisura, el humo de Satanás ha entrado en el templo de Dios”. En este escrito han quedado evidenciadas varias grietas por las que opera Lucifer moviendo a los enemigos internos de la Esposa de Cristo.

Por último, anotemos algo que también contribuye grandemente a la indigestión del modernismo. Respecto a la naturaleza objetiva de la reforma litúrgica operadas por Concilio Vaticano II, Michael Davies, citando  lo que ha dicho Dietrich von Hildebrand en su obra ‘The Devastated Vineyard’, escribe: “si un diablo del infierno se le hubiera encomendado la ruina de la liturgia, no hubiera podido hacerlo mejor” (El Concilio del Papa Juan, ed. Iction, Buenos Aires, 1981, p. 234).

Tomás I. González Pondal
Tomás I. González Pondal
nació en 1979 en Capital Federal. Es abogado y se dedica a la escritura. Casi por once años dictó clases de Lógica en el Instituto San Luis Rey (Provincia de San Luis). Ha escrito más de un centenar de artículos sobre diversos temas, en diarios jurídicos y no jurídicos, como La Ley, El Derecho, Errepar, Actualidad Jurídica, Rubinzal-Culzoni, La Capital, Los Andes, Diario Uno, Todo un País. Durante algunos años fue articulista del periódico La Nueva Provincia (Bahía Blanca). Actualmente, cada tanto, aparece alguno de sus artículos en el matutino La Prensa. Algunos de sus libros son: En Defensa de los indefensos. La Adivinación: ¿Qué oculta el ocultismo? Vivir de ilusiones. Filosofía en el café. Conociendo a El Principito. La Nostalgia. Regresar al pasado. Tierras de Fantasías. La Sombra del Colibrí. Irónicas. Suma Elemental Contra Abortistas. Sobre la Moda en el Vestir. No existe el Hombre Jamón.

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