El Vaticano está persiguiendo la Humanae Vitae: tiempo de contraatacar.

El día 11 de septiembre del año 2017, Edward Pentin escribió un artículo para el National Catholic Register titulado: La Humanae Vitae bajo fuego. En aquel artículo afirmaba que “recientes cambios en Roma indican que se ha emprendido una campaña para desafiar la prohibición que hace la encíclica de la anticoncepción artificial. “  La prueba de esto incluye la revelación de la existencia de una comisión secreta encargada por el Vaticano, con la aprobación del Papa, de “estudiar” la Humanae Vitae. Tal comisión fue descubierta gracias a una página web italiana, que se hizo con un memorándum clasificado de la Secretaría de Estado del Vaticano refiriéndose a ella.

El memorándum declara que la comisión es “para promover un estudio completo y autorizado” de la encíclica, que coincida este verano con el cincuentenario de su publicación. El señor Pentin continúa comentando que la inclinación teológica de los cuatro miembros de la misma es poco alentadora.

El señor Pentin escribe:

Antes de su muerte el 6 de septiembre, el cardenal Carlo Caffarra había expresado privadamente su gran preocupación por la comisión. Como otros, creía que la apertura de los archivos era un ardid para seleccionar y presentar materiales que demostrasen que la comisión de Pablo VI se movía hacia una relajación de la enseñanza de la Iglesia sobre la anticoncepción, pero que una excesiva presión ejercida sobre el Papa llevó a éste a reafirmar la doctrina.  

Otra estrategia que se espera por parte de los miembros de la comisión y de otros “revisionistas” es presentar cualquier reinterpretación como un “cambio de paradigma” en teología moral, de la misma forma que se ha hecho con Amoris Laetitia al permitir a algunos divorciados vueltos a casar civilmente, recibir la Sagrada Comunión. Se espera que se ponga el énfasis en una práctica pastoral que cambia para hacerse más aplicable hoy – una táctica, dicen los críticos, para alterar y suavizar las enseñanzas de la Iglesia encontrando excepciones a la misma, mientras se insiste en que la doctrina no será cambiada.

El factor decisivo consiste en recordar lo que el mismo Papa Francisco dijo acerca de la Humanae Vitae.

Finalmente, están los comentarios del propio Papa Francisco con respecto a las enseñanzas de la encíclica. Preguntado en el año 2014 si la Iglesia debía revisar la cuestión de la anticoncepción, el Papa Francisco replicó: “Todo depende de cómo se interprete el texto de la Humanae Vitae. El propio Pablo VI, hacia el final, recomendó a los confesores que mostrasen gran amabilidad y atención a situaciones específicas.”

Añadió que no es una cuestión de “cambiar la doctrina, sino de profundizar en ella para asegurar que los esfuerzos pastorales tienen en cuenta la situación de la gente, y lo que le resulta posible hacer.”

El pasado año el Papa también alabó a uno de los más destacados objetores de la Humanae Vitae, el teólogo alemán Bernard Häring. Y hablando con periodistas en febrero del año pasado, el Papa Francisco citó favorablemente una historia mitológica de monjas en el Congo a las que se les permitió usar anticonceptivos en casos de violencia. Este caso ha sido utilizado  por discrepantes de la doctrina para sortear sus enseñanzas. El Papa también ha mostrado su simpatía por la visión de la Iglesia del desaparecido jesuita cardenal Carlo Martini, quien ha mostrado públicamente su oposición a la Humanae Vitae.

También acentúan la sensación de que hay una conspiración en marcha los recientes artículos que aparecen en publicaciones católicas “izquierdistas”  atacando las raíces de la enseñanza moral católica contra la anticoncepción.  El tiempo en el que aparecen dichos artículos parece indicar que el pensamiento izquierdista está preparando el camino, presentando análisis minuciosos en los que puede basarse la “comisión” para cambiar la enseñanza católica.

Uno de los artículos se titula “Indefendible: La enseñanza moral después de la Humanae Vitae”, y apareció en las sórdidas páginas de la revista “Católica” izquierdista Commonweal. El artículo es importante por haber sido escrito por uno de los pesos pesados intelectuales que, como los modernistas de los que habló Pío X, hace que los incautos lo consideren un caso convincente, aunque en realidad esté plagado de premisas erróneas y peligrosas. El autor, Michael Dummett, fue Wykeham Professor of Logic en la Universidad de Oxford hasta su retiro en el año 1992. Ha enseñado en la Universidad de Stanford, en la Universidad de Princeton, en la Universidad de Bolonia, en la Universidad de Harvard, en la Universidad de Ghana. Necesito decir más.

