El ensañamiento contra la inocencia de los niños

Nunca como en nuestros días la infancia está tan abandonada al mal y directamente violada en mil aspectos. Se comienza permitiendo legalmente que los asesinen en el vientre materno y, si nacen, se les da un destino absurdo, contra la naturaleza, a veces ferozmente cruel. En los años de la Unión Soviética, la forma política y cultural de dividir a las familias fue criticada porque el Estado era invasivo en la educación de los hijos. Pero ¿qué sucede actualmente en el Occidente «libre»?

Empecemos por los datos, sobre los que se pueden hacer las debidas y oportunas consideraciones.

La Agencia Italiana del Medicamento (Agenzia Italiana del Farmaco – AIFA) registró en el 2020, en comparación con el año anterior, un aumento del 11,6% en las prescripciones de psicofármacos (antidepresivos y antipsicóticos) a niños y adolescentes de hasta 17 años. Por supuesto, es el efecto de la Pandemia por causa del Covid 19, pero no únicamente porque ello ha exacerbado el drama que ya existía. El problema creció de año en año incluso antes de la emergencia sanitaria, porque el hogar se ha vuelto cada vez menos un «refugio» y cada vez más una parada de descanso y nocturna para los menores, ya que la escuela a tiempo completo y todas las actividades extracurriculares (deportivas/laborales/lúdicas/sociales con fiestas en cadena) absorben en la práctica todas las horas del día. La figura materna está cada vez menos presente debido a una mentalidad feminista que penetró como una mancha de aceite, al punto de desalentar a las niñas de hoy a pensar en los hijos, una elección que ha pasado a ser frecuentemente secundaria en comparación con la carrera laboral.

Así es como el niño crece, desde el primer momento, más afuera (entre extraños) que en su habitat natural (a ningún mamífero esto le sucede sino al hombre contemporáneo), o en la acogedora y cálida vivienda, considerando también el hecho de que a menudo el menor vive en dos casas-albergue: la de la madre (que tal vez cohabita con el nuevo compañero de turno) y la del padre (él también, tal vez, conviviendo con una nueva compañera de turno).

A la escuela, lógicamente, llegan los grandes problemas de aprendizaje, de carácter, de comportamiento con profesores y compañeros; por lo tanto surge la apremiante necesidad de psicólogos y psiquiatras para intentar reequilibrar, con terapias analíticas e incluso farmacológicas, la estabilidad psicofísica del pequeño paciente, que si viviese en un contexto adecuado no sería ni siquiera tal… sin considerar en lo más mínimo la eventualidad de que, probablemente, reexaminar los roles de cada una de las partes implicada en la gestión del ciclo formativo sería lo más sabio y menos costoso (en energía, tensiones, sufrimiento propio y ajeno, costos económicos) que habría que hacer.

Las cifras son despiadadas: en 15 años ha habido 600.000 menores menos sólo en Italia, como informó el 15 de noviembre Save the Children de los Estados Unidos, mientras que un millón más de niños y adolescentes viven en la «pobreza absoluta«, a veces caen en las redes de la delincuencia. Por ello, en la duodécima edición del Atlas de la niñez en riesgo en Italia 2021, se ha denunciado un «riesgo de extinción» para la infancia.

Estamos ante una catástrofe para los niños, de quienes no se dice prácticamente nada serio ni concreto porque prevalecen los «derechos» de los adultos. La mayoría de las veces a los escolares se les ofrece un «conocimiento» deformado, contrario a los valores, materialista, anticristiano y, al mismo tiempo, sufren una invasiva dependencia de los dispositivos tecnológicos, de los innumerables vídeos, de la publicidad masiva y de las redes sociales, llegando incluso a no dormir por estar pegados al mundo virtual. Las autolesiones se han convertido en algo muy frecuente para después llegar incluso al suicidio, como se desprende del reciente informe de la UNICEF (15 de octubre), que ha registrado en toda Europa un total de 9 millones de jóvenes con problemas de salud mental, de los cuales uno de cada tres se quita la vida, a tal punto que el suicidio es la segunda causa de muerte más frecuente entre los 10 y los 19 años.

La de ellos ya no es una vida humana. Muchos comienzan a tener sus primeras experiencias sexuales a la edad de 9/11 años, donde domina la siniestra malicia «gracias» a las películas, a los programas de televisión (como los de reality show o de ficción, que están muy de moda) y a las redes sociales. El gusto de vivir se ha perdido mucho entre los menores porque no conocen lo que es la simplicidad y la belleza del juego autónomo y creativo, ya que todo está concebido, programado, diseñado y preenvasado por los adultos, que mercantilizan a los millennials1 y post-millennials para engrosar los ingresos de productores insaciables que , con una avaricia sin precedentes, roban su inocencia.

Las familias, las escuelas, los psicólogos/psiquiatras, los asistentes sociales, los medios de comunicación en todas sus formas y caras, las empresas dedicadas a los más pequeños y los anunciantes son las realidades más activamente implicadas en este magma devastador que engulle a las criaturas más agradables a Dios. «En aquel tiempo los discípulos se llegaron a Jesús y le preguntaron. ´En conclusión, ¿quién es, el mayor en el reino de los cielos?´ Entonces Él llamó a un niño, lo puso en medio de ellos, y dijo: ´En verdad, os digo que si no volviereis a ser como los niños, no entraréis en el reino de los cielos. Quien se hiciere pequeño como este niñito. ese es el mayor en el reino de los cielos. Y quien recibe en mi nombre a un niño como este, a Mí me recibe.´» (Mt 18,1-5).

