Aunque el número de católicos que manifiestan sus preocupaciones por el pontificado del papa Francisco aumentó en los últimos meses, continúa observándose un fenómeno extraño: una especie de disonancia cognitiva que los fieles intentan explicar, sin importar cuán inverosímil, para asegurarse de que lo que está sucediendo no puede ser en realidad tan preocupante como parece.
Un ejemplo de ello es el artículo del blog de John Clark del 10 de abril en el National Catholic Register, en el que trata las ideas del papa Francisco sobre la existencia del infierno, extraídas de la ya infame conversación con Eugenio Scalfari, el ateo nonagenario que fundó el periódico italiano La Repubblica.
Si desean conocer la posición de Clark al respecto, basta con leer el título: “El Papa Francisco Dice: ‘Conviértanse, para no terminar en el Infierno’.
Para nuestros lectores habituales puede ser difícil creer que este tipo de cosas sigan sucediendo. Pero para muchos fieles, católicos que asisten a misa y tienen un instinto (cosa saludable) por defender el papado, aceptar el hecho de que la fuente de confusión de este papado es el mismísimo Papa puede ser difícil de digerir.
Clark da un breve relato de los sucesos de finales del mes pasado, que por cuestión de espacio no repetiré aquí. Luego prosigue afirmando la enseñanza de fide sobre la realidad de la existencia del infierno, como haría todo buen católico. Pero luego, Clark llega una conclusión bien intencionada pero temo que es más que ingenua. Y con eso me refiero a que, como método de contradicción, se concentra en las cosas que Francisco dijo y que aparentemente demuestran su creencia ortodoxa. Clark afirma que “estas son citas textuales, que tienen más peso que las reconstruidas.”
“A pesar de toda esta confusión,” dice Clark, “debemos aclarar para que conste, que el papa Francisco no titubeó en hablar sobre el infierno.” Y continúa:
Por ejemplo, en una meditación de 22 de noviembre de 2016, frente al supuesto de que hablar de infierno puede asustar a la gente, el papa Francisco dijo: “¡es la verdad! Porque si… vives alejado del Señor siempre, quizá esté el peligro, el peligro de seguir estando lejos del Señor para la eternidad.” Además de eso, él ha advertido específicamente a los miembros de la mafia, “Arrepiéntanse, porque aún hay tiempo para evitar terminar en el infierno, que es lo que les espera si siguen en este camino.” Por supuesto que estas son citas textuales, que tienen más peso que, digamos, las reconstruidas.
Luego, Clark toma la postura predecible de cuestionar el nivel periodístico del Sr. Scalfari, llegando a decir que “Scalfari es periodista de la misma forma en la que yo soy astronauta”, porque Clark miró la película Apollo 13 hace algunas décadas.
Pero en realidad no es justo. No lo es con Scalfari, ni con el Papa, ni con todos nosotros a quienes el Vaticano nos está tomando por bobos.
Como detallé en mi artículo del 29 de marzo sobre este asunto, queda bastante claro que están jugando con la verdad — y que Scalfari, el papa Francisco, y el equipo de RR.PP. del Vaticano, están representando roles designados. Cuando se publican estas “entrevistas” controvertidas, siempre lo hacen encubiertas como “prácticas periodísticas poco confiables”— Scalfari no graba sus conversaciones ni toma notas, pero reconstruye todo desde su memoria. Y, sin embargo, nunca se retira lo dicho con una desmentida directa o una corrección desde la Oficina de Prensa de la Santa Sede o del mismo Papa. Entonces, nos queda tanto la impresión de que el Papa dijo algo profundamente controvertido y erróneo, como también la impresión de que el Vaticano dijo que él no lo ha dicho. El hecho de que ambas sean impresiones y no hechos es parte del juego — un juego que da a los medios globales la libertad de reportar los supuestos dichos del Papa como se fueran del evangelio — y esto deja a los fieles muy inseguros sobre lo que deben creer.
