El Evangelio explicado: I. Hechos preliminares (1.- PRÓLOGO: Lc I, I-4)

1.- PRÓLOGO: Lc I, I-4

1Habiendo intentado muchos ordenar la narración de las cosas que entre nosotros se han cumplido, 2como nos las transmitieron quienes desde el comienzo las vieron por sus ojos y fueron ministros de la palabra; 3me ha parecido también a mí, después de haberme cuidadosamente informado de todo lo ocurrido desde el principio, escribírtelas por orden, oh dignísimo Teófilo, 4para que conozcas la verdad de aquellas cosas en que has sido instruído.


Explicación

Encabeza San Lucas su Evangelio con el prefacio que antecede sencillo y sobrio, de rara elegancia en que apunta la materia del libro, el motivo que le induce a escribir, el fin que se propone y los medios que va a utilizar en la composición de su historia evangélica. Es una introducción clásica, a la manera como empezaban sus escritos los historiógrafos griegos y latinos, y que alguien ha comparado a los proemios de Dioscórides y Tucídides.

El Evangelista, médico y muy buen conocedor de la lengua griega en que escribió su obra, compañero inseparable de San Pablo, al llegar a Jerusalén desde Antioquía, de donde era natural, y donde le había convertido la predicación del Apóstol, se encontró con abundante producción literaria relativa a los hechos y doctrinas de Jesús. A la viva voz de los Apóstoles y discípulos del Señor, ministros de la palabra evangélica, había sucedido la redacción de monografías en las que muchos, según lo consentían su información y su genio, se empeñaron en reproducir por escrito los hechos y enseñanzas famosas relativos a la vida pública del Señor y que eran objeto de la catequesis apostólica: Habiendo intentado muchos, con buena voluntad y recto fin, ordenar la narración de las cosas, que se referían de diversa manera, que entre nosotros, los que profesamos el nombre cristiano, se han cumplido, o históricamente realizado…

Muchos de estos escritos, de distintos autores, eran leídos en las públicas asambleas litúrgicas de la primera cristiandad. Entre ellos no deben computarse los evangelios apócrifos, que son posteriores a la redacción del de San Lucas; aunque no aparece dificultad en incluir en su número los Evangelios de San Mateo y San Marcos, testigos y predicadores de la obra del Mesías Jesús, escritos con anterioridad al de San Lucas y que este Evangelista pudo utilizar para su información.

Laudable era el propósito de tantos escritores como ya en los comienzos del Cristianismo emprendieron la redacción de memorial ordenadas de los hechos y doctrinal de Jesús. Todos ellos se proponían narrar las cosas como nos las transmitieron quienes desde el comienzo de la vida pública de Jesús las vieron por sus ojos, por haber convivido con el Señor, y fueron ministros de la palabra o Evangelio de Dios, con misión publica de predicarla. Gozaban, pues, estos escritos de la autoridad de verdaderas historias, aunque no convendrían en el modo u orden de narrar los hechos, ni estarían muchos de ellos redactados según las leyes literarias de la historia.

Quizás la misma profusión de escritos, en que cada autor consignaría lo que su temperamento, o memoria, o peculiar instrucción le sugeriría, empezara a engendrar confusión en los lectores, por no ofrecerse en ellos una visión de conjunto de toda la obra de Jesús. Tal vez informaciones poco exactas o copias adulteradas de estos escritos llegarían a ser un peligro para la verdad de los hechos. Solo sabemos que todos ellos fueron relegados al olvido así que se hicieron lugar los cuatro Evangelios canónicos.

Por ello San Lucas, espíritu cultísimo y con dotes excepcionales de historiador, ignoramos si espontáneamente o a ruegos de alguien-tal vez del mismo San Pablo-, aunque el modo de expresarse parece indicar cierta autonomía en la noble empresa, concibe el propósito de componer por su cuenta una historia evangélica: Me ha parecido también a mi…

Es completa la preparación del Evangelista para la obra que emprende. No sin algún énfasis, revelador de la convicción plena de que cuenta con todos los elementos de trabajo que para llevarla a cabo son precisos, dice Lucas que escribe después de haberme cuidadosamente informado de todo lo ocurrido desde el principio, es decir, desde el origen de todas ellas, no solo desde los comienzos de la vida pública de Jesús. Por su esfuerzo personal, por la compulsa de documentos, por la información de testigos, probablemente de la misma Santísima Madre de Jesús, conoce Lucas todo lo relativo a la totalidad del tema evangélico a desarrollar en su libro. Aun prescindiendo de la divina inspiración bajo la que fue escrito su Evangelio, y que se compagina con el esfuerzo personal de Los sagrados autores, cuenta el Evangelista con toda humana garantía de consignar la pura verdad en su historia. Su talento crítico y genio literario le consentirán hacer una obra perfecta.