El examen de algunos de los supuestos argumentos “Católicos” izquierdistas contra la perenne enseñanza de la Iglesia sobre la anticoncepción artificial, nos lleva a descubrir lo que podemos esperar este verano. Además, espero que algún, o varios,  auténticos profesores católicos de teología moral, puedan refutar sólidamente artículos como éste, para replicar a la arremetida de  inconsistentes argumentos que los medios de comunicación de la izquierda “Católica” han empezado a esparcir con antelación al informe de la comisión. Porque todos debemos estar preparados para contraatacar los venenosos ataques que nos esperan a la vuelta de la esquina.

El artículo empieza con estas condescendientes palabras, “Aunque la Iglesia se las ingenió para librarse de su condena de la usura, ha encontrado difícil descartar una enseñanza que declara inmoral algún tipo de acción.” Cualquier católico informado en su sano juicio dejaría de leer el artículo inmediatamente, identificaría al autor cono un anti-católico intolerante y seguiría adelante. Desgraciadamente, sin embargo, esta es la Iglesia del Papa Francisco en el año 2018 y los argumentos del autor es muy probable que resulten persuasivos para altos prelados romanos, así que no tengo más remedio que comentarlos.

La idea de que la Iglesia (hay que advertir de que el autor emplea la “i” minúscula) “se las ingenió para librarse” de cualquier enseñanza moral incluyendo la usura es, por supuesto, absurda. Esto se explica de forma breve y adecuada en la revista Catholic.

La clave del argumento del autor se encuentra en los dos párrafos que siguen:

Un tipo de acto, definido por una descripción determinada, puede ser intrínsecamente malo. Si es así, nunca puede ser moralmente justificado por un propósito posterior, aunque encomiable; esto es lo que explica el dicho de que el fin no justifica los medios. Por ejemplo, dar a alguien una dosis fatal de veneno debe ser malo en todas las circunstancias: incluso si el propósito es frustrar el conocido plan de la víctima de matar a toda su familia, seguirá siendo malo. Sería un mal uso del principio del doble efecto apelar a esa razón para justificar tal asesinato. El que envenena al otro no puede argumentar legítimamente. “Lo que yo estaba haciendo era salvar a esa familia de ser asesinada; no tenía interés alguno en la muerte de la víctima.” Ni puede justificarse el lanzamiento de la bomba atómica sobre Nagasaki con el argumento de que se hizo para dar fin a la guerra, y que la muerte de la población fue un efecto colateral. El doble efecto puede invocarse solamente en el caso de que el acto sea moralmente legítimo, incluso si en circunstancias concretas se puedan prever malos efectos colaterales. Nada puede ser un efecto colateral si es el medio por el cual se realiza el objetivo del acto. El que envenena a otro no puede decir que la muerte de su víctima es un efecto colateral: es solamente por medio de la muerte de la víctima como salva a la familia de ser asesinada.  A la inversa, un acto que no es intrínsecamente ilegítimo moralmente puede ser malo si se realiza con un mal propósito. Así, dar a alguien una información que no es mala en sí misma, con el objeto de humillarle o de hacerle hacer algo vergonzoso, se convierte en un acto inmoral por la intención con la que se hace.

El uso de la píldora por una mujer casada con intención anticonceptiva no entra en ninguna de esas categorías. Nadie supone que es intrínsecamente malo para una mujer tomar la píldora, por ejemplo, por su original propósito de regular períodos irregulares. Se ha argumentado de forma convincente que la píldora pude tomarse legítimamente con intención anticonceptiva, por ejemplo, por una monja que sabe que está en peligro de ser violada. Igualmente, la intención, por parte de una pareja casada, de reducir la frecuencia o el número de embarazos de la esposa, como ya se ha dicho, es reconocido por la Iglesia como legítimo, y, en las circunstancias apropiadas, encomiable. En las normas de la Humanae Vitae encontramos, por lo tanto, una condena como moralmente malo de un acto que no es intrínsecamente malo pero que es capaz de convertirse en malo cuando se hace por un fin particular, incluso aunque ese fin, igualmente, no sea malo en sí mismo. Es incomprensible cómo puede ser esto así: es imposible pensar en un caso paralelo – por lo menos, yo no he sido capaz de encontrar ninguno. Cualquiera que sea el pensamiento acerca del mantenimiento de la enseñanza tradicional de la encíclica acerca de otros métodos de anticoncepción, la prohibición del uso de la píldora es indefendible basándose en la teología moral como ha sido siempre previamente comprendida, y hace confusa la enseñanza moral de la Iglesia.

