El papa Francisco ya no disimula su estrategia para manipular el resultado del Sínodo de la Juventud

Además de los delegados elegidos por las conferencias episcopales de los diversos países, el papa Francisco ha nombrado a 39 delegados especiales para el venidero Sínodo de la Juventud.

En la lista figuran varios de sus más allegados aliados en la jerarquía: el cardenal Marx de Munich, presidente de la Conferencia Episcopal Alemana; el cardenal Cupich, que ha afirmado que la Iglesia tiene cosas más importantes de que ocuparse que la crisis de los abusos, como por ejemplo el medio ambiente y la inmigración; el cardenal Tobin, que niega haber tenido nada que ver con McCarrick, a pesar del testimonio de cientos de sacerdotes que estaban al corriente: el padre Antonio Spadaro, director de La Civlità Cattolica, conocido por tuitear que en teología (¿teología moderna?) dos más dos es igual a cinco; y el arzobispo Vincenzo Paglia, presidente de la desmontada Pontificia Academia para la Vida  y gran canciller del desmantelado Instituto Juan Pablo II de Roma.

Todos estos personajes se han señalado por su heterodoxia, y todos han sido objeto de airadas denuncias por parte de católicos contrarios al proyecto progresista del Papa.

En ciertos aspectos, esta novedad de los delegados no tiene nada de sorprendente. Pero por otro lado, pone los pelos de punta. Muchos de esos señores han demostrado ser mentirosos descarados (según la terminología de Viganó) porque han negado tener conocimiento de los abusos del destituido cardenal McCarrick, o por negar que la crisis de los abusos es ante todo consecuencia de actividades homosexuales en el clero. Como en la foto reciente de una reunión privada con el Papa en el Vaticano, en la que todos aparecían relajados y sonrientes, o la ya larga retahíla de homilías pontificias en las que Francisco se compara con Cristo cuando guardó silencio en su Pasión y tilda a sus críticos de acusadores como Satanás, esta novedad es otro clavo en el ataúd para toda esperanza razonable que puedan albergar los católicos de que el Papa o para cualquiera de los altos mandos de su jerarquía se tomen en serio el escándalo de los abusos o el devastador informe de Viganò.

Por lo que respecta al Sínodo en sí, ya ni siquiera se intenta disimular (como se disimuló en los sínodos sobre el matrimonio y la familia) la estrategia del Sumo Pontífice para manipular el resultado. Ahora todo se hace con luz y taquígrafos. El pasado 17 de septiembre, Francisco leyó un nuevo documento, la constitución apostólica Episcopalis Communio sobre la estructura del sínodo de los obispos, que convierte a éste en un cuerpo permanente, algo parecido a una forma parlamentaria de gobierno, y lo que es más preocupante, amplia la autoridad magisterial de los documentos finales emitidos por los sínodos. Dicho de otro modo: el proceso mediante el cual el progresismo sinodal modernizará el dogma y la moral católicos ha pisado el acelerador. Nos preguntamos si el papa Francisco estará preocupado por los años que le queden de vida y quiere transformar tanto como pueda en el menor tiempo posible.

Por cosas que han pasado en actos previos al Sínodo, sabemos ya que éste presentará una perspectiva sesgada de la juventud y de lo que los jóvenes necesitan y lo que debe darles la Iglesia. El mismo George Weifel, que durante años ha sido un destacado  partidario   de la autoridad pontificia, ha criticado el futuro Sínodo de la Juventud y afirmado que es posible que no sea otra cosa que pura sociología convencional y que da la impresión de que la Iglesia estuviese pidiendo perdón por sus exigentes doctrinas morales.

Lo que resulta más evidente es que la nueva voz de la Tradición entre los jóvenes católicos practicantes será desechada y sofocada, que harán como si no existiera. Y es que Francisco y sus compinches preferirían que no existiera.

¿Quedará en nada el caso McCarrick? ¿Seguirá todo como siempre? ¿Desfigurarán irremediablemente el catolicismo el Sínodo de los Jóvenes, el Sínodo para la Amazonía y toda la retahíla que les seguirá? Nada le gustaría más al Vaticano; pero no se saldrá con la suya. El P. Zuhlsdorf ha escrito: «Una parte considerable de la limpieza de la crisis actual tendrán que impulsarla los laicos, que disponen de la fuerza numérica y, en última instancia, de dinero». Y algo más importante: al parecer tienen en este momento el monopolio de la fe ortodoxa.

Veámoslo de la siguiente manera: me juego lo que sea a que el 75% de los seglares católicos creyentes y practicantes –entiendo por creyentes y practicantes a los que conocen los rudimentos de su fe y aceptan las enseñanzas de la Iglesia en temas tan a contracorriente como el divorcio, la homosexualidad, la regulación de nacimientos y el aborto– son ya contrarios al progresismo y al programa modernista de Francisco. Puede que el porcentaje sea incluso mayor. En comparación, es posible que no más del 50% de los  sacerdotes  sean escépticos o se opongan. Digamos que el 25% de los obispos del mundo y el 15% de los cardenales están dudosos o se oponen.

Esto me da entender que en este momento de la historia, cuanto más alta sea la posición que se ocupe en la jerarquía, más posibilidades hay de corromperse o ceder en las convicciones  , mientras que hay mucho más probable que los creyentes de a pie estén más comprometidos outspokenly con la fe, la moral y la liturgia  de siempre. De ahí provendrán los laicos, sacerdotes y religiosos del futuro; no de la maquinaria sinodal ni del nuevo eje germano-italiano.

En vez de rezar por el éxito de otro sínodo amañado, tal vez debamos rogar por un buen castigo de Dios que sacuda y despierte los altos echelons de la jerarquía. Quizás vendrían bien los salmos que fueron expurgados de la Liturgia de las Horas en los que David maldice a sus enemigos.

Será Dios quien en cierto sentido ría el último. Y quienes le son fieles reirán con Él, porque a estas alturas ya todo el mundo se da cuenta de hasta qué extremos llega la manipulación y de que en el Sínodo sólo se hará oír la voz de los progres que lo están organizando.

(Traducido por Bruno de la Inmaculada/Adelante la Fe. Artículo original)

Peter Kwasniewski
Peter Kwasniewskihttps://www.peterkwasniewski.com
El Dr. Peter Kwasniewski es teólogo tomista, especialista en liturgia y compositor de música coral, titulado por el Thomas Aquinas College de California y por la Catholic University of America de Washington, D.C. Ha impartrido clases en el International Theological Institute de Austria, los cursos de la Universidad Franciscana de Steubenville en Austria y el Wyoming Catholic College, en cuya fundación participó en 2006. Escribe habitualmente para New Liturgical Movement, OnePeterFive, Rorate Caeli y LifeSite News, y ha publicado ocho libros, el último de ellos, John Henry Newman on Worship, Reverence, and Ritual (Os Justi, 2019).

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