Josep Ramón Pérez es el párroco de Santa Inés en el exclusivo barrio de San Gervasio de Barcelona. Allí llegó en 2002 de la mano del Cardenal Ricard Mª Carles. Con él fue durante varios años Canciller y Secretario General del Arzobispado. Canónigo de la S.E. Catedral es el representante eclesiástico en la Muy Ilustre Administración (MIA) del Hospital de la Santa Creu y Sant Pau. Josep Ramón Pérez es conocido en los mentideros eclesiales desde tiempo inmemorial por el acróstico que forman las iniciales de su nombre de pila: J.R.
En esa parroquia chic, premio a los servicios prestados al cardenal Carles, puede codearse con ilustres personajillos de la burguesía catalana, de esa que no cree en nada, pero que conserva ese leve barniz de estética católica que permite a J. R. casar –ahora poco, ciertamente-, celebrar los aniversarios y hasta bautizar a los hijos adoptados de algunas lesbianas pijas del barrio. Personajes como Trías, el alcalde de la Ciudad Condal y público promotor del lobby gay, Boi Ruíz, conseller de Salut –el que financia los abortos con cargo a la Generalitat- y el mismo Artur Mas, el President, han pasado por la ilustre parroquia. Todo ello ha creado en el corazón y en la mente de J.R. una serie de dependencias psicológicas y afectivas que han determinado su actuación en el abortista Hospital de Sant Pau durante los últimos años ¡y las últimas semanas!
El pobre se enteró de los abortos en el Hospital de Sant Pau por la prensa en el ya lejano 2010, cuando el diario ABC abrió la caja de los truenos consultando los datos que publicaba periódicamente el Ministerio de Sanidad y que estaban colgados en internet desde hacía más de quince años. En ese momento era el P. Josep Mª Turull el representante en la MIA del Hospital. Sin embargo, Josep Ramón Pérez ya había sido durante muchos años representante del Arzobispo junto con el P. Forcada –médico y miembro de la nefasta Casa de Santiago– y Joan Benito en el patronato del Hospital, donde parece que no se enteró de nada: ni de los abortos, ni de las esterilizaciones, ni de las píldoras abortivas, ni de la nevera de embriones congelados. Estar en el staff siempre conlleva -claro está!- hacer la vista gorda. ¡Y vaya si la hicieron!
El cardenal Martínez Sistach con su singular astucia relevó al rector del Seminario, Josep Mª Turull, episcopable en aquel momento, del pringue que suponía representar al Arzobispado en un hospital abortista y volvió a colocar a J.R. –siempre servicial- para que se comiera el marrón. Y se lo ha comido a dos carrillos.
El Hospital de Sant Pau empezó por negar la mayor contra todas las evidencias: “En el Hospital de Sant Pau no se hacen abortos”. Posteriormente, el gerente del centro afirmaba con toda la cara que en el Sant Pau no se realizaban abortos provocados, sino interrupciones médicas del embarazo en casos extremos siempre, claro. Es decir, abortos por compasión, los de Mons. Rino Fisichella. Y si se hacen por “compasión” en San Pablo o en cualquier otro sitio, abortar no es abortar y matar no es matar.
Pero, en fin, la realidad es tozuda y las piedras empezaron a gritar: también se dedican a las reducciones embrionarias en caso de embarazos múltiples. Por tanto, a abortar selectivamente a los embriones “sobrantes”. Práctica y lenguaje propios de las Waffen SS. ¡Qué gentuza!
Pero al final, J.R. de convidado de piedra en la Muy Ilustre Administración del hospital pareció convertirse en miembro activo de la Santa Iglesia cuando empezó a pedir la cabeza del Ginecólogo Jefe del hospital: el abortista Joaquín Calaf, que debía estar jubilado hace años, pero que por un misterioso designio, que J.R. todavía no ha conseguido descifrar, continúa en activo y dando mal.
La cosa se le complicó todavía más cuando fue despedida por mobbing ideológico y moral la técnico de Rayos X Montserrat Balsells. Ella denunció ante sus jefes directos y ante el Arzobispado las prácticas abortivas del Hospital de Sant Pau y fue inmediatamente represaliada. Aquí la indignación de J.R. ante la injusticia –cosa que le honra- llegó al paroxismo. Movió Roma con Santiago para reparar la injusticia y conseguir la readmisión. Habló con los jefazos y exigió la cabeza del jefe inmediato de Montse si no volvían a contratarla, pero al final todas sus gestiones se estrellaron contra la intransigencia de Margarita Esteve, jefa de enfermería, que chuleó por demás al P. Josep Ramón asegurándole que la Sra. Balsells nunca jamás volverá a trabajar en el Hospital de Sant Pau.
J.R pareció entonces rendirse, ¡pero no! Cabreado por acabar reducido a ninot de falla de segunda clase se descolgó del discurso políticamente correcto y declaró al diario ABC: La Iglesia abandonará el Sant Pau si se practican más abortos. Reconocía J.R. que el hospital nunca había dejado de hacer abortos y que, si era necesario, bloquearían el funcionamiento del patronato del hospital: Estamos dispuestos a morir matando. ¡Qué tío!
