Con ocasión de la visita ad limina de los obispos holandeses a Roma, el cardenal Wim Eijk, arzobispo de Utrecht, ha solicitado a las autoridades vaticanas que el Papa promulgue una encíclica que ponga en guardia contra la ideología de género. Ha presentado oficialmente su solicitud al cardenal Kevin Farell, prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida. Durante una rueda de prensa celebrada en la Ciudad Eterna, el mencionado purpurado explicó el pasado día 16 que la Iglesia todavía no se ha pronunciado sobre una ideología que es promovida en todo el mundo por las más variopintas entidades. Por esta razón, hace falta un documento pontificio de importancia que explique las enseñanzas de la Iglesia y, en caso necesario, desarrolle más el tema.
No es la primera vez que el cardenal Eijk, que aúna a la competencia del teólogo a la del médico, solicita una intervención magisterial sobre el tema. El 16 de mayo de 2019, disertando en la Pontificia Universidad de Santo Tomás de Aquino (Angelicum) durante el Rome Life Forum, puso de manifiesto las raíces ideológicas del género, así como sus graves consecuencias para la proclamación de la Fe cristiana.
Para empezar, una teoría que disocia el género del sexo biológico contradice radicalmente la enseñanza de la Iglesia, según la cual las relaciones sexuales sólo se pueden dar entre un hombre y una mujer y dentro del matrimonio, y estando abiertas en todo momento a la procreación. En cambio, la ideología de género supone la libre elección del género sexual con independencia del sexo biológico, acepta cualquier orientación sexual y promueve el mal llamado matrimonio entre personas del mismo sexo.
En segundo lugar, la ideología de género impide la proclamación misma de la Fe cristiana al socavar la misión de la madre, del padre, de los esposos, del matrimonio y de la relación entre padres e hijos. Eliminar o alterar el sentido del padre, de la madre, del matrimonio, la paternidad y la maternidad dificulta el anuncio de la fe en un Dios en tres Personas: Dios Padre, Jesucristo Hijo de Dios hecho hombre y el Espíritu Santo, del que María, Madre del Hijo, es esposa. Por otra parte, cuando no se tiene en cuenta el sexo biológico es lo de menos que el sacerdote sea hombre o mujer.
Por eso, concluye el cardenal Eijk, es urgentísimo hacer ver los errores de la ideología de género, porque lo que está en juego no es sólo la moral sexual, sino la proclamación misma de la Fe cristiana.
Hacemos nuestra la petición de monseñor Eijk, que es una de las más destacadas personalidades del colegio cardenalicio.
La actual ideología de género es parte de un proceso revolucionario de ataque a la familia que se opone al propio concepto de sexo, como sucede con el xenofeminismo, que propugna la abolición del genero mediante la multiplicación hasta el infinito de géneros e identidades con arreglo a las tendencias y gustos subjetivos de cada uno. El reconocimiento de innumerables géneros se considera el primer paso para negarse a aceptar un género cualquiera como criterio inmutable de significado.
Son ideas utópicas y contradictorias, pero la utopía es la contradicción y el alma del error, en tanto que la verdad es inmutable y posee un valor objetivo y universal. Por eso, en Casti connubii Pío XII invita a meditar en el concepto divino de familia y el matrimonio y actuar en conformidad con dicho modelo. Modelo permanente y estable que no cambia con el paso de los siglos. Modelo que aunque atraviese crisis y eclipses está dotado de una perfección intrínseca.
La vida de la familia se basa en el principio de que existe un orden absoluto de valores que asienta sus raíces en la naturaleza del hombre. Naturaleza que el hombre no ha construido por sí mismo y no puede por tanto desmontar, pues la ha recibido de Dios, que ha establecido unas leyes que regulan la vida del hombre, la sociedad humana y la totalidad del universo.
Este concepto de familia parte de la idea de que el hombre nace en el seno de una condición histórica determinada y posee unos límites insuperables, empezando por la muerte; asimismo, existe una naturaleza objetiva no modificable que tiene su origen en Dios, creador del orden del universo.
La ley de la humanidad congregada en sociedad es la dependencia mutua. Todo depende de algo, no es independiente. El universo está regido por el principio de causalidad, regla que pertenece a los principios primeros e indemostrables que ya había descubierto Aristóteles en la realidad. Rechazar la realidad, rechazar lo evidente, rechazar la lógica, es lo que caracteriza a los errores que nos asaltan, y lleva al desequilibrio y la locura. Sólo quien se guía por las leyes inmutables de la lógica, la metafísica y la moral, iluminadas por la luz de la Fe, está en condiciones de reconstruir una sociedad que se descompone.
(Traducido por Bruno de la Inmaculada)