Pedimos al Presidente de la República y a la Conferencia Episcopal
que consagren a Colombia al Sagrado Corazón de Jesús
y a Nuestra Señora de Chiquinquirá
Si alguna lección nos deja la actual pandemia, es que el mundo moderno no estaba preparado para enfrentar este escenario apocalíptico. Poco a poco, todas las naciones del mundo se declaran en cuarentena, nadie puede salir de su casa, nadie puede circular con libertad y todos corremos el riesgo de perecer ante un eventual contagio. Construimos con ufanía un mundo globalizado, en el cual se tejieron las interconexiones más osadas que se podían imaginar y en tan solo dos meses de crisis ese falso dios del progreso cayó derrotado, dejando a la humanidad al borde de una catástrofe que nadie previó y que es imposible cuantificar.
Todo funcionaba perfectamente. Lo que necesitamos está a nuestro alcance gracias a que sus componentes provienen de todos los confines del planeta, se ensamblan en una fábrica ubicada en cualquier lugar, y desde allí pasa a ser parte del desbordado consumo mundial. Todo milimétricamente calculado, todo eficiente, todo incorporado en el proceso a su debido tiempo. Sin embargo, nadie previó lo que podría pasar cuando ese engranaje de producción se rompiera de alguna forma, o sencillamente todo se organizó para que en determinado momento el sistema fallara y el mundo entrara en el caos. ¡Y resulta que ese sistema se está rompiendo en mil pedazos!
En las últimas décadas se alcanzaron avances prodigiosos que transformaron profundamente nuestra civilización. El progreso, la ciencia, la tecnología, nos brindaron un bienestar material que se difundió por todo el planeta, convirtiéndonos en pasajeros de un mundo que vivía a la manera del Titanic, en el cual la premisa fundamental, aunque implícita, era que ni Dios podría hundir nuestro barco.
Construimos entonces un mundo de espaldas a Dios. Aunque la Fe no desapareció, muchos dirigentes mundiales fueron los grandes perseguidores de quienes se oponían a apartar a Dios de la sociedad y del progreso. Y se construyó un mundo ateo en la práctica, en el cual solo se prestaba culto al placer desenfrenado, al dinero, a los negocios, que pasaron a ser los nuevos amos de la humanidad.
En Fátima, Nuestra Señora anunció castigos si la humanidad no se convertía
Fueron muchas las manifestaciones sobrenaturales a través de las cuales la Providencia alertó sobre estos peligros. En Lourdes, en La Salette, en Fátima, Nuestra Señora anunció que si el mundo seguía por ese rumbo vendría entonces un castigo. Pero muy pocos hicieron caso, y sobre todo las autoridades de la Iglesia ignoraron casi totalmente esos avisos. El más importante de ellos, que fue el Mensaje de Fátima, cuya parte secreta se debió revelar en el año 1960, se ocultó misteriosamente hasta el año 2000, cuando por fin fue revelado por el Papa Juan Paulo II. Pero, fue tal la decepción, que poco puede creerse que ese sea el Mensaje verdadero de la Santísima Virgen, pues los que han estudiado las apariciones de Fátima tienen la certeza de que algo muy importante de ese Mensaje se sigue ocultando al mundo. ¿Será la actual pandemia, impensable hace 60 años? ¿O podrá ser la actual crisis de auto-demolición de la Iglesia, que cada vez es mayor?
En nuestros días, la casi totalidad de la estructura de la Iglesia Católica niega que Dios castiga a los hombres, contradiciendo sus enseñanzas milenarias. Es evidente que Dios es misericordioso, a pesar de castigar a los hombres y a las naciones cuando nos apartamos de sus mandatos. ¿Cómo entonces dar crédito a un mensaje divino que habla de castigos? En Fátima, en 1917, Nuestra Señora anunció que si el mundo no se convertía vendría un castigo peor que la Primera Guerra Mundial. Y que si después de ese segundo castigo, que fue la Segunda Guerra Mundial, la humanidad tampoco se convertía, vendría entonces otro aun peor, en el cual varias naciones desaparecerían. Pues bien, ¿este anuncio no podrá ser lo que estamos presenciando ahora?
Si aceptamos, en teoría, el principio de que Dios no castiga los pecados de los hombres y de las naciones, al menos es evidente que la extrema maldad de algunos de ellos nos conduce a las mayores calamidades y sufrimientos. Y esa maldad es la que hemos visto desbordada a lo largo del último siglo, en donde el comunismo por un lado, y la degradación moral de la sociedad por otro, han llevado a nuestra Civilización hacia la crisis espantosa que ahora nos pasa factura. Es así como personajes siniestros de la historia reciente como Hitler, Lenín, Stalin, Mao, Castro, Chávez, para solo citar a los más conocidos, fueron verdaderos azotes de Dios que destruyeron a sus naciones y las condujeron irresponsablemente hacia la muerte, al hambre y a la opresión.
Pedimos al Presidente que consagre a Colombia
al Sagrado Corazón de Jesús y a la Virgen de Chiquinquirá
El mundo tiene que prepararse para los más grandes retos. El Presidente de Colombia, con sus colaboradores inmediatos, ha asumido el liderazgo ante la crisis, y en un acto que lo enaltece, ha pedido públicamente la protección de la Patrona de Colombia, Nuestra Señora de Chiquinquirá. Pues bien, queremos pedirle con vehemencia, que ante la incertidumbre en que estamos, junto con las autoridades de la Iglesia Católica, renueve la Consagración al Sagrado Corazón de Jesús, que se hizo ininterrumpidamente desde 1902 hasta 1992, para implorar al Creador su especial protección en estos momentos de extrema gravedad. Y también, que consaagre el País a la Virgen de Chiquinquirá, Patrona de Colombia, implorando la protección que Ella nos ha brindado en otras tragedias de nuestra historia. Es indispensable tomar medidas extremas para enfrentar la catástrofe, pero también lo es acudir a Dios y a la Santísima Virgen implorando su protección.
Desde la Campaña ¡Sagrado Corazón de Jesús, Salvad a Colombia!, que venimos realizando desde hace 20 años, Tradición y Acción solicita respetuosamente al Presidente de la República realizar con urgencia esa Consagración. Que Colombia entera pueda proclamar: ¡Detente! ¡El Sagrado Corazón de Jesús está conmigo!
A lo largo de la historia, la Iglesia ha estado presente en las catástrofes, llevando ayuda material y consuelo espiritual a las víctimas, y siempre ha proclamado que el pedido de perdón y de misericordia a Dios son el comienzo de las grandes soluciones.
Eugenio Trujillo Villegas
Marzo 25 de 2020 – Fiesta de la Anunciación
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