“¿Escucha eso, Mr. Anderson? Es el sonido de lo inevitable” – Agente Smith, The Matrix
Permítanme, si no les importa, pensar un poco en voz alta. Esta mañana se me ocurrió una idea después de leer dos noticias de la Iglesia que eran tan insondablemente estúpidas que sonaban disparatadas.
Primero las historias, en el orden en que las vi.
Hoy se anunció que el Superior General de los Jesuitas, el P. Arturo Sosa, ha sido elegido para dirigir la Unión Internacional de Superiores Generales (USG), un grupo que “representa las órdenes religiosas y congregaciones de hermanos y de sacerdotes alrededor del mundo, en casi todos los países” y que “reúne a los superiores generales de las órdenes religiosas y congregaciones masculinas”.
El Padre Sosa es uno de los jerarcas religiosos más heterodoxos de la Iglesia de hoy. Ha expresado sus simpatías marxistas y elogiado a Fidel Castro. Durante el debate sobre Amoris Lætitia, dijo a un entrevistador, refiriéndose a la enseñanza de Jesús acerca del divorcio: “Habría que reflexionar mucho sobre lo que Jesús dijo. En esa época no había una grabadora para registrar sus palabras”. Llegó a decir que “la palabra es relativa; el Evangelio fue escrito por seres humanos; se acepta que la Iglesia se compone de personas humanas… De manera que es cierto que nadie puede cambiar la palabra de Jesús, ¡pero se debe saber lo que era!” Cuando esta declaración desató la controversia– el Cardenal Burke dijo que Sosa debería ser corregido– éste mantuvo, desafiante, sus declaraciones. También dijo que cree que el Diablo es una “figura simbólica”, creada por el hombre, para “expresar el mal” (ni siquiera un casi desmentido de su portavoz logró arreglar este desastre). Y, por si todo esto fuera poco, él mismo fue descrito por su página web jesuita como el primer superior de la Compañía en “bautizarse budista” oficialmente, después de haber participado en una especie de ceremonia durante una conferencia en Camboya, “entre budistas y cristianos que trabajan por la paz”.
Tengo la certeza de que hay mucho más. Esto es sólo lo que me ha venido a la memoria en estos dos últimos años. Y, sin embargo, éste fue el hombre elegido para encabezar una organización mundial que representa a las órdenes religiosas masculinas de todo el mundo.
Han decidido que esto es lo que quieren.
La segunda noticia de hoy fue la designación del Cardenal Blasé Cupich para el comité organizador de la próxima reunión de los presidentes de las diversas conferencias episcopales que tendrá lugar en Roma, en febrero, para abordar el problema de los abusos.
Cupich, uno de los prelados que los observadores dijeron no habérsele visto extrañado cuando los obispos norteamericanos, durante su reunión anual en Baltimore a principios de mes, fueron pillados desprevenidos por un anuncio de que Roma estaba ordenando un alto a su plan de acción para tratar los abusos.
Cupich, en lo que pareció ser una interrupción deliberada al Presidente de la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos, el Card. DiNardo, que estaba dando el anuncio sobre la intervención de la Santa Sede, expresó su apoyo al papa, señalando: “Está claro que la Santa Sede está tomando en serio la crisis de los abusos”, cuando lo que sí estaba claro era que se trataba de cualquier cosa menos de eso.
Cupich, el que, según la Catholic News Agency, había trazado de antemano con el caído en desgracia pero aún no destituido Cardenal Wuerl, un plan alternativo de acción para manejar los casos de obispos acusados de abusos– y que lo negó rotundamente.
Cupich, el mismo que cerró a los tradicionalistas las celebraciones del Triduo Pascual , el que presionó a sus propios sacerdotes para que no participaran en actividades provida, el que trabaja con políticos partidarios del aborto, el que ha dicho que daría la Comunión a parejas de divorciados y vueltos a casar así como de homosexuales y promotores del aborto , el que despidió al fundador de la Parroquia de San Juan Cantius de Chicago por acusaciones no probadas y que expulsó a un sacerdote, víctima infantil de abusos sexuales clericales, por quemar una bandera arcoíris que había sido usada en la promoción de la agenda homosexual en su propia parroquia.
