Prefacio del traductor1: La siguiente reseña, que apareció en alemán en kathnews.de del 4 de enero de 2022, es iluminadora por muchas razones. Al describir lo raro de una nueva (que no actualizada) traducción alemana de un libro escrito por el obispo Rifan, de Campos, hacia el año 2006, el autor, Clemens Victor Oldendorf, pinta un retrato de los serios defectos internos de la escuela de la “hermenéutica de la continuidad”, que todavía desea pretender ―incluso después de casi una década de Papa Francisco― que sigue siendo posible alguna clase de síntesis hegeliana de lo preconciliar y lo postconciliar, y que un todopoderoso papado será el instrumento de su realización. Nos preguntamos qué será necesario para despertar a tales personas de sus plácidos sueños.
Más urgentemente, nos preguntamos cuánto tardarán el pedir al obispo Rifan y al clero de Campos que “acompañen” a sus rebaños a la llamada “expresión única de la lex orandi del Rito Romano”. Sostenida por una teología tan pobre como la del obispo, Campos caerá como un castillo de naipes con un viento brusco. Más aún, el obispo Rifan cumplirá 75 años dentro de cuatro. A no ser que algo cambie drásticamente en Roma, Campos pudiera no ver un sucesor consagrado de acuerdo al antiguo pontifical, ni un hombre que sea del mismo tipo que Rifan en cuanto al valor de la auténtica lex orandi de la Iglesia Romana. La versión de la reseña que presentamos aquí, que difiere en algunos aspectos del original alemán, ha recibido la aprobación en forma specifica del autor. ― Dr. Kwasniewski
Múltiples volteretas hacia atrás2
Reseña de Tradición y magisterio vivo, del obispo Rifan
Por Clemens Victor Oldendorf
Es bastante difícil entender los motivos que indujeron a la editorial Renovamen a presentar el libro Tradición y magisterio vivo al final del año pasado [2021], de entre todos los momentos, como una publicación nueva, concretamente la traducción alemana [Tradition und lebendiges Lehramt] de un texto cuyo portugués original ―como puede concluirse por criterios internos― debe haber aparecido hacia 20063. Su autor es el obispo Fernando Rifan, que preside como Ordinario de la Administración Apostólica del Santo Cura de Ars, cuyo territorio coincide con el de la diócesis brasileña de Campos, y a quien se le concedieron como rito propio los libros litúrgicos del Rito Romano según estaban en vigor en 1962 (según Traditiones Custodes, debemos ser formalmente correctos y precisos).
Aparte de un nuevo prefacio del cardenal alemán Gerhard Müller y un adendum de Traditiones Custodes que no llega a tres páginas, no se ha intentado ninguna actualización del texto.
De este modo, en el mejor de los casos, el libro es testimonio y documento del ánimo y las expectativas de los círculos conservadores y tradicionalistas en la fase del comienzo del pontificado de Ratzinger (hace ya tanto tiempo…). Tres ejemplos ilustrarán esto: en la página 20, se habla de que el papa Benedicto XVI “acababa de” dar “libertad mundial a la forma tradicional de celebrar la misa” con Summorum Pontificum, cuando de hecho es el papa Francisco el que acaba de revocar esta libertad con Traditiones Custodes. Refiriéndose a la instrucción Donum Veritatis de 1990, la página 42 afirma que “recientemente recordó” la necesidad de una lealtad fundamental al Magisterio. Si no supiéramos que el cardenal Ranjith ha sido arzobispo de Colombo desde el verano de 2009 y, a propósito, de manera oportunista hace tiempo que ha suspendido ―o al menos ya no articula― cualquier comentario a favor de la liturgia tradicional o de un ars celebrandi de culto conciliar orientado tradicionalmente, pensaríamos tras leer (p. 54) que había sido designado “recientemente” Secretario de la Congregación del Culto Divino. Sin embargo, eso sucedía el 10 de diciembre de 2006.
Es una gran carencia en una publicación que tales cosas no se actualicen y se queden sin señalar en la traducción de cualquier libro que se retrase tanto. Lo que se hace frecuentemente en otros contextos se podría haber hecho aquí también: el traductor podría al menos haber incluido notas al pie suplementarias para indicar las circunstancias cambiadas.
