¿Cual es el significado y cuales serán las consecuencias de la consagración de Rusia y
de Ucrania al Corazón Inmaculado de María hecha por el Papa Francisco en San Pedro
el 25 de marzo de 2022?
En la aparición del 13 de julio de 1917 en Fátima, la Virgen anunció a los tres
pastorcitos: "Vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la
comunión reparadora de los primeros sábados.". En una revelación privada
posterior a Sor Lucía, que tuvo lugar el 13 de junio de 1929 en el monasterio de
Tuy, la Virgen dijo que "ha llegado el momento en que Dios pide al Santo Padre que
haga, en unión con todos los Obispos del mundo, la Consagración de Rusia a Mi
Inmaculado Corazón; prometiendo salvarla por este medio."
Ni Pío XI ni sus sucesores acogieron esta petición, a no ser parcialmente. En 1952
Pío XII consagró Rusia al Corazón Inmaculado de María, pero sin unir a los Obispos
del mundo a su acto. Juan Pablo II utilizó en 1984 el neologismo "encomendamos"
en lugar del término consagración y no mencionó específicamente a Rusia. El modo
requerido por la Virgen, sin embargo, está todo presente en el acto del Papa
Francisco, que pronunció las siguientes palabras: "Nosotros solemnemente
encomendamos y consagramos a tu Corazón inmaculado nuestras personas, la
Iglesia y la humanidad entera, de manera especial Rusia y Ucrania. Acoge este acto
nuestro que realizamos con confianza y amor, haz que cese la guerra, provee al
mundo de paz. El “sí” que brotó de tu Corazón abrió las puertas de la historia al
Príncipe de la paz; confiamos que, por medio de tu Corazón, la paz llegará. A ti, pues,
te consagramos el futuro de toda la familia humana, las necesidades y las
aspiraciones de los pueblos, las angustias y las esperanzas del mundo."
La incorporación de Ucrania a Rusia es perfectamente legítima, entre otras cosas
porque Kiev es la cuna de la civilización rusa y Ucrania formaba parte de Rusia en
1917. El uso de la palabra "solemnemente" da especial importancia al acto del
Santo Padre, que se realizó en San Pedro, en una austera ceremonia penitencial. En
el centro de la basílica no estaba el Papa, sino la imagen de Nuestra Señora de
Fátima, con la corona en la cabeza y un rosario en las manos, delante del altar de la
Confesión iluminado como un día de sol. Quienes temían momentos de
desacralización o alejamiento de las costumbres y tradiciones de la Iglesia tuvieron
que recapacitar. El Papa Francisco realizó este acto rodeado de cardenales,
obispos, representantes del mundo diplomático, sacerdotes, religiosos y religiosas
y simples fieles: una parte cualificada, casi un microcosmos del mundo católico. En
ese mismo momento, en todo el mundo, miles de obispos y sacerdotes se unieron a
las palabras de la consagración. Los guardias suizos inmóviles alrededor del trono
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papal parecían recoger el eco de un recuerdo lejano, pero nunca eliminado de la
historia.
Hubo un consenso casi unánime en que la consagración había correspondido a las
peticiones hechas por Nuestra Señora a los tres pastorcitos de Fátima. Las escasas
expresiones de desacuerdo de algunos tradicionalistas no se refieren al acto en sí,
sino a la persona de Francisco, al que se consideran personalmente inadecuado
para realizar un acto de tanta importancia sobrenatural. Es necesario decir, sin
embargo, que para algunos de estos tradicionalistas el Papa Francisco ha perdido
el pontificado. Si Francisco no es el Papa legítimo, es obvio que su acto es ilegítimo
e inválido. Si, por el contrario, a pesar de todas las reservas que se puedan tener a
su respecto, él ocupa legítimamente la Cátedra de Pedro, su acto no puede sino ser
válido, independientemente de lo que haya hecho en el pasado y de sus
intenciones, que sólo Dios conoce.