Cupich, que se abrió camino, desde la oscuridad, en pequeñas diócesis norteamericanas, a punta de adulaciones, hasta ascender a la tercera diócesis más importante de los Estados Unidos, con la recompensa añadida de un capelo rojo.
Toda esta debacle va sobre rieles y se está acelerando. Constantemente.
No importa lo mal que se vea ni tampoco importan los daños. Siguen haciendo lo mismo. La intervención vaticana en la reunión de los obispos norteamericanos fue tan controvertida, que una organización laica ha decidido en consecuencia retener el millón de dólares en limosnas para el Vaticano.
¿Y qué pasa con la única voz de apoyo a esta maniobra? Fue designado, por el papa, para continuar con lo que está haciendo.
Y ésta es la teoría.
Es sabido que si bien los demonios tienen libre albedrío, sus voluntades son inmutables. Hacen su elección y eso es de lo que el Padre Chad Ripperger, que justificadamente se ha convertido en el exorcista más destacado de nuestro tiempo, habla en una de sus conferencias (no puedo recordar en cuál, de lo contrario lo citaría directamente). Él dice que los exorcistas efectivamente han preguntado a los demonios si, dada la oportunidad de elegir nuevamente entre servir o no a Dios, ellos tomarían una decisión distinta. Siempre responden que no. Sin importar los tormentos y sufrimientos que experimentan, para los ángeles el libre albedrío se funda en un conocimiento perfecto que nosotros, los hombres, no podemos comprender. Toman una decisión y nunca se desdicen. Es algo difícil de comprender.
Todos somos tentados. Todos pecamos. En la medida en que nos permitimos ser partícipes del mal, otorgamos al diablo y a sus secuaces un cierto nivel de control sobre nuestras vidas. Pero cuando observo a los jerarcas de nuestra Iglesia tomando las mismas decisiones estúpidas, una y otra vez, cuando observo que el papa y su pandilla llevan a cabo maniobras de autoderrota una y otra vez, provocando la reacción del público y volviendo en su contra hasta a los mayores simpatizantes de la agenda de “reforma”, no puedo por menos que preguntarme si no estamos presenciando los resultados de una influencia demoníaca de un modo mucho más directa. Lo que están haciendo sólo tiene sentido si observamos su agenda como si tuviese una sola meta: la destrucción de la Iglesia y la conducción de las almas a la perdición escandalizando a los fieles y provocando en ellos la duda sobre las promesas que Cristo hizo acerca de la capacidad de la Iglesia de prevalecer ante las puertas del infierno.
Ni siquiera actúan en beneficio de sus propios intereses. Lo único que parece importar es la causa.
En menor medida, también veo esto cuando observo a los que no son proponentes activos de la crisis, pero que han sido engañados por sus arquitectos. Gente que, aparentemente, tuvo en su momento una fe firme y buena voluntad, está intoxicada– a falta de una palabra más adecuada–con una visión claramente falsa de los acontecimientos que se están desarrollando. Se tornan tan incapaces de reconocer lo que sucede, que arremeterán violentamente contra todo aquel que intente señalar simplemente lo obvio. Infunden un significado aterrador al axioma “No hay peor ciego que el que no quiere ver”.
Incluso dentro de la resistencia a lo que se está perpetrando en contra de nuestra amada Santa Madre Iglesia existe un fraccionamiento creciente. Las teorías de conspiración se profundizan, nos distraen y dividen, mientras nos obsesionamos en la manera de dar sentido a lo que sucede y en cómo solucionarlo. La amargura y las divisiones se establecen hasta en las pequeñas cosas. Hay una aparente intratabilidad, un endurecimiento en las posturas que llevan a argumentos circulares, interminables, acerca de cosas que, en definitiva, no podemos cambiar.
Teniendo en cuenta todo esto, sería bueno, pienso, que reflexionemos y oremos para combatir lo que puede ser, de hecho, una batalla preternatural más profunda de lo que la mayoría de nosotros puede percibir. Se parece más y más a un tren fuera de control y el Diablo es el conductor.
Steve Skojec
(Traducido por Valinhos. Artículo original)