Anacrónico en varios respectos
Estas debilidades más externas de la versión alemana, no obstante, no constituyen la deficiencia más seria de Tradición y el Magisterio vivo. Porque no solamente da la impresión de que uno sigue estando en un clima de esperanza en una “reforma de la reforma” o, por la hermenéutica de la “reforma en continuidad” en la interpretación del Concilio Vaticano II, como la presentó Benedicto XVI en la audiencia de Navidad el 22 de diciembre de 2005 a los cardenales. No, hasta el más optimista ve a estas alturas que estas aproximaciones nunca se concretaron ni fueron efectivamente puestas en marcha siquiera durante el pasado pontificado de Benedicto XVI y están ahora, en el área de la liturgia desde (como mucho) Traditiones Custodes, inconfundiblemente borradas.
Percepciones y argumentos correctos
Esto no es para decir que todo argumento u observación del obispo Rifan sea falso o equivocado. Por ejemplo, queda sin duda una tendencia tradicionalista a querer superarse unos a otros en mantener una posición más estricta o extrema, o en ofrecer una versión aún más antigua del rito tridentino. Del mismo modo, hay un peligro real de radicalización y resentimiento que puede llegar hasta ocasionar el abandono de toda práctica de la fe o incluso la pérdida total de esta. No obstante, es cuestionable si alguien puede acusar, como hace Rifan, a cualquiera que, por ejemplo, mantiene o considera la posición del sedevacantismo o sedeprivacionismo como una posición teológica posible (Rifan no hace diferencia entre las dos variantes), de ser extremos o radicales simplemente por ello.
El sedevacantismo es una teoría teológica o una opinión que difiere de la actual opinión del obispo Rifan y de, por ejemplo, la opinión de la Sociedad Sacerdotal de San Pedro y, por otro lado, también difiere de la posición de la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X. Es una posición diferente, un intento diferente de entender, explicar y tratar día a día el enorme problema de la crisis postconciliar que ha existido desde el Vaticano II, una crisis que todos los tradicionalistas católicos están de acuerdo en que existe; un intento, podemos decir, para resolverlo sobre todo en términos prácticos. El sedevacantismo y el sedeprivacionismo no son así automáticamente extremos ni fanáticos, y hay algunos teólogos, especialmente en EE.UU., que mantienen estas posiciones de manera objetiva, moderada e incluso conciliadora, sin ningún peligro ni resentimiento. No es mi propósito aquí respaldar ni criticar tales puntos de vista.
Sólo difieren las conclusiones
Más bien enfatizo este punto por la razón de que el obispo Rifan aboga de forma destacada por el mismo positivismo magisterial y sigue la misma estrechez ultramontana de cierta teología neoescolástica decimonónica que se quedó como fuerza-guía en Roma hasta aproximadamente la mitad del siglo pasado y, a causa de la cual, los sedevacantistas, siguiéndola de manera particularmente severa, alcanzan sus conclusiones. Mientras los sedevacantistas piensan que, por sus presuposiciones ultramontanas, los papas postconciliares no podrían ser papas legítimos o, en cualquier caso, no podrían ejercer la autoridad de un papa legítimo de forma efectiva y vinculante, el obispo Rifan, con una cierta sobreextensión o casi apoteosis del papa (como no era inusual en el siglo XIX) piensa que los papas postconciliares son legítimos. Y, así, porque son papas, piensa que no puede haber nada que objetar en el Concilio Vaticano II ni en el magisterio postconciliar ni en la reforma litúrgica de Pablo VI.