Puede parecer paradójico que un Papa tan abierto a la secularización como
Francisco sea el autor de un gesto que es en sí mismo la negación del principio
laicista. La secularización es, de hecho, un proceso de exclusión progresiva de Dios
de la esfera pública. La consagración, en cambio, reafirma el dominio de Dios sobre
las naciones y la sociedad en su conjunto. Es la razón por la cual los teólogos
progresistas y los mariólogos "minimalistas" siempre se han opuesto al uso del
término "consagración", tanto a nivel público como individual. Durante el Concilio
Vaticano II, el P. Yves Congar (1904-1995) escribió en su Diario: "Hago la mayor
campaña posible contra una consagración del mundo al Corazón Inmaculado de
María, porque veo el peligro que se forme un movimiento en ese sentido" (Diario del
Concilio: 1969-1966, Edizioni San Paolo, 2005, vol. II, p. 120). En esta misma línea,
el sacerdote montfortiano Stefano De Fiores (1933-2012), en su ensayo póstumo
Consacrazione o affidamento (Consagración o entrega), escribió que «es difícil
comprender cómo algunos autores proponen un retorno a la "consagración a María
o al inmaculado corazón de María" «porque en Fátima Nuestra Señora usó este
lenguaje». De hecho, «en 1917 era más que normal hablar como lo hizo Nuestra
Señora. No nos permitimos ninguna crítica al lenguaje utilizado por ella en ese
preciso momento histórico. Pero hoy la Iglesia ha recorrido un itinerario bíblico-
teológico que exige un uso más riguroso del lenguaje al hablar de Cristo o de María”
(“Vita Pastorale”, n. 5, mayo de 2012, p. 30).
Diez años después de la muerte del P. De Fiores, Nuestra Señora parece haberse
vengado de su pretensión de darle lecciones de teología y para ello eligió al Papa
que parecía menos apto para hacer un "regreso a la consagración a María". El Papa
Francisco no hizo la consagración al Inmaculado Corazón cuando fue a Fátima los
días 12 y 13 de mayo de 2017, y el 12 de diciembre de 2019 durante una Misa
dedicada a la Virgen de Guadalupe, incluso negó a Nuestra Señora el título de
"corredentora», pero el 25 de marzo atendió inesperadamente la petición del
mensaje de Fátima.
¿Es consciente el Papa Francisco de la importancia histórica de su acto? Durante la
ceremonia, y en los días siguientes, apareció en mal de salud y casi aplastado por
los acontecimientos. El hecho de que la consagración haya correspondido a las
modalidades deseadas por Nuestra Señora no significa que se evitará el castigo que
pesa sobre la humanidad. Para que esto suceda, la consagración debería ser
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acompañada de la práctica reparadora de los primeros sábados de mes y sobre
todo de un profundo espíritu de penitencia. Estas condiciones faltan y el mundo
continúa corriendo hacia el abismo, pero la consagración del 25 de marzo anuncia
que se acerca la hora del cumplimiento de la profecía de Fátima se avecina y ello
significa no sólo un gran castigo, sino sobre todo el triunfo final del Corazón
Inmaculado de María.
En una carta al Padre Gonçalves fechada el 18 de mayo de 1936, Sor Lucía relata
una conversación que tuvo poco antes con el Señor sobre el tema de la
consagración de Rusia: «Hablé íntimamente con el Señor sobre el tema; y hace poco
Le preguntaba por qué no convertía a Rusia sin que Su Santidad hiciera la
consagración. ´Porque quiero que toda mi Iglesia reconozca esta consagración como
un triunfo del Inmaculado Corazón de María y así extender Su culto y poner junto a
la devoción a Mi Divino Corazón, la devoción de este Inmaculado Corazón'. Pero, oh
Dios mío, el Santo Padre no me creerá si Tú mismo no lo mueves con una inspiración
especial. ¡El Santo Padre! Orad mucho por el Santo Padre. ¡Él la hará, pero será
tarde! Sin embargo, el Inmaculado Corazón de María salvará a Rusia. A él le ha sido
confiada».
Fátima no anuncia el fin del mundo ni el advenimiento del anticristo, sino el triunfo
del Inmaculado Corazón de María, que es la Civilización cristiana, sacral porque
ordenada a Dios y pacífica, porque está sometida al Hijo eterno de Dios hecho
Hombre cuyo nombre es "Princeps pacis", como lo recordaba Pío XII en su Mensaje
radiofónico del 24 de diciembre de 1951 y como lo definió el Papa Francisco el 25
de marzo. La consagración de Rusia acelerará la hora del triunfo del Inmaculado
Corazón, trayendo al mundo nuevas gracias de conversión. Esto es suficiente para
colmara de alegría a los corazones de los devotos de Fátima en esta hora obscura
de nuestra historia.
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