El asunto de la sumisión de la mujer a su esposo es uno que escuchamos a menudo, y es demasiado largo y demasiado profundo como para que este escritor entre en detalles el día de hoy. Sin embargo, quiero señalar rápidamente a los esposos, debido a que se acerca el Día del Padre, que la sumisión de una esposa es imposible sin el amor del esposo por ella: El mismo amor que Cristo tiene por Su Iglesia. Y que el amor de un esposo no puede estar divorciado de sus acciones.
Al final de la nota sugeriré un par de libros, por favor presionen “leer más” al final. Pero primero, un bello pasaje de “Paternidad y Familia” volumen 3, escrito por Ed Willock en 1952:
«Mis tendencias anti-feministas no deben interpretarse como una falta de respeto a la dignidad personal de la esposa y madre. Todo lo contrario. Cuando los hombres recuperen su lugar como jefes del hogar, la dignidad de la esposa y la maternidad igualarán e incluso superarán la adulación secular actual de la mujer profesional. La noche, tras haber acostado a los niños, es el momento más apto para que un hombre y su esposa se sienten juntos a hablar de su relación de pareja. Unas pocas palabras pueden ser todo lo que haga falta para renovar el entusiasmo común por la rutina cotidiana. Cuando Dios dividió a las especies en dos, y asignó a la mujer como ayuda para el hombre, no intentó darle al hombre solo un par de manos de más, sino otra mente y un corazón amoroso. Es más probable que un hombre y su esposa obtengan mejores consejos sobre sus problemas íntimos de conducta el uno del otro que de otra fuente. La gracia y el amor se combinan para facilitar las percepciones de cada uno, para que puedan ser de estimable ayuda el uno para el otro. Debiera tenerse en cuenta que todas las gracias del matrimonio se construyen sobre el consentimiento de cada uno. Cada uno debió decir, ‘¡Sí, quiero!’ antes de concretar el sacramento, y este ‘¡Sí, quiero!’ debiera repetirse continuamente para que las gracias se actualicen en sus obras. Para que el hombre sea un buen jefe de familia, su esposa debe consentir con ello continuamente. Él no puede forzarla efectivamente a consentirlo. Por otro lado, el hombre debe aceptar que ella sea su ayudante, sino ella no podrá ayudarlo verdaderamente. Si él busca consejos de vida en otras fuentes, desvalorizando sus sugerencias, se estará alejando de la fuente más esperable de sabiduría.»
Con frecuencia, algunos esposos tradicionalistas tienen una retorcida, e incluso peligrosa, visión de la sumisión. La sumisión es muchas cosas. Sin embargo, no es jamás una excusa para abusar de la esposa verbal, psicológica y, en especial, físicamente. ¡Jamás! Y todo hombre tradicionalista que cometa estos graves pecados, sin amar a sus esposas realmente como Cristo amó a Su Iglesia, debiera detenerse inmediatamente. Su alma, y posiblemente su libertad, están en peligro.
Un último consejo a los esposos: Si bien no es fácil, antes de decir una sola palabra negativa, o realizar una acción significativa hacia sus esposas, pregúntense a sí mismos: «¿Es así como actuaría San José hacia María?» Piensen en ello.
Libros para todos los esposos, especialmente aquellos que no comprenden lo que la sumisión significa realmente, son los siguientes: Father-hood and Family Volume 3, Lift Up Your Heart: A 10-Day Personal Retreat with St. Francis de Sales, Three to Get Married , Humility of Heart
[Traducido por Marilina Manteiga. Artículo original.]