El Concilio y el eclipse de Dios (VII): Las cuatro notas de la Iglesia

En esta entrega, Don Pietro aborda los ataques del Concilio a las cuatro notas de la Iglesia. Aquí se centra en la unicidad o unidad de la Iglesia y explica cómo el Concilio atacó este dogma de cuatro maneras distintas.

F.R.

EL CONCILIO Y EL ECLIPSE DE DIOS

Por Don Pietro Leone

PARTE VII

  1. Las cuatro notas de la Iglesia

Las cuatro notas, o características definitorias, de la Iglesia son su unidad, sacralidad, catolicidad y apostolicidad, y se profesan de forma infalible en el Credo como sigue: “Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica”. Mostraremos cómo el Concilio arroja dudas sobre cada una de estas cuatro notas.

[Imagen] Las cuatro notas de la Iglesia

  1. La Iglesia es una

Así pues, la Iglesia es una en dos sentidos: en su unidad interna (su unidad ad intra). Que es su indivisibilidad; y en su unidad externa (su unidad ad extra), es decir en ser única, que consiste en el hecho de que no hay otra Iglesia fuera de ella. La enseñanza católica sobre la unidad interna de la Iglesia[1] puede expresarse en términos simples como sigue: comprende una unidad jerárquica, doctrinal y sacramental, en otras palabras, la Iglesia es la comunidad de todas las gentes sujetas al papa y a sus obispos, que comparten la misma fe y los mismos siete sacramentos.

El Concilio se opone a la doctrina de la unidad de la Iglesia:

  1. al oponerse a la unidad jerárquica, doctrinal y sacramental de la Iglesia
  2. al sugerir que la Iglesia verdadera es más amplia en su extensión que la Iglesia católica
  3. al sugerir que hay grupos de personas en “comunión imperfecta” con la Iglesia
  4. al sugerir que hay más de una Iglesia
  1. La unidad jerárquica, doctrinal y sacramental de la Iglesia

En la sección B de este capítulo acabamos de ver cómo el Concilio erosiona la doctrina de la jerarquía de la Iglesia. Ahora bien, la erosión de esta doctrina erosiona efectivamente la doctrina de la unidad de la Iglesia porque, como decimos arriba, la primera comprende o es un elemento constitutivo, como si fuera el esqueleto, de la segunda. Dicho de modo más simple, la Iglesia está estructurada como una jerarquía: si la estructura se disuelve, se disuelve entonces la Iglesia misma.

El Concilio se opone a la unidad doctrinal y sacramental de la Iglesia cuando asegura que hay elementos de “verdad” y “santificación” fuera de la Iglesia. De ese modo sugiere que es suficiente poseer dichos elementos para salvarse, de modo que en efecto la Iglesia real, según ellos, sería más amplia en su extensión que la Iglesia católica y que la pertenencia a ella no necesitaría la posesión de la totalidad de la verdad y de los sacramentos. Examinaremos esta teoría en la sección b) que sigue inmediatamente.

  • Que la Iglesia verdadera es más amplia en su extensión que la Iglesia católica

Nota histórica[2]

De acuerdo con la doctrina católica subrayada más arriba, el papa Pío XII identifica la Iglesia de Cristo con la Iglesia católica en la encíclica Mystici Corporis Christi. En Humani Generis se queja: “Algunos no se consideran obligados por la doctrina, explicada en nuestra Encíclica de hace unos años, y fundada en las fuentes de la revelación, que enseña que el Cuerpo místico de Cristo y la Iglesia católica romana son una sola y misma cosa”. De modo similar, el borrador original de la Constitución Dogmática sobre la Iglesia afirmaba que la Iglesia, existente en la tierra como una sociedad estructurada, es la Iglesia católica.

