El Vaticano se equivoca con China. Monseñor Viganò explica por qué Pompeo tiene razón

Conversando con Formiche.net, el ex nuncio apostólico en Washington denuncia el acuerdo entre la Santa Sede y China, que «traiciona la misión de la Iglesia», y se adhiere al llamamiento del Secretario de Estado de EE.UU. Mike Pompeo. Enérgica acusación del arzobispo al papa Francisco, que abarca del escándalo McCarrick a la encíclica Hermanos todos.

««Ha hecho bien el Secretario de Estado Pompeo en censurar la renovación del acuerdo secreto estipulado entre Bergoglio y Xi Jinping». Lo dice monseñor Carlo Maria Viganò. Y lo hace como siempre: sin pelos en la lengua ni medias tintas.

Arzobispo, ex Secretario General del Gobierno de la Ciudad del Vaticano y nuncio apostólico en los Estados Unidos, personalidad destacada de la Iglesia y al mismo tiempo centro de numerosas controversias, desde el escándalo Vatileaks al expediente sobre el cardenal McCarrick. Vuelve a hacer declaraciones públicas y revela a Formiche.net su indignación por las negociaciones en curso entre China y la Santa Sede, reanudadas a los dos años del acuerdo sobre los nombramientos de obispos.

Muestra un claro respaldo a las declaraciones de Mike Pompeo, Secretario de Estado de Donald Trump, que en una intervención en el portal conservador First Things ha denunciado la renovación del acuerdo, cuando sólo faltan nueve días para su visita al Vaticano, prevista para el próximo lunes. Viganò echa leña al fuego: «Su lúcida denuncia pone de manifiesto la aberrante actitud de la Santa Sede, su traición a la misión de la Iglesia, el abandono de los católicos chinos y su alineamiento con el pensamiento único».

No es ningún secreto la postura de Viganò de cara al pontificado de Francisco. En los últimos dos años, después de que en 2018 pidiera la dimisión de McCarrick al publicar un expediente sobre la escandalosa conducta del arzobispo de Washington D.C., acusado de abusos sexuales y reducido al estado laico en 2019, que no ha cumplido condena. Y el juicio de Viganò sobre el actual pontificado no ha cambiado.

«Si pensamos que tras las personalidades que se ocuparon de elaborar el acuerdo entre la Santa Sede y el Partido Comunista chino se encontraba el cardenal McCarrick, por orden de Bergoglio, se comprende también el motivo por el que las actas del proceso canónico que llevó a la destitución del poderoso prelado sigan envueltas en el secreto; en ambos casos es urgente y necesaria una operación de transparencia y verdad, porque están en juego el honor y la autoridad moral de la Iglesia Católica ante los ojos del mundo».

Es uno de los más duros ataques asestados a la Santa Sede desde que Pompeo pidió que no se renovase el acuerdo. Según Viganò, «no se entiende por qué un acuerdo presentado como totalmente limpio y sin puntos oscuros se haya calificado de confidencial y ni siquiera pueda leerlo el benemérito cardenal chino Joseph Zen».

Hasta ahora, las reacciones en el mundo eclesiástico al ataque de Pompeo han sido muy contadas. Un editorial de Gianni Cardinali en Avvenire, diario de la Conferencia Episcopal Italiana, estigmatizó la intervención y expresó la duda de que pueda «cambiarse una tilde de la postura vaticana en lo que se refiere al diálogo con Pekín».

Por el contrario, el ex nuncio apostólico encuentra perfectamente legítima la solicitud de Pompeo. Y hasta se pregunta por qué «si Bergoglio puede afirmar impunemente que Trump no es cristiano» evocando los fantasmas del nazismo y del populismo, con motivo de lo cual el Secretario de Estados de EE.UU., con un objetivo más que lógico de seguridad internacional no tendría derecho a expresar su opinión sobre la complicidad de la Santa Sede con la más feroz –y también más potente e influyente que nunca– dictadura comunista. Y hay más: «¿Por qué razón el Vaticano, que calla ante el apoyo de los demócratas al aborto y las violaciones de los más elementales derechos en China, considera una injerencia indebida la actuación del gobierno Trump en un acuerdo que afecta evidentemente al equilibrio político internacional?».

Viganò ha encontrado un resonante eco entre los católicos conservadores. Es un punto de referencia para el frente antibergogliano. El propio Trump aprecia sus declaraciones públicas, hasta tal punto que en junio quiso postear en twitter una carta de apoyo que le había enviado el arzobispo, que en medio de las tensiones desatada por el caso Floyd y, de rebote, en las elecciones presidenciales de noviembre, percibe la batalla que se está librando entre los hijos de la luz y los de las tinieblas. Entonces el Presidente manifestó que se sentía muy honrado e invitó a todos, fueran religiosos o no, a leer la carta.

