El Purgatorio

SÍNTESIS DEL LIBRO “EL PURGATORIO” de ediciones Palabra (editado en 1994)

Autor Anónimo (por consejo del director espiritual).

Considerado por la Iglesia Católica como “revelación particular

El autor ha tenido visiones a través de su ángel de la guarda, y también revelaciones directas de algunas almas que están en el purgatorio. Se lamenta de que en el siglo XX se haya perdido prácticamente la devoción a las ánimas benditas, ya que éstas constituyen la Iglesia purgante y, por tanto, deberíamos vivir mucho mejor la comunión de los santos con ellas desde la Iglesia militante. El purgatorio es dogma de fe definido en el Concilio de Florencia y reafirmado en Trento. Santo Tomás lo recuerda en sus escritos. Es un estado en el que el alma se purifica por todos los pecados que, aún perdonados en la confesión, no han remitido del todo en su pena. Como el alma ha de presentarse del todo pura antes de entrar en el Cielo, el purgatorio es el estado purificador fruto de la misericordia divina.

El autor tiene una visión del infierno. Se lamenta que hoy día se dude o niegue su existencia, así como la de los demonios que son ángeles que se rebelaron. Por la infinita misericordia divina son muchas más las almas que se salvan que las condenadas, y muchas se salvan por gracias recibidas en el último momento de sus vidas. Pero también son muy pocas las que van directas al Cielo. O sea que el purgatorio es el destino de la inmensa mayoría de las almas. En una visión ve a un millón de almas que al morir son juzgadas, y sólo una entra en el Cielo sin pasar por el purgatorio. Y algunas, pocas, se pierden. Pero aún siendo pocas es terrible que una sola pueda condenarse. El infierno (que por desgracia no está vacío) aparece como un estado del alma en la que hay una concentración agobiante hacia el yo personal. El alma solo está en si misma, y ni siquiera se percata de la compañía de otro condenado. Es el egoísmo supremo e insuperable. No es “no ser”, sino “no ser lo que se tendría que ser” gracias a la redención de Cristo. No es la nada, es una especie de “ser sin ser”. En la visión aparece que es la propia alma la que escoge la condenación, y lo hace porque su obstinación en el pecado es tan inmensa que ella misma se cierra a la misericordia divina. Por eso el peor pecado es no salirse de uno mismo, pues esa actitud es camino de condenación.

Del infierno escribe muy poco, y del purgatorio la mayor parte de la revelación. Parte del juicio particular, donde la misma alma puede ver toda su vida pero no con “visión humana” (o afectividad desordenada) sino con visión de Dios, y entonces constata la importancia del pecado, las consecuencias del mismo: ofensa a Dios y mal al prójimo. Dios llama a esa alma al Cielo, pero es la misma alma la que se sumerge en el purgatorio para purificarse. Es como una paradoja: el alma ansía a Dios y a la vez se aleja provisionalmente, porque ya el alma en el purgatorio no mira por si misma sino por la gloria de Dios y ante El ha de presentarse sin mancha alguna. Por eso al rezar por las ánimas benditas, éstas se alegran por nuestras oraciones pero no tanto porque se alivian sino porque con esas oraciones se da gloria a Dios y se vive la comunión de los santos. En las ánimas benditas no hay nada de egoísmo. Cada vez que alguien en la tierra eleva una oración por ella, se alegran mucho porque así Dios es glorificado, y, como consecuencia, acortamos su “tiempo”. El tiempo en el purgatorio no funciona igual que en el mundo, pero tampoco es como la eternidad del cielo. El autor no encuentra palabras para explicarlo, solo analogías. Básicamente el tiempo en la tierra es sucesivo, mientras que en el Cielo es simultáneo: presente continuo. En el purgatorio sería como un intermedio entre ambos. No obstante en las visiones, el ángel le habla en términos de tiempo y dice que la mayoría de las almas pasan entre 30 y 40 años en el purgatorio. También dice que a veces algunas ánimas tienen permiso de Dios para aparecerse a personas del mundo (normalmente familiares o seres próximos) con objeto de tranquilizarlos o alentarlos a la oración. Eso nada tiene que ver con las sesiones de espiritismo que hacen algunas personas y que ofenden a Dios y sirven más bien para contactar con espíritus malignos (que a veces suplantan personalidades ajenas).

El autor explica el purgatorio con palabras humanas que tendrían un valor análogo o de aproximación. Habla de tres secciones: gran purgatorio, intermedio y atrio. En todo el purgatorio se experimenta a la vez una gran dicha (por saberse salvado) y a la vez un dolor inmenso de no gozar ya de la presencia de Dios. Así, cualquier alegría del mundo será mucho menor que la más pequeña alegría del purgatorio, y a la vez cualquier dolor mundano/humano no es nada en comparación con el del purgatorio. Es como una gran paradoja de contrastes.

El gran purgatorio es la sección más dolorosa y allí van las almas que han cometido más pecados graves y también muchas almas de sacerdotes, monjas, religiosos….que habiendo recibido muchas gracias han optando por vivir la vocación de forma mediocre. El autor ha visto incluso Papas de la Iglesia en esa sección. Así como la Virgen María visita el purgatorio y alivia muchos a las almas, al gran purgatorio no llega, solo a las otras dos secciones. Las oraciones de los seres queridos llegan al gran purgatorio y las ánimas de allí casi ni saben quien reza por ellas. En la visión, el gran purgatorio aparecía con un gran parecido al infierno, con la diferencia de saberse salvado.

El purgatorio intermedio es también de gran intensidad de dolor, pero aliviado por las visitas de la Virgen María y por una vivencia mayor de la comunión de los santos con las almas del mundo que rezan.

El atrio es la antesala del Cielo, y aquí los consuelos son mayores, pero a la vez el dolor es muy intenso porque estando ya tan cerca la presencia de Dios, aún no ha llegado. El autor vio en el atrio a un alma de alguien que estuvo en proceso de beatificación. También se le apareció una monja que murió anciana y le pedía oraciones porque en su comunidad se habían olvidado de rezar por ella porque pensaban que ya estaba salvada.

El mayor consuelo para las almas del purgatorio son las Misas ofrecidas por ellas. También los ayunos y obras de caridad, y todas las oraciones, sobre todo el Rosario. Dios recibe esas plegarias y las distribuye según las intenciones del que reza y también en orden a las necesidades. El autor lo explica como una lluvia que sube al cielo y luego desciende al purgatorio. Insiste el autor en la ausencia de amor propio de las ánimas benditas: se alegran muchísimo cuando alguien reza por ellas, pero es una alegría de ver así a Dios glorificado, y como consecuencia se les acorta el tiempo de purificación. Además, las ánimas rezan por nosotros, viven la comunión de los santos de ese modo. Sobre las visitas al purgatorio de la Virgen, el autor dice que por cada visita muchas almas son liberadas antes de tiempo. El autor insiste en el gran poder de María delante de Dios, y en la importancia de la devoción a María.

Se lamenta el autor de cómo ha caído tanto la devoción a las ánimas, de la falta de fe en el purgatorio y de la soberbia de los teólogos que lo niegan. Con su libro, y autorizado por la Iglesia, plantea esta revelación particular con el objetivo formativo de alentar a los católicos a rezar continuamente (no solo en noviembre) por las benditas ánimas, y a propagar la devoción en nuestros ambientes eclesiales.

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