“La perspectiva para un entendimiento ecuménico era ciertamente negro”, comentaba el arcediano Pawley, observador anglicano de la situación que existía en los años 1950, pero después del Concilio (particularmente la doctrina que se expresa en el texto (i) que sigue) señala encantado que el Cuerpo Místico de Cristo y la Iglesia católica romana “ya no son considerados come exactamente idénticos”. El peritus Gregory Baum interpreta el texto como sigue: “En lugar de identificar simplemente la Iglesia de Cristo con la Iglesia católica, la Constitución más bien dice con más cuidado que la Iglesia de Cristo “subsiste en” la Iglesia católica. El Cuerpo de Cristo está presente en la Iglesia católica, pero al mismo tiempo, sin perder su carácter histórico y encarnado, lo trasciende…” El observador anglicano, Dr. John Moorman, citando esta interpretación con aprobación, escribe: “el Concilio, por tanto, ha admitido que la Iglesia de Cristo es algo más grande que la Iglesia católica romana”.

Análisis de los textos

  1. “… Esta es la única Iglesia de Cristo, que en el Símbolo confesamos como una, santa, católica y apostólica… Esta Iglesia, establecida y organizada en este mundo como una sociedad, subsiste (subsistit) en la Iglesia católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los Obispos en comunión con él, si bien fuera de su estructura se encuentren muchos elementos de santidad y verdad” (LG 8).
  2. “Los elementos… pueden encontrarse fuera del recinto visible de la Iglesia católica… [pero] todo esto… pertenece por derecho a la única Iglesia de Cristo” (UR 3).
  3. “… a ella [a la unidad católica del Pueblo de Dios] pertenecen o se ordenan de diversos modos, sean los fieles católicos, sean los demás creyentes en Cristo, sean también todos los hombres en general, por la gracia de Dios llamados a la salvación” (LG 13).

Decir que la Iglesia de Cristo “subsiste” en la Iglesia católica (texto i), más que ser idéntica a ella como siempre se ha enseñado, sugiere que de hecho no es idéntica a la Iglesia católica, como ciertamente los comentaristas citados han entendido la frase. Continuar diciendo que existen muchos elementos de santificación y verdad fuera de su “estructura” (texto i) o fuera de su “recinto visible” (texto ii) sugiere que hay una Iglesia más amplia en su extensión que la Iglesia católica. Esta es presumiblemente la que se describe en el texto ii) como la “Iglesia de Cristo” y la que se concibe como conteniendo en sí misma tanto a la Iglesia católica como a los cristianos no católicos. El término “Pueblo de Dios” que se menciona en el texto iii igualmente insinúa, por su misma ambigüedad, que hay una Iglesia de extensión más amplia que la Iglesia católica[3].

Ahora bien, la afirmación de que existe una Iglesia verdadera de extensión más amplia que la Iglesia católica[4] es falsa, pues se opone al dogma de la unidad de la Iglesia. Este dogma, como hemos visto, define la unidad de la Iglesia en los términos de la sujeción de sus miembros al Papa, su posesión de la fe y de los siete sacramentos. Los miembros de la supuesta iglesia más amplia que está en cuestión aquí claramente no tendrían parte alguna en esta triple unidad[5].

  • Que hay grupos de personas en “comunión imperfecta” con la Iglesia
  1. “[Los no católicos son] hermanos y hermanas… en… imperfecta comunión con la Iglesia católica… hermanos y hermanas separados” (UR 3)
  2. “si bien fuera de su estructura [de la Iglesia católica] se encuentren muchos elementos de santidad y verdad” (LG 8, citada arriba)
  3. “En el diálogo ecuménico los teólogos católicos… no olviden que hay un orden o «jerarquía» de las verdades en la doctrina católica, por ser diversa su conexión con el fundamento de la fe cristiana” (UR 11).

La afirmación del Concilio de que algunos grupos están en una relación de “unión imperfecta” con la Iglesia (texto i)[6] parece estar hecha con base en los elementos de “verdad” y “santificación y verdad” que dicen compartir con ella (texto ii). Por tanto, ahora procederemos a mirar la teoría de los grados de participación en la Iglesia y, después, la teoría de los grados de participación en sus medios de “santificación y verdad”.