¿Por dónde empezar? No hay tiempo para comentar todos los errores que hay en estos párrafos, así que me centraré en el más importante. El autor no toma en consideración un aspecto crítico de lo que sucede cuando una mujer casada toma la píldora.

El autor admite que originalmente la píldora pretendía tratar los períodos irregulares. En este caso se trata de una situación clínica en la que el cuerpo no está funcionando como debiera. Es legítimo que la ciencia médica trate esta condición. En este caso hay efectos colaterales al tratamiento, especialmente efectos como la infertilidad temporal, y deben buscarse otros medios para tratar ese desorden que no tengan tales consecuencias. Si el desorden no puede tratarse por ningún otro medio, y es lo suficientemente grave como para tener que ser tratado, un efecto colateral de infertilidad temporal durante el tratamiento caería precisamente en la categoría del doble efecto.

El principio del doble efecto se da cuando un acto moralmente bueno, o neutro, en este caso el tratamiento de una situación clínica, causa de forma no intencionada un efecto colateral malo o perverso, en este caso la infertilidad. En estos casos, el bien causado por el acto, por supuesto que necesita compensar el mal del efecto no intencionado.

Lo que el autor argumenta aquí, sin embargo, es algo completamente diferente. El autor sostiene que debe autorizarse moralmente que una mujer casada tome la píldora sin intención alguna de corregir ningún desorden médico, sino por el simple propósito de hacerse estéril. En otras palabras, el autor argumenta que es un acto moralmente bueno tomar una medicina con la intención de crear un desorden clínico en su propio cuerpo.

Resulta irónico que en el párrafo precedente el autor hablase de que sería ilícito moralmente envenenar a alguien que te ha dicho que tiene el propósito de asesinar una familia. Sin embargo, en su mundo, es perfectamente lícito que usted tome veneno,  en este caso la píldora, para evitar que su cuerpo funcione adecuadamente. Esta es la manera de pensar de la izquierda.

El autor pierde de vista la enseñanza Católica en esta cuestión porque al parecer él no se basa en la Ley Natural. En vez de eso, argumenta a favor de lo que previamente argumentó en contra. Concretamente, que uno puede usar el argumento de que “el fin justifica los medios” para decidir la licitud moral. Al tomar la píldora en el escenario del autor, una mujer casada está diciendo que el fin, en este caso evitar tener un hijo por alguna razón seria, justifica los medios, consumiendo una substancia con el propósito expreso de crear un desorden en su cuerpo. Este último acto es siempre malo y no puede ser justificado en y por sí mismo. Por eso se le llama “intrínsecamente malo.”

Para ofrecer una analogía, ya que es el autor tan aficionado a ellas, eso sería similar al hecho de que alguien tome morfina o analgésicos con el expreso propósito de sentirse eufórico – potencialmente dañando su salud – frente al legítimo propósito de tomarlos para calmar el dolor producido por una herida grave, una operación quirúrgica, etc.  Igualmente, en el caso del cáncer, hay tratamientos que convierten al paciente en estéril. Pero el objetivo del tratamiento es tratar al paciente para evitar que muera, no para hacerle estéril. Hacerse estéril uno a sí mismo, intencionadamente, por supuesto que sería un pecado.

En un último análisis, uno puede ver los inteligentes sofismas presentes en los argumentos de este profesor de lógica en Oxford, que habló también en Stanford, Princeton y Harvard. Tiene todo el prestigio de estos tres bastiones del anti-Catolicismo en su historial y sus escritos aparecen en las así llamadas “Católicas” publicaciones como Commonweal. Sin duda alguna, sus argumentos estarán bien representados ante los cuatro miembros de la comisión de la Humanae Vitae. Nuestro trabajo, especialmente el de los teólogos morales y expertos entre nosotros, será desafiarlos en cada paso de su camino.

Chris Jackson

(Traducido por AMGH. Artículo original)

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