Al escribir su narración evangélica se propone el autor seguir un orden: Escribírtelas por orden. ¿Sera el cronológico o el de una agrupación sistemática de hechos? ‘Knabenbauer está por el orden cronológico de los sucesos. Otros, creen que sacrifica a veces el orden cronológico para ofrecer una visión de hechos de argumento análogo. Creemos que la obra de Lucas ocupa en este punto un lugar intermedio entre Mateo y los otros dos Evangelistas. Es Mateo el más sistemático en la redacción del Evangelio, y el que prescinde más de la cronología: Marcos y Juan se atienen más a la sucesión histórica de los hechos: Lucas, acomodándose más a la cronología que Mateo, no deja alguna vez de seguir el orden sistemático, especialmente en la tercera parte de su Evangelio.

El libro, aunque destinado a los cristianos en general, lo dedica Lucas, siguiendo una costumbre de los escritores antiguos, a un personaje llamado Teófilo, a quien saluda con respetuoso énfasis: Oh dignísimo Teófilo, que sería un cristiano honorable por su posición social o por su autoridad, o algún amigo del escritor; pero no un personaje simbólico, como han creído algunos, a la manera que San Francisco de Sales se dirige a Filotea en su «Vida devota», ya que era desconocido este use en tiempo de San Lucas.

Teófilo era un cristiano instruido ya en las cosas cristianas por la enseñanza catequética. La variedad de narraciones escritas podría hacerle vacilar, por sus divergencias y aparentes contradicciones, en el asentimiento que debía prestar al Evangelio. Por ello indica Lucas la finalidad del libro, que no es otra que hacer inconcusa la verdad de lo que ya aprendió Teófilo en la catequesis, disponiendo por escrito los hechos y verdades aprendidas en una forma que ofrezcan toda garantía de verdad: Para que conozcas la verdad de aquellas cocas en que has sido instruido.


Lecciones morales


a) v. 1.-Habiendo intentado muchos ordenar la narración-El santo empeño de aquellos cristianos primitivos, que consignaban religiosamente por escrito los hechos y palabras de Jesús, debe servirnos de estímulo para recoger y guardar fielmente en nuestro espíritu los ejemplos y enseñanzas del Señor, contenidas especialmente en los Santos Evangelios. La lectura del Evangelio, que es la luz del mundo y la sal de la tierra, debe ser práctica principalísima de todo cristiano. La Iglesia quiere que diariamente lean sus ministros el Evangelio en la Misa y en el Oficio divino. Antiguamente era práctica de todo buen cristiano la lectura del Evangelio, del que no solía faltar un ejemplar en cada familia. Es hoy facilísima la adquisición de uno de ellos. Sería de gran edificación la lectura de unos versículos cada día, seguida de esta antigua oración: «Creo y adoro, Señor, las verdades que en estos versículos se hallan contenidas; hacedme entrar en los efectos para que las habéis inspirado y revelado; ayudado de vuestra divina gracia propongo observar los preceptos y consejos que en ellos se hallan contenidas, así como también imitar los ejemplos de virtud que en ellos se nos proponen y hallan conservados.»

b) v. 2. – Como nos las transmitieron quienes desde el comienzo las vieron – Del Evangelista debemos aprender el santo respeto a la tradición cristiana. Es una de las fuentes de la revelación. Ella y la Escritura nos brindan todos los tesoros de la verdad que Dios ha querido manifestar a los hombres. Los sagrados escritores son el instrumento de la caridad de Dios para con nosotros, ya que no solo ha querido revelarnos su verdad, sino que pudiéramos tenerla siempre a la vista, leyendo los libros inspirados por Dios mismo. Fijémonos asimismo en la absoluta verdad histórica de unas narraciones escritas según el testimonio de quienes vieron por sus ojos las cosas narradas.

c) v. 3.-Después de haberme informado de todo-Diligencia que debemos poner en instruirnos en las verdades de nuestra religión, según nuestro estado. Ello nos dará la preparación que se requiere para todo apostolado, en la Iglesia, en la sociedad, en la familia, en la escuela. San Lucas, a pesar de tener un maestro tan excelso como San Pablo, trabaja con frenesí en los estudios preliminares y en la redacción de su Evangelio. El descuido, de todos, en aprender y enseñar las divinas verdades de nuestra fe nos ha acarreado la disminución de creencias religiosas, la falta de piedad y el desorden de costumbres.

d) v. 3.4.-Oh dignísimo Teófilo, para que conozcas la verdad...-Teófilo significa «amante de Dios» o «amado de Dios» : quien quiera, pues, que desee amar a Dios o ser amado de Él, piense que para si ha sido escrito el Evangelio, y consérvelo como un don que se le ha hecho y riquísima prenda que se le ha confiado. Y aprenda en el Evangelio la doctrina y los ejemplos de Jesús. Los cristianos de los tiempos apostólicos, nuestro Evangelista y Teófilo se consagran con ardor al estudio de la vida del Señor: debe ser modelo de la nuestra. «Ejercítese tu siervo en leer y practicar tu vida, porque en ello está mi salvación y santidad verdadera», dice el Kempis.

Cardenal Isidro Gomá

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