Grados de participación en la Iglesia

La teoría de la comunión imperfecta con la Iglesia es una teoría de que ciertos grupos gozan de un grado de unión ontológica y sustancial con la Iglesia. Y, sin embargo, la Iglesia católica es una: constituye una unidad íntegra, un absoluto. Por esta razón, una persona es o miembro de la iglesia en sentido pleno y completo, o no lo es para nada. Podemos demostrar esto por la doctrina católica respecto a la entrada en y la salida de la Iglesia. Si el bautismo es válido, la persona bautizada se convierte por él en un miembro pleno de la Iglesia; y saldrá de la Iglesia sólo por cisma formal, herejía formal, apostasía o muerte en pecado mortal. En ese momento, la persona cesará por completo de ser un miembro de la Iglesia; por el bautismo se hizo miembro de la Iglesia en sentido pleno; por cualquiera de las cuatro razones enumeradas arriba, ya no es miembro de la Iglesia en ningún sentido.

No hay tal cosa como una comunión imperfecta o parcial (ontológica) con la Iglesia católica. Si el bautismo es válido, la persona entonces se hace miembro pleno de la (única y sola católica) Iglesia, aunque el que bautiza sea un sacerdote católico, un laico católico, un ortodoxo, un protestante, un budista o un ateo. Si el bautismo es válido, se hace miembro pleno de la Iglesia, incluso si peca mortalmente. Cuando muera, si está en pecado mortal, abandonará la Iglesia; si no está en pecado mortal, seguirá siendo miembro pleno de la Iglesia, como parte de la Iglesia purgante en el Purgatorio o como parte de la Iglesia triunfante en el Cielo.

Si la persona válidamente bautizada pertenece a una comunidad ortodoxa o protestante, sigue siendo un miembro pleno de la Iglesia (católica) mientras no abrace formalmente su cisma o herejía, o caiga en apostasía. Si lo hace, dejará de ser miembro de la Iglesia completamente. No estará en comunión “imperfecta” o parcial con la Iglesia, incluso si continuara frecuentando los sacramentos y profesando la verdadera fe católica o parte de ella, porque su cisma, herejía o apostasía le habrán privado de la pertenencia a la Iglesia, y eso es todo.

El dogma de la unidad de la Iglesia implica su plenitud íntegra, su integridad, su absoluto. Su absoluto es manifiesto en ser el Cuerpo Místico de Cristo. La pertenencia a un cuerpo es un absoluto: o es uno miembro de un cuerpo o no lo es; un pie amputado no lo es; ninguna cosa puede ser miembro de un cuerpo en un sentido “imperfecto” o parcial[7].

En resumen, por tanto, es imposible estar en comunión “imperfecta” o parcial con la Iglesia. Con respecto al estatus de los cismáticos y heréticos, la Iglesia enseña más bien que los que son formalmente cismáticos o herejes no son en absoluto miembros de la Iglesia, pero que los que lo son materialmente son de hecho miembros, aunque solamente de forma invisible.

Grados de participación en los medios de santificación y en la verdad que posee la Iglesia

Si no hay grado de participación en la Iglesia (texto i), entonces tampoco hay grado de participación en sus medios de santificación y verdad (texto ii).

El primer medio de santificación, en el sentido de sacramento inicial y “puerta” (janua) para todos los demás, es el bautismo. Si es válido, como hemos visto, incorpora al sujeto bautizado a la comunión plena con la Iglesia; un sujeto que es bautizado inválidamente o no bautizado no es en absoluto miembro de la Iglesia. Cualquiera que esté válidamente bautizado puede gozar de más elementos de santificación en la forma de los otros sacramentos, a no ser que deje la Iglesia por herejía, cisma o apostasía formales.

En cuanto a los “elementos de verdad” (es decir, de la fe), el sujeto debe profesar la fe completa para gozar de la comunión con la Iglesia. La fe constituye, concretamente, una unidad indivisible de todos sus artículos. Si un sujeto niega formalmente un solo dogma, pierde la fe en su totalidad. Las creencias que pueda retener no pueden ser descritas como “elementos de verdad” en sentido propio, puesto que, por su herejía, pierden su carácter sobrenatural y se convierten simplemente en una colección de creencias misceláneas, naturales, privadas de su valor salvífico. La profesión de tales creencias puede, como mucho, servir como base para volver a adquirir la fe en el futuro: constituyen un mero potencial para la fe.