El enfoque de Clark sobre este asunto busca tranquilizar a estos católicos confundidos, y ese es un deseo admirable. El problema con el relato del “Papa como víctima del periodismo de pacotilla” es que las conversaciones con Scalfari son prolíficas y se repiten, sin importar los efectos colaterales. Según mis cálculos, el Papa hizo que se publicaran estas conversaciones — o al menos fragmentos de ellas — en al menos en ocho ocasiones diferentes, y en casi todas había surgido algo controvertido. Esta es mi lista de dichas ocasiones. Siéntanse libres de verificar mi trabajo:
1. Octubre 2013
2. Julio 2014
3. Octubre 2014
4. Marzo 2015
5. Octubre 2015
6. Noviembre 2016
7. Julio 2017
8. Marzo 2018
Si el Papa tuviera un problema con cómo lo representa Scalfari, este patrón debiera haberse dejado de repetir mucho tiempo atrás. Haríamos bien en recordar que nos informaron que él sabe lo que está ocurriendo. Como nos lo dijo el P. Frederico Lombardi, antiguo portavoz de la Santa Sede, cuando salió la primera entrevista controvertida de Scalfari en 2013:
Presionado por los reporteros sobre la confiabilidad de las citas textuales, Lombardi dijo en la conferencia de prensa del 2 de octubre, que el texto había captado con exactitud el “sentido” de lo que el Papa había dicho, y que si Francisco sentía que su pensamiento estaba “erróneamente representado” lo diría.
Sobre la cuestión del infierno, el papa Francisco y Scalfari han conversado al menos en tres ocasiones previas desde 2015, y los pensamientos del Papa sobre el asunto han sido representados cada vez bajo las mismas líneas: las almas de los justos contemplarán a Dios, pero las almas de los que consideramos condenados simplemente son eliminadas.
También vale la pena mencionar que el difunto cardenal Carlo María Martini, persona crucial en el liderazgo de la llamada “Mafia de San Galo” para el ascenso de Bergoglio al poder papal, escribió algo similar poco tiempo antes de morir:
“Yo tengo la esperanza de que, tarde o temprano, él redime a todos. Soy un gran optimista… Pero cada vez se ha hecho más fuerte en mí la esperanza de que él nos acepta a todos, de que es misericordioso. Por supuesto, en contra de eso está siempre el hecho de que no puedo imaginarme cómo pueden estar junto a Dios Hitler, o un asesino que ha abusado de niños. Más fácil me resulta la idea de que esos hombres serán simplemente eliminados…”
Esta es una corriente real en los círculos teológicos en los que se mueve el papa Francisco. Y es hora de que los católicos maduros dejen de descontar la posibilidad de que él pueda creer en eso, y en su lugar observen la preponderancia de la evidencia de que esto bien puede ser verdad.
El argumento más fuerte de Clark es que, en otras ocasiones, el papa Francisco hizo declaraciones bien claras sobre el infierno. Para la mayoría de las personas eso es lo verdaderamente absurdo. Pero es porque para la mayoría de las personas es absurdo contradecirse a sí mismo de una manera tan obvia. Es aquí donde quisiera dirigir la atención del lector a una sección del nuevo libro del historiador católico Henry Sire, The Dictator Pope, que analiza el peronismo como influencia formativa del joven Jorge Bergoglio. Sire relata que Juan Perón era un experto en decirle una cosa a una audiencia y una completamente contraria a otra – siempre diciéndole a cada una lo que quería escuchar sin importar la integridad de su posición, sino la consolidación de su influencia:
Cuenta la historia que Perón, en sus días de gloria, un día quiso introducir a un sobrino en el misterio de la política. Primero llevó al joven consigo cuando recibió a una delegación de comunistas; tras escuchar sus puntos de vista les dijo, “Tienen toda la razón.” Al día siguiente, recibió a una delegación de fascistas y ante sus argumentos respondió, “Tienen toda la razón.” Luego le preguntó a su sobrino qué pensaba y el joven dijo, “Has hablado con dos grupos de opiniones diametralmente opuestas y a los dos les has dicho que tienen razón. Esto es completamente inaceptable.” Perón le respondió, “Tú también tienes toda la razón.” Esta anécdota ilustra por qué no se le puede pedir a nadie que evalúe al papa Francisco sin conocer la tradición política argentina, un fenómeno alejado de las experiencias del resto del mundo; la Iglesia fue tomada por sorpresa por Francisco porque no tenían la clave para entenderlo: él es la traducción eclesiástica de Juan Perón. Quienes intentan interpretarlo de otra manera carecen del único criterio relevante.
El deseo de defender al Papa es una característica entendible e incluso admirable en todo católico. Pero como nos dijo Jesús, Él es “El Camino, la Verdad, y la Vida”. No debemos poner nuestros instintos papales, no importa cuán nobles, por encima del servicio a esa Verdad. El impulso por explicar sucesos preocupantes para quedarnos tranquilos es un lujo que esta crisis actual no permite.
Steve Skojec
(Traducido por Marilina Manteiga/Adelante la Fe. Artículo original)