En este sentido, Rifan cita con aprobación y en exclusiva a teólogos preconciliares hasta la víspera inmediata del Concilio Vaticano II que, sin embargo, obviamente no conocen y no se comprometen con la naturaleza y extensión de la reforma litúrgica postconciliar de Pablo VI y, posiblemente a causa de un sesgo ultramontano, nunca podrían haber imaginado un desarrollo como el que tuvo lugar durante y después del Vaticano II, iniciado y autorizado por el papa. Con base en la experiencia desde entonces, está claro lo importante que es entender no sólo la primacía jurisdiccional del papa, sino también su infalibilidad personal e individual en el contexto de la mayor tradición y empeño teológico que precedieron el Concilio Vaticano Primero durante siglos y no sólo en su víspera. Se debe hacer este énfasis, por supuesto, en respuesta a no sólo a Rifan, sino a muchos otros que, con consecuencias a veces bastante contradictorias, tienden a refugiarse en un mundo supuestamente ideal de los pontificados de Pío XII o Pío X.
¿Por qué se adhirieron y se adhieren a la liturgia tradicional?
Otra debilidad de una argumentación tan formalista y positivista como la presentada por Rifan es que ignora el hecho de que la Liturgia Romana, en la forma que le dio Pablo VI, no se celebra habitualmente basándose en su editio typica; y, ni siquiera en este caso, en su versión latina, en un altar mayor, con acólitos varones y en la forma clásica de recibir la comunión, el rito “renovado” de la Misa sería perfecto. Es más, la liturgia que ahora existe en el mundo es muy diferente de lo que podría llamarse la “liturgia teórica” de Pablo VI. Tal discrepancia nunca existió en cuanto a los libros litúrgicos preconciliares que las voces preconciliares a que Rifan se refiere habían tomado como objetos de reflexión, y cuyo juicio ahora simplemente transfiere a la reforma litúrgica de Pablo VI en 1969.
Incidentalmente, si el autor fuera sinceramente consistente, habría de conceder que en consecuencia no había lugar para privilegiar la liturgia antigua o retenerla con base en una preferencia. En ese caso, debería haber movido a su Administración Apostólica hace tiempo a adoptar, después de todo, las editiones typicae de los libros litúrgicos postconciliares (incluso, si podemos decirlo para argumentar, en su interpretación más conservadora y en su empleo del culto). Y cualquiera que esté de acuerdo o no en fuerte desacuerdo con el razonamiento papista de Rifan también habría de aceptar la misma conclusión él mismo.
De hecho, debería abrirse aún más allá si ha de estar de acuerdo con el cardenal Müller, que escribe en el prefacio: “Para una mente genuinamente católica, debe parecer absurdo que se encienda una disputa sobre una verdad dogmática por las dos formas de la única Misa, que difieren solamente en algunos ritos externos, incluidas la dirección de la celebración y la lengua de la celebración en latín o vernácula, que no pertenecen a su sustancia”.
Esta preferencia estaba ya anticuada cuando fue escrita el 4 de noviembre de 2021 porque, según Traditiones Custodes, ya no hay dos formas del rito romano y, antes de Summorum Pontificum, había muchas variantes de la liturgia gregoriano-latina en la Iglesia occidental, pero no un uso “ordinario” y otro “extraordinario” del rito romano que difirieran tanto entre ellos como el tridentino romano de un lado y el rito paulino del otro, siendo el último el establecido ahora por el positivismo como la única expresión de la lex orandi en el rito romano.
Una abstracta interpretación teórica del Concilio como forma de negación de la realidad
El obispo Rifan está similarmente desfasado de la realidad, no sólo en su presión casi compulsiva para justificarse con respecto a la reforma litúrgica postconciliar ―de la que, sin embargo, su Administración Apostólica en principio ha permanecido exenta hasta ahora―, sino también en su manejo de los textos del Concilio Vaticano II. ¿Para qué sirve, nos podemos preguntar, incluso si fuera posible una hermenéutica de la continuidad en muchos casos y es (o era) apoyada aquí y allá con documentos por el Magisterio, cuando en realidad (como dice Rifan) “el público eclesiástico se ha permitido ser impresionado en parte [recte: dominantemente] por interpretaciones modernistas o expresiones de opinión protestantes” y cuando estas interpretaciones siguen siendo las únicas que prevalecen en la práctica? No parece servir mucho más que un rito teórico de Pablo VI, como hemos apuntado arriba, cuando apenas existe en ninguna parte y que, más aún, solamente escondería durante un tiempo las pérdidas y deficiencias que siguen siendo inherentes a él, si comparamos con el rito gregoriano codificado tras el Concilio de Trento4.
Un solo aspecto positivo del libro y un posible efecto positivo
Por supuesto, el Magisterio está vivo (en tanto que los que pueden ejercerlo estén vivos) y una ventaja del libro que se presenta aquí, aunque muy críticamente, es cuando habla en su título de un “Magisterio vivo”5 y no del “carácter vivo de la Tradición”6. La Tradición tiene estabilidad y los que ejercen el Magisterio pueden equivocarse en sus juicios no definitivos. De este modo, todo el que reconoce a los papas y obispos de turno como legítimos puede, en principio, criticar fuertemente lo que han enseñado y decretado desde un punto dado en el tiempo y simplemente difuminarlo o ignorarlo para sí mismo y su entorno7.
No obstante, si el obispo Rifan tuviera razón, cualquier reacción tradicionalista al Concilio Vaticano II y especialmente al nuevo rito de la Misa de 1969 habría sido ilegítima desde el principio. Ciertamente, la ocurrencia de una crisis como la que perciben los tradicionalistas habría sido excluida desde el principio por la asistencia del Espíritu Santo.
Se puede ver ahora (a más tardar) que casi nada puede ser excluido o imposible en la Iglesia con el papa Francisco y Traditiones Custodes; después de todo, el Papa, con este motu proprio, simplemente se esfuerza en devolvernos a la situación original inmediata tras el Vaticano II y tras la introducción del Novus Ordo Missae de Pablo VI.
Si el libro Tradición y el Magisterio vivo, en la forma en que es presentado en su traducción alemana de este momento, ha de tener algún significado para la Iglesia y serle de alguna utilidad, es el darse cuenta de que volviendo atrás no se logra nada. No se puede permanecer mentalmente en el pontificado de Benedicto XVI y en las proyecciones y esperanzas que no se cumplieron en ese pontificado, ni rodar hacia atrás al periodo inmediatamente postconciliar con todo lo que el papa Francisco quiere hacer y prescribir, pues el exagerado optimismo magisterial y papal característico de la era de Pablo VI fueron más bien una fase y una tendencia de corta duración, que ya se rompieron en sus días y mucho más en los nuestros.
La experiencia del periodo inmediatamente postconciliar y de la adhesión que espontáneamente surgió especialmente hacia la tradición litúrgica atacada probó intuitivamente, ya en ese tiempo, que esta corriente ultramontana es inaplicable e incapaz de mantener la tradición. Este conocimiento, ganado con esfuerzo, sigue siendo válido ahora y para el futuro. Posiblemente se hace aún más claro gracias al contraste de las cándidas observaciones del obispo Rifan; de otro modo, la lectura de este libro sería dispensable, dado lo débil y decepcionante que es su afirmación sobre Traditiones Custodes.
Traducido por Natalia Martín
Artículo original: https://onepeterfive.com/the-failure-of-the-ultramontanist-hermeneutic-of-continuity/
1 Se refiere al traductor del alemán al inglés, no de esta traducción del inglés al español para Adelante la Fe (nota de la t.).
2 El autor se refiere a un ejercicio gimnástico en el que, en lugar de rodar o caer hacia delante como es habitual, el gimnasta lo hace hacia atrás. Sirve así como imagen del intento de volver atrás a un previo estado de cosas, como en la expresión “retrasar el reloj”.
3 El año de publicación de la primera impresión alemana es 2022, pero el libro fue de hecho puesto a la venta al final de 2021.
4 También sería consistente aquí la forma litúrgica en un modo original hasta 1965 de la subsecuente y más radical forma paulina publicada en 1969.
5 El obispo Rifan también se refiere correctamente aquí al Concilio Vaticano II y a Dei Verbum 10, cf. Rifan, Tradition und lebendiges Lehramt, p. 33, nota 19.
6 Como ocurrió, tejiendo más el texto del Concilio, en el motu proprio Ecclesia Dei, donde en 4 y 5b hay referencias insostenibles a Dei Verbum 8.
7 Cf. el bien elegido contraste entre una “señal de tráfico” y un “compañero”, Tradition und lebendiges Lehramt, pp. 27 y ss.