*

En síntesis, del mismo modo que la Iglesia es una unidad en el sentido de un absoluto, así son el bautismo y la fe: o se poseen la pertenencia a la Iglesia, el bautismo y la fe, o no se poseen. No hay nivel de participación en la Iglesia, ni en el bautismo, ni en la fe. Hay “un cuerpo y un espíritu [en otras palabras, un Espíritu Santo, alma de la Iglesia]… una fe y un bautismo”[8]. San Cipriano escribe de forma parecida[9]: “Dios es uno y Cristo es uno y su Iglesia es una y la fe es una…”

*

En el texto iii se hace una llamada al concepto de una “jerarquía de verdades”, implicando que:

  • Es suficiente profesar ciertos artículos de la fe para salvarse
  • Los otros artículos no son necesarios para la salvación

En respuesta, ya hemos mostrado cómo es necesario creer todos “los elementos de la verdad”, o artículos de la fe, para ser salvado. Se sigue que no se puede hacer ninguna distinción entre los artículos de la fe que es necesario mantener y los que no es necesario mantener. La distinción en cuestión corresponde a la herejía protestante de las “verdades fundamentales”. Esta herejía contradice tres dogmas católicos:

  1. La fe es una, como hemos enseñado arriba
  2. La Iglesia es una, unidad que abarca la unidad de la fe (ver arriba)
  3. Quien niegue sólo un artículo niega la autoridad de Dios al revelar la fe completa

Con respecto a 3), el papa Pío XI establece en Mortalium Animos 9: “… no es de ningún modo lícito introducir esa distinción… entre los artículos de fe que son fundamentales y los que no son fundamentales, como dicen, como si los primeros hubieran de ser aceptados por todos, mientras que los segundos pueden dejarse al libre consentimiento de los fieles, pues la virtud sobrenatural de la fe tiene una causa formal, en concreto la autoridad de la revelación de Dios, y ésta no está sujeta a tal distinción”.

*

Las teorías del Concilio sobre los grados de pertenencia a la Iglesia y a sus medios de santificación y verdad parecen constituir una teoría construida sobre el principio ecuménico de “lo que tenemos en común”. Volveremos a esta teoría en nuestro tratamiento del ecumenismo en el próximo capítulo, pero notamos de pasada que se revela al examinarla como una forma de pensar naturalizadora, meramente humana, que trata la Iglesia como una especie de club del que quien quiera puede ser miembro en el sentido de que es pleno o menos pleno, según las credenciales de miembro que uno tenga.

  • Que hay más de una Iglesia
  1. [Las comunidades no católicas son] “iglesias o comunidades eclesiásticas” (LG 15).
  2. [Las comunidades no católicas son] “Iglesias separadas y comunidades eclesiásticas” (título y sustancia de UR capítulo 3).
  3. “el Espíritu de Cristo no ha rehusado servirse de ellas [de las iglesias o comunidades] como medios de salvación” (UR 3)

Si las tres afirmaciones que hemos evaluado en las subsecciones a), b) y c) se oponen a la unidad interna de la Iglesia, esta cuarta se opone a su unidad externa, es decir su unicidad. Como lo expresamos arriba, su unicidad significa que no hay otra Iglesia más que ella. Describir comunidades de cristianos no católicos como “iglesias” (textos i) y ii), aunque a veces calificadas con el término “separadas”, es por tanto usar el término “iglesia” de forma inapropiada. En el esbozo histórico al principio del capítulo próximo, veremos como este nombre poco apropiado ya se usó en la primera mitad del siglo XX.

El Concilio, sin embargo, no se contenta simplemente con llamar “iglesias” a estas comunidades, sino que, en el texto iii, les atribuye un rol salvífico qua comunidades. Esas comunidades qua comunidades son sin embargo y por supuesto formalmente cismáticas y heréticas y, por tanto, no salvíficas propiamente, sino solamente desde el punto en que hayan podido administrar válidamente los sacramentos de la Iglesia católica. Veremos en el esbozo histórico que sigue cómo esta afirmación heterodoxa ya había sido propuesta por el P. Yves Congar OP ya en 1937.

*

En síntesis, la nueva eclesiología resulta ser inadecuada en su oposición al dogma de que la Iglesia católica es una. Aparte del falso principio de naturalismo que hemos observado en las subsecciones a), b) y c), sugerimos que es la introducción del falso principio del grado, en concreto en la noción de la comunión parcial, de los elementos de santificación y verdad y de una jerarquía de verdades, que es el aspecto de esta nueva eclesiología más hostil al dogma de la unicidad de la Iglesia.

Observamos que la nota de unicidad es la más concisa de todas las notas y, al mismo tiempo, a la que más se opone el Concilio. Concluimos la sección con la siguiente cita de san Juan Crisóstomo: “Porque esto es, si no otra cosa, la subversión de la Iglesia, su ser en divisiones. Es el arma del demonio, vuelve todas las cosas del revés. Porque mientras en cuerpo esté unido en uno, no tiene poder de encontrar una entrada, pero es de la división de donde vienen las ofensas”[10].

Artículo original: https://rorate-caeli.blogspot.com/2021/04/don-pietro-leone-council-and-eclipse-of.html traducido por Natalia Martín


[1] El Concilio Vaticano I y Satis cognitum del papa León XIII enseñan que la unidad interna de la Iglesia comprende tanto una unidad de fe como de comunión, y esta última es una unidad tanto jerárquica como litúrgica; también enseñan que el papa es el último garante, o principio, de esta unidad.

[2] MD pjc pp. 60-, p. 122

[3] En el esbozo histórico con el que empezaremos el próximo capítulo, veremos los antecedentes de tal pensamiento: la búsqueda de la unión entre católicos, protestantes y ortodoxos en Malinas, París y Alemania; en la comunidad de Chevetogne con su concepto de “una convergencia hacia Cristo” y con su deseo de extender el concepto del Cuerpo Místico a todas las “iglesias” cristianas; el Consejo Mundial de las Iglesias protestante, con su sueño de una “Iglesia Ecuménica” pancristiana y un pancristiano “Pueblo de Dios”.

[4] O la afirmación de ciertos protestantes de que la verdadera Iglesia católica es de extensión más amplia que la que los mismos católicos creen.

[5] Observamos que la modificación hecha al texto i por la subsecuente declaración Dominus Jesus (16), en concreto que “la Iglesia de Cristo… existe plenamente sólo en la Iglesia católica” no resuelve la dificultad en cuestión, pues la Declaración, por el uso del adverbio “plenamente”, sugiere, igual que había sugerido el Concilio, que la Iglesia de Cristo es más amplia que la Iglesia católica: es decir, comprende no sólo los católicos que gozan de una plena unión con ella, sino también a los miembros que no gozan de una plena, sino sólo incompleta o imperfecta, unión con ella. Consideramos que la cuestión de la “unión imperfecta” como tal en la subsección que sigue inmediatamente c).

[6] Que serviría para justificar la teoría subrayada en la subsección a), que la Iglesia verdadera es de extensión más amplia que la Iglesia católica.

[7] Se podría argüir que hay una excepción a esta doctrina en el caso de un cismático material o un protestante, una excepción, en otras palabras, en el caso de alguien que está válidamente bautizado, pero por un cismático o protestante y en el seno de una comunidad cismática o protestante. Se dice que tal persona pertenece al “alma” de la Iglesia más que a su cuerpo, a la invisible más que a la Iglesia visible. Tal persona, según este argumento, en consecuencia, sólo disfrutaría de una imperfecta comunión con la Iglesia. Podemos responder que tal persona, estando válidamente bautizada, de hecho goza de perfecta comunión con la Iglesia en un sentido ontológico; está en comunión imperfecta sólo en un sentido epistemológico, puesto que es un miembro invisible de la Iglesia. Dicho de otro modo, es un miembro pleno de la Iglesia, pero simplemente no se sabe que lo es.

[8] Ef. 4, 4-5

[9] De Unitate Ecclesiae, s. 23

[10] Comentario sobre la carta a los romanos, homilía 32.

RORATE CÆLI
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