La severa crítica del ex Secretario de Estado y ex jefe de la CIA al acuerdo entre China y la Santa Sede –sostiene Viganò– hace una interpretación más amplia que la que tiene el actual gobierno estadounidense de la Iglesia del papa Francisco, interpretación que ve en el Vaticano un respaldo abierto a la aspiración de Joe Biden de llegar a la Casa Blanca. «Los estadounidenses ven como los vértices y el centro de la influencia cultural de la Iglesia Católica se posicionan descaradamente a favor del candidato demócrata, y en general de todo el aparato que en los últimos decenios se ha ido consolidando al interior de la administración pública», dice Viganò.

«El estado profundo, enemigo jurado de Trump, está alineado con una iglesia profunda que no escatima críticas y acusaciones al presidente en funciones mientras hace guiños indecentes a Biden y al movimiento Black Lives Matter siguiendo servilmente el discurso impuesto por la corriente mayoritaria. Da igual que Trump se declare abiertamente pro vida y defienda los principios no negociables a los que han renunciado los demócratas»: lo que importa es transformar a la Iglesia en el brazo espiritual del Nuevo Orden Mundial con miras a obtener el imprimátur de la máxima autoridad moral del mundo. Cosa que habría sido imposible con Benedicto XVI.

En Italia, Viganò saca a la luz el rostro más auténtico de la iglesia profunda de los jesuitas, que por primera vez en su historia ha colocado a uno de sus miembros en el solio pontificio. La crítica del arzobispo es directa: «Buscar en el obrar reciente de la Compañía de Jesús la menor coherencia con lo que fue en las intenciones de San Ignacio de Loyola es tarea ardua, por no decir imposible, hasta el punto de que resultara imprudente la restauración de la orden en 1814 después de la supresión de la misma decidida por Colemente XIV en 1773». Considera igualmente determinante el papel de los jesuitas en «el proceso de disolución y autodemolición que padece todo el cuerpo eclesial».

«Son ellos –prosigue el arzobispo– los más atentos urdidores de conversaciones con el gobierno chino. La afinidad ideológica de la Compañía de Jesús con los movimientos revolucionarios de izquierda se remonta a los primeros vagidos del 68, cuyas bases ideológicas sentó el Vaticano, y que encontraron su máxima expresión en la teología de la liberación tras haber expurgado de los documentos preparatorios del Concilio la condena del comunismo».

En el punto de mira está la histórica revista de la Compañía de Jesús, La Civviltá católica, dirigida por el P. Antonio Spadaro, que siempre ha estudiado y dialogado con el Celeste Imperio, diálogo que se ha intensificado en los últimos años con el ir y venir de máximos exponentes de la política italiana, por ejemplo Romano Prodi, en encuentros celebrados en la sede de dicha revista en la Via di Porta Pinciana.

«Ver a Prodi y a Gentiloni juntos en la presentación del ensayo Nell’anima della Cina no tiene por qué escandalizar: no es más que la expresión del despreciable catolicismo adulto que desconoce la obligada coherencia política que Juan Pablo II y Benedicto XVI pedían a los católicos y reúne el heterogéneo bestiario del progresismo en nombre del ambientalismo malthusiano, de la acogida indiscriminada de inmigrantes, la teoría de género y el indiferentismo en materia de religión pactado en la declaración de Abu Dabi», comenta impasible Viganò. Trump, añade, «ha entendido bien que el giro antropocéntrico y ambientalista de la iglesia bergogliana» señalado por dos citas inminentes: «el encuentro de Asís –economía de Francisco– y la próxima encíclica Todos hermanos no serían otra cosa que una jugada para contribuir a las aspiraciones ambientalistas e inmigracionistas de la agenda mundialista».

Pero la alineación de quienes buscan de forma imprudente una relación especial con Pekín, acusa Viganò, es mucho más amplia y está dirigida desde las altas esferas de la política italiana. Y también en el gobierno italiano: «Prodi y Gentiloni en Italia, y podríamos decir que también el primer ministro Conte, teniendo en cuenta su origen y formación, en EE.UU. tienen su equivalente en personajes que se dicen católicos como Joe Biden, Nancy Pelosi y Andrew Cuomo: todos orgullosos partidarios del aborto y del adoctrinamiento en la ideología de género, y todos ardientes partidarios de los movimientos Antifa y Black Lives Matter, que están arrasando ciudades enteras de Estados Unidos».

No es casual que actualmente Italia sea objeto de especial atención por parte del gobierno Trump, concluye el ex nuncio en Washington. «En el contexto geopolítico internacional, el papel de Italia puede parecer en ciertos aspectos marginal; en realidad es un laboratorio en el que se llevan a cabo experimentos de ingeniería social que la agenda mundialista pretende extender a todos los gobiernos en los próximos diez años, lo mismo en el terreno político que el económico que el religioso».

Francesco Bechis

(Traducido por Bruno de la Inmaculada. Artículo original)

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