Pues no. Se asustó de su propia valentía. Boi Ruiz, conseller de Salut, le hizo llegar la inquietud del mismo Artur Mas por sus declaraciones. Algunos médicos del San Pablo –los beatorros siempre, que son los peores- pedían por carta, firmada entre otros por el Dr. Craven, la cabeza de J.R. al Cabildo de la Catedral. Aquello era demasiado. Podía quedarse sin amigos. No podía romper la baraja de mus. Se había pasado… Sin embargo, no todo eran malas noticias. El P. Forcada –Casa de Santiago- había comido con el abortista Calaf y éste le había dicho en confidencia que ¡perdonaba a J.R.! Y que había desactivado la indignación de los matarifes de su equipo que querían también cargarse al pobre canónigo
Una semana después, el 27 de enero, el propio presidente del patronato del Hospital de Sant Pau, Enric Argelagués, escribió la carta de rectificación que el P. Josep Ramón Pérez entregó firmada ¡al autor de la misma!: Enric Argelagués, representante de la Generalitat. Ahí va:
A raíz de las informaciones que han aparecido en los medios atribuidas a mi persona, quisiera expresar mi desencanto al no ver reflejadas mis palabras y haber podido provocar equívocos o perjudicar a personas o instituciones.
Así pues, quisiera expresar:
- Mi más alta consideración personal a todos los profesionales del Hospital.
- Mi total adhesión al resto de miembros del Patronato y a su Presidente, en el sentido sincero de reconocer y tener en gran estima a toda la organización por los esfuerzos llevados a cabo en los últimos años, que han permitido resituar nuestro Hospital en equilibrio presupuestario con una muy alta calidad asistencial.
- Mi convicción del correcto cumplimiento de los acuerdos institucionales que rigen en el funcionamiento del Patronato del Hospital.
Finalmente, quisiera reafirmar que el Capítulo de la Catedral de Barcelona ha sido, está y estará siempre para ayudar a la Institución.
Y nuevamente disculparme si alguien se ha molestado.
Parece ser que no molestó a la dirección el tema del aborto –salvo al matarife Calaf-, sino la referencia de J.R. a la deuda económica acumulada por el hospital durante años con la Seguridad Social y que nunca pagará. Pero con esa excusa le arrancaron la carta de rectificación en la que beatifica a todos los profesionales del Hospital: al abortista Calaf, a sus secuaces y a los dos anestesistas del Sant Pau, imputados por trabajar con el criminal Morín en su clínica. Con esa excusa, J.R. afirma que cree que ya no se hacen los abortos que se siguen naciendo, pues se cumplen correctamente los acuerdos institucionales que rigen en el funcionamiento del Patronato del Hospital y que pase lo que pase, el Capítulo de la Catedral de Barcelona ha sido, está y estará siempre para ayudar a la Institución.
Algo debió avergonzar a Josep Ramón de todo ello pues, unos días después de su carta apócrifa, Cristina Iniesta, representante del Ayuntamiento de Barcelona en el patronato del hospital, se encontró con Martínez Sistach, el cual la conminó a hacer una declaración pública en nombre del Hospital asegurando que ya no se hacían abortos quirúrgicos. Lo de las píldoras abortivas, las esterilizaciones y los embriones congelados nunca ha acabado de interesar demasiado al prelado, por aquello de la conciencia gruesa, suponemos.
Cuando Enric Argelagués propuso en la Muy Ilustre Administración redactar esa declaración pública y nota de prensa -a instancias del Cardenal-, exonerando al hospital de toda mancha de aborto, la vergüenza torera de J.R. le llevó a asegurar que esa nota nunca llevaría su firma, pues si durante veinte años habían engañado al Cabildo bien podían seguir haciéndolo sin remordimiento. Y que si ahora no tenía pruebas de que se realizaran abortos, tampoco las tenía de que éstos hubieran terminado. La cosa quedó ahí y el Cardenal finalmente se quedó sin la nota que debía llegar a Roma como prueba aparente de su diligencia en hacer cumplir la doctrina católica. Aparente, sí, porque el Arzobispado nunca bloqueará la marcha del hospital con las elecciones municipales tan cerca y luego las autonómicas, y las generales… y tampoco quiere echar el resto para sustituir el equipo de ginecólogos abortistas del hospital, pues debería enfrentarse al Ayuntamiento y a la Generalitat. Y es que, al decir del propio J.R., ¡hay que seguir viviendo! Viviendo ellos, los del staff, claro. Mientras, las vidas de los no nacidos serán sacrificadas en el Sant Pau o en cualquier otro sitio. ¡En verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejasteis: Cada vez que dejasteis de hacerlo con uno de éstos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo! (Mt 25,45)
Padre Custodio Ballester Bielsa