Y la Iglesia de los hombres, que ha perdido gran parte de la razón y otra tanto de la fe, no sólo se limita a mirar por la ventana todo aquello que se ha enunciado sintéticamente, sino que actúa de forma deplorable a través de la perversidad de la pedofilia que parece haberse convertido en una plaga de una purulencia inaudita. También en este caso sobre los datos no se discute.

La reciente investigación shock en Francia blanquea hasta el más duro de los corazones: las estimaciones del Ciase, Comisión independiente instituida en el 2018 por el Episcopado transalpino, han revelado que entre los años 1950 y 2000, 2.900/3.200 sacerdotes están manchados por actos de violencia sexual contra menores o adultos vulnerables. Las víctimas de pederastia fueron 216.00. El jefe de la comisión, Jean-Marc Sauvé, sustenta que el número de víctimas se eleva a «330.000 si añadimos los agresores laicos que trabajan en las instituciones de la Iglesia católica» (capellanías, profesores de escuelas católicas, movimientos juveniles…), por lo que afirma que estas cifras están por debajo de la estadística real.

Los mismos escándalos ocurrieron en otros lugares, donde los responsables directos y sus superiores encubridores forman juntos un grupo de personajes que Dante habría utilizado bien en su Divina Comedia: Austria, Bélgica, Gran Bretaña, Irlanda, Holanda, España, Alemania, Polonia, Italia, Estados Unidos, Canadá, Australia, Brasil, México y Chile son los países más afectados por este fenómeno que desde hace décadas se prolonga con cifras impresionantes, a tal punto que el 9 de noviembre «La Stampa» así tituló un artículo de Domenico Agasso: «El tsunami de la vergüenza sobre Europa: una lluvia de denuncias por 60 años de abusos en la Iglesia católica» y en el resumen se afirma que «la investigación periodística de Boston del 2003 destapó la caja de Pandora de la violencia sexual a la sombra de los campanarios. Desde entonces, el mapa de las denuncias se ha extendido a todos los continentes. El espectro de las demandas civiles se cierne sobre el Vaticano.» Además, en el artículo se explica: «La plaga de la pedofilia en las Salas Sagradas ha infectado gravemente a decenas de países y a miles de diócesis y parroquias a lo largo de décadas. La geografía de los horrores en la Iglesia sigue extendiéndose. Y, entre silencios y encubrimientos, además de destrozar la vida de los niños abusados y de sus familias, provoca daños de imagen y credibilidad a la institución eclesiástica. Y también enormes pérdidas económicas para resarcir a las víctimas, obligándola frecuentemente a vender parte de su patrimonio parroquial o diocesano y a pedir préstamos, como está a punto de ocurrir en Francia. Aunque actualmente sea imposible estimar cuánto pagará la Iglesia en todo el mundo en los próximos meses y años, dado que la gran mayoría de los causas aún están en curso, lo cierto es que la mayor suma pagada se produjo en la archidiócesis de Boston, en el marco del famoso «caso Spotlight», título de la película del 2015 que narra la investigación periodística del The Boston Globe -ganadora del premio Pulitzer- sobre los abusos sexuales contra menores: 660 millones de dólares pagados a 508 víctimas. Fueron acusados 89 sacerdotes y 55 removidos del cargo por el infame crimen, cubierto por el muy influyente cardenal Bernard Francis Law«, fallecido en el 2017.

Sólo hay un remedio para toda esta bestialidad demoníaca: la conversión, el retorno a la Tradición de la Iglesia, con sus auténticos seminarios, la verdaderamente auténtica doctrina (no la tan adaptada al sentimiento revolucionario y protestante), su auténtico catecismo, su auténtica Santa Misa.

La castidad era un valor esencial y absolutamente sagrado en la Iglesia, hoy los pastores no hablan más a sus fieles de la castidad, casi se avergüenzan de ella … porque «los tiempos han cambiado» y al mismo tiempo sabemos lo poderoso que es el lobby homosexual en el clero. Ante todo esto, no puede sorprender que los seminarios cierren, las iglesias se vacíen, se depositen más legados patrimoniales en entidades laicas privadas o públicas que en las eclesiásticas y que el 8 por mil tenga el mismo destino que los legados patrimoniales.

En definitiva, ¿quién ha permanecido hoy para defender la admirable edad de la inocencia? En nuestra humilde opinión, con excepción de los buenos padres y buenos educadores, sólo la Santísima Virgen -que en los dos últimos siglos se ha presentado a los niños en las célebres y aprobadas apariciones- y los santos patronos, que deseamos recordar aquí para poderlos invocar e implorarles que aparten la mano demoníaca de estas criaturas llamadas a la vida eterna por el Padre, liberándolas tanto en los cuerpos como en las conciencias: los Santos Mártires Inocentes, San Antonio de Padua, San Gerardo Maiella, San Nicolás de Bari, Santiago de la Marca, Santo Domingo Savio, la Beata Laura Vicuña, Santa Gianna Beretta Molla, el Beato Carlo Acutis.

1 Los nacidos entre los años 1